"Los alemanes" Sergio del Molino

El 2 de mayo de 1916, los vapores Cataluña e Isla de Panay atracaron en el puerto de Cádiz. Transportaban a seiscientos veintisiete alemanes procedentes de la colonia de Camerún, conquistada por los aliados en febrero de ese año en uno de los episodios menos conocidos y menos comentados de la Gran Guerra. En lugar de rendirse a sus enemigos, los alemanes se entregaron a las autoridades españolas en Guinea. España, como potencia neutral, los acogió como internados. Ya no abandonaron el país y se instalaron, sobre todo y entre otras ciudades, en Alcalá de Henares, Pamplona y Zaragoza. Pronto se harían famosos y serían conocidos como los alemanes del Camerún.

Hasta aquí, la historia tal y como aparece en los registros. A partir de aquí, la leyenda.


En contra de lo que acostumbro, esta vez la cita con la que empiezo la entrada no pertenece propiamente a la novela. Aparece antes de que ésta empiece y viene sin firmar, aunque creo, precisamente por ello, que la autoría es del propio Sergio del Molino. ¿Soy la única que no tenía ni idea de estos «alemanes del Camerún»? Sea como sea, si algún interés necesita esta novela más allá de ser una buena historia, muy bien contada, muy bien escrita, que bucea en temas espinosos y mueve, mucho, a la reflexión; si, digo, se necesita un interés más allá de todo lo mencionado, es ese tema desconocido para mí de los alemanes del Camerún lo que le podía faltar para redondear lo que no necesitaba más redondeo.

No se trata de una novela histórica, tan solo toma un episodio histórico para contarnos muchas cosas. Cosas que se van descubriendo, que nos van dejando más o menos perplejos y que nos sugieren mucha reflexión. Muchísima.

Una de las tres citas que se ponen al principio del libro pertenece a Hannah Arendt, concretamente a su libro Eichmann en Jerusalén que leí hace ya varios años (2007). Ni que decir tiene que no recordaba la cita, pero sí el sentido y sentimiento que impregnaba todo el libro.

«Únicamente en sentido metafórico puede uno decir que se siente culpable no por lo que uno ha hecho, sino por lo que ha hecho el padre o el pueblo de uno. (Moralmente hablando, casi tan malo es sentirse culpable sin haber hecho nada concreto como sentirse libre de toda culpa cuando se es realmente culpable de algo)».

Y es que este libro trata de la culpa. No de la culpa personal, sino de la culpa vicaria, la que se hereda. Y trata también sobre el mal y vuelve a mencionar a Hannah Arendt, ya dentro de la novela, y su concepto de la banalidad del mal. ¿Eran banales aquellos tipos que tanto daño hicieron? ¿Era Eichmann un tipo mediocre, banal, el tonto de solemnidad que, según él mismo contó en el juicio, se dedicaba a poner sellos sin poder enfrentarse a la enorme maquinaria de matar establecida? No, Eichman era culpable con todas las consecuencias y le hubiera gustado tener más poder, más capacidad de decisión. 

Fede, uno de los protagonistas de la novela, profesor en la Universidad de Ratisbona, había escrito un artículo sobre el libro de Arendt. Y casualmente está apunto de descubrir otro tipo banal que tiene en sus manos la sangre de mucha gente. Sin haber matado a nadie materialmente. 
Igual que Eichmann, siendo un poco tonto también, un poco banal.

«Lo aterrador, dice Arendt, era que todo ese espanto procedía de un tipo banal. Así lo llama todo el tiempo, un señor no muy listo que habla con frases hechas y lugares comunes,[...] Parece mentira que tan poca cosa haya hecho sufrir tanto a tantos. De eso se estremece Arendt. Todo lo que sale por su boca es banal, pero no sincero. Su pose de funcionario bien mandado es una trampa. Eichmann no se limitó a poner sellos sin pensar en su significado, sino que fue un tipo tan ambicioso como mediocre, obsesionado por escalar puestos en la burocracia e identificado con la mentalidad y los objetivos del Tercer Reich. No podía ser de otro modo. No se causa tanto mal desde la rutina y la inercia. Que no fuera el responsable máximo no le exime de culpa. Eichmann es un criminal en tanto que miembro de una organización criminal, y ni el más tonto y prescindible de los gánsteres puede alegar obediencia cuando juzgan a la mafia».

Pero vamos con la trama de la novela, aunque sean estas disquisiciones lo que más me ha interesado de ella. Porque contra lo que cabría pensar por todo lo anterior no estamos ante un ensayo ni ante un libro que se nos pueda hacer pesado con tanto análisis. Estamos ante una muy buena novela que, además, resulta sumamente entretenida. El centro de la narración son tres hermanos. Empieza cuando dos de ellos, Fede y Eva, se reúnen para el entierro del tercero, Gabi, el mayor. Fede, ya lo hemos dicho, trabaja en la Universidad de Ratisbona. Eva se dedica a la política y está apunto de ser la favorita de su partido para sustituir al alcalde próximo a retirarse. 

Los tres pertenecen a una de esas familias de alemanes de Camerún, los Schuster, que llevan varias generaciones en Zaragoza. Hans, el Schuster primigenio, el bisabuelo de los chicos, puso en marcha una fábrica de salchichas. Aún tienen en la casa del padre «el diploma que acreditaba a mi bisabuelo como miembro del gremio de la charcutería, sellado en Hamburgo antes de la Gran Guerra». El padre de los tres hermanos dejó la empresa en la bancarrota cuando se retiró. Solo había deudas y una fábrica obsoleta que nadie se había preocupado de modernizar. Y es que las preocupaciones del padre iban por otros derroteros y eso es lo que están a punto de descubrir los dos hermanos que quedan. Lo que ya había descubierto tal vez, Gabi, el único con la capacidad y el valor de enfrentarse a su padre.

Y hay otro interesante personaje, Berta, una antigua amiga de juventud de Gabi que, en el funeral del hombre, vuelve a ponerse en contacto con Fede. Pero lo interesante de Berta, aparte de algún diálogo apasionante que mantiene con Fede sobre el artículo de éste y sobre esa banalidad del mal que tanto me ha interesado, es el contrapunto de su familia con la de Fede. Los Klein y los Schuster. El abuelo de Berta,  Oskar Klein, llegó a Zaragoza en 1916 con el bisabuelo de Fede, Hans Schuster. Pero nada más distinto que los dos hombres, las dos familias. Los Schuster eran de aquellos alemanes de Zaragoza que pusieron la esvástica en el Hogar Alemán en cuanto llegó el momento. 

«No llegaron a poner la tricolor de Weimar, que consideraban una bandera de vendepatrias. Nunca aceptaron la república. Se habían mantenido fieles al káiser, cuyo retrato presidía el salón, pero abrazaron el nuevo Reich con una alegría avasalladora. Descolgaron a Guillermo y pusieron a Adolfito en su lugar, y Adolfito, encantado, los regó con marcos frescos».

Oskar Klein no tragaba con todo aquello, pero eran los alemanes los que mantenían sus tintorerías y no podía ponerse a mal con ellos. No dejaba de ser nazi, pero no por convicción, sino por posibilismo. O al menos, así le ha llegado la historia a Berta. Y ella no piensa cambiarla. Quiere que su mundo sea el que le dibujaron, con un abuelo muy distinto de los Schuster y el resto de los alemanes de la colonia. 

La historia de Oskar, contada por su nieta, es el contrapunto a todo lo que los Schuster supervivientes van a descubrir acerca de su padre. Y Gabi, que empieza muerto y a punto de ser enterrado, resucitará en el recuerdo de sus hermanos y de su amiga Berta, porque es un libro que retrocede y avanza. Y la madre de los Schuster también resucita en esa memoria filial, siempre al piano, siempre escuchando música, siempre ausente de las cuitas de sus hijos presentimos que atemorizada ante el marido. El padre no resucita. Está vivo, aunque no sea muy consciente de que lo está.

Sergio del Molino

Un pasado que se recupera y que se nos vuelve presente porque, como se dice en la novela «el pasado se vuelve presente en cuanto lo tocas. No importa que no hayas intervenido en él, no importa lo inocente que seas o lo libre que te sientas». Y así los dos hermanos que sobreviven, hacen suyo el pasado de su padre y de su pueblo. Sienten la culpabilidad heredada de la que nos hablaba Hannah Arendt. Y no solo de manera teórica, no solo en el interior de su propia conciencia, sino que además tenemos una trama de chantaje y espías que les hará pagar el daño cometido por sus antepasados y que contribuye a que la novela adquiera aún más interés. 

Es difícil compactar en esta entrada todo lo que encierra Los alemanes, Premio Alfaguara 2024, porque hay demasiadas cosas de las que se podría hablar. Dos temas, no obstante, se pueden señalar como compendio final: la culpa y la desubicación. Me he extendido más en el primero, ya no tengo sitio para el segundo. Animo a leer la novela a quien quiera saber más de todo ello. Animo a descubrir temas nuevos en esta gran historia que es Los alemanes.

Título del libro: Los alemanes
Autor: Sergio del Molino
Nacionalidad: España
Editorial: Alfaguara
Año de publicación: 2024
Año de publicación original: 2024
Nº de páginas: 336

Comentarios

  1. Pues yo tampoco tenía idea de la existencia de los llamados "alemanes del Camerún" y lo que se cuenta en esta novela es de sumo interés. No sé (o no me ha quedado claro) si los personajes que conforman esta historia son reales, aunque se les haya cambiado el nombre, o bien son ficticios y se utilizan para describir unos hechos históricos y unas situaciones que tuvieron lugar en nuestro país en la primera década del sigo XX y en años posteriores, con el advenimiento del nazismo en Europa.
    Una obra muy interesante e ilustrativa.
    Un beso.

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  2. Hola, Rosa. Pues no, no sabía de los alemanes de Camerún. Sí de los que vinieron cuando la guerra o de los que fueron a refugiarse a Argentina, creo que es de los que he leído alguna historia.
    Qué complicado es eso de la culpa, que así de mano todos podríamos decir que no, qué culpa vas a tener de lo que hicieron tus padres, pero los sentimientos son muchos más complejos.
    No he leído nada del autor, podría ser buena manera de empezar.
    Besos

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  3. Buenas tardes, Rosa.
    Hoy me has tocado el corazón con esta novela. Me parece interesantísimo el principio argumental (yo tampoco sabía nada de estos alemanes llegados del Camerún), y el trasfondo que nos cuentas ha captado enormemente mi atención. Por otro lado, la culpa es un motivo que me gusta ver cómo lo desarrollan nuestros literatos; nuestra cultura está impregnada de ella.

    Un abrazo, y enhorabuena por esta genial propuesta!!

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  4. Hola, Rosa.
    No, la verdad es que yo también lo desconocía. Es muy interesante la culpa heredada, es como aquello de los errores de los padres son los defectos de los hijos, algo incoherente, pero señalado. Una marca que perdura en el tiempo.
    Estupendo lo que nos traes.
    Un beso.

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  5. Hola Rosa, en mi antiguo club de lectura leyeron este libro en el mes de Junio y todos, que son un montón, quedaron fascinados por la novela. Yo vistas sus opiniones me la apunté y a su recomendación uno la tuya. No dejaré de leerla ( y de los alemanes del Camerún ni idea yo tampoco). Besos.

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  6. ¡Hola! Siempre es bueno conocer y enterarnos de temas desconocidos como este, el de los alemanes de Camerún. Estoy segura será una lectura enriquecedora y llena de datos interesantes. Muchas gracias por la reseña. ¡Besos!

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  7. ¡Hola! aquí otra que desconocía lo de los alemanes de Camerún, Rosa, ni idea que tenía. Me parece muy interesante todo, desde los detalles del tema histórico aunque no sea novela histórica, hasta todas las reflexiones que incita la novela acerca del mal, acerca de la banalidad. Uffff, muchas veces las personas que parecen mas banales son las peores, lejos, lejos...
    Sobre lo de sentirse culpable, pues claro que se puede ser muy culpable de algo sin mancharse las manos, estando detrás de la maquinaria que ejecuta, aunque ciertamente uno no es culpable de lo que hacen sus padres, su familia, o cualquiera relacionado con uno.
    En fin, desconocía también esta novela y al autor, me suena pero ya. Además los Premios Alfaguara suelen llamarme mucho la atención y gustarme
    Me lo llevo
    Un beso.

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  8. Tampoco yo sabía nada de ese episodio que sirve de punto de partida y me parece interesantísimo. El tema de los descendientes de los nazis es tremendo, a muchos les pudo la culpa (esa culpa vicaria tan terrible), otros reivindicaron al cabo del tiempo ese pasado con orgullo... Me encanta todo lo que has contado sobre esta novela, las referencias a Hanna Arendt, la reflexión que late bajo la historia... Una gran recomendación, Rosa. Un beso.

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  9. Otra que no sabía nada de los "alemanes del Camerún". Muy interesante las reflexiones a las que te lleva esta novela. Ese sentimiento de culpa heredado... Tengo curiosidad por ver cómo lo trata. Apunto la novela que me dejas con ganas.
    Besotes!!!

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