"La madre de Frankenstein" Almudena Grandes

"[...] en los buenos momentos, cuando lograba aproximarse a la mujer que había sido una vez, Aurora Rodríguez Carballeira me devolvía a una mañana calurosa de junio de 1933, al despacho de la consulta, a mi padre. En su altivez y en su desamparo, en la brillantez de sus expresiones, en sus aires de grandeza y la ternura con la que cogía en brazos a alguno de los gatos que pululaban a su aire por el jardín, doña Aurora me regalaba retazos de una alegría pasada, irrecuperable ya. Era la única persona de este mundo con ese poder, yo lo sabía". Y la mañana calurosa a la que Germán Velázquez se siente devuelto es la mañana del 9 de junio de 1933 cuando aquella mujer, que a aveces vuelve a ser Aurora Rodríguez Carballeira, entró con su abogado en el despacho de su padre, Andres Velázquez, para decirle que había matado a su hija esa misma mañana, mientras dormía, hacía poco más de una hora, de cuatro disparos. Y es que a los que no reconozcan el nombre de Aurora Rodríguez Carballeira (yo no lo reconocí) se les encenderá la luz, como se me encendió a mí, cuando les diga que Aurora era la madre de Hildegart y les venga a la cabeza aquella inquietante película de 1977 dirigida por Fernando Fernán Gómez y titulada "Mi hija Hildegart"; o les venga a la cabeza, sencillamente, la historia de Hildegart.

La madre de Frankenstein es una revisión novelada, a partir de la historia clínica encontrada en el sanatorio de Ciempozuelos en los años setenta, de los últimos años de vida de Aurora Rodríguez Carballeira. No voy a hablar de lo que tiene de realidad y de ficción la novela. Eso lo cuenta Almudena Grandes en una extensa nota final titulada La historia de Germán, donde nos explica cómo llegó ella misma a la historia de Aurora y quién inspira el personaje de Germán. Yo me voy a centrar en la novela sin más consideraciones.

En 1953 Germán vive en Suiza desde el final de la Guerra Civil cuando, ya perdida esta, su padre le cede su pasaje en un barco que va a zarpar de Alicante. Su padre, Andrés Velázquez fue un personaje que apareció en la novela anterior, "Los pacientes del doctor García". Ahora piensa que es mejor que sea su hijo el que huya porque él tiene un salvoconducto especial que lo pondrá a salvo de la esperada persecución franquista. 

Germán es psiquiatra como su padre. Cuando empieza esta historia, tiene un buen trabajo en la Clínica Waldau, en Berna, y sus estudios con la clorpromacina, un fármaco que está dando muy buenos resultados con enfermos esquizofrénicos, hacen que un antiguo alumno de Andrés que dirige el manicomio de mujeres de Cienpozuelos lo invite a trabajar de nuevo en España. Germán tiene mucho de lo que huir en Suiza, aunque también tiene cosas que lo retienen allí, y todas ellas se apellidan Goldstein, la familia que lo acogió a su llegada a Suiza y que ha sido otra verdadera familia para él. Samuel Goldstein era amigo de su padre. "Me había salvado la vida, me había acogido en su casa, me había introducido en su familia, me había alimentado, cuidado, guiado, patrocinado, sin más obligación que la lealtad que guardaba a mi padre muerto, a la amistad que ambos habían forjado durante sus años de estudiantes en Leipzig. Pero desde hacía tres años, para nuestra común desgracia, Samuel Goldstein era, además, mi suegro".

La novela tiene varios hilos argumentales y varios narradores que irán contando las diferentes historias de que consta "La madre de Frankenstein". Con la indiscutible maestría narradora de Almudena Grandes iremos avanzando en una historia que, como un río largo se irá enriqueciendo a base de los afluentes que recibe hasta adquirir un rico caudal. Al río que supone la llegada de Germán a Ciempozuelos, su descubrimiento de Aurora como una de las pacientes del mismo y los tres años siguientes de su vida en Madrid se irán uniendo diferentes historias salidas de aquí y de allá, de un tiempo pasado y un espacio variable, que nos irán siendo contadas por sus protagonistas o en tercera persona por el narrador.

Germán decide volver a España "porque España seguía existiendo. Porque los españoles tenían que vivir. Porque, como yo comprendería, allí seguía habiendo enfermos mentales, ahora más incluso que antes de nuestra guerra. Porque alguien tenía que encargarse de ellos. [...] Porque España no desaparecería cuando Franco desapareciera. Porque mi país no podía seguir prescindiendo de gente como yo. Porque el exilio había representado una descomunal sangría de conocimiento. Porque..." . Y así, tras una larga lista de porqués, a pesar de los pesares, abandona su cómodo y estimulante puesto en Berna. Al río recto y de aguas un tanto turbias que supone la vida de Germán en Madrid y su trabajo con Aurora por una parte y la clorpromacina por otra, se irán uniendo los afluentes de otras vidas del pasado y del presente, la propia y las de los que están o han estado a su alrededor.

Asistiremos a los recuerdos de la infancia de Germán, y sobre todo de aquella mañana del 9 de junio de 1933 cuando supo del asesinato de Hildegart. Veremos su huida de España y su estancia de quince años en Suiza conviviendo con los Goldstein. Sabremos de la historia de los Goldstein y su huida de Alemania cuando las cosas empezaron a ponerse difíciles para los judíos, a pesar de ser totalmente ajenos a manifestaciones religiosas. "Samuel y Lili Goldstein solían decir de sí mismos que eran muy poco judíos. No practicaban la religión de sus mayores, y si no habían renegado expresamente de ella, había sido por la pura despreocupación de los no creyentes. Tampoco hablaban en yiddish entre ellos, ni se lo habían enseñado a sus hijos". 

Seremos testigos del pasado de Aurora Rodríguez Carballeira por lo que ella recuerda y por lo que nos cuentan los demás. Ella recuerda su afán por crear en su hija una persona como ella pensaba que debía ser un ser humano. Con ideas bastante confusas acerca de las ideas evolucionistas de Lamarck y Darwin, pretendió crear una mujer superior y cuando pensó que no había salido como ella quería, que era un boceto erróneo, se deshizo de ella como de una muñeca rota, como nos deshacemos de un borrador fallido. "Hildegart era mi obra, explicó doña Aurora, y no me salió bien. Tardé demasiado en darme cuenta, pero ahora estoy segura. Todos mis esfuerzos han sido vanos, y después... Lo que he hecho es lo mismo que hace un artista que comprende que se ha equivocado y destruye su obra para empezar de nuevo".

Y conoceremos a María, la niña que siempre ha vivido en Ciempozuelos, sin otro hogar que una casita en el interior del recinto del manicomio de mujeres; la nieta del jardinero, la que aprendió a leer, a escribir y a ver el mundo gracias a Aurora; la que no conoció a sus padres y siempre vivió engañada acerca de la muerte de su madre. Cuando Germán la conoce es una joven auxiliar de enfermería que trabaja en el manicomio y saca una hora al día para leerle a Aurora cuya vista ya no le permite hacerlo por sí misma. 

Y sabremos del doctor Roque Fernández Reinés que "había respirado el terror de su madre durante tantos años que se había acostumbrado a vivir sin hablar. Que era una postura inteligente, porque lo mejor, en España, en 1954, era no abrir la boca". Y de Eduardo Méndez a quien quisieron curar de sus instintos y por fortuna para él, terminó en manos de alguien que le ayudó a admitirlos y a reconciliarse con ellos. Y de Pastora, que viene de "El lector de Julio Verne" y sigue tan atractiva como siempre, pero más apagada, más resignada, con su vida tan llena de tristeza que no le cabe más, que no tiene nada que dar que no sea parte de esa tristeza.

Almudena Grandes

Tantos personajes, tantas historias y entre todas ellas, la historia de un país acongojado por el miedo, la represión, la censura, el miedo, la vergüenza, el miedo, los recuerdos, las pérdidas, el miedo... miedo a hablar, miedo a recordar, miedo a amar. Porque la verdad que imperaba en España era la verdad española, era "la que convertía el sexo en un artículo de estraperlo, el placer en una actividad clandestina, el cuerpo en un objeto de delito"; y también era la que hacía que se hablara mucho del tiempo (cuando no quedaba más remedio que hablar porque lo contrario hubiera sido una grosería) para evitar hablar de todas aquellas cosas que daban miedo, y me pregunto si será herencia de aquellos años el hecho de que en los ascensores se hable tanto de lluvia y viento y calor asfixiante y cambio climático; era esa verdad española la que hacía entender "que el silencio era el único valor seguro, el único remedio eficaz contra el infortunio probable, hipotético y hasta inexistente, la infalible receta que se aplicaban por igual los ricos y los pobres, los más humildes y muchos poderosos".

Una novela con tantas cosas que resulta difícil dejar de hablar de ella, pero no queda más remedio para que esto no llegue a resultar tedioso. Solo puedo recomendar su lectura, la lectura de toda la serie de "Los episodios de una guerra interminable" de la que ya solo queda una entrega, "Mariano en el Bidasoa". Después habrá que seguir leyendo lo que la autora escriba más allá de esta serie y releer lo ya leído. Yo empiezo a tener enormes tentaciones de empezar con "Inés y la alegría", el primero de la serie, y seguir...

Título del libro: La madre de Frankenstein

Autora: Almudena Grandes
Nacionalidad: España
Editorial: Tusquets

Año de publicación: 2020

Año de publicación original: 2020

Nº de páginas: 560