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"El corazón es un cazador solitario" Carson McCullers

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Poco después de que Singer regresara a su habitación de la casa de huéspedes, Mick y Jake Blount y el doctor Copeland empezaron a venir nuevamente. Todos querían saber dónde había estado y por qué no les había advertido de sus planes. Pero Singer fingió que no entendía las preguntas, y su sonrisa era inescrutable. Uno a uno iban llegando a la habitación de Singer para pasar las tardes con él. El mudo se mostraba siempre pensativo y tranquilo. Sus ojos, tan llenos de matices, aparecían graves como los de un hechicero. Mick Kelly y Jake Blount y el doctor Copeland llegaban y se ponían a hablar en la silenciosa habitación porque sentían que el mudo siempre comprendía, fuera lo que fuera lo que quisieran decirle. Y tal vez incluso más. Y aún habrá un visitante más en la habitación de John Singer: el dueño del café Nueva York,  Biff Brannon. Y son esos personajes los que, unidos y amalgamados por el mudo Singer, van dejando ver su vida a lo largo de la novela. Se puede decir que John S

"Precioso veneno" Mary Webb

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Ahora quiero contar la historia de todos los habitantes de Sarn, de madre, Gideon y yo misma, de Jancis —que era tan bonita—, del brujo Beguildy y de las dos o tres personas que vivían por ahí. Siempre hubo poca gente, y a lo mejor seguirá siempre así, pues es un sitio un poco triste. Quizás sea por el rumor del agua, año tras año: mires donde mires, oigas lo que oigas, el agua está siempre presente; o quizás sea por los grandes árboles que esperan y meditan a izquierda y derecha; o por la imperturbable calma del lugar, como si lo hubieran creado para tiempos pasados y no para nosotros. O quizás se deba a que la tierra es pobre y pantanosa, con hierba escasa y poco nutritiva, como suele suceder ahí donde los juncos, las cañas y las primaveras crecen en abundancia. Quizás las conozcan con el nombre de prímulas, pero aquí siempre las hemos llamado primaveras. Es empezar Precioso veneno y verme asaltada por recuerdos de otros libros y otros autores. Primero las hermanas Brontë, Emily

"El linaje de las estrellas" Daniel Fopiani

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—Ahora vamos a conocer uno de los rincones más conmovedores de todo el templo. Nos dirigimos hacia la nava del cenotafio, o salón de símbolos, que suena así como más misterioso. —Labios que se estiran y crean sonrisas—. Venid, venid, pasad por aquí; id avanzando sin miedo. Ya veréis por qué siempre la dejo para el final. Cuidado, que no hay mucho espacio dentro de la sala. En su centro encontraréis un gran estanque circular que contiene agua de los cinco océanos, construido en memoria de los marinos que yacen en sus profundidades. Sergio se quedó a unos pasos del gran pórtico de madera, como siempre, para entrar en último lugar […] pero algo distrajo su atención en la zona de la entrada. La fila de visitantes dejó de avanzar de golpe. La joven que encabezaba el grupo permanecía inmóvil […] sin ser capaz de digerir la información que le llegaba como a través de un cristal rojo. Un mar de sangre. Cuando comenzaron a perfilarse algunas teselas de realidad, las manos se le fueron solas a

"La princesa de Buchenwald" Ana Andreu Baquero

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Dar con aquel túmulo, idéntico a todos los que la rodeaban, había sido la parte más difícil, y en más de una ocasión se habían sentido desfallecer. Pero un día, de improviso, habían descubierto un asiento en el registro con aquel apellido alemán. Junto a él, una escueta anotación: «unbekannte Frau»; «mujer desconocida».  Apostolo Fusco, que se había quedado algo rezagado, observó a la comitiva avanzando solemne hacia su objetivo. A diferencia del día en que habían pisado por primera vez aquel lugar, ya no deambulaban a ciegas por entre las tumbas sin saber dónde buscar, abrumados por la ardua empresa a la que habían decidido entregarse. Esta vez sabían con seguridad cuál era su destino, y aquella certeza les insuflaba una vitalidad que hacía tiempo que habían perdido […]  Dar con aquel túmulo, idéntico a todos los que la rodeaban, había sido la parte más difícil, y en más de una ocasión se habían sentido desfallecer. Pero un día, de improviso, habían descubierto un asiento en el regi

"Los alemanes" Sergio del Molino

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El 2 de mayo de 1916, los vapores Cataluña e Isla de Panay atracaron en el puerto de Cádiz. Transportaban a seiscientos veintisiete alemanes procedentes de la colonia de Camerún, conquistada por los aliados en febrero de ese año en uno de los episodios menos conocidos y menos comentados de la Gran Guerra. En lugar de rendirse a sus enemigos, los alemanes se entregaron a las autoridades españolas en Guinea. España, como potencia neutral, los acogió como internados. Ya no abandonaron el país y se instalaron, sobre todo y entre otras ciudades, en Alcalá de Henares, Pamplona y Zaragoza. Pronto se harían famosos y serían conocidos como los alemanes del Camerún. Hasta aquí, la historia tal y como aparece en los registros. A partir de aquí, la leyenda. En contra de lo que acostumbro, esta vez la cita con la que empiezo la entrada no pertenece propiamente a la novela. Aparece antes de que ésta empiece y viene sin firmar, aunque creo, precisamente por ello, que la autoría es del propio Ser

"Púa" Lorenzo Silva

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Soy una mala persona. Al igual que muchos otros, podría decir. Con la diferencia, podría alegar, de haber dejado de buscarme una disculpa para justificar mis fechorías. [...] Cuando uno acepta convertirse en una mala persona, poco importa lo demás. A quien le toca padecerte ni le va, ni le viene, ni le alivia […] Reniego de la autoindulgencia. Es el tipo de porquería que jamás, desde que tomé conciencia de mi maldad, he dejado que se acumule a la mugre que ya cargo por mis feas acciones.[…] Por eso, y porque no estoy orgulloso de ser una mala persona —no se me ha endurecido el alma ni se me ha reblandecido el cerebro hasta ese punto de delirio—, resolví apartarme de todo lo que fui y todo lo que hice en otro tiempo, y escogí esta apacible actividad comercial que sólo muy de vez en cuando, y de forma al fin y al cabo limitada, me arroja a coyunturas en las que puede aflorar, y aflora, el demonio que siempre va conmigo. Y ahora se ha dado una de esas coyunturas que han hecho que P