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"La piel del invierno" Luisa Ferro

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«La monjita miró a aquel hombre de arriba abajo. Yo también lo miré, aunque tuve que levantar mucho la cabeza y ponerme de puntillas porque, por entonces, era muy bajito. Lo conocía. Los húngaros lo llamaban "Sötét szellem" y los gitanos y quinquis "Bengorré". Lo primero que pensé fue que, si me llevaba con él, me esperaba la muerte. Al menos eso decía mi abuela Rosa, que los espíritus oscuros y los demonios del folclore gitano se alimentaban de otras almas para vivir agazapados entre los vivos. Si bien con los años he dejado de creer en esas antiguas leyendas, por entonces me asustaban. O sea que, en ese momento, me mantenía tras la enorme retaguardia de sor Inés para que él no me viera y se buscara otro niño al que asesinar. Estaría bueno que no me hubiera matado la guerra y ahora viniera ese gachó para darme el finiquito». Y es que en el poblado decían que el bengorré quería vengarse con sangre por lo ocurrido La Noche de la Furia.  Pero ese gachó, el bengorré, ...

"Gambuesa" Carmen J. Nieto

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«La yema del pulgar, desgarrada, se abrió en un chorreo de sangre y cubrió el ojo del macho joven. No supo si el alarido del viejo fue previo a la herida o fue después. La primera marca no había sido en la oreja del animal. […] Jorge miró alrededor y buscó a Sara. Ella había llegado primero, andaba en el refugio revolviendo unos cacharros. Él la vio y pensó que podría descansar y luego hablaría con ella. La conversación no sucederá. Los resuellos de los cabreros resonaban por encima de los belidos de las cabras y los ladridos de los perros. El viejo se alejó en dirección al refugio con el sombrero en la mano, como el día en el que Jorge lo conoció. El día en el que lo convidó a su primera apañada y él acudió empujado por la curiosidad o por las fuerzas desconocidas que influyen en las decisiones de los hombres. Recordó como había sido conducido a la gambuesa». Así empieza Gambuesa , con un capítulo corto en el que se nos mete de lleno en la apañada. La conversación con Sara no ten...

"Mátame otra vez" Víctor Navajo

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«A la una en punto de la tarde, el escritor Eliseo Samaniego abandonaba la urbanización en la que vivía, conduciendo su nuevo vehículo: un imponente GLS, rojo metalizado, que le había seducido por entrar en él sin tener que agacharse, capricho que se instaló, en ese rincón del cerebro donde se guardan los deseos incumplidos, la primera vez que subió a un taxi londinense. Ninguna mano misteriosa de hombre, movida por algún dios, había escrito con letras de fuego, Mane, Tecel, Fares en su garaje; ningún gato negro se entrecruzó en su camino; ningún astro misterioso le envió señales refulgentes desde el firmamento. Ni la religión, ni la superstición, ni la astrología acudieron en su ayuda, anunciándole lo que le esperaba.   Mala la habrás Eliseo en esa de Peraleda» . Y no sabía Eliseo la que se le venía encima. Había terminado su última novela y se dirigía a Peraleda. Era su costumbre antes de la entrega definitiva de un manuscrito al editor: retirarse unos días a un hotel del ...

"Niebla ardiente" Laura Baeza

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«En uno de los dos canales latinos del cable transmitían un conteo de lo más sobresaliente del 2012 en territorio mexicano: casi todo tenía que ver con la inseguridad, secuestros, cifras de muertos, el regreso del PRI a la Presidencia, impunidad para gobernadores corruptos, manifestaciones, el crimen organizado vinculado con las altas esferas del gobierno, noticias del espectáculo y artistas que Esther no conocía. […] En una toma rápida Esther creyó reconocer una figura delgada, el cabello castaño y lacio, hasta el color café claro de los ojos y las cejas delgadas […] Vio a Irene en el grupo, con la ropa sucia y un suéter de lana percudido. La cara angular y el flequillo en esa mujer eran inconfundibles. Esther podría morir y volver a nacer reconociendo esos rasgos de su hermana. […] Esa era su hermana desaparecida, su hermana muerta». Estamos en Barcelona el 1 de enero de 2013 cuando Esther, una mexicana que salió de su país para alejarse de todo lo que constituía su vida allí, v...

"El club de las viudas" e In memoriam Guillermo Galván

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—Es una obsesión de Franco […]  La Ley contra la Masonería y el Comunismo se publicó un año después de acabada la guerra, pero hasta entonces no había necesitado una ley para masacrar a unos y otros. Los que escriben hoy esas barbaridades lo hacen para justificar la sed de sangre del tirano. —Ya lo escribían antes de la guerra —puntualiza el policía recordando a su antiguo colega Mauricio Karl—. Los masones son los culpables de todos los males de la patria en el último siglo y pico. No sé si incluyen también sequías e inundaciones, pero el resto es siempre culpa de los masones. Ellos y los judíos son el chivo expiatorio de cada calamidad, según sus tesis. La cuarta y última entrega protagonizada por Carlos Lombardi trata de masones y comunistas, y trata de soldados del bando golpista que se supone que murieron en Belchite, ¿pero realmente murieron todos lo que figuran como tales muertos? Estamos en mayo de 1943 y muchas cosas van cambiando. En España cambia el sesgo político lo ...

"Un comunista en calzoncillos" Claudia Piñeiro

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«No dije nada, esperé un instante a que él contara qué había pasado. En dos o tres oportunidades pareció que iba a hacerlo, suspiraba como si detrás de ese suspiro viniera un relato. Pero el relato se moría dentro de él antes de salir de su boca. O él lo mataba. "Andá a dormir", dijo por fin. "¿No hay clases?", pregunté, no entendía. "Lo hicieron", dijo más para él que para mí, “ finalmente lo hicieron”, y golpeó sobre la mesa con el puño cerrado [...] "Los militares sacaron a Isabelita". Y después volvió la vista a la mesa y echó agua al mate aunque aún no había tomado el anterior. El agua verde rebalsó y corrió sobre la fórmica; mi padre no se ocupó de limpiarla. Antes de regresar a mi cuarto, le pregunté: "¿Pero a vos te gusta Isabelita?". "Menos me gustan ellos", respondió él». Este es un libro autobiográfico, aunque tampoco eso es exacto porque como nos dice la autora en el epílogo «Parte de lo que cuento en este libro...

Basado en hechos reales

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Christina's World (Andrew Wyeth, 1948) Me enamoré del cuadro en el MOMA de Nueva York en 2009. Compré la lámina y a la vuelta a casa la colgué en el salón sobre el sofá. Cuando Scott, un amigo oriundo de Maine, la vio, se quedó perplejo. Le sorprendió ver en mi casa un cuadro con un paisaje que él conocía de sobra por estar cerca de su casa. También había conocido a Andrew Wyeth, vecino cercano también y su pintor favorito. Pero lo más maravilloso de lo que Scott me contó fue la historia del cuadro que yo desconocía por completo. Christina Olson era una mujer de 55 años cuando se pintó la obra. Se había quedado paralítica en la treintena a consecuencia, posiblemente, de la polio.  Es cierto, la joven del cuadro no corresponde una mujer de 55 años. Ella no posó, por supuesto. Lo hizo la esposa del pintor, mucho más joven. Christina vivía con su hermano en la casa que se ve al fondo del cuadro y a veces prefería desplazarse arrastrándose en lugar de utilizar la silla de ruedas. Me i...