"Por pura amabilidad" Doris Langley Moore
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Corría el 10 de febrero de 1946 cuando el doctor George Sandilands, con toda la inocencia del mundo, tuvo el gesto que, al cabo de unos años, daría pie a una de las polémicas más encendidas y a uno de los escándalos más sonados que han sacudido el mundo del arte en Europa y Estados Unidos. De hecho, limitarse al «mundo del arte» es quedarse corto, porque la onda expansiva se extendió a una esfera mucho más amplia y la prensa le concedió en varias ocasiones la dignidad de dedicarle primeras planas. Aunque las fechorías descubiertas fueran menos impresionantes que el robo de la Mona Lisa del Louvre en 1911, y menos espectaculares que las falsificaciones de Van Meegeren expuestas en años más recientes, fueron lo bastante interesantes para atraer a las galerías de arte a una multitud que siempre las había evitado. El doctor George Sandilands era en efecto, un hombre muy amable que enseguida empatizaba con sus pacientes y más si, como en este caso, se trataba de una anciana como la se...