"La larga marcha" Rafael Chirbes

"La larga marcha" es el primer libro largo que Chirbes escribió. Después de "En la lucha final", "Mimoun", "La buena letra" y "Los disparos del cazador", novelas que se resuelven en algo más de cien páginas, aparece esta novela de casi cuatrocientas. 
También es la primera escrita en tercera persona, por lo que hasta cierto punto abandona el intimismo de las cuatro anteriores, escritas en primera persona, y que, sin tener que ser más autobiográficas por ello, nos producen la sensación de que el autor está desnudando su alma ante nosotros y haciéndonos partícipes de experiencias propias.
Esta es una historia coral en la que abundan los personajes, las situaciones, los lugares, los impulsos y las motivaciones de cada cual. Y ambientándose la historia entre la temprana posguerra y los primeros años setenta, muchos de esos impulsos y motivaciones tienen que ver con la posición de los personajes en ese conflicto que se esconde en un momento perdido, justo antes de que empiece el libro.
La primera parte de la novela, "El frente del Ebro", nos habla de los padres, los que vivieron la guerra, y no importa en qué bando lo hicieran porque, vencedores o vencidos, solo han resultado perdedores reconciliados de una u otra manera con su dura realidad. En la segunda parte, "La joven guardia", conocemos a los hijos. Ellos no vivieron la Guerra. Los hemos visto nacer en las páginas anteriores, pero hay hechos de la historia que no es necesario haber vivido para vivirlos o que te vivan; te hieren y golpean de manera vicaria, a través de la frustración de unos padres, de la oscuridad de un país, de la resignación de una sociedad. Y es que esta novela, en palabras del autor, "Se podría titular Padres e hijos, como la novela de Turguénev".
Tenemos a Manuel Amado una madrugada de invierno en Galicia, cuando el torrente atruena con su caudal de lluvia y deshielo, esperando junto a su padre el nacimiento de su segundo hijo, enredando la espera con los recuerdos y con las expectativas y decidiendo el nombre que le pondrá: "Le llamaría Carmelo, en recuerdo del hermano que lo había precedido a él, al segundón Manuel Amado, y cuya fuerza había sido inútilmente derrochada en los remotos pedregales de Tafersit".
Está Raúl Vidal en Bovra, Valencia, y su mujer, Adela, y el niño que ya les vino de mayores. Y esta es una historia que nos suena porque nos recuerda a la de "La buena letra" que también transcurre en Bovra y también tiene su dote de sacrificio mal pagado por quien fue beneficiario ignorante de los sufrimientos ajenos; porque a veces estar en la cárcel es peor para los que esperan fuera y ni siquiera se permitirán la más leve recriminación ante la falta de agradecimiento "porque el miedo o el rencor y la venganza no deben nunca traspasar ciertos límites, porque, si los traspasan, degradan al hombre y lo convierten en un pelele".
Pedro del Moral, el limpiabotas, está en Salamanca. De poco le ha servido su antigua pertenencia a la Falange y su vuelta tras la guerra metido en una impecable camisa azul con una medalla sobre el corazón. Tan solo para tener aspiraciones de grandeza que le han hecho poner en el cartel con que se anuncia, no el lógico "«Pedro Moral. Limpiabotas», sino «Pedro del Moral. Higiene y abrillantado del calzado»". Quizás por eso, y porque cree en la importancia de los nombres, bautizó a su segundo hijo con uno de esos nombres compuestos que permiten llegar a cualquier parte con más facilidad. De acuerdo con su mujer, muerta a los pocos días del parto hace ya siete años, lo llamó José Luis. 
Vicente Tabarca es médico. Al menos antes de la guerra era cirujano en el Hospital Clínico de Madrid, porque desde que llegó la paz, o la victoria, tras su paso por el campo de Albatera y las cárceles de Valencia y el Dueso, ya solo es médico generalista sin pacientes. En su casa lee y espera a que aparezca alguna visita de tarde en tarde. Lee y maldice al terrible fantasma herido en que han convertido a España, y siente deseos de venganza contra quien le arrebató la ilusión de un país que empezaba a sacar la cabeza del oscurantismo. Por eso, a su hija de apenas seis meses, la bautizó Helena, como la mujer cuya belleza era una venganza de los dioses, la que provocó la guerra de Troya. Vicente, como Pedro, también cree en los nombres. "«Si es mujer, al menos que sirva a la venganza»". Y le puso Helena, con H.
Rafael Chirbes siempre fue
más valorado en Alemania
que en España.
Luis Coronado vende cigarrillos hechos con la picadura que saca de las colillas recogidas durante la noche por toda la familia. Los vende en la Gran Vía, a la puerta del cine Doré. Con ese comercio precario mantiene a sus dos hijos, Jesús y Luis, a su mujer y a su cuñada. Pero cualquiera que vea su aspecto pulido y con aspiraciones de elegancia, puede pensar que trabaja en un banco o en alguna oficina. Y es que Luis se ha traído de la guerra una lección: hay que guardar las apariencias. Porque eso, las apariencias, es lo que distingue a un hombre de otro; cómo habla, cómo se viste, cómo se mueve, cómo se comporta. Así es que ha aplicado a sí mismo lo que decía en Zaragoza el muy nacional capitán Varela "«Un hombre es lo que aparenta. Un hombre se distingue de otro hombre por lo que aparenta. En cueros, los dos son iguales, y, por dentro, un saco de mierda que, a cada boquete que se le hace, apesta»"
Gloria Seseña nació rica, pero la guerra la pilló en la ciudad equivocada, sin padres y con la fortuna familiar en manos de Roberto, su vago, inútil y fantasioso hermano que a punto estuvo de perder la casa familiar, un chalet con jardín y verja de hierro en la calle Serrano. El matrimonio de Gloria con Ramón Giner ha salvado la casa y ha añadido al abolengo de la esposa la fortuna de nuevo cuño del marido; ha modernizado la clásica y elegante decoración; ha unido a lo clásico lo moderno, si bien un poco chabacano. Tan moderna se ha vuelto Gloria que su hija, "Gloria Giner fue la primera chica del colegio Bertrand que llegaba a clase en un coche conducido por su madre", aunque entonces Gloria ya no mantiene ninguna de las ilusiones que unos años antes había cifrado en su matrimonio con el antiguo secretario de su hermano, el que supo aprovechar las oportunidades que Roberto dejó escurrir entre sus incapaces manos de señorito.
José Pulido vive en un paisaje pardo de sequía, en una tierra que se agosta bajo las encinas, despoblada incluso de hierbas amarillas: tierra seca y grietas hasta el infinito. Vive de recolectar lo poco que da la naturaleza extremeña a quien nada tiene, de cargar bellotas en un saco, de "esperar el primer chubasco que traerá de nuevo los espárragos y devolverá la corriente al río, y con ella los peces, y los caracoles y las ranas". Unos productos que carga sobre sus hombros y que esconde de la Guardia Civil a la espera de la noche, de la oscuridad que le permita llevar al pueblo tan magra mercancía y canjearla en la tienda de Andrea por un trocito de la deuda que no deja de aumentar y ya ocupa varias páginas. Porque además José no sabe leer y no tiene muy claro que Andrea no lo engañe y su deuda se recorte a una velocidad menor de lo que debiera. Además espera su quinto hijo y la deuda con el panadero tampoco deja de aumentar.
Estos son los padres. Estos son los hijos que han ido, que van naciendo. En la segunda parte encontraremos a estos chicos, ya jóvenes adultos, estudiando o trabajando, y sus destinos irán confluyendo y se irán resolviendo de una misma manera desigual, porque sus distintas realidades harán que hasta lo semejante resulte diferente y se perpetúe la injusticia.
No está escrito en primera persona, no es tan intimista como sus novelas anteriores, no lo es en apariencia, porque en estas líneas que retratan personas y situaciones tan dispares, late el alma de Chirbes, sus creencias, sus anhelos, mi rabia con las deudas dela pasado, mi deseo de dar marcha atrás el reloj de la historia y dejarlo algo más de ochenta años atrás para engañarme con la idea de que se puede volver a empezar. 

Rafael Chirbes
"Después de la larga guerra y de la terrible noche que la ha seguido, no queda nada que muestre síntomas de vida en España. Pensadores, científicos y poetas han muerto fusilados o han tenido que marcharse. Aquí no ha quedado más que la basura: energúmenos sudorosos que dan patadas a un balón; olor de sangre y estiércol y gritos de bárbaros en un redondel donde se tortura a un toro; tonadilleras que apestan a sobaco cuando levantan los brazos para tocar las castañuelas; y curas que chupan la sangre de la ignorancia y el miedo que han impuesto después de tantos años de muerte, con el solo objeto de engordar; matones que trabajan en grupo, que se imponen en grupo, que pegan y matan en grupo".

Según Muñoz Molina este libro supuso "la culminación del progreso de un novelista, ese libro en el que se resumen y estallan en plenitud todos los libros anteriores, todas las historias y los personajes que uno ha ido inventando a lo largo de su vida, todas las voces que ha escuchado, dentro y fuera de sí mismo". Eso escribió en 1996, a poco de publicarse el "La larga marcha". Aún le quedaban a Chirbes muchas historias, muchos personajes, muchas voces por escuchar y varias novelas por regalar antes de que un cáncer de pulmón lo callara para siempre el 15 de agosto de 2015.


Comentarios

  1. Leyendo las reseñas que enlazaste, veo que Chirbes es un autor que ha logrado cautivarte. Sin embargo, tras leer tu genial reseña de "Mimoun", creo que empezaré por el principio y me adentraré en ese sórdido mundo del Marruecos menos idealizado.
    "La larga marcha" igual tendrá que esperar un poco más.
    Un abrazo y feliz viernes.

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    1. Mimoun es muy buena. Un tanto agobiante y, desde luego, no es una lectura ligera para entretenerse, pero me gustó muchísimo.
      Ya había leído tres o cuatro novelas del autor, pero tras leer hace unos meses la primera que publicó, me entraron ganas de leerlas todas en orden y lo estoy disfrutando.
      Un beso.

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    2. ¡Qué curioso, Rosa, a mí me ha pasado lo mismo! Leí Crematorio, París-Austerlitz y Mimoun y decidí leer (o releer) en orden. Ahora estoy acabando La larga marcha, y me sumo a lo que dices: disfrutando de un gran escritor.

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    3. Me encanta saber que hay alguien que ha sentido la misma necesidad que yo. Es un autor que, cuando se le conoce, no puede dejar indiferente.
      Ya solo me falta por releer "En la orilla" y hacer la reseña para completar el reto. Lo haré en breve.

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  2. Gracias mil por traernos una vez mas a este autor, el cual intentaré acercarme en un momento de la larga lista de lectura pendiente. un beso Rosa y buen fin de semana. TERE.

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    1. Si puedes, hazle un hueco porque además es un autor de tu tierra.
      Lo de las listas interminables creo que es lo que nos pasa a todos. Hay que ser muy selectivo, pero hay tantas cosas apetecibles...
      Un beso.

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  3. Eres toda una experta en Chirbes, debería ser casi una sección del blog.
    Como siempre una reseña de diez.
    Besos y feliz finde.

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    1. Muchas gracias. Estoy intentando comentar en tu post del jueves y no hay manera. Me desparece el cuadro para escribir. Me pasa con todos los blogs. He podido contestar un par de comentarios en el mío. A ver si me deja contestar esto.
      Mi wifi va fatal estos días, aunque creo que le pasa a más gente con lo que igual, es de blogger el problema.
      Un beso.

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  4. No he leído nada de este autor, pero tendré que hacerlo, se nota que te gusta.
    Besos

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    1. Me gusta mucho y creo que es un autor imprescindible y poco valorado y conocido en nuestro país.
      Te lo recomiendo.
      Un beso.

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  5. Casualidad o no, estuve en la biblioteca hace un par de días y me traje este y "El viejo que leía novelas de amor" de Luis Sepúlveda. Tu reseña me ha servido para ubicar la novela dentro de la trayectoria de Chirbes y saber lo que me espera, que nos es poco ni malo. Tanto que se me ponen los dientes largos...En cualquier caso, tengo que acabar el de Mishima que llevo a medias, aguantaré sin coger el caramelo.
    Por cierto, me encanta la portada alemana, recuerda un poco a las películas expresionistas. Si que fue reconocido allí antes, es lo que pasa cuando sueltas verdades como puños.
    Un abrazo.

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    1. Este no es un país que tolere bien las verdades. Cuando a Chirbes nadie lo conocía en España, salvo gente muy concreta y muy puesta (no olvidemos que hasta la serie de TV sobre "Crematorio", fue un gran desconocido), ya era muy conocido y valorado en Francia y Alemania. Efectivamente, la portada es muy buena y muy expresionista, por eso la puse.
      "El viejo que leía novelas de amor" nunca me gustó (la leí dos veces para ver si la segunda me gustaba más), pero años después leí otra obra del autor que me entusiasmó: "La sombra de lo que fuimos".
      Espero que disfrutes "La larga marcha" tanto como yo.
      Un beso.

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  6. Sigues con tu particular travesía por la obra de Chirbes. Sabes que me inicié con este escritor a través de La buena letra, y aunque me gustó mucho, me dejó una sensación triste y no me atrevo a volver a leerlo de momento.
    De todas formas, cuando decida volver a leerlo me vendré a tu blog para tomar ideas.
    Un besote.

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    1. Aquí te estaré esperando, amiga. esta de hoy es bastante menos melancólica que "La buena letra", aunque ambientada en la época que está, tampoco es para castañuelas. Espero que te decidas a seguir con Chirbes porque da muchas satisfacciones (no las llamaremos alegrías).
      Un beso.

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  7. Qué bien retrataba Chirbes la historia reciente de España y las consecuencias en la sociedad actual. Otro que me apunto.
    Besos

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    1. Es lo mejor que tiene: esa manera de explicar hechos de un momento dado, relacionándolos con el pasado, en este caso con la Guerra Civil. Una lectura muy interesante, y muy interesante ir leyéndolas en orden.
      Un beso.

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  8. No he querido leer tu reseña sobre esta novela hasta que yo la hubiera acabado. A punto estoy de hacerlo y para darme un descansito (apenas si me faltan 40 páginas de las 390) me he acercado aquí. Veo que haces un recorrido por los padres dejando a los hijos un poquito olvidados. Verdaderamente los auténticos sufridores fueron ellos pues los hijos, mal que bien, vivieron otra etapa y de ahí las inmensas contradicciones en las que estos caen y las discusiones con sus ancestros que no logran comprenderlos (¡es lo normal! Ahora tampoco los hijos nos entienden y/o los padres se quedan ojipláticos ante los comportamientos de los vástagos).
    La novela me está gustando mucho. Es inmensa, tiene cantidad de aspectos a considerar. En parte anticipa la de "En la orilla" que bien podría considerarse como la tercera parte de "La larga marcha", pues estos integrantes de 'La joven guardia' cuando sean ellos los que controlen los mecanismos económicos y de poder se despeñarán por esas dos montañas.
    Sí, como he leído en el comentario que te hace Paloma (Kirke libris), hay un regusto triste, amargo, en estos tipos humanos que presenta el genial novelista.
    Como nos tienes acostumbrados, Rosa, tu reseña es magnífica y muy clarificadora.
    Un beso

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    1. La obra de Chirbes me empieza a parecer un fresco perfectamente planificado. A partir de "La buena letra", nos va contando la historia de España. "La larga marcha" termina a principios de los setenta y "La caída de Madrid" (ya tengo la reseña publicada) ocurre la víspera de la muerte de Franco.
      No recuerdo bien cuando ocurre la trama de "Los viejos amigos (ahora cuando la relea, lo sabré), pero creo que "Crematorio" es en la época del pelotazo y "En la orilla" retrata la crisis, si mal no recuerdo.
      Salvo alguna excepción de novela muy intimista y personal, como "Mimoun" y "París-Austerlitz", el resto es pura Historia de España. Una maravilla.
      Un beso.

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