"Hermana muerte" Thomas Wolfe
El día que empiezo a escribir esta reseña (1 de junio) se cumplen dos años de la muerte de mi padre. Esta mañana (1 de junio) he publicado la entrada sobre "Un espíritu en mi sofá" de Alicia Lakatos. El sábado murió el mejor amigo de mi padre. Esta tarde termino de leer "Hermana muerte" y empiezo la reseña y es como si la muerte me persiguiera de forma totalmente casual (no he leído estos libros por su tema; uno ha sido porque era un compromiso demasiado tiempo pospuesto y otro, por selección al azar entre mis pendientes), pero en vez de agobiarme o deprimirme me dejo arrastrar por la prosa de Thomas Wolfe, un autor al que tenía en mi lista de pendientes hace mucho tiempo. Podía haberse el azar decidido por otra de sus obras, pero su azaroso dedo cayó sobre esta y esta ha sido la leída.
"Oh, Hermana Muerte, que te posas solemnemente en el ceño de los hombres humildes, oh, Orgullosa Muerte, a quien he visto en la oscuridad tantas veces, siempre al acecho de hombrecillos anónimos, ¿acaso hay algo que no hayas tocado con amor y piedad? Dondequiera que he visto tu rostro, siempre has acudido con misericordia, amor y piedad y nos has traído a todos tus compasivas frases de perdón y de alivio. ¿Pues acaso no has recuperado del exilio las vidas desesperadas de aquellos hombres que nunca pudieron volver a casa? ¿Acaso no nos has abierto tu oscura puerta a todos los que todavía no hemos hallado una puerta en la que entrar, y acaso no nos has proporcionado un lugar a quienes, carentes de vivienda, de puerta, de alicientes, nos hemos visto empujados a vagabundear por las calles de la vida? ¿Acaso no nos has ofrecido tu austero forraje con el cual aplacar un hambre que al cabo se hizo locura gracias a la comida de la que se alimentó? ¿Acaso no nos diste a todos una meta que buscamos pero nunca encontramos, la certidumbre, la paz por la que luchan nuestros corazones atribulados? ¿Y acaso no pusiste en tu oscura casa un final para toda la tortuosa errancia y la inquietud que desde siempre nos fustiga?". Perdonad el atrevimiento. Sé que la cita es harto larga y os doy permiso, es un decir, para que os la saltéis, pero ¿acaso no muestran estas palabras, que aparecen ya casi al final del libro, todo el respeto que el autor siente por esa muerte a la que llama hermana? ¿Acaso no es la muerte la que termina con las adversidades de todos los que tienen al mundo de espaldas, la que iguala a unos y otros, la que pone a cada cuál frente a su propia naturaleza efímera y contingente?
Creo que Thomas Wolfe no es un autor para cualquiera ni, desde luego, para cualquier momento. Ni siquiera sé si yo seré capaz de leer alguna de sus novelas largas (las setecientas páginas de "Del tiempo y el río"); no sé cómo son sus novelas. "Hermana muerte" desde luego, no es una novela. Lo que sí puedo asegurar es que es "«Uno de los textos más hermosos y enigmáticos del gran Thomas Wolfe»". Eso dijo William Faulkner de esta historia tal como cuenta en el prólogo de esta edición J. Ernesto Ayala-Dip que . No he leído nada más de Thomas Wolfe por lo que no puedo dar fe de que sea el más, pero hermoso y enigmático sí que es este texto.
Se trata de unas vivencias autobiográficas en las que el autor nos relata cuatro muertes a las que asistió en la ciudad de Nueva York. Muertes repentinas, naturales o accidentales, y todas ellas ocurridas a la vista de numeroso público lo que le da al autor la oportunidad de juzgar gestos, actitudes, comportamientos, reacciones, diálogos al respecto. Le da la oportunidad de mostrarnos todo un catálogo de las personas que caminan (caminaban a principios de los años treinta) por una de las ciudades más bulliciosas y vivas del planeta. En esa ciudad, la muerte acecha en todas sus formas disputándole su sitio a la vida, advirtiendo a la vida de lo efímero de su ser, recordando a todos que se está más tiempo muerto que vivo y que eso es una verdad tan incuestionable como deseado es su olvido.
Es con la cuarta muerte con la que comienza el libro, la que le sirve para recordar las tres primeras. "Hasta en tres ocasiones me había topado con el rostro de la muerte en la ciudad y ahora, en aquella primavera, volvíamos a vernos. Una noche —una de esas noches caleidoscópicas de locura, ebriedad y furia que conocí en aquel año, cuando merodeaba por la gran avenida de la oscuridad de sol a sol, desde la medianoche hasta el amanecer, cuando el mundo entero se proyectaba a mi alrededor en una danza descomunal y enloquecida— vi morir a un hombre en el metro". Sí, el cuarto muerto murió en el túnel del metro y fue el único en morir de una forma pacífica. Apoyado en un banco, cerca del andén, bajo las calles que hervían de vida y bullicio y actividades varias.
La primera muerte también sucedió en primavera, en un mes de abril, el primer año que el autor pasaba en la ciudad, cuando esta parecía amable y benévola y prometía aromas de primavera y aires tibios y suaves; una ciudad que se vuelve más cruel cuando entre tanta promesa destruye una vida en un estúpido accidente de circulación."No soy ni amable, ni cruel, ni amorosa, ni vengativa. Todos vosotros me resultáis indiferentes, pues sé bien que otros vendrán cuando hayáis desaparecido, sé bien que otros nacerán cuando estéis muertos, millones se levantarán cuando os hayáis caído". Así le habla la ciudad al autor cuando es testigo de esa primera muerte, del primer hombre al que la ciudad asesina ante sus ojos en una de las sórdidas calles del Upper East Side, barrio que en los años treinta del pasado siglo no era como hoy el barrio más prestigioso y pijo de la ciudad. Antes al contrario, el autor describe sus calles como "un hervidero de vida violenta y caótica, plagadas de semblantes oscuros, miradas amenazantes y extrañas lenguas que iban y venían, incontables, innumerables, innombrables, con el flujo oceánico, líquido y multitudinario que ostentan todas las sangres y razas oscuras". Ese primer muerto era un italiano de mediana edad que vendía comida y bebida con un carrito por las calles.
El segundo muerto murió de noche y en invierno. Casi en la otra punta de la ciudad, en Sheridan Square, en el West Village. No lo acompañó la luz del sol ni la suave templanza de la primavera. Un fuego encendido en una vieja papelera y los reflejos de las llamas en el aire helado lo iluminaron en su agonía. Al pie de un edificio en construcción un hombre tendido en el suelo era atendido por un sanitario. Aún estaba vivo, pero la vida se iba apagando ante la indiferencia de los que le rodeaban, ninguno de los cuales demostró la más mínima emoción ente la muerte del borracho vagabundo de unos cuarenta años. "Parecía como si la violencia salvaje del clima, la pobreza y la degradación física hubieran dejado su cuño de hierro en la superficie magullada y atónita de su rostro durante los años en que el vagabundo había recorrido la nación de un extremo a otro; pero ahora las facciones del hombre reflejaban la leyenda de los cielos vacíos e inmensos y las terribles distancias, la leyenda de los raíles pulidos y la locomotora, del óxido y el acero, la leyenda de toda tierra salvaje, indómita y solitaria". Y al leer esto recuerdo escenas de películas, vagabundos saltando de tren en tren. Recuerdo a John Steinbeck. "De ratones y hombres", "Las uvas de la ira" y recuerdo que esta novela está escrita en 1933, con la Depresión del veintinueve azotando al país y al mundo.
La tercera muerte ocurrió en la Quinta Avenida, ya a la vista de Central Park, entre tiendas exclusivas y edificios lujosos. De nuevo un edificio en construcción, pero en este caso, en pleno día, pletórico del trabajo de los albañiles. Y el autor, que momentos antes sentía la vida como una feria en la se movía lleno de júbilo y felicidad a pesar de una realidad que podría haberlo aniquilado bajo tanto lujo y riqueza que le eran ajenos, de repente sintió que "la sangre y la muerte de este hombre habían despertado toda la ruina de mi corazón; el espantoso mundo de mi muerte en vida, como la muerte de mi familia, había regresado con sus miles de formas fantasmales".
Cuatro muertes que le sirven a Thomas Wolfe para tomar el pulso a una ciudad implacable, que se mueve entre la indiferencia y el chismorreo, con pocas concesiones a la empatía y la compasión. Una pareja de jóvenes bien vestidos, con cierta cultura y educación por encima de la media, riéndose a carcajadas mientras contemplaban a un hombre muerto "charlaban y gesticulaban con una desdeñosa y repugnante falta de sensibilidad que resultaba horrible, tanto que me dieron ganas de reventarles la cara de un golpe". Gente que pasa ante la figura de un hombre muerto y creyéndolo borracho hace gala de un desprecio y una burla ajenas a cualquier tipo de comprensión por la desgracia ajena.
Pero también hay quienes se cuidan de los muertos, los protegen, los rodean cuando la muerte oscura y orgullosa se apodera de ellos y no los abandonan porque nunca dejarían solo a un muerto: policías, enfermeros, gente que pasaba por allí y se quita el sombrero y murmura una oración, piadosa o laica, pero siempre compasiva. Y la hermana muerte nunca pierde su orgullosa dignidad ni aun cuando se ocupa y elige para su corte a los más humildes y harapientos de los hombres, a los que dota ella misma de la grandeza que la vida les negó.
El pulso de una ciudad y de sus habitantes, la catástrofe de un país asolado por la más cruel (puede que solo hasta ahora) crisis económica que el mundo ha conocido, a través de la aniquilación definitiva que la muerte supone. O tal vez, la muerte ajena como contrapunto, como detonante del optimismo que tan difícil y esquivo se muestra en algunas circunstancias, porque contemplar la muerte mientras uno se siente vivo puede ser muy estimulante. "Y, de inmediato, un impulso inconmensurable y una esperanza llena de júbilo surgieron en mí una vez más, y como un hombre que se sabe enloquecido por la sed pero es capaz de ver ríos verdaderos a la orilla del desierto, supe que no debía morir asfixiado como un perro rabioso en la oscuridad del túnel, supe que debía volver a ver la luz y conocer nuevas costas y llegar a extraños puertos y ver de nuevo, como ya lo hiciera en otras ocasiones, nuevas tierras y nuevos amaneceres". Poco tiempo le quedó al autor para sentirse a salvo y conocer nuevas costas y extraños puertos. Cinco años después de escribir "Hermana muerte", él mismo moriría, a los treinta y ocho años, de una tuberculosos cerebral.
"Oh, Hermana Muerte, que te posas solemnemente en el ceño de los hombres humildes, oh, Orgullosa Muerte, a quien he visto en la oscuridad tantas veces, siempre al acecho de hombrecillos anónimos, ¿acaso hay algo que no hayas tocado con amor y piedad? Dondequiera que he visto tu rostro, siempre has acudido con misericordia, amor y piedad y nos has traído a todos tus compasivas frases de perdón y de alivio. ¿Pues acaso no has recuperado del exilio las vidas desesperadas de aquellos hombres que nunca pudieron volver a casa? ¿Acaso no nos has abierto tu oscura puerta a todos los que todavía no hemos hallado una puerta en la que entrar, y acaso no nos has proporcionado un lugar a quienes, carentes de vivienda, de puerta, de alicientes, nos hemos visto empujados a vagabundear por las calles de la vida? ¿Acaso no nos has ofrecido tu austero forraje con el cual aplacar un hambre que al cabo se hizo locura gracias a la comida de la que se alimentó? ¿Acaso no nos diste a todos una meta que buscamos pero nunca encontramos, la certidumbre, la paz por la que luchan nuestros corazones atribulados? ¿Y acaso no pusiste en tu oscura casa un final para toda la tortuosa errancia y la inquietud que desde siempre nos fustiga?". Perdonad el atrevimiento. Sé que la cita es harto larga y os doy permiso, es un decir, para que os la saltéis, pero ¿acaso no muestran estas palabras, que aparecen ya casi al final del libro, todo el respeto que el autor siente por esa muerte a la que llama hermana? ¿Acaso no es la muerte la que termina con las adversidades de todos los que tienen al mundo de espaldas, la que iguala a unos y otros, la que pone a cada cuál frente a su propia naturaleza efímera y contingente?
Creo que Thomas Wolfe no es un autor para cualquiera ni, desde luego, para cualquier momento. Ni siquiera sé si yo seré capaz de leer alguna de sus novelas largas (las setecientas páginas de "Del tiempo y el río"); no sé cómo son sus novelas. "Hermana muerte" desde luego, no es una novela. Lo que sí puedo asegurar es que es "«Uno de los textos más hermosos y enigmáticos del gran Thomas Wolfe»". Eso dijo William Faulkner de esta historia tal como cuenta en el prólogo de esta edición J. Ernesto Ayala-Dip que . No he leído nada más de Thomas Wolfe por lo que no puedo dar fe de que sea el más, pero hermoso y enigmático sí que es este texto.
Se trata de unas vivencias autobiográficas en las que el autor nos relata cuatro muertes a las que asistió en la ciudad de Nueva York. Muertes repentinas, naturales o accidentales, y todas ellas ocurridas a la vista de numeroso público lo que le da al autor la oportunidad de juzgar gestos, actitudes, comportamientos, reacciones, diálogos al respecto. Le da la oportunidad de mostrarnos todo un catálogo de las personas que caminan (caminaban a principios de los años treinta) por una de las ciudades más bulliciosas y vivas del planeta. En esa ciudad, la muerte acecha en todas sus formas disputándole su sitio a la vida, advirtiendo a la vida de lo efímero de su ser, recordando a todos que se está más tiempo muerto que vivo y que eso es una verdad tan incuestionable como deseado es su olvido.
Es con la cuarta muerte con la que comienza el libro, la que le sirve para recordar las tres primeras. "Hasta en tres ocasiones me había topado con el rostro de la muerte en la ciudad y ahora, en aquella primavera, volvíamos a vernos. Una noche —una de esas noches caleidoscópicas de locura, ebriedad y furia que conocí en aquel año, cuando merodeaba por la gran avenida de la oscuridad de sol a sol, desde la medianoche hasta el amanecer, cuando el mundo entero se proyectaba a mi alrededor en una danza descomunal y enloquecida— vi morir a un hombre en el metro". Sí, el cuarto muerto murió en el túnel del metro y fue el único en morir de una forma pacífica. Apoyado en un banco, cerca del andén, bajo las calles que hervían de vida y bullicio y actividades varias.
La primera muerte también sucedió en primavera, en un mes de abril, el primer año que el autor pasaba en la ciudad, cuando esta parecía amable y benévola y prometía aromas de primavera y aires tibios y suaves; una ciudad que se vuelve más cruel cuando entre tanta promesa destruye una vida en un estúpido accidente de circulación."No soy ni amable, ni cruel, ni amorosa, ni vengativa. Todos vosotros me resultáis indiferentes, pues sé bien que otros vendrán cuando hayáis desaparecido, sé bien que otros nacerán cuando estéis muertos, millones se levantarán cuando os hayáis caído". Así le habla la ciudad al autor cuando es testigo de esa primera muerte, del primer hombre al que la ciudad asesina ante sus ojos en una de las sórdidas calles del Upper East Side, barrio que en los años treinta del pasado siglo no era como hoy el barrio más prestigioso y pijo de la ciudad. Antes al contrario, el autor describe sus calles como "un hervidero de vida violenta y caótica, plagadas de semblantes oscuros, miradas amenazantes y extrañas lenguas que iban y venían, incontables, innumerables, innombrables, con el flujo oceánico, líquido y multitudinario que ostentan todas las sangres y razas oscuras". Ese primer muerto era un italiano de mediana edad que vendía comida y bebida con un carrito por las calles.
El segundo muerto murió de noche y en invierno. Casi en la otra punta de la ciudad, en Sheridan Square, en el West Village. No lo acompañó la luz del sol ni la suave templanza de la primavera. Un fuego encendido en una vieja papelera y los reflejos de las llamas en el aire helado lo iluminaron en su agonía. Al pie de un edificio en construcción un hombre tendido en el suelo era atendido por un sanitario. Aún estaba vivo, pero la vida se iba apagando ante la indiferencia de los que le rodeaban, ninguno de los cuales demostró la más mínima emoción ente la muerte del borracho vagabundo de unos cuarenta años. "Parecía como si la violencia salvaje del clima, la pobreza y la degradación física hubieran dejado su cuño de hierro en la superficie magullada y atónita de su rostro durante los años en que el vagabundo había recorrido la nación de un extremo a otro; pero ahora las facciones del hombre reflejaban la leyenda de los cielos vacíos e inmensos y las terribles distancias, la leyenda de los raíles pulidos y la locomotora, del óxido y el acero, la leyenda de toda tierra salvaje, indómita y solitaria". Y al leer esto recuerdo escenas de películas, vagabundos saltando de tren en tren. Recuerdo a John Steinbeck. "De ratones y hombres", "Las uvas de la ira" y recuerdo que esta novela está escrita en 1933, con la Depresión del veintinueve azotando al país y al mundo.
La tercera muerte ocurrió en la Quinta Avenida, ya a la vista de Central Park, entre tiendas exclusivas y edificios lujosos. De nuevo un edificio en construcción, pero en este caso, en pleno día, pletórico del trabajo de los albañiles. Y el autor, que momentos antes sentía la vida como una feria en la se movía lleno de júbilo y felicidad a pesar de una realidad que podría haberlo aniquilado bajo tanto lujo y riqueza que le eran ajenos, de repente sintió que "la sangre y la muerte de este hombre habían despertado toda la ruina de mi corazón; el espantoso mundo de mi muerte en vida, como la muerte de mi familia, había regresado con sus miles de formas fantasmales".
Thomas Wolfe |
Cuatro muertes que le sirven a Thomas Wolfe para tomar el pulso a una ciudad implacable, que se mueve entre la indiferencia y el chismorreo, con pocas concesiones a la empatía y la compasión. Una pareja de jóvenes bien vestidos, con cierta cultura y educación por encima de la media, riéndose a carcajadas mientras contemplaban a un hombre muerto "charlaban y gesticulaban con una desdeñosa y repugnante falta de sensibilidad que resultaba horrible, tanto que me dieron ganas de reventarles la cara de un golpe". Gente que pasa ante la figura de un hombre muerto y creyéndolo borracho hace gala de un desprecio y una burla ajenas a cualquier tipo de comprensión por la desgracia ajena.
Pero también hay quienes se cuidan de los muertos, los protegen, los rodean cuando la muerte oscura y orgullosa se apodera de ellos y no los abandonan porque nunca dejarían solo a un muerto: policías, enfermeros, gente que pasaba por allí y se quita el sombrero y murmura una oración, piadosa o laica, pero siempre compasiva. Y la hermana muerte nunca pierde su orgullosa dignidad ni aun cuando se ocupa y elige para su corte a los más humildes y harapientos de los hombres, a los que dota ella misma de la grandeza que la vida les negó.
El pulso de una ciudad y de sus habitantes, la catástrofe de un país asolado por la más cruel (puede que solo hasta ahora) crisis económica que el mundo ha conocido, a través de la aniquilación definitiva que la muerte supone. O tal vez, la muerte ajena como contrapunto, como detonante del optimismo que tan difícil y esquivo se muestra en algunas circunstancias, porque contemplar la muerte mientras uno se siente vivo puede ser muy estimulante. "Y, de inmediato, un impulso inconmensurable y una esperanza llena de júbilo surgieron en mí una vez más, y como un hombre que se sabe enloquecido por la sed pero es capaz de ver ríos verdaderos a la orilla del desierto, supe que no debía morir asfixiado como un perro rabioso en la oscuridad del túnel, supe que debía volver a ver la luz y conocer nuevas costas y llegar a extraños puertos y ver de nuevo, como ya lo hiciera en otras ocasiones, nuevas tierras y nuevos amaneceres". Poco tiempo le quedó al autor para sentirse a salvo y conocer nuevas costas y extraños puertos. Cinco años después de escribir "Hermana muerte", él mismo moriría, a los treinta y ocho años, de una tuberculosos cerebral.
Esta novela entra en el IV reto "Nos gustan los clásicos" por estar publicada antes de 1980. "Hermana muerte" está publicada en 1933.
Esta novela entra también en el II reto "Cabalgando entre clasicos" por estar publicada antes de 1970.
Esta novela entra también en el II reto "Cabalgando entre clasicos" por estar publicada antes de 1970.
Título del libro: Hermana muerte
Autor: Thomas Wolfe
Nacionalidad: Estados Unidos
Título original: Death the Proud Brother
Nacionalidad: Estados Unidos
Título original: Death the Proud Brother
Traducción: Juan Sebastián Cárdenas
Editorial: Periferica
Año de publicación: 2014
Año de publicación original: 1933
Nº de páginas: 96
Tiene pinta de ser un libro interesantísimo, pero no puedo evitar cierto escalofrío al leer la reseña. Es cierto que la muerte es nuestra hermana, o más bien nuestra madre, la única deidad que nos trata a todos por igual. Quizá en un momento menos convulso me anime a conocer a este gran autor.
ResponderEliminarUn abrazo.
Desde luego, si juzgamos solo por este libro, y yo no puedo juzgar por más, es un autor duro donde los haya. La belleza de su prosa es incuestionable y lo acertado de sus reflexiones no admite discusión, pero leerlo cuesta y por ahora, solo me animaré con sus obras menos extensas y dejaré pasar un tiempo. Según me vaya, con esa obras cortas, ya decidiré si me lanzo por algo más extenso.
EliminarUn beso.
Aunque me gusta la ambientación que comentas no creo que sea un libro para mí. Nunca he leído a Wolfe pero entre que no me llaman la atención sus novelas y que lo veo demasiado denso, lo descarto para un futuro próximo. Más adelante se verá.
ResponderEliminarBesos.
Tenía ganas de conocer al autor del que había leído muy buenas opiniones y la verdad es que es todo un clásico y lo merece.
EliminarSu literatura no es de entretenimiento y exige un esfuerzo por lo que no es para cualquiera y, aún estando entre los que lo leen con agrado, no es para cualquier momento. Ayuda el que siendo una obra corta se lee en poco tiempo y se puede lanzar una a lecturas más fáciles y/o entretenidas.
Un beso.
Hola.
ResponderEliminarMe parece interesantísima, pero ya sabes qu eahora mismo no estoy yo para esto.
Es curioso como a veces todo confluye, en tu caso ese aniversario con tantas cosas relacionadas con la muerte. Lamento mucho lo del amigo de tu padre, esas cosas duelen, y más en estas circunstancias.
Muy feliz tarde.
La verdad es que esta historia según te pille puede ser demoledora. A pesar del momento en que me pilló, la he leído con gusto porque se trata de unas reflexiones muy interesantes y con una prosa realmente hermosa, aunque tal vez un poco complicada.
EliminarA veces las cosas vienen de tal manera que, para ser casualidad, resulta demasiado sorprendente.
Un beso.
Ufff, yo no he conseguido leer Del tiempo y el río, me lo regalaron pero en dos ocasiones lo he abandonado, no puedo con él. Tal vez sería buena idea una novela como la que nos traes para hacer como una adaptación al autor primero. Ya veré, en cualquier caso me lo llevo apuntado.
ResponderEliminarBesos
Es que si "Hermana muerte" hubiera tenido setecientas páginas como "Del tiempo y el río" tampoco creo que yo lo hubiera podido terminar.
EliminarNo es que me asusten las lecturas complejas y largas. Las he leído y las he disfrutado, pero es que esta, además, puede llegar a ser demasiado dura. El hecho de su poca extensión hace que se vea cerca el final y se haga más llevadero terminarla.
Intentaré volver al autor con algo igual de corto como "El niño perdido" o "Una puerta que nunca encontré".
Un beso.
¡Hola, Rosa! Bueno, ya veo a qué te referías con la siguiente novela. Desde luego que hay veces que el azar es tan caprichoso que es difícil no intentar buscarle algún significado. Aprovecho para darte el pésame por el fallecimiento de ese amigo de tu padre y, por tanto, alguien que seguro ha sido cercano a ti.
ResponderEliminarLa verdad es que de este autor no he leído nada, hace años lo etiqueté como el "otro" Wolfe cuando me monté un lío entre Thomas y Tom Wolfe. De este último, por cierto, me están entrando ganas de releer La hoguera de las vanidades con motivo del asesinato de esa persona de color a manos policiales. Desde luego que parece calcar los hechos que hoy estamos viendo en Estados Unidos. Bueno, ya me estoy yendo del tema.
Una novela que me la guardo, pero si es verdad que en verano creo que necesito lecturas más livianas. Un fuerte abrazo!!
Toda la familia del amigo de mi padre ha sido una familia muy cercana. Hemos veraneado juntas las dos familias y los dos matrimonios han viajado mucho juntos también. Los hijos tienen edades similares a la mía y a la de mi hermana. En fin, mucha cercanía.
EliminarLa verdad es que este libro lo he leído por azar. A veces entre todos los que tengo en la lista de pendientes hago una especie de sorteo, escojo un número al azar y el libro que ocupa ese número en la lista es el elegido.
Yo también me lié mucho durante una época entre los dos escritores que, por un tiempo creí que eran el mismo, hasta que Internet y la posibilidad de información que proporciona me sacó de mi error hace ya muchos años.
Yo releí "La hoguera de las vanidades" el año pasado y también volví a ver la película. Es una novela alucinante (todas las del autor son muy buenas, pero esa es con mucho, la mejor) pero nada que ver con este librito tan alejado de los grandes acontecimientos y tan duro en el contenido y en la forma. Desde luego, de liviana no tiene nada.
Un beso.
¡Hola, Rosa! Mientras leía las citas, me iba envolviendo con la maravillosa prosa de este autor. Hablar de la muerte no es fácil, especialmente cuando se ha perdido a alguien muy querido y aún vive en nuestros recuerdos. Mi padre también falleció hace dos años, el 12 de junio para ser exactos y aunque su recuerdo aún me duele, leer un libro que habla de la muerte, no creo que me haga daño, así que me lo apunto para disfrutar de esta buena e interesante lectura. ¡Un beso!
ResponderEliminarVeo que tu padre y el mío murieron con tan solo unos días de diferencia. Duelen los recuerdos y a mí me pasa que aún no he terminado de asumir que está muerto. Me parece que lo voy a volver a ver tal y como lo dejé el último día o como lo veía en estos últimos tiempos.
EliminarLeer este libro no me ha hecho daño y veo que has sabido apreciar la maravillosa prosa del autor en las citas que destaco.
Espero que te gusta si te animas.
Un beso.
Es curioso cómo los libros se van cruzando en nuestras vivencias. No lo conocía pero creo que puede gustarme. Muchos besos.
ResponderEliminarEspero que, si te animas, lo disfrutes. Es un libro difícil de leer, no es de entretenimiento, pero si te concentras y te dejas llevar por lo que cuenta y cómo lo cuenta, es una experiencia muy grata.
EliminarUn beso.
Hola Rosa, no conocia al autor pensé que si, pero no. No me importaria leer esta novela, ya que aunque el tema es duro, parece que la belleza de la prosa lo compensa.
ResponderEliminarEs curioso como muchas veces los libros nos eligen en vez de al revés. Besinos.
Puede que lo confundieras con Tom Wolfe, el autor de "La hoguera de las vanidades". Yo los confundí durante mucho tiempo, como le digo a David.
EliminarEl libro no es exactamente una novela. Es el relato de cuatro muertes a las que asistió el autor en las calles de Nueva York y las reflexiones que le provocaron tanto las muertes como las reacciones de la gente alrededor
Realmente interesante, aunque tampoco se lo recomiendo a cualquiera.
Un beso.
Hola Rosa! Veo que tu.Maria y yo hemos perdido los padres en junio.el mío falleció el siete de junio....En fin forma parte de la visa.
ResponderEliminarVeré de leer algo del autor.siempre aprendo y sacó experiencias de este maravilloso blog donde surge el verdadero debate que merecen los libros ....Y que se ve tan poco.siempre apurados todos no dedicamos unos minutos extras a los trabajos.Gracias por tu excelencia . saludosbuhos
Muchas gracias por vuestras palabras. Un autor interesante que espero que os interese si finalmente os decidís.
EliminarUn beso.
Tengo un cuento del autor para leer en mi ordenador desde hace unos días. Aprovecharé tu reseña para hacerlo. No sabía que el escritor hubiera muerto a los 38 años, ¡qué joven! Que lo admirase Faulkner ya es motivo para visitarlo con detenimiento, aunque es verdad que esas novelas tan extensas me echan para atrás.
ResponderEliminarLa verdad es que el tiempo pasa a velocidad de vértigo, Rosa: ¡ya dos años de la muerte de tu padre! La verdad es que no parece que haya pasado tanto tiempo. pero sí, así es de devoradora la vida, es un come cocoso insaciable.
Un beso
Un cuento puede estar muy bien para hacer un primer contacto con el autor. Este libro también lo es y tengo otros dos igual de cortos que pretendo leer. Lo de las novelas más largas habrá que dejarlo de momento.
EliminarA mí, de todas formas, me gusta más William Faulkner. Aunque tampoco es un autor fácil y requiere un esfuerzo, sus historias (por lo poco que he leído de Wolfe) creo que son más dinámicas, pasan más cosas y en definitiva, me engancha más. Aunque creo que estoy haciendo un ejercicio de osadía porque no conozco a Wolfe lo suficiente para opinar.
Un beso.
Hola Roca!! Desconocía por completo esta novela y me has dejado con muchas ganas de leerla. Tomo buena nota de tu experiencia lectora. ¡Gran reseña y gracias por tu recomendación! Besos
ResponderEliminarComo digo en la reseña, no es una novela, sino unas reflexiones del autor sobre hechos que él mismo presenció. Leerlo y conocer al autor, desde luego, ha sido toda una experiencia.
EliminarUn beso.
Yo sí que he leído varias novelas de Wolfe y me gusta mucho, mi pasión por la novela estadounidense me puede. Sin envargo esta, aunque no sea una novela, no. La leeré desde luego.
ResponderEliminarGracias por la reseña.
Un beso.
Yo también soy una gran entusiasta de la novela estadounidense y con este autor tenía una deuda hace mucho tiempo. El libro me ha gustado y pienso repetir. Quiero leer "El niño perdido" y "Una puerta que nunca encontré" del que he leído que, aunque es anterior a "El niño perdido", Faulkner la consideraba una continuación de la misma. ¿Las has leído? Con las que no me atrevo es con las largas. A ver.
EliminarUn beso.
Muchas veces los libros se vuelven profetas de nuestro futuro y otras en recordatorios escritos sobre las cosas ante las que deberíamos detenernos y meditar.
ResponderEliminarLos libros se cruzan en nuestra vida como si estuvieran destinados y dedicados personalmente a nuestras personas, para abrirnos algunos caminos e indicarnos otros.
Es curioso como este autor trata a la muerte y a la ciudad como organismos vivos que se erigen en sentenciadores y ejecutores de los que pululan como insectos inconscientes e insensatos por las avenidas y los callejones. Corpúsculos de polvo ya descritos de antemano.
Besos.
Es cierto que a veces parece que los libros vienen en determinadas situaciones a hablarnos de las mismas y a abrir nuestros ojos a realidades más extensas de esas situaciones y de nuestro propio estado de ánimo. No sé si es el azar o la necesidad, pero así resulta.
EliminarEste libro ha venido en un momento preciso en que unas buenas reflexiones sobre la muerte y lo que deja alrededor resultaban bastante adecuadas a las circunstancias Y eso que, como le cuento a David, su lectura haya sido totalmente azarosa.
Un beso.
Desde luego, no deja de ser curioso cómo las cosas (los libros, en este caso) nos persiguen. No he leído nada del autor y, aunque te voy a decir lo mismo que te dije en la reseña anterior -que para ahora no-, tampoco te puedo negar que lo que nos cuenta y tu manera de interpretarlo me ha resultado interesante. Lo anotaré pero sin fecha. Besos
ResponderEliminarEstá claro que va por rachas. De momento parece que voy saliendo de esta. Empiezo, no obstante, a plantearme leer otro libro del autor que espero que sea menos tétrico y menos duro. A ver dónde me meto.
EliminarUn beso.
No sabría cómo calificar a la muerte, pero aunque la llevamos pegada a nosostros desde que nacemos, no la calificaría como hermana, sino más bien como una pesada e indeseable acompañante, je,je.
ResponderEliminarAl principio de tu reseña, el tema de este libro me ha parecido demasiado tétrico, incluso de mal gusto y propicio a provocar una depresión al más optimista. La muerte es algo normal, a la que tenemos que acostumbrarnos desde niños, pero que la queremos muy lejos de nosotros.
Cuando has avanzado con el contenido de esta obra, ya me ha parecido más interesante y original. No sé hasta qué punto puede resultar morboso hablar y descrbir muertes ajenas, a no ser que haya un vínculo etre ellas, pero no deja de resultarme curioso este planteamiento. Aun así, como que no me apetece leer "Hermana muerte".
Un beso.
Entiendo que no te apetezca leer este libro. No trata un tema adecuado para cualquier momento y este que vivimos puede que no sea el más indicado, pero la obra es realmente notable y ya tenía ganas de conocer a este clásico estadounidense.
EliminarYo creo que, más que de la muerte, de lo que intenta hablarnos el autor es de las reacciones de la gente que es testigo de esas muertes y de cómo una ciudad se va cobrando sus víctimas. Es realmente muy original.
Puede que no haya empezado por la obra más apetecible, lo verá cuando lea alguna más, pero sí que es representante de toda la magia que esconde la prosa del autor que no es fácil, pero es de una belleza turbadora, aunque algunas frases haya tenido que leerlas más de una vez para hacerme con todo su significado.
Un beso.
Tampoco he leído nada de Thomas Wolfe. Este libro me parece muy curioso. Creo recordar que ya había leído una reseña sobre él, si no me equivoco fue en el blog de Marcelo. Ya entonces me llamó la atención y sigue llamándomela con tu reseña.
ResponderEliminarBesos
Puede que haya cosas mejores para estrenarse con Thomas Wolfe, pero tampoco esto debe de estar mal, porque a pesar de su dureza ya me estoy planteando lo próximo que voy a leer del autor.
EliminarLa verdad es que se entiende por qué es un clásico.
Un beso.
Estamos condenados (aunque no sé si es tal condena) a no entender la dimensión o el significado de la muerte, entre otras cosas por lo que tú dices… nadie ha vuelto de allí para contarnos de qué va el asunto.
ResponderEliminarThomas Wolfe es también un autor que tengo pendiente desde hace tiempo, no está mal tu primera impresión, por lo que leo. Esa prosa bella que señalas, unida a un tema como la muerte, se me antoja una combinación sugerente.
Beso, Rosa.
Sugerente, estimulante y muy turbador. Un libro para leerlo despacio, recreándose en las frases y los párrafos, alguno de los cuelas hay que leer más de una vez para captar en profundidad su significado.
EliminarHabla de la muerte, de la ciudad, de las personas, las que ayudan, las que estorban y las que contemplan con perplejidad o introspección. Un libro que gana en el recuerdo y un autor para repetir.
Un beso.
después de Absalom, Absalom, me quedó un gran vacío literario. vagabundeé por varios autores, tuve lindas experiencias con Handke, Abelardp Castillo, Auster, volví a Onetti (que es como leer a Faulkner), pero el vavío persistía: ninguna de estas obras me dio la intensidad de Absalom. creí que podría con el Ulises, y no pude. entonces di con Wolfe. no, no es Faulkner, de hecho, Hermana muerte se me hace mas cercano a Henry Miller que a Faulkner; sin embarrgo es una digna compañía. empecé con este y busqué tu reseña: impecBle. ahora estpy con El Niño Perdido. voy de a poco, quiza luego de La puerta que no enckntré, me anime a sambullirme en sus novelas titánicas. veremo. ahora mismo, Wolfe es un hallazgo hermoso
ResponderEliminarTengo pendiente Absalom, Absalom que quiero leer no tardando mucho. No he repetido con Thomas Wolfe, es tanto lo que quiero que soy incapaz de abarcarlo.
EliminarGracias por tus palabras. Me alegro de que te haya gustado la reseña.
Un abrazo.