"Canción de Navidad" Charles Dickens


«Marley había muerto. Empecemos por dejar establecido este hecho de un modo incontrovertible. Su partida de enterramiento estaba firmada por el párroco, por el sacristán, por el representante de la funeraria y por el presidente del duelo. Scrooge la había firmado y su nombre era buen aval para cualquier documento en el que figurase.
El viejo Marley estaba pues tan difunto como el clavo de una puerta [...] Personalmente habría dado a un clavo de ataúd la preferencia entre cualquier otra pieza de ferretería, pero, ya que la sapiencia de nuestros antepasados dio por bueno el símil, no serán mis manos pecadoras las que pretendan alterarlo. Así es como se desmoronan los imperios».

Hace cuatro años por estas fechas, colaboré con esta reseña en el concurso de relatos que El tintero de oro dedicó a la novela de Dickens. Hoy quiero volver a compartirla y lo haré sin cambiar nada, salvo alguna frase referida especialmente al concurso.


Ahora no entiendo como nunca fui capaz de leer este libro. Tras leer el comienzo, del que hubiera podido seguir la cita mucho más allá, no entiendo la cantidad de veces que lo empecé sin llegar a pasar nunca de la tercera página. Me encantaba eso de Marley había muerto, pero a partir de ahí, el tedio me invadía por más que mi padre estaba empeñado en que lo leyera. Pero yo tenía ocho años. Fue un regalo de mi tío, el hermano de mi padre, en los Reyes de 1967. Sí, mi padre quería que lo leyera, pero yo tenía entre manos cosas mucho más apasionantes como Verne, Salgari, Stevenson y demás parentela. 

Fui incapaz por más que, finalmente, mi padre decidió que leyera una página diaria. Ni eso pude hacer y al cabo de tres días me negué en redondo. Pero aquello de Marley había muerto se me quedó grabado. No me extraña, tantas veces empezado el libro. Por eso cuando hace unos años cayó en mis manos un libro titulado Marley estaba muerto, supe que tenía que leerlo, aunque fuera un libro de relatos. Sobre todo, porque además del título, tan evocador para mí, estaba firmado por el gran Carlos Zanón del que ya había leído con entusiasmo, Yo fui Johnny Thunders.

Y han tenido que pasar... me da pereza hacer la cuenta. Han tenido que pasar decenios, vidas, demasiado tiempo (el mismo que ha dejado las manchas en la portada de mi libro), para que ahora, ante la iniciativa de El tintero de oro y su concurso para el mes de diciembre, me haya decidido por fin a leer el Cuento de Navidad.

Otra de las cosas que se me quedó grabada de aquellos intentos de lectura infantiles fue el precioso nombre de su protagonista: Ebenezer Scrooge. No sé bien cómo se pronunciará en inglés, pero así, sin más, tal y como se escribe, suena genial, Ebenezer Scrooge. Cuando empieza el libro, se deja bien claro que Marley está muerto. No vaya a ser que alguien lo dude y se le quite misterio a su aparición esa noche en el dormitorio de Scrooge. Marley había muerto, exactamente esa noche de la víspera de Navidad, hacía ya siete años. «Y Scrooge, que era un excelente hombre de negocios, no permitió que el dolor de perder a su compañero fuera obstáculo para realizar, en el mismo día de sus funerales, un indudable buen negocio». Y es que Scrooge, como también le pasaba a Marley, era un hombre egoísta y despiadado. Lo único capaz de conmoverlo era el buen resultado de una transacción, el dinero ganado, la buena marcha de su oficina.

En esta víspera de Navidad recibirá la visita de su sobrino que le invitará a pasar el día siguiente en su casa para celebrar la fiesta en familia, cosa que rechazará de malos modos a pesar de la paciencia y buen talante del joven; echará un rapapolvo a su empleado por pretender tomarse el día libre y le acusará de perjudicar el negocio. Cuando el empleado aduce que tan solo sucede un día al año, le responderá airado: «¡ Liviana razón para desvalijar a un ciudadano por ser el veinticinco de diciembre! [...] En fin, tomad todo el día; pero, pasado mañana, procurad ganar el tiempo perdido»; dos hombres apelarán a su «largueza», en días tan señalados, para socorrer a tantos pobres necesitados de todo en los crudos días del frío invierno a los que Scrooge responderá preguntando si ya no hay cárceles ni asilos. 

De forma nada sutil, pero sí con ironía y humor, nos introduce Dickens ya en el primer capítulo en el carácter huraño, egoísta, tacaño y gruñón de Ebenezer Scrooge. Características, por otra parte, que compartieron ambos socios cuando Jacobo Marley aún estaba vivo. Y fue Jacobo Marley quién se le apareció esa noche en su alcoba tras una cena frugal en su fría y oscura casa. Y es que el frío y la oscuridad no cuestan dinero. Tampoco los espectros cuestan dinero. Tal vez por eso permitió Scrooge, a pesar del susto inicial, que el espectro de Marley se le apareciera esa noche. No es que creyera mucho en espectros, como le confesó al propio Marley. Scrooge no cree en nada inmaterial, tan solo las ganancias, que se tocan y se cuentan, son capaces de conmover sus creencias. Pero igual se vio metido en una curiosa conversación con el fantasma de su antiguo socio. Éste, que arrastra una larga cadena, le augura a Ebenezer Scrooge que la suya es aún más larga y pesada. Ahora sí parece que el desaliento se apodera de Scrooge. Pero Marley le da una esperanza.

«-Tres espíritus se os aparecerán-resumió el Espectro.
Scrooge se quedó casi tan boquiabierto como su interlocutor.
-¿Es esa la posibilidad que mencionasteis? - preguntó con trémulos acentos.
-Esa es.
-Entonces... entonces, prefiero no aprovecharla.
- Sin sus visitas -dijo el Espectro-, no podéis tener esperanza de eludir la senda que yo sigo. Cuando la campana dé la Una, esperad la primera.
-¿No podrían venir las tres juntas y acabar de una vez, Jacobo?-insinuó Scrooge»

Ni ante el anuncio más terrible, la visita de tres espíritus, prescinde Dickens del humor. Y vienen los tres espíritus que todo el mundo conoce, aunque no haya leído el cuento. El espíritu de las Navidades que Fueron, el de la Navidad Actual y el de las Navidades Futuras. Y Ebenezer visitará su pasado y verá sus navidades felices de niño, adolescente y joven. Y verá en el presente la felicidad de los demás y cómo se compadecen de él por no saber disfrutar de lo que a todos les hace tan felices. Y se dará cuenta de que tanto en el pasado como en el presente, el secreto de la alegría está en el compartir; compartir alegría, compañía, alimentos. 

Pero lo peor vendrá en el futuro: tristeza, soledad, un muerto al que nadie acompañará en su sepelio y del que nadie llorará la pérdida. Todas las terribles consecuencias de haber sido un ser miserable y amargado; una condena tan terrible como la cadena que arrastraba Marley y que él mismo arrastrará de convertirse en un espectro. Pero no ha sido más que un sueño. En la mañana de Navidad, Ebenezer Scrooge despertará en un día luminoso en el que todo habrá cambiado. 

Charles Dickens

Parece ser que Dickens escribió este cuento como una historia para aplicarse a sí mismo, una especie de revulsivo que lo sacara del mundo del éxito y la autocomplacencia en el que había caído. Las navidades pasadas reflejan en parte su propia infancia y juventud. 

Con este Cuento de Navidad se inaugura un género, el de los relatos navideños, que el propio Dickens seguiría practicando. De hecho en mi ejemplar de El Círculo de Lectores aparecen también El grillo del hogar y Las campanas, que aún no he leído, pero tengo intención de hacerlo. Pero además de iniciar un género literario puede que también sea el artífice de un nuevo concepto de Navidad, del Espíritu Navideño tal como lo conocemos; ansias de paz, amor, solidaridad. Ese espíritu navideño que ya solo persiste en el recuerdo en un mundo en el que ha sido sustituido por el espíritu del consumismo, el gasto desmesurado, la ingesta más que excesiva, las indigestiones, las discusiones familiares.

Tal vez por todo eso, leer ahora Cuento de Navidad ha sido doblemente gratificante. Me ha parecido una joya. Lleno de espíritu navideño, pero totalmente carente de la ñoñería que a veces acompaña a libros y películas sobre el tema. Todo lo contrario, ironía, crítica a situaciones del momento y unos personajes, fantasmas y de carne y hueso, inolvidables. 

Marley había muerto, pero Ebenezer Scrooge se ha salvado por los pelos de terminar como él.

Título del libro: Canción de Navidad
Autor: Charles Dickens
Nacionalidad: Reino Unido
Título original: 
Being a Ghost Story of Christmas (conocido como A Christmas Carol)
Traducción: M. Vallvé
Editorial: Círculo de lectores
Año de publicación: 1962
Año de publicación original: 1843
Nº de páginas: 112

Comentarios

  1. Hola! Nunca he leído nada de Charles Dickens pero por tu reseña puede que este sea la primera historia con la que me aventure.
    Gracias por compartir, saludos! ♥

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  2. Hemos coincidido hoy con el mismo libro. Pero ¿qué mejor que esta historia para celebrar el comienzo de la Navidad?
    Feliz Navidad :))

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  3. Hola, Rosa.
    Yo también tardé mucho en conectar con Dickens y su cuento pero la verdad es que cuando te entras, es increíble. Además de todo lo que representa dentro de la literatura. Me gusta ver la película todos los años, la de animación de Disney es mi favorita.
    Besos

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