"Magical Girl" Carlos Vermut
Me esperaba más de esta película tan nominada (siete nominaciones a los Goya), tan premiada (hasta cierto punto, pues de las siete nominaciones, solo consiguió el Goya a mejor actriz protagonista para Barbara Lennie. Además se llevó la Concha de oro en San Sebastián), y tan bien calificada y criticada, pero he de reconocer que me ha decepcionado en parte. la culpa es mía por haberme creado vanas expectativas. De no ser así, la hubiera juzgado con más benevolencia.
Es una película rara, que, en principio, no se llega a saber muy bien que es lo que quiere contar. Mezcla, episodios de una trágica dureza (la niña con leucemia terminal, la mujer demente y aparentemente sojuzgada y casi abandonada por su marido), con retazos de la actual situación de crisis (el maestro en el paro, vendiendo su biblioteca por unos míseros euros), la prostitución y el sexo de lujo, traspasando los límites de la legalidad, con sadismo y a saber qué más.
Y quizás eso sea lo mejor de la película (a saber qué más) porque en ella se calla más de lo que se dice; se deja que el espectador sea cómplice y ponga su parte de fantasía en la historia. Y eso, que tan bien hacen los americanos en sus películas y sobre todo en sus series, es muy de agradecer porque en nuestro país es algo que a veces se echa en falta. No hay nada que me cause más hastío, a la par que desazón, que ese empeño de algunos directores de cine y series y también ciertos escritores de explicarnos cada palabra que se dice o cada acto que se ejecuta en sus obras.
Pues bien, esta película es interesante en ese aspecto. Deja un montón de preguntas en el aire que, de ser reveladas, no añadirían interés a la historia (más allá de la pura satisfacción morbosa) y nos privarían de un edificante ejercicio de imaginación. ¿Dónde está la madre de la criatura? ¿Cómo han llegado a casarse Bárbara y Alfredo, ella con demencia y él psiquiatra? ¿Qué pasó entre Bárbara y Damián para que éste pasara diez años en la cárcel?
¿Cómo puede Luis ir vestido como va, en una ciudad sin playa, por mucho calor que haga? (esta última pregunta es una banalidad, lo reconozco, pero en serio, que me la hago)
Todas esas cosas, y alguna más, quedan elididas en la película y eso le da una profundidad y un toque sobrio, que de otra manera hubiera mermado mucho el atractivo de la película.
Me gustó mucho, como no, la interpretación de José Sacristán. Es genial. De lo mejor que nos queda de las viejas glorias del cine español (tal vez, el único que nos queda aunque es lógico porque es el más joven). Parco en gestos y palabras. Los justos, unos y otras, para transmitirnos toda la dimensión, grande o miserable y, a veces, las dos a la vez, de los personajes que interpreta. Camaleónico, mimetizándose a sí mismo; convirtiéndose de profesor que anda entre los cincuenta y los sesenta, un poco patético, en anciano jubilado con los cerca de ochenta que tiene en realidad, y con la dureza y la seguridad que ha adquirido en la cárcel. Y en ambos casos resultando creíble. Que nos dure mucho.
También me ha gustado Bárbara Lennie. Otro ejemplo de interpretación tranquila, sin grandes gestos ni aspavientos en su papel de mujer trastornada, medicada a la fuerza por un marido que la domina con su mente sana y su actitud indiferente. Transmite dolor, indefensión, miedo a la soledad, pero también una voluntad sin fisuras, una enorme capacidad de sufrir y aguantar para conseguir lo que desea. Un personaje ambiguo, desconcertante, que comienza provocando ternura y empatía en un espectador cómplice que, finalmente, viendo como se van desarrollando los acontecimientos, se acaba convirtiendo en un espectador perplejo que llega a la conclusión de que es mala. No se sabe si además está loca, pero de lo que no cabe duda es de que es mala. Y uno acaba compadeciendo o, al menos, entendiendo al marido porque ¿qué ha hecho él para merecer eso? Pues seguro que algo ha hecho, pero con todo y con eso, a mi me da pena.
Lo que menos me ha gustado es lo que en realidad constituye el núcleo central de la acción, al menos en apariencia. No consigo creerme al padre chantajista; que planea el chantaje; que repite el chantaje. No consigo creérmelo, por muy enferma que esté la niña y por mucho que desee el vestido de su serie favorita. Hay algo que chirría en ese personaje, faltan las claves que nos permitan verlo en ese papel de delincuente de manera creíble. Ahí sí falta algo que no debería faltar. Y no estoy criticando la interpretación, que también me gustó mucho. Luis Bermejo está estupendo, también muy medido y escueto, con unos gestos que lo dicen todo (y encima con las pintas que me lo ponen al pobre). El fallo es de guión, es un personaje que no está suficientemente perfilado. Al menos yo no lo veo.
El final, espeluznante, es bastante bueno, especialmente la última escena, llena de tensión, con un cruce de miradas sostenido que no se sabe en qué va a parar y acaba como menos nos imaginamos (o justo como nos imaginamos, y puede que las dos cosas a la vez). Estremece pensar en los errores que se pueden cometer cuando solo se sabe una parte de la historia, cuando se ignora otra parte (cuando se quiere en parte ignorar), porque hay veces en que media verdad es peor que una mentira y entonces los errores pueden ser atroces y, por supuesto, siempre irreparables.
Interesante también el juego con los tiempos en escenas que se superponen y se funden dando continuidad y sentido a lo narrado hasta entonces.
En resumen, una película interesante, pero que gana interés con el paso del metraje y el transcurrir de las escenas y si alguien, en la primera media hora, confuso y desorientado, tiene la tentación de salir del cine o, lo que es más fácil, apagar el vídeo, que resista, es una tentación que merece la pena vencer. Después viene la recompensa.
Es una película rara, que, en principio, no se llega a saber muy bien que es lo que quiere contar. Mezcla, episodios de una trágica dureza (la niña con leucemia terminal, la mujer demente y aparentemente sojuzgada y casi abandonada por su marido), con retazos de la actual situación de crisis (el maestro en el paro, vendiendo su biblioteca por unos míseros euros), la prostitución y el sexo de lujo, traspasando los límites de la legalidad, con sadismo y a saber qué más.
Y quizás eso sea lo mejor de la película (a saber qué más) porque en ella se calla más de lo que se dice; se deja que el espectador sea cómplice y ponga su parte de fantasía en la historia. Y eso, que tan bien hacen los americanos en sus películas y sobre todo en sus series, es muy de agradecer porque en nuestro país es algo que a veces se echa en falta. No hay nada que me cause más hastío, a la par que desazón, que ese empeño de algunos directores de cine y series y también ciertos escritores de explicarnos cada palabra que se dice o cada acto que se ejecuta en sus obras.
Pues bien, esta película es interesante en ese aspecto. Deja un montón de preguntas en el aire que, de ser reveladas, no añadirían interés a la historia (más allá de la pura satisfacción morbosa) y nos privarían de un edificante ejercicio de imaginación. ¿Dónde está la madre de la criatura? ¿Cómo han llegado a casarse Bárbara y Alfredo, ella con demencia y él psiquiatra? ¿Qué pasó entre Bárbara y Damián para que éste pasara diez años en la cárcel?
¿Cómo puede Luis ir vestido como va, en una ciudad sin playa, por mucho calor que haga? (esta última pregunta es una banalidad, lo reconozco, pero en serio, que me la hago)
Todas esas cosas, y alguna más, quedan elididas en la película y eso le da una profundidad y un toque sobrio, que de otra manera hubiera mermado mucho el atractivo de la película.
Me gustó mucho, como no, la interpretación de José Sacristán. Es genial. De lo mejor que nos queda de las viejas glorias del cine español (tal vez, el único que nos queda aunque es lógico porque es el más joven). Parco en gestos y palabras. Los justos, unos y otras, para transmitirnos toda la dimensión, grande o miserable y, a veces, las dos a la vez, de los personajes que interpreta. Camaleónico, mimetizándose a sí mismo; convirtiéndose de profesor que anda entre los cincuenta y los sesenta, un poco patético, en anciano jubilado con los cerca de ochenta que tiene en realidad, y con la dureza y la seguridad que ha adquirido en la cárcel. Y en ambos casos resultando creíble. Que nos dure mucho.
También me ha gustado Bárbara Lennie. Otro ejemplo de interpretación tranquila, sin grandes gestos ni aspavientos en su papel de mujer trastornada, medicada a la fuerza por un marido que la domina con su mente sana y su actitud indiferente. Transmite dolor, indefensión, miedo a la soledad, pero también una voluntad sin fisuras, una enorme capacidad de sufrir y aguantar para conseguir lo que desea. Un personaje ambiguo, desconcertante, que comienza provocando ternura y empatía en un espectador cómplice que, finalmente, viendo como se van desarrollando los acontecimientos, se acaba convirtiendo en un espectador perplejo que llega a la conclusión de que es mala. No se sabe si además está loca, pero de lo que no cabe duda es de que es mala. Y uno acaba compadeciendo o, al menos, entendiendo al marido porque ¿qué ha hecho él para merecer eso? Pues seguro que algo ha hecho, pero con todo y con eso, a mi me da pena.
Lo que menos me ha gustado es lo que en realidad constituye el núcleo central de la acción, al menos en apariencia. No consigo creerme al padre chantajista; que planea el chantaje; que repite el chantaje. No consigo creérmelo, por muy enferma que esté la niña y por mucho que desee el vestido de su serie favorita. Hay algo que chirría en ese personaje, faltan las claves que nos permitan verlo en ese papel de delincuente de manera creíble. Ahí sí falta algo que no debería faltar. Y no estoy criticando la interpretación, que también me gustó mucho. Luis Bermejo está estupendo, también muy medido y escueto, con unos gestos que lo dicen todo (y encima con las pintas que me lo ponen al pobre). El fallo es de guión, es un personaje que no está suficientemente perfilado. Al menos yo no lo veo.
El final, espeluznante, es bastante bueno, especialmente la última escena, llena de tensión, con un cruce de miradas sostenido que no se sabe en qué va a parar y acaba como menos nos imaginamos (o justo como nos imaginamos, y puede que las dos cosas a la vez). Estremece pensar en los errores que se pueden cometer cuando solo se sabe una parte de la historia, cuando se ignora otra parte (cuando se quiere en parte ignorar), porque hay veces en que media verdad es peor que una mentira y entonces los errores pueden ser atroces y, por supuesto, siempre irreparables.
Interesante también el juego con los tiempos en escenas que se superponen y se funden dando continuidad y sentido a lo narrado hasta entonces.
En resumen, una película interesante, pero que gana interés con el paso del metraje y el transcurrir de las escenas y si alguien, en la primera media hora, confuso y desorientado, tiene la tentación de salir del cine o, lo que es más fácil, apagar el vídeo, que resista, es una tentación que merece la pena vencer. Después viene la recompensa.
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