"La próxima vez que te vea, te mato" Paulina Flores


Laura se suicida en unas horas y voy atrasada a nuestra última cita. Soy lo peor. Pésima de verdad.

¿Tendría que enviarle un mensaje? No, eso sonaría demasiado grosero. Banal, considerando lo harta que está como para matarse. ¿Quizás es mi inconsciente el que busca una excusa tonta para que lo retrase? La pantalla anuncia un minuto para el siguiente metro. Niego con la cabeza.

Soy malvada, me digo. Soy perversa. No tengo vergüenza por nada: voy a llegar tarde al suicidio de Laura y eso añadirá catorce minutos de dolor a su dolor. Lo hago a propósito. Quiero que sienta que no le importa a nadie, ni siquiera en el día de su muerte. Se lo voy a restregar en la cara para que no dude. Para terminar de convencerla de que acabe con su vida: el mundo no se detiene por ti.


Así empieza este libro curioso, complejo, confuso por momentos, pero de los que te hechizan desde ese comienzo. ¿Cómo puede ir nadie a una cita en la que una tal Laura se va a suicidar? Y sin embargo, eso es lo que hace Javiera: un viaje en metro para encontrarse con Laura y asistir a su suicidio, un viaje en metro lleno de vicisitudes cuyo solo relato pone de manifiesto la habilidad insinuante de la autora, su prosa visual llena de un poderoso carácter evocador de imágenes. Al menos a mí, me ha llenado la cabeza de fotos fijas y en movimiento. 

No voy a contar demasiado, pero la narración del hombre lloroso que se encontró en el metro en ese viaje de cita con el suicidio valdría por sí misma (a mí me valió) como pretexto para toda la novela. 

«–Es triste estar solo –sentenció él.
Yo apreté los labios y afirmé con la cabeza.
Solo vale la pena vivir si alguien te ama, quise decir para apoyar sus palabras. Pero me contuve porque probablemente el señor no estaba familiarizado con la letra de Lana del Rey. Volví a examinarlo de lagrimales a mocasín con borlas. ¿Sería solo un hombre o se consideraría él también, tal como Lana y yo, una persona glamorosa, auténtica y delicada?
«Es triste estar solo» [...]
¿Y con qué respondí a tamaña muestra de sinceridad? Ofrecí ideas tan prácticas como horribles:
–Podría buscar ayuda en el ayuntamiento, o en el CAP. Seguramente ahí tienen programas para situaciones como la que usted está pasando..., abiertos a la comunidad. –No tenía ni la menor idea de si algo así existía y, de hecho, aún no entendía del todo qué era «el ayuntamiento». Solo me encantaba utilizar el concepto tan frecuente aquí en Barcelona de comunitat».

Pero eso no es más que un detalle al margen de lo que constituye esta historia. En el segundo capítulo Javiera, una inmigrante chilena, una aspirante a escritora asentada en Barcelona hace casi dos años, nos narrará dos aterrizajes en la ciudad. Así se titula el capítulo, Aterrizaje en Barcelona. Empieza por el más reciente, el que hizo viniendo de una feria del libro en México, aquel a cuya llegada se enteró de la muerte de Armonía «Sin ánimo de culpar a nadie, diría que me convertí en una persona malvada por Armonía. Todo empezó con su muerte y el alivio que sentí». Y enseguida retrocede al primero, aquel en el que recién llegaba de Chile como estudiante de posgrado en España. «La primera vez que aterricé en Barcelona la muerte también era un tema sensible. No la de una persona, sino la de millones». Y es que era enero de 2021 y la pandemia de COVID aún estaba muy presente. 

A partir de ahí, la narración se hace básicamente lineal y nos llevará a conocer su vida en Barcelona, su búsqueda de alojamiento y los problemas que le trae ser inmigrante, sudaca. Finalmente encuentra acomodo en un piso habitado por otros sudacas. Y allí conoce a Manuel, un peruano del que se enamora. Lo malo es que Manuel ya tiene pareja, una tal Armonía. Lo malo es que Manuel no cree en la monogamia... Javiera sí, de momento, pero a veces hay que hacer de la necesidad virtud.

«Como buena adolescente de treinta y un años, a mí también me sonaban nuevos todos esos conceptos sobre las relaciones "modernas". Claro que tampoco había que ser una experta en teoría afectiva para entender lo que Tortuga trataba de decir sobre Manuel. Violeta Parra, ya en los sesenta, lo definía como "un embustero". [...]
En cualquier caso, no era infidelidad. Con Armonía tenían una relación abierta.
Magnífico, concluí entonces. Justo que con el cambio de país necesitaba reinventarme. Las clases del máster habían terminado, pero en lugar de escribir el TFM, dediqué todo mi tiempo a leer bibliografía sobre relaciones no monógamas. Aprender una nueva forma de amar, ¿qué podía ser más estimulante que eso?».

Así es que Javiera se hace partidaria de las parejas abiertas. O eso cree porque enseguida los celos empiezan a dejarse ver. Unos celos que ella niega, pero que por momentos van mostrándola ante el lector como una persona bastante desequilibrada. Su estado mental avanza y retrocede, planea y se arrepiente, odia y adora, casi asesina y casi muere, se hunde en la depresión o arde en el fuego de la exaltación entusiasta. Nos muestra reflexiones, sentimientos, debilidades, recuerdos (una madre y un padre muy presentes), inseguridades, desatinos. 

Paulina Flores

Y es tal vez ese desequilibrio que rodea a la narradora (o el hecho de escribir con el desorden con el que se piensa como bien apuntó Marianna, una de mis colegas de debate), lo que ha hecho que en algunas ocasiones haya encontrado la narración un tanto confusa. Aunque no descarto que la que haya estado confusa y poco concentrada haya sido yo misma. Sea como sea, la novela me ha gustado mucho y además es de las que ganan en el recuerdo.

Paulina Flores es una joven autora chilena. Joven, pero con tres libros en su haber. El primero es un libro de relatos, Qué vergüenza, con el que obtuvo varios premios, entre ellos el Roberto Bolaño y el del Círculo de Críticos de Arte. Y tiene dos novelas, Isla Decepción y La próxima vez que te vea, te mato.  

En 2021 la revista Granta la seleccionó entre los veinticinco mejores escritores jóvenes en español. Desde ese mismo año se instaló en Barcelona para estudiar en la Universidad Pompeu Fabra. Tiene por lo tanto varias cosas en común con Javiera por lo que muchas de los hechos que se cuentan en el libro tendrán su parte de realidad. Recomiendo la lectura de esta novela porque es original, muy evocadora y de las que enganchan, con una bellísima prosa, muy descriptiva, de la que dejo una muestra para terminar. 

«Sabía que mis primeras apreciaciones de Barcelona no eran más que reflejos contrastados con Chile. Por ejemplo, al contemplar la fisonomía de Santiago desde el cerro San Cristóbal, comprendes de inmediato la indignante y dolorosa desigualdad de la ciudad. Para hacerlo tragable, cito El Rey León . Por un lado, todo lo que toca la luz del pequeño reino de los ricos y, en el extremo opuesto, la enorme sombra de las casitas de los pobres. Entre medio, los infames "guetos verticales": cientos de torres gigantes sin ninguna propuesta arquitectónica más que albergar entre quinientos y ochocientos departamentos ínfimos cada una. Cuando realicé el mismo ejercicio desde Montjuïc, recuerdo un suspiro emocionado ante la perspectiva. Para empezar, no tenías que eludir ninguna nube asquerosa de esmog para ver lo que había ahí abajo. La claridad era general y los lugares en los que vivía la gente resultaban, no idénticos, pero infinitamente más armónicos. Construcciones blancas o de color terracota. Tan pintorescas como unificadas en altura y visión estética.
Barcelona... Es que yo nunca había vivido en una ciudad así de bonita. Y a mí me encantan las cosas bonitas».

La novela La próxima vez que te vea, te mato la hemos leído conjuntamente para nuestro Debate a tres con Marian, del blog Marian lee más libros, y con Marianna, del blog Los libros de Mava. En los enlaces correspondientes puedes leer las reseñas respectivas.

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