«La yema del pulgar, desgarrada, se
abrió en un chorreo de sangre y cubrió el ojo del macho joven. No supo si el
alarido del viejo fue previo a la herida o fue después. La primera marca no
había sido en la oreja del animal. […]
Jorge miró alrededor y buscó a
Sara. Ella había llegado primero, andaba en el refugio revolviendo unos
cacharros. Él la vio y pensó que podría descansar y luego hablaría con ella. La
conversación no sucederá.
Los resuellos de los cabreros
resonaban por encima de los belidos de las cabras y los ladridos de los perros.
El viejo se alejó en dirección al refugio con el sombrero en la mano, como el
día en el que Jorge lo conoció. El día en el que lo convidó a su primera
apañada y él acudió empujado por la curiosidad o por las fuerzas desconocidas
que influyen en las decisiones de los hombres. Recordó como había sido
conducido a la gambuesa».
Así empieza Gambuesa, con un capítulo corto en el que se nos mete de lleno en la apañada. La conversación con Sara no tendrá lugar, pero sí los recuerdos de Jorge de cómo fue conducido a la gambuesa. Y es que ese es el escenario que vertebra la novela, una de esas apañadas para conducir a las cabras que viven libremente por la isla hacia la gambuesa, el corral de piedras donde se marcarán los nuevos cabritos, se contarán las cabras y cada uno se hará idea de la situación de sus animales que el resto del tiempo han perdido de vista.
Y es en esa vida, tan alejada de todo aquello a lo que está acostumbrado, en la que se ve metido Jorge Asperilla, un inspector de trabajo que recibe una denuncia anónima sobre dos mujeres que trabajan elaborando quesos en una finca. La denuncia «Ponía en duda su afiliación a la Seguridad Social, la duración de la jornada e insinuaba la presencia de una menor». Es así como Jorge llegará a la explotación ganadera que regenta Perico y en la que trabajan su nieta, Sara, y Conchi. Y es que no solo hay cabras por el monte, también existe el ganado manso, el que vive en cautividad y produce la leche para los quesos. Y es así como comenzará la improbable amistad entre dos hombres que nada tienen que ver.
«No quería saber qué era una apañada, pero el viejo se lo explicó. Le habló del Mancomún, de las cabras de los arrifes, de las marcas, de los machos y los baifos, de una raza de animales únicos que hallaban la supervivencia en el mínimo recurso, en la nada. Acabó convidándolo: el sábado a las nueve saldrían. Si quería ir con ellos le recomendó un buen calzado y un sombrero para el sol».
Y hay además un hotel, el Majalu Beach, un mamotreto de proporciones inimaginables elevándose en medio de la aridez de la isla, un gigante de los que amenazan con su mole, y con lo que atraen hacia ellos cual agujeros negros, a toda una forma de vida. Cemento, cristal acero... algo que rompe el equilibrio de arena y agua, las líneas rectas entre el cielo, el agua y la arena. Micaela, la dueña, trata de mantener alimentado a ese monstruo al que ha convertido en la franquicia de una importante cadena. Y es que el monstruo no nació como tal.
«En medio de las dunas y sobre el jable mojado, su padre había edificado un mundo de veraneo que se pobló con los refugiados del frío, proveedores de divisas. Sobre piedras y aulagas elevó un mundo de bonanza, una economía de salario mensual y labor a resguardo para los arraigados en la miseria. Un mundo enclavado en la mejor playa de la isla».
Un mundo que formaba parte de un turismo amable, un turismo que provocaría que la economía de la isla no se estancase y se mantuviera sostenible con esa ayuda externa, abriría la isla al exterior, favorecería su desarrollo social y cultural, y la daría a conocer más allá de sus fronteras de agua. La evolución turística y la competencia pusieron al padre de Micaela ante la tesitura de vender o dejarse comer por una cadena multinacional. Micaela optó por la franquicia y ahora los problemas amenazan la pervivencia del hotel.
Y es a ese engendro al que Jorge se dirige ante la necesidad de un aseo; y es de ese engendro de donde está a punto de ser expulsado por carecer de la pulsera de usuario cuando algo distrae la atención de Ayose, el empleado. Con un estruendo de cristales rotos, un hombre se precipita en medio de la recepción. A pesar del casco y del arnés de seguridad, algo ha hecho que se caiga cuando limpiaba la vidriera, la misma en la que figura el logo de la importante cadena que franquicia el hotel. El empleado saca su móvil, pero su primera llamada no es precisamente para pedir una ambulancia. Lo prioritario no es la vida del empleado sino mentener el estatus de la franquicia porque además del canon anual hay otra cláusula. «Una de las exigencias en la revisión periódica se refería a la prevención de riesgos laborales. La norma era clara: cero fallecidos».
Gambuesa es una novela en la que se enfrentan varios mundos. El mundo de las tradiciones, con el del desarrollo bestial e imparable que arrasa con todo lo que se le pone por delante; el mundo de las leyes y el de los que tratan de sortearlas. Sortear esas leyes ayuda a algunos a sobrevivir y a otros les permite seguir atesorando ese dinero que compra voluntades y rompe normas para acumular más dinero. Un terrible círculo vicioso.
«Aquí hay más de cien personas ocupadas. Más las del bar de la playa, los bazares de los pueblos y la Casa de Juegos. Si quieren que las mande al paro, mañana cierro el negocio y nos vamos a Marruecos o a República Dominicana. A mí no se me caen los anillos por empezar de nuevo».
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| Carmen J. Nieto |
Es Gambuesa una novela magnífica que mezcla la etnografía, la novela negra, la crítica social... y todo ello en el paisaje inigualable de Fuerteventura. Como en las otras dos novelas que he leído de Carmen J. Nieto, los personajes son apasionantes y tan bien dibujados que nos hacen amarlos y odiarlos y, a veces, alguno, las dos cosas a la vez. Y es que en sus novelas no hay héroes ni villanos (bueno, algún villano sí que hay) sino personas de carne y hueso con sus luces y sus sombras y sus muchos matices de gris.
Y tenemos la prosa de la autora, una prosa que cautiva, a pesar (o tal vez por ello) de las restricciones que nunca faltan en sus novelas. Por si alguien no lo sabe, Carmen J. Nieto sigue el ejemplo del grupo «OuLiPo (acrónimo de «Ouvroir de littérature potentielle», en castellano "Taller de literatura potencial") es un grupo de experimentación literaria creado en 1960 y formado principalmente por escritores y matemáticos de habla francesa, que buscan crear obras utilizando técnicas de escritura limitada». (He tomado la cita de la Wikipedia para no complicarme más y no hacer esto más largo de lo que debiera).
En este caso, la novela es un lipograma. Sí, es una palabra que yo no conocía y que se refiere a un texto en el que se omite una letra o un grupo de letras. En Gambuesa hay una letra que nunca se escribe. Tan solo en sinopsis, agradecimientos, etc., podemos ver esa letra que está ausente en toda la narración, y no es una de las raras, de las que raramente aparecen, no, es una de las frecuentes. Y a la falta de esa letra se le une una restricción en la trama. En una entrevista que recomiendo mucho, dice la autora respecto a OuLiPo «La restricción es una palanca creativa. En mi caso me ayuda a centrarme en el texto y a buscar caminos alternativos. Al final, todos contamos lo mismo, lo importante es la manera de contarlo. Y la restricción favorece la creatividad, me aleja de los lugares comunes en la forma de expresión». Y tal vez sea eso lo que da a su prosa esa limpieza, esa forma incisiva y afilada, tan sencilla de leer, pero que tan costosa ha tenido que ser para componerla. Leed a Carmen J. Nieto. Si os gusta la novela negra, las suyas son originales, entretenidas y todo un reto lector. Ah, y nada difíciles de leer contra lo que pudiera parecer.
Me atrae mucho lo que cuentas, conozco Fuerteventura y me gusta la idea de escribir con limitaciones. Lo veo complicado de hacer (¿la que falta es la "t"?), pero es un reto lograrlo y tiene su encanto escribir así. Yo ahora ando leyendo "Las hijas de la villas de las telas", segunda parte de esa saga escrita por Anne Jacobs, que seguro que has leído.
ResponderEliminarAbrazos!
También conozco la isla que para mí es quizás la más especial. Tan árida y tan hermosa.
EliminarSíiiiii, esa es la letra que falta y desde luego no es sencillo prescindir de ella porque se usa muchísimo. Esta autora siempre escribe con restricciones, pero al leerla no se nota, lo cual imagino lo difícil que tiene que ser.
Pues no he leído ninguna novela de La villa de las telas. Te diré que apunté la primera, pero antes de leerla salió la segunda y me sonó a oportunismo y se me quitaron las ganas. Igual me he equivocado. ¿Merece la pena? Ya me contarás.
Un beso.
Ayyyy Rosa, que interesante todo lo que cuentas sobre esta novela. He aprendido muchas cosas y el significado de algunas palabras que desconocía leyéndote, gambuesa, apañadas, lipograma..., y bueno, eso de la restricciones me ha dejado 😳, nunca lo había escuchado ni tampoco sabía de ese Grupo de experimentación literaria tan peculiar, me parece chulo eso de escribir sin una letra y ese tipo de experimentos que algunos autores se atreven a llevar a cabo. Tiene que ser muy complicado y todo un reto para el escritor, además de requerir una buena revisión de los textos por lo complicado que no se te cuele esa letra elegida que debe estar ausente.
ResponderEliminarAl comienzo de leerte me preguntaba donde estaría ambientada, después vi que es Fuerteventura el lugar y me encanta porque la conozco, es un sitio increíble, un plus más para leerla, porque esta me la llevo sí o sí, la leeré, seguro, porque me has dejado muchas ganas viendo tus párrafos elegidos
Todo un descubrimiento para mí la autora (para ti no, porque veo que ya es tu tercera novela leída de ella), por cierto, en esas otras dos que leíste ¿también narra con restricciones?
Un beso.
Todas las novelas de la autora se escriben con restricciones. Nueve corto se escribe con frases de nueve palabras y en nueve capítulos, con tres narradores que se reparten tres capítulos cada uno. Como ves, nueve y divisores de nueve. Sin aditivos está escrita sin adjetivos. Pero lo mejor es que son novelas negras que enganchan y que cuando te pones a leerlas no notas nada raro. Si no te dicen lo de las restricciones, no notas nada, salvo la prosa genial de la autora y sus tramas que son geniales. He oído varias entrevistas con esta autora en el podcast de Alrevés y allí cuenta muy bien por qué practica la restricción. De hecho fue en ese podcast donde la conocí. La recomendaba Alexis Ravelo y tomé nota. Luego supe que Carmen J. Nieto fue alumna de las clases de escritura del autor que tanto me gustaba. Se ve que fue buena alumna y aprendió mucho, aunque Alexis Ravelo nunca usó la restricción.
EliminarUn beso.
Había leído algo sobre este "reto", si así puede considerarse, de escribir un texto omitiendo una determinada vocal. Algo realmnete extraño para mi gusto, como si de un juego de niños se tratara; pero si dices que ello no mengua ni la calidad de la narración ni el interés de la misma, pues ello ha avivado mi curiosidad. El tema, desde uego, es muy interesante. La crítica social me encanta y si, además, hay una buena dosis de novela negra, pues mejor que mejor.
ResponderEliminarUn beso.
Claro que se puede denominar reto. de hacho así lo denomina la propia autora que ya está envuelta en otro que espero ansiosamente. Cuando se hace bien, lógicamente, no afecta a la calidad salvo que puede mejorarla al hacer que te tengas que fijar mucho más en lo que escribes. Si se hace de cualquier forma imagino que puede quedar un churro de cuidado. Pero desde luego no es el caso de la autora que nos ocupa.
EliminarUn beso.
Hola, Rosa, pues yo sí que conocía esa técnica pero no pensaba que la utilizaran autores contemporáneos. Sabía por ejemplo de un francés, Georges Perec, que en los años sesenta escribió alguna novela sin la letra "e" que en francés debe de ser la más común. En fin, me parece algo curiosísimo y casi imposible de conseguir que añade muchísimo interés a esta novela que traes hoy. Al margen de ello los temas que plantea y la forma de tratarlos también son muy atractivos, así que todo un descubrimiento esta autora. Amena, crítica y bien ambientada, la historia. Estupendo todo. Un beso. Genial tu reseña.
ResponderEliminarSí, dejando de lado esas restricciones que utiliza la autora, la novela trata unos temas de lo más interesante y, al menos para mí, desconocidos. No tenía ni idea de las apañadas ni de las gambuesas. Un poco más conozco del turismo brutal y de esos resorts de los que, curiosamente, el único en el que me he alojado, una sola noche, fue en Fuerteventura. me alegro de haberte descubierto a esta autora que merece mucho la pena.
EliminarUn beso.
La forma en que destacas la prosa afilada de la autora y su uso de restricciones literarias, como el lipograma, me parece fascinante. Me ha gustado mucho cómo describes el contraste entre los mundos que chocan en la novela: la tradición de las apañadas y las gambuesas frente al turismo desmedido y sus "monstruos" de cemento. Los personajes, con sus luces y sombras, parecen de esos que se quedan contigo mucho después de cerrar el libro. Tu entusiasmo por la autora es contagioso, y ahora tengo muchas ganas de descubrir Gambuesa y sus otras obras.
ResponderEliminarUn beso, Rosa.
Y hay una restricción más, ésta referida a la trama, porque la letra que falta representa algo, tiene su simbología y lleva a que también falte eso que la letra representa.
EliminarTe recomiendo que leas Gambuesa y las otras novelas de la autora. No son muy largas, pero sí muy buenas, muy negras y muy entretenidas.
Un beso.
Pensaba que no me ibas a convencer esta vez. No me apetecía apuntar otra novela negra, pero veo que esta es algo más. Y eso del reto me produce curiosidad. No tiene que ser nada fácil.
ResponderEliminarBesotes!!!
Querida Margari, a mí apuntar novela negra siempre me tienta, aunque no sea lo único que leo ni mucho menos. Haces bien en apuntar ésta porque creo que te gustará.
EliminarUn beso.
¡Hola, Rosa!
ResponderEliminarNo conocía a la autora y no tenía idea de todo lo que nos explicas en tu reseña, ha sido maravilloso leerte y descubrir términos y técnicas de escritura.
Todo un desafío para Carmen J. Nieto escribir omitiendo por completo una letra a lo largo del libro, definitivamente es uno de los puntos que llama mucho mi atención. Una escritora con una personalidad inconfundible, hay que leerla.
Me gusta que esté ambientada en Fuerteventura, no conozco esta isla, del archipiélago canario solo conocí a fondo la isla de Tenerife y me encantó, un motivo más para viajar leyendo.
Apuntada queda, gracias por tan buena sugerencia ;)
Un besote.
A falta de conocer Gomera y Hierro, Fuerteventura es mi isla canaria favorita. Es muy distinta al resto, muy árida y se presta mucho a todo lo que se nos cuenta en Gambuesa. Por supuesto, se presta a esas apañadas que, aunque no exclusivas de esa isla (al menos también se dan en Tenerife por lo que he indagado) sí que se dan y son muy reales en ella. Pero es que toda la trama negra que sucede en la novela encaja muy bien en ese paisaje árido que le proporciona el escenario perfecto. Lo de escribir sin una letra le da a la prosa un carácter también un poco "árido" que me ha encantado.
EliminarUn beso.
Hola otra vez.
ResponderEliminarVolvemos con los que andan bordeando la ley o saltándosela directamente. Pero en este caso me llama más la atención. Me gustan estos tejemanejes empresariales, y el choque entre tradición y esa modernidad que no siempre hace avnazar.
Yo tampoco conocía esa palabreja tan rara. Creo haber averiguado esa letra que falta. Seguro que no soy la única que la ha buscado, por curiosidad, entre las citas que pones.
Esta me la llevo.
Besos
Aquí se bordea una legalidad más ilegal que en La piel del invierno. Gambuesa es una novela muy original en la forma por sus restricciones y muy interesante en el contenido por ese mundo desconocido que nos muestra y que pelea por sobrevivir ante el ataque inevitable del desarrollo desmedido. Y además con su parte negra.
EliminarUn beso.