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"Me olvidé del cielo" Pere Cervantes

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En ese momento los espectadores ya estaban entregados y Joana creyó oportuno acompañar la escena con un ritmo algo más animado. Pero de manera inesperada se elevaron los murmullos en la sala. Esta vez no se trataba solo de la mujer que había recriminado al acomodador, otras voces intranquilas se sumaron a lo que ya había dejado de ser una discusión para convertirse en una inquietud. La misma mujer repetía el nombre de su hija a voz en grito: —¡Cristina, Cristina...! Un buen número de espectadores se puso en pie. Y aunque la película seguía proyectándose en la pantalla, Joana sintió un pálpito que terminó paralizando sus dedos. Sin música en la sala, la voz de una madre repitiendo entre sollozos el nombre de su hija terminó por encoger el corazón de los asistentes. Joana toca el piano para acompañar las proyecciones de películas en el cine Coliseum de Barcelona. Ahora se proyecta El chico de Charles Chaplin. Estamos en 1923 y la escena narrada en la cita con la que abro la ent

"La sombra del cardo" Aki Shimazaki.

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Tras los quintetos de Aki Shimazaki,  El quinteto de Nagasaki y El corazón de Yamato , acaba de publicarse en español la quinta entrega del nuevo quinteto, La sombra del cardo (no sé si cuando se publique en español se mantendrá el título, pero así lo ha titulado la autora en francés: L'ombre du chardon ). No sé cuándo saldrán las cinco novelas en un solo volumen. El quinteto de Nagasaki tardó catorce años, al menos en España, y El corazón de Yamato , seis. Previendo que se tarden varios años, en el Debate a tres de Los libros de Mava , Marian lee más libros y Cuéntame una historia hemos decidido leer los cinco libros uno tras otro (pinchando en los nombres de sus blogs encontraréis sus reseñas de estas novelas).   " Azami, el club de Mitsuko " Azami es el nombre de la flor del cardo. Y es también el nombre que recibe la joven Mitsuko en su faceta de chica de alterne. « —Aquí la llaman Azami. —¡Azami! Me quedo estupefacto. Yo llamaba así a Mitsuko en mi diario íntimo

"La ciudad y sus muros inciertos" Haruki Murakami

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—Para entrar y salir de la ciudad no hay más que este portón —aseveró el guardián, señalando con sus dedos regordetes el objeto al que se refería—, y quien lo atraviesa para entrar nunca volverá a atravesarlo para salir. La muralla no lo permitiría. Es un precepto de esta ciudad y, como tal, hay que tomárselo en serio. Quien entra se compromete a su cumplimiento aunque no haya firma ni sello de sangre que lo suscriba, cual contrato indeleble. Estás al corriente de ello, ¿verdad? —Lo estoy —confirmé. —Hay una cosa más. Puesto que aquí, en esta ciudad, desempeñarás la labor de leer sueños, se te entregarán unos ojos para dicho cometido. Esto también es preceptivo, no se pueden hacer excepciones. [...] Así fue mi entrada en la ciudad: me desprendí de mi sombra bajo la implícita asunción de no volver a atravesar aquel portón para salir, y recibí unos ojos de lector de sueños de córnea arañada. No sé muy bien que es lo que puedo contar de esta novela. No llego a entender cómo yo, u

"Las maldiciones" Claudia Piñeiro

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Alguien puede llegar a la política por muchos motivos. Unos más legítimos, otros menos. También por error, por desidia, por no saber decir que no. Por estar en el lugar preciso, en el momento preciso. O en el lugar equivocado, en el momento equivocado. Porque de algo hay que vivir, y ése sí que era para mí un motivo legítimo en aquel entonces, cinco años atrás: los pocos pesos con los que había llegado a Buenos Aires no iban a alcanzarme más que para vivir, con lo justo, a lo sumo un par de meses. [...] Y todo porque una mañana, sin pensarlo demasiado, acompañé a Sebastián Petit, el amigo con quien compartía el cuarto de la pensión, a una entrevista de trabajo. Así es como llegué yo a la política. O mejor dicho a los políticos. A la política, debo reconocer, no creo haberme ni acercado. Quien así habla es Román Sabaté un joven de Santa Fe que llegó a Buenos Aires cumpliendo así «una idea peregrina, un deseo dicho en voz alta que no tenía fecha cierta; sería en algún momento, no sa

Dos clásicos de amor y desamor.

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A esta etiqueta de Dos de... que hacía tiempo que no aparecía por el blog, traigo hoy dos novelas deliciosas. Dos clásicos que hablan de amor y desamor, de dos autoras europeas de las que una me era totalmente desconocida y la otra es ya una vieja amiga. Ambas son novelas cortas de las que no se puede escribir mucho por no contar más de lo que ya cuenta la propia obra y, casualmente, las he leído las dos seguidas. Espero que disfrutéis de la entrada, pero sobre todo os animo a disfrutar con las novelas si no lo habéis hecho ya. " La polilla y la herrumbre ". Mary Cholmondeley. Janet Black estaba feliz. Totalmente enamorada de George Trefusis, este le correspond ía a pesar de la oposición de su madre y es que Janet no era aristócrata y además no tenía educación. «Era verdad. Janet no tenía educación. Pero la belleza se posaba sobre ella como descansa sobre el cuello de una paloma» . Belleza que había sido suficiente para que George se enamorara de ella a pesar de que no estab