"La piel del invierno" Luisa Ferro

«La monjita miró a aquel hombre de arriba abajo. Yo también lo miré, aunque tuve que levantar mucho la cabeza y ponerme de puntillas porque, por entonces, era muy bajito. Lo conocía. Los húngaros lo llamaban "Sötét szellem" y los gitanos y quinquis "Bengorré". Lo primero que pensé fue que, si me llevaba con él, me esperaba la muerte. Al menos eso decía mi abuela Rosa, que los espíritus oscuros y los demonios del folclore gitano se alimentaban de otras almas para vivir agazapados entre los vivos. Si bien con los años he dejado de creer en esas antiguas leyendas, por entonces me asustaban. O sea que, en ese momento, me mantenía tras la enorme retaguardia de sor Inés para que él no me viera y se buscara otro niño al que asesinar. Estaría bueno que no me hubiera matado la guerra y ahora viniera ese gachó para darme el finiquito». Y es que en el poblado decían que el bengorré quería vengarse con sangre por lo ocurrido La Noche de la Furia. Pero ese gachó, el bengorré, ...