"Un espíritu en mi sofá" Alicia Lakatos Alonso
"La muerte nos da miedo, entre otras cosas, por el dolor físico que la acompaña; pero no es cierto. El dolor, el sufrimiento, va antes que la muerte. La muerte no duele. El verdadero dolor de la muerte es la terrible sensación de soledad. ¿Por qué nos da pánico que muera alguien a quién queremos? Porque nos va a dejar solos; sin su compañía, sin su voz, sin su presencia". Sí, la muerte ajena nos da miedo por el despojo al que nos somete, por la pérdida, por la ausencia, por la soledad que se incrementa, por el desgarro. Pero ¿por qué nos da miedo la propia muerte? Presentimos la soledad al otro lado. Uno se muere siempre solo, nadie nos ayuda en ese paseo, aunque muramos muchos a la vez, aunque caigamos víctimas de una accidente de avión y muramos rodeados de otros muertos tan asustados y solos como nosotros.
Nos asusta la soledad y nos asusta el desconocimiento. Nadie sabe lo que hay allí, nadie ha venido nunca a contarlo. Incluso aquellos que han estado muertos unos segundos, los que ven una luz al final del túnel y sienten una paz y una felicidad indescriptibles, incluso esos no han llegado allí exactamente, se han quedado a medio camino. La luz y la paz se achacan a la falta de oxígeno, aunque también podrían deberse a cualquier otro fenómeno fisiológico perfectamente explicable desde este otro lado. Pero... siempre queda un pero.
Cuando somos jóvenes, de la muerte propia solo nos asusta lo desconocido, lo que puede significar estar muerto cuando solo conocemos lo que significa estar vivo. A medida que la muerte se va haciendo presente en nuestras vidas y vamos acumulando pérdidas y viendo las diferentes circunstancias en que esas ausencias se producen, empiezan a asaltarnos otros temores: la enfermedad, el dolor, la soledad. "Cuando somos jóvenes nos parece descabellada esa idea, si es que alguna vez pensamos en ella. ¿Cómo vamos a morir solos, si están nuestros padres, hermanos, tíos, primos, amigos, colegas del trabajo, del gimnasio...? Pero si la vida nos permite vivir cincuenta años más, ¿dónde estarán la mayoría de ellos?".
Yo empecé a pensar en la muerte muy pronto. De hecho, no recuerdo un momento de mi vida en que el pensamiento del fin no me haya perturbado. Me recuerdo de muy niña, de la mano de mi abuela, angustiada ente la vista de una ambulancia en la que metían a una anciana en camilla, a la que yo auguraba una muerte inmediata en mi atormentada cabeza. Muchas temporadas a lo largo de mi vida, la muerte me ha dado más guerra de la que es normal en circunstancias normales para el común de los mortales. Bien es cierto que a medida que me hago mayor y el momento, irremediablemente, se acerca parece que esos episodios van desapareciendo para dejar solo lo que imagino que es el miedo normal de cualquier persona. No sé si llegará el momento en que asumiré el hecho como algo natural. No sé si incluso, ya muy ancianos y cansados, llegará un momento en el que todos ansiemos el final como una forma de paz y descanso. Me gustaría pensar que así es. Pero... siempre queda un pero.
"Ahora sabía que existía otra cosa, pero, ¿el qué? Ninguna de ellas me había hablado abiertamente de ningún tipo de Dios, o de galaxias, o de paraísos. Ellas solo se referían a un lugar donde volverían a reunirse con quienes habían querido en vida". Óscar está viviendo unas experiencias que nunca pensó que pudiera experimentar ser humano alguno. En su familia la religión siempre ha jugado el mismo papel que los adornos de los estantes, algo que está ahí, pero en lo que ya no nos fijamos y casi hemos olvidado. Y de pronto, en su sofá se sienta una mujer que acaba de morir en un hospital, una mujer a la que él ha conocido por pura casualidad y a consecuencia de un equivocación, un espíritu que espera allí sentado, bajo la atenta mirada de Robín, el perro de Óscar, a que una luz venga a llevárselo con los seres a los que quiso en vida.
Petra murió sola en el hospital. Toda su familia cercana había muerto antes que ella y la otra familia, la más lejana, no tenía tiempo para perder con ancianas moribundas. La visita de Óscar fue la última y también la única que la mujer recibió. Tal vez por eso decidió visitarle ella a su vez cuando ya su espíritu, casi desasido de su cuerpo enfermo, pudo liberarse y volar libre. Pero Óscar no sabía nada de eso cuando por la noche, alguien llamó a la puerta de su casa y puso en estado de alerta a Robín. "Al lado del ascensor, sonriente, con un vestido de color beige que la transportaba en el tiempo 60 años, y un sencillo sombrero...". Óscar no da crédito a lo que está viendo. No sabe si la mujer se ha escapado del hospital donde la dejó casi moribunda unas horas antes; no sabe si se ha curado (imposible). Según ella, ha salido del hospital "hace un ratito" porque ya se encuentra bien.
Óscar no sabrá la delirante realidad de lo sucedido hasta que no llame al hospital para interesarse por las circunstancias de Petra. Entonces sabrá que la anciana había muerto a la misma hora en que se presentó en su puerta con un vestido pasado de moda. Ella no sabe por qué está allí, solo sabe que tiene que estar en esa casa unas horas, hasta que su alma pueda abandonar definitivamente su cuerpo y una luz venga a buscarla.
Para Óscar, escéptico y sin preocupaciones religiosas, que nunca ha creído en el más allá, la visita de Petra es inconcebible, pero el caso es que allí está. Igual que lo sería para mí misma si algo así me sucediera, porque yo no creo tampoco en nada de eso, pero... siempre queda un pero, y yo, que no creo en nada, me he visto hablando con mis seres más queridos cuando ya se han marchado y les he pedido por favor que vuelvan un ratito, que me hagan una visita corta, ni siquiera pido unas horas, tan solo unos minutos, unos segundos, el último beso, el último abrazo, la última oportunidad para sentirlos a mi lado, para decirles que les quiero, para escucharlo de sus labios. Pero nunca me han atendido.
Óscar va a experimentar lo que es tener visitas inesperadas y nada deseadas. Podría haber venido su abuelo al que tanto quiso o alguna de sus abuelas, pero no, su casa ha sido escogida por personas a las que apenas conocía, personas a las que tan solo había visto una o dos veces, de forma esporádica y todas a raíz de aquella visita al hospital para visitar a la madre de Nerea. Va a recibir visitas y se va a sentir obligado a investigar en las circunstancias de cada espíritu que lo visita. Mientras tanto, también tendrá que lidiar con su propia vida personal y familiar que no pasa por su mejor momento.
"Un espíritu en mi sofá" es la tercera novela que leo de Alicia Lakatos tras "El cascabel" y "Beoxonte, la aldea sin cobertura" . Tal vez la haya escrito para dar respuestas, aunque sea en la ficción, a esas incógnitas que a todos nos atacan cuando pensamos en la muerte; no sé si habrá querido hacer realidad, aunque sea por medio de sus personajes, a un deseo que, como a mí, la hace esperar a que algún ser querido la visite y le ponga la mano en la frente y le haga sentir de nuevo, por unos segundos tan solo, ese contacto amado y añorado. No sé por qué la autora se ha embarcado en una novela en la que la muerte está tan presente, pero puedo asegurar que, si bien no da respuestas (no podría hacerlo), plantea una historia que, lejos de angustiar, nos reconcilia con esa idea de que allí, donde no sabemos lo que hay ni cómo se estará ni siquiera si existe (aunque mucho nos tememos que no), puede que nos encontremos con personas a las que ya no contábamos con volver a ver. Ojalá pudiéramos creer, ojalá todo fuera tan promisorio como esta agradable y original novela de Alicia Lakatos que he leído con agrado y una sonrisa en los labios.
Ojalá todo fuera tan fácil como pretende enseñarnos la religión. Pero... siempre queda un pero.
Título del libro: Un espíritu en mi sofá
Nos asusta la soledad y nos asusta el desconocimiento. Nadie sabe lo que hay allí, nadie ha venido nunca a contarlo. Incluso aquellos que han estado muertos unos segundos, los que ven una luz al final del túnel y sienten una paz y una felicidad indescriptibles, incluso esos no han llegado allí exactamente, se han quedado a medio camino. La luz y la paz se achacan a la falta de oxígeno, aunque también podrían deberse a cualquier otro fenómeno fisiológico perfectamente explicable desde este otro lado. Pero... siempre queda un pero.
Cuando somos jóvenes, de la muerte propia solo nos asusta lo desconocido, lo que puede significar estar muerto cuando solo conocemos lo que significa estar vivo. A medida que la muerte se va haciendo presente en nuestras vidas y vamos acumulando pérdidas y viendo las diferentes circunstancias en que esas ausencias se producen, empiezan a asaltarnos otros temores: la enfermedad, el dolor, la soledad. "Cuando somos jóvenes nos parece descabellada esa idea, si es que alguna vez pensamos en ella. ¿Cómo vamos a morir solos, si están nuestros padres, hermanos, tíos, primos, amigos, colegas del trabajo, del gimnasio...? Pero si la vida nos permite vivir cincuenta años más, ¿dónde estarán la mayoría de ellos?".
Yo empecé a pensar en la muerte muy pronto. De hecho, no recuerdo un momento de mi vida en que el pensamiento del fin no me haya perturbado. Me recuerdo de muy niña, de la mano de mi abuela, angustiada ente la vista de una ambulancia en la que metían a una anciana en camilla, a la que yo auguraba una muerte inmediata en mi atormentada cabeza. Muchas temporadas a lo largo de mi vida, la muerte me ha dado más guerra de la que es normal en circunstancias normales para el común de los mortales. Bien es cierto que a medida que me hago mayor y el momento, irremediablemente, se acerca parece que esos episodios van desapareciendo para dejar solo lo que imagino que es el miedo normal de cualquier persona. No sé si llegará el momento en que asumiré el hecho como algo natural. No sé si incluso, ya muy ancianos y cansados, llegará un momento en el que todos ansiemos el final como una forma de paz y descanso. Me gustaría pensar que así es. Pero... siempre queda un pero.
"Ahora sabía que existía otra cosa, pero, ¿el qué? Ninguna de ellas me había hablado abiertamente de ningún tipo de Dios, o de galaxias, o de paraísos. Ellas solo se referían a un lugar donde volverían a reunirse con quienes habían querido en vida". Óscar está viviendo unas experiencias que nunca pensó que pudiera experimentar ser humano alguno. En su familia la religión siempre ha jugado el mismo papel que los adornos de los estantes, algo que está ahí, pero en lo que ya no nos fijamos y casi hemos olvidado. Y de pronto, en su sofá se sienta una mujer que acaba de morir en un hospital, una mujer a la que él ha conocido por pura casualidad y a consecuencia de un equivocación, un espíritu que espera allí sentado, bajo la atenta mirada de Robín, el perro de Óscar, a que una luz venga a llevárselo con los seres a los que quiso en vida.
Petra murió sola en el hospital. Toda su familia cercana había muerto antes que ella y la otra familia, la más lejana, no tenía tiempo para perder con ancianas moribundas. La visita de Óscar fue la última y también la única que la mujer recibió. Tal vez por eso decidió visitarle ella a su vez cuando ya su espíritu, casi desasido de su cuerpo enfermo, pudo liberarse y volar libre. Pero Óscar no sabía nada de eso cuando por la noche, alguien llamó a la puerta de su casa y puso en estado de alerta a Robín. "Al lado del ascensor, sonriente, con un vestido de color beige que la transportaba en el tiempo 60 años, y un sencillo sombrero...". Óscar no da crédito a lo que está viendo. No sabe si la mujer se ha escapado del hospital donde la dejó casi moribunda unas horas antes; no sabe si se ha curado (imposible). Según ella, ha salido del hospital "hace un ratito" porque ya se encuentra bien.
Óscar no sabrá la delirante realidad de lo sucedido hasta que no llame al hospital para interesarse por las circunstancias de Petra. Entonces sabrá que la anciana había muerto a la misma hora en que se presentó en su puerta con un vestido pasado de moda. Ella no sabe por qué está allí, solo sabe que tiene que estar en esa casa unas horas, hasta que su alma pueda abandonar definitivamente su cuerpo y una luz venga a buscarla.
Para Óscar, escéptico y sin preocupaciones religiosas, que nunca ha creído en el más allá, la visita de Petra es inconcebible, pero el caso es que allí está. Igual que lo sería para mí misma si algo así me sucediera, porque yo no creo tampoco en nada de eso, pero... siempre queda un pero, y yo, que no creo en nada, me he visto hablando con mis seres más queridos cuando ya se han marchado y les he pedido por favor que vuelvan un ratito, que me hagan una visita corta, ni siquiera pido unas horas, tan solo unos minutos, unos segundos, el último beso, el último abrazo, la última oportunidad para sentirlos a mi lado, para decirles que les quiero, para escucharlo de sus labios. Pero nunca me han atendido.
Óscar va a experimentar lo que es tener visitas inesperadas y nada deseadas. Podría haber venido su abuelo al que tanto quiso o alguna de sus abuelas, pero no, su casa ha sido escogida por personas a las que apenas conocía, personas a las que tan solo había visto una o dos veces, de forma esporádica y todas a raíz de aquella visita al hospital para visitar a la madre de Nerea. Va a recibir visitas y se va a sentir obligado a investigar en las circunstancias de cada espíritu que lo visita. Mientras tanto, también tendrá que lidiar con su propia vida personal y familiar que no pasa por su mejor momento.
Alicia Lakatos Alonso |
"Un espíritu en mi sofá" es la tercera novela que leo de Alicia Lakatos tras "El cascabel" y "Beoxonte, la aldea sin cobertura" . Tal vez la haya escrito para dar respuestas, aunque sea en la ficción, a esas incógnitas que a todos nos atacan cuando pensamos en la muerte; no sé si habrá querido hacer realidad, aunque sea por medio de sus personajes, a un deseo que, como a mí, la hace esperar a que algún ser querido la visite y le ponga la mano en la frente y le haga sentir de nuevo, por unos segundos tan solo, ese contacto amado y añorado. No sé por qué la autora se ha embarcado en una novela en la que la muerte está tan presente, pero puedo asegurar que, si bien no da respuestas (no podría hacerlo), plantea una historia que, lejos de angustiar, nos reconcilia con esa idea de que allí, donde no sabemos lo que hay ni cómo se estará ni siquiera si existe (aunque mucho nos tememos que no), puede que nos encontremos con personas a las que ya no contábamos con volver a ver. Ojalá pudiéramos creer, ojalá todo fuera tan promisorio como esta agradable y original novela de Alicia Lakatos que he leído con agrado y una sonrisa en los labios.
Ojalá todo fuera tan fácil como pretende enseñarnos la religión. Pero... siempre queda un pero.
Título del libro: Un espíritu en mi sofá
Autora: Alicia Lakatos
Nacionalidad: España
Nacionalidad: España
Editorial: esstudio ediciones
Año de publicación: 2019
Año de publicación original: 2019
Ufffff, claramente no es para mí, con la racha que llevo, que en estas dos últimas semanas ha empeorado. Yo también anhelo esa caricia auqnue sea solo unos instantes, pero sé que no va a pasar...
ResponderEliminarMil gracias por la reseña, haces que apetezca mcuho, a pesar de mis reticencias.
Muy feliz semana.
Vaya, Gemma, lo siento de veras. Veo que no tienes tregua. A mí me persiguen los temas mortuorios en literatura y fuera de ella. Sin llegar a ser traumático no deja de ser doloroso.
EliminarEn algunas épocas de mi vida he llegado a sentir verdadera frustración y hasta rabia por la falta de esa caricia que puede ser tan necesaria, pero ya sabemos que lo que hay no va por esos derroteros.
Un beso muy fuerte.
De momento, esta la voy a dejar pasar. No tengo yo ánimos para leer nada de este estilo, más que ánimo, que no lo tengo malo, es la cabeza que está bastante dispersa y necesito temas que me interesen mucho más. Por otra parte, no te creas que yo pienso en la muerte. Está ahí y ocurrirá cuando tenga que pasar, pero no la pienso.
ResponderEliminarBesos
Y el caso es que, después de leerlo, tampoco diría que es una novela triste o morbosa o macabra para nada. Al contrario, da una visión amable y optimista de todo ese asunto, pero entiendo que no es para cualquier momento.
EliminarUn beso.
Pero siempre queda un pero...
ResponderEliminarAsí es Rosa. Estupenda reflexión la que planteas sobre la muerte que me parece además escrita con mucha naturalidad por tu parte. Pienso que las personas tratamos de huir de la muerte e incluso nos incordia hablar sobre ella. Puede ser que ello repercuta en que luego sea aún más doloroso el perder a un ser querido. En cualquier caso, me parece una estupenda propuesta la que nos trae Alicia Lakatos.
Besos y buena semana.
Gracias por tus palabras, Miguel. Algunas personas, para nuestra desgracia, tenemos la muerte más presente que otras y es un tema con el que aprendemos a convivir aunque no por ello deja de darnos guerra. Que hablemos de ella más o menos, no quita para que casi siempre esté presente y a mí en esta temporada, parece que me persigue, sobre todo en lo que leo, pero también fuera de ello.
EliminarLa novela es interesante, tanto para los creyentes como para los que no lo son. Y a pesar de lo duro que resulta el tema en principio, se lee muy bien y no es agobiante ni deprimente.
Un beso.
Un tema que da para mucho hablar. Gracias por descubrirme a la autora. Besos
ResponderEliminarLa verdad es que la muerte es uno de esos temas universales que siempre están presentes, de una u otra forma, en la literatura.
EliminarUn beso.
Hola Rosa, pues no conocía a la autora, pero la reflexión de la novela sobre la muerte me parece interesante. Yo tambien pensaba mucho en la muerte cuando era más joven, tal vez porque tenía mucha familia mayor, abuelos, tíos abuelos, y viví la muerte de todos, ahora con los años, creo que prefiero pensar que queda lejos, y disfrutar de la vida, aunque no te creas, con esto del Covi 19, he vuelto a pensar en ella y como afecta a las personas y a sus seres queridos.
ResponderEliminarAunque como comentas que la visión que presenta de la muerte es amable, no se si me apetece leerla, al menos por ahora, pero tampoco la descarto.
Curioso que la anciana Petra, hubiera preferido visitar a un desconocido antes que a alguno de sus parientes, tal vez pensaba que no se lo merecían. Besinos.
Es cierto que de más joven pensaba más en la muerte y es curioso porque parece ser que al hacerse una mayor y tenerla más cerca, debería ser un tema más presente. Tal vez sea que nos vamos acostumbrando a que es lo que hay.
EliminarTambién es cierto que desde que murió mi padre, tengo la idea más presente. Y no obstante, hoy por hoy, no me causa más problemas de los normales.
La verdad es que a la pobre Petra le quedaban muy pocas opciones y Óscar fue la última persona que fue amable con ella.
Un beso.
¡Hola, Rosa! Pues la verdad es que me ha atrapado este libro. No ya solo por el tema, sino por el planteamiento de ese fantasma en el sofá.
ResponderEliminarEn cuanto a la muerte, ahora estoy en la fase en la que no sé que me daría más repelús: que no hubiera nada o que hubiera algo. Si nuestra consciencia de nosotros mismos permanece tras el último suspiro, ¿interactuaremos con otros espectros? ¿Si es así estaremos ligados a ellos por toda la eternidad, reviviendo una y otra vez los recuerdos de la vida?
Reconozco que ya estoy en fase de aceptación, por supuesto, espero que tarde en visitarme, pero quizá ya no la veo con miedo. De todas formas, cuando ella venga tampoco estaré para recibirla. Un abrazo!!
Pues yo, con ser mucho mayor que tú, aún no he llegado a aceptar nada que me saque de este mundo, aunque cierto es que cada vez lo veo con menos drama. No sé si prefiero que haya algo, desde luego sí que me gustaría volver a ver a la gente que quiero, pero todo esto no deja de ser una quimera porque la lógica de mi mente científica me dice que no hay nada de nada, más allá de lo que se ve: tierra y vacío.
EliminarRecuerdo una de las anécdotas más inolvidables de mi hijo. Debía de tener cinco o seis años y una día, yendo a León en el coche, de pronto me dice "Mamá dicen en el colegio que cuando te mueres vas al cielo. ¿Es verdad?" Yo ante esas preguntas siempre le devolvía otra pregunta: "¿Qué piensas tú?" En esa ocasión me respondió: "Yo creo que cuando te mueres, vas a la tumba". Pobre, me hubiera gustado poder decirle algo más consolador, pero no fui capaz de mentirle. Le dije que eso creía yo también. (Conste que el colegio era público. Siempre he sido una gran defensora de la educación pública).
Un beso.
Temas que asustan pero que hay que afrontar. La mirada de esta novela parece muy interesante y el planteamiento, por lo que dices, es amable. Gracias por la recomendación, Rosa. Otra que me apunto 😉
ResponderEliminarLa visión de la muerte que nos ofrece esta novela es optimista y amable. Sería bueno poder creérsela, poder pensar que la muerte significa reunirse con los que se fueron, pero las novelas son solo novelas y me temo que la realidad es más dura. De momento, nos quedan estas historias y los libros en general.
EliminarUn beso.
Desde luego es un tema para pensar un rato. En nuestra cultura tenemos una relación con la muerte basada en el miedo y en el rechazo, ya que en el cristianismo (y el judaísmo también) la muerte tiene esa connotación negativa por tratarse de un “castigo divino” y, aunque mitigado por la promesa de la vida eterna y esas cosas, no deja de ser algo negativo, una condena que hemos de padecer, y eso nos perturba.
ResponderEliminarPara un hinduista, o un budista, el asunto es diametralmente opuesto, la muerte no tiene dimensión alguna de castigo ni consideración negativa, la muerte solo es una transición, para ellos nuestro cuerpo es mero recipiente físico, y el alma que alberga migra a otro cuerpo, e inicia una nueva etapa… un hinduista o un budista carecen de temor alguno ante la muerte.
Es que, justo antes de la pandemia, estuve leyendo algunos párrafos de El Bardo Thodol; El Libro Tibetano de los Muertos, para entendernos, y va de todas estas cosas. Por otra parte, como ya sabes, he tenido el infortunio de contar a un amigo entre los fallecidos por la pandemia, así que este tema lo tengo en la cabeza dándole vueltas. En cualquier caso no me quita el sueño, la muerte no me genera grandes quebraderos… más allá de que aún no me apetece irme, jaja, al menos deseo poder ver a mis hijas valerse por sí mismas, luego, después de eso, que sea lo que tenga que ser.
Has contado el libro de una manera especial y atractiva acercándonos su contenido a través de algunas de tus experiencias vitales también, y eso es un valor añadido para quienes te leemos. Me gusta y atrae esa implicación o conexión entre la historia literaria y tu vida, eso me permite considerar lo que comentas del libro desde una perspectiva más amplia y diversa, es estimulante.
Un beso, Rosa.
La muerte es algo que me perturba considerablemente y en otras épocas lo ha hecho más aún. Cuando tenía veintidós años pasé una mala racha tremenda (sé la edad exacta porque fue el año que terminé la carrera y puede que el mucho estudio y el poco salir de casa influyeran en mi estado anímico). El caso es que leyendo "Nuestra señora de París" pensaba que todos esos personajes ya estaban muertos (y tan muertos, como que nunca habían vivido, pobre Quasimodo); si veía niños por la calle pensaba que a ellos les quedaba más vida que a mí... Pasé un mal verano y ahora pienso que fue una especie de depresión. Y puede que sea hereditario, porque cuando mi hijo era un crío de unos seis, siete u ocho años, se echaba a llorar de repente y decía que no quería morirse, que para eso prefería no haber nacido.. En fin, que es un tema peliagudo para mí, aunque ahora creo que lo llevo con la total naturalidad que supone que no me apetece nada y espero que sea lo más tarde posible, pero ya no me crea situaciones patológicas.
EliminarYo no soy creyente y por lo tanto no considero la muerte un castigo, es solo que me asusta lo desconocido y creo que si fuera budista o similar, me asustaría igualmente.
Un beso.
Una trama muy original, pues hasta ahora solo he visto películas en las que los vivos ven y hablan con algún difunto, pero siempre con un registro cómico o, por lo menos, de comedia.
ResponderEliminarEl hecho de que el protagonista de esta novela reciba visitas de seres recientemente fallecidos y que ello le incite a averiguar cosas de sus vidas, me resulta intrigante y muy interesante.
De paso, veo que no era un bicho raro cuando, desde mi pre-adolescencia (con 14 años vi morir a mi abuela paterna, que vivía con nosotros), pensaba mucho (más de lo que un niño o un joven debería) en la muerte. A medida que uno va acercándose al final de su vida, no por ello deja de temer a la muerte. Solo espero que, al igual que ocurrió con mis padres, la vejez avanzada diluya ese temor a morir y deje de importarnos (incluso deseemos) acabar nuestros días.
Un beso.
Es cierto que a medida que uno se va acercando a le vejez esas cosas se toman con más calma. No obstante, recuerdo a mi abuela materna que no quería morirse la pobrecita y ya tenía ochenta años casi cuando lo hizo, pero hasta poco antes coger un tren si había habido un accidente reciente porque decía eso, que no quería morirse.
EliminarNo eras un bicho raro para nada. ya ves lo que cuento a Paco, justo encima de tu comentario a propósito de mi hijo. Él era un niño y ya lloraba pensando en la muerte. Y he sabido casos iguales de hijos de amigos. Imagino que de niños, en un momento dado, descubrimos la muerte y tenemos que reordenar nuestra vida para hacernos a la idea y asumir la realidad. Y cada uno reacciona de una forma.
Es curioso porque lo primero que me sale a la hora de calificar esta novela es que es una novela con mucho humor, pero luego lo pienso y veo que humor no tiene, pero algo tiene que me hace recordarla así y yo creo que es el optimismo que transmite.
Un beso.
En el inicio de la humanidad la espiritualidad venía a ser lo que luego tomó el nombre de religiosidad cósmica.
ResponderEliminarVestigios de este enfoque se pueden hallar en las distintas formas de chamanismo que todavía perduran y que en muchos casos se han transformado en pura magia.
El esoterismo intenta comprender el mundo y a la humanidad por medio de sus causas internas a diferencia de lo exotérico que indaga en las consecuencias y las causas externas.
Después de leer tu particular visión de esta novela y que la considero tan original que no se puede encasillar en ningún género ni subgénero, pienso que su autora se ha dejado influenciar por esa corriente exotérica, que indaga en las consecuencias y las causas externas de hechos que a simple vista nos pueden parecer imposibles o fruto de la imaginación, pero que como sucede con las meigas o las brujas: «Haberlas, haylas».
Naturalmente estoy interesada por leer esta novela y puede que cuando disponga de tiempo suficiente me anime a leer Bexonte. La aldea... que también me llama la atención.
Un beso.
Esta es la tercera novela que leo de Alicia Lakatos y la verdad es que es una autora muy original y versátil. Sus novelas nada tienen que ver unas con otras. la primera que leí, "El cascabel", está protagonizada por perros, y es muy curioso ver la vida de los humanos de la familia con la que conviven desde el punto de vista de estas mascotas.
EliminarEn "Un espíritu en mi sofá" creo que da cuerda a un deseo ancestral del ser humano, el mismo que le hizo crear las religiones: el deseo de que tras la muerte continúe una especie de vida en la que podamos encontrarnos con los seres que amamos y perdimos. Porque es cierto que. incluso para los que no creemos en nada "haberlas, haylas" que es un dicho que yo también utilizo muchas veces porque transmite a la perfección lo que siento en algunos aspectos.
Un beso.
Hola Rosa!! Me parece un libro que podría gustarme. Nunca había oído hablar de esta novela y me has picado la curiosidad por ella. ¡Genial reseña y gracias por el descubrimiento! Besos!!
ResponderEliminarEs una curiosa y original novela que creo que se lee muy a gusto y dibuja una sonrisa en la cara del lector a pesar del tema que trata. Todo ello creo que es mérito suficiente en una autora que siempre sorprende con sus propuestas.
EliminarUn beso.
Yo envidio a los creyentes, los de verdad, porque para ellos morir creo que es más fácil, porque al otro lado hay algo que los espera. No creo en dios, como tampoco creo en los fantasmas, pero también me gustaría encontrarme alguno, de verdad, aunque eso supusiera pasar un miedo terrible, ya que sería la prueba de que hay algo después, aunque si ese algo es andar penando... tampoco lo veo apetecible.
ResponderEliminarA mí la muerte me da miedo porque la veo como el fin, y aunque por momentos me proponga creer que no lo es, no concibo la eternidad, no me entra en mi cabeza mortal y finita.
Respecto a lo de morir sola... nunca me lo he planteado. Pero si tener familia, por poner un ejemplo, puede dar tranquilidad, tampoco me parece nada seguro. Mira lo que ha pasado con esta pandemia, miles de personas han muerto sin nadie junto a ellas.
En fin, un libro interesante pero que no sé si es adecuado para mí.
Un besote.
La verdad es que son dignos de envidia, pero fíjate que algo debe fallar también en las creencias porque a casi nadie, por creyente que sea, le apetece la ideas de la muerte. Lo de los fantasmas ya es otra cosa. Yo soy de las que no cree en ellos, pero... tampoco quiere dejar de creer del todo y es que los deseos se transforman muchas veces en creencias.
EliminarA mí no me daría miedo recibir la visita de ciertos fantasmas muy queridos. Respecto a la eternidad, no creo tampoco que sea algo deseable. Cuando se piensa en ella en serio termina por dar un vértigo terrible.
Yo creo que lo peor no es morir en soledad, sino pasar sola esos últimos años de la vida. Yo lo veo por mi madre y eso que ella no está sola realmente, pues estamos nosotras y tiene otros parientes, pero el hecho es que vive sola y ella se siente así, muy sola.
Vamos, que llegando el fin todo es una putada: la vejez, la enfermedad, el dolor, la soledad... ¡Cuánto envidio a Benjamin Button!
Un beso.
¡Ay, Rosa, me has recordado a mí, con esos pensamientos! Si te digo la verdad el libro tiene su punto de interés, porque abordar esa temática es valiente y arriesgado, pero yo últimamente ando muy sensible con estas cuestiones. Será por todo lo que hemos vivido y estamos viviendo, y prefiero dejarlo apartado, apuntado, pero para otra ocasión. Besos
ResponderEliminarCreo que son pensamientos universales que a todos nos afectan, a veces en mayor medida y otras con menos dramatismo, pero no creo que nadie se libre y, desde luego la situación que vivimos es muy proclive a tenernos a todos un poco traumatizados. Por no hablar de los que se han visto más azotados por el tema que tienen que estar muy traumatizados. En estos asuntos, como en casi todos, las circunstancias son muy diversas y la situación, que es injusta, reparte las cosas muy desigualmente.
EliminarEspero que a ti, como a mí por fortuna, no te haya golpeado muy fuerte.
Un beso.
La religión es consuelo para mucha gente. Supongo que les ofrece respuesta a ese ¿y después qué?
ResponderEliminarNo sé si esta novela es para mí. Me gusta que trate el tema de la muerte, al fin y al cabo es parte de la vida y todos nos dirigimos hacia ella por mucho que no nos guste recordar que es así. Pero no sé cómo conciliaría esa visita de es espíritu. Supongo que dependerá de cómo se desenvuelva la autora para hacérmelo convincente.
Besos
Más que de la muerte, creo que trata de lo que puede haber después y creo que bucea en lis deseos de la propia autora.
EliminarYo no soy creyente, pero por una cuestión de belleza poética no me atrevo a descartar (aunque en el fondo creo que lo tengo descartado) el poder volver a ver la sombra de mi padre sentado a mi lado en el sofá y contándome alguna cosa o dándome un abrazo. Aunque sea algo provocado por mi propia sugestión es algo que desearía mucho y sería tan literario...
Un beso.
Gracias a todos por vuestros comentarios. Mi único objetivo en todas mis novelas es entretener, y que durante el tiempo que tengáis el libro en vuestras manos, las preocupaciones y los problemas, desaparezcan. Luego, ya volverán. Un abrazo enorme a Rosa y todo mi agradecimiento.
ResponderEliminarMuchas gracias Alicia en nombre de mis seguidores y de los que me comentan y, por supuesto, en el mío propio.
EliminarTus novelas distraen y entretienen, pero consiguen algo más. En mi caso, al menos, me llevan a reflexionar sobre ciertos temas. Poco más se puede pedir a una obra de ficción.
Espero que esta novela esté teniendo el éxito que merece.
Un beso.
¡Hola de nuevo!
ResponderEliminarvaya temita, el de la muerte... yo tampoco creo en nada, pero como tú, me he visto y me veo hablando sobre todo con mi madre, que es la persona que me falta que más echo de menos. Lo que yo daría por volverme a encontrar con ella aunque solo fuera 5 minutos, poder abrazarla, estrecharla, ufff se me saltan las lágrimas solo de pensarlo.
Esta novela me llama mucho la atención además me dices que de la autora quizás te quedarías con esta si tuvieras que elegir, así que adjudicada. ¡Gracias por la recomendación!
Me da un poco de miedo empezarla y estar con la lágrima a ras todo el rato, de hecho hace dos días empecé a leer "Adiós pequeño" de Maxim Huerta (ha sido premio de novela Fernando Lara 2022) y que es una especie de autobiografía valiente novelada del autor, sobre todo de la relación con su madre y me emocionaba tanto que la tuve que dejar y eso que escribe que te pasas el hombre, me sorprendió muchísimo su maravillosa prosa (me dio pena dejarla, pero es que estaba todo el rato con el alma encogida y es que yo, cuando mi madre me viene a la cabeza en alguna lectura..., pues me cuesta
(y mira que soporto todo tipo de argumentos violentos, de extrema dureza sin problema)
Me he vuelto a enrollar. Esta igual me animo a empezarla a ver que tal
Besos