"48 pistas sobre la desaparición de mi hermana" Joyce Carol Oates

Tela blanca sedosa, sin cuerpo. Charco de seda, en pliegues lánguidos y acuosos en el suelo donde (se apresura a asumir la observadora/voyeur) ella se había desprendido del vestido con un movimiento del cuerpo, dejando que cayera sinuosamente como una serpiente, pero una serpiente sedosa, de un blanco perfecto, un blanco puro, blanco como una camelia, deslizándose por las caderas y los muslos hasta el suelo enmoquetado.

Aunque sin cuerpo, sin huesos, con una leve fragancia a cuerpo (de mujer).

¿Es una pista? El vestido lencero de Dior de seda blanca finísima de mi hermana M. descubierto en el suelo de su dormitorio.

Después de su desaparición el 11 de abril de 1991.

¿O se trata de una prenda de poca importancia, pura casualidad, irrelevante y accidental, y no de una pista?


A lo largo de los cuarenta y ocho capítulos de esta novela, Joyce Carol Oates nos va dando pistas, nos va despistando, nos muestra cómo se ocultan las pistas... Juega con nosotros de una forma cautivadora que nos embruja y nos atrapa. Creemos saber y de pronto nos chafa la creencia; creemos haber descubierto el misterio y nos da un giro que nos deja con la duda de nuevo. 

El 11 de abril de 1991 M. (Marguerite), de treinta años, desaparece en Aurora-on-Cayuga, una pequeña ciudad al borde del lago Cayuga en el estado de Nueva York. Se va de casa hacia su trabajo en la Universidad de Aurora para Mujeres como todos los días. Jamás llegará a su trabajo, jamás, nadie, volverá a verla.

«Las huellas de los botines de M. partían de la puerta trasera de nuestra casa, pasaban por el césped pisoteado de nuestra pradera de atrás de cuatro mil metros cuadrados, y luego salían de nuestra finca y entraban en la tierra de nadie de árboles caducifolios y arbustos maltratados por el invierno que pertenecía al condado de Cayuga, y se perdían pronto entre la miríada de pisadas y huellas de animales en la senda que serpenteaba por el bosque hasta Drumlin Road».

La historia nos la cuenta su hermana pequeña, G. (Georgene), seis años menor. Han pasado veintidós años y se ve que tanto G. como su padre siguen obsesionados por aquella desaparición. Ambos, sobre todo el padre, tratan de mantener vivo un resquicio de esperanza. Al fin y al cabo, nadie ha encontrado su cadáver. Podría estar viva en alguna parte. 

Aquella mañana del 11 de abril de 1991, la última persona que la vio fue G. antes de ver (o mientras veía) el vestido lencero de Dior, blanco, con tirantes espagueti, ese vestido que no sabemos si es una pista o un detalle sin importancia (como casi todo en el libro, por otra parte, porque ¿qué de todo lo que nos cuenta G. es importante, decisivo, en la desaparición de M., y qué es accesorio?), decía pues, que G. fue la última persona en ver a su hermana. Si es que se puede considerar que la vio porque en realidad lo que vio fue el reflejo de un reflejo, en un juego de espejos turbador y maravilloso que es lo que, a la postre, termina siendo toda la novela.

«Todo esto, recordado (ahora) de repente, veintidós años después, como podría recordarse un sueño absolutamente misterioso que, en el transcurso de los años, no ha aligerado su carga de misterio, sino que la ha agudizado.
(Es posible que por la periferia del ojo "viera" en el suelo el vestido de Dior. Pero ese "ver" no fue consciente en aquel momento, y si parece consciente en retrospectiva es porque la mente utilizó sus estratagemas de forma maliciosa y perversa contra sí misma).
(No, yo no vi caer el finísimo vestido blanco por el cuerpo desnudo de mi hermana ni que quedara como un reluciente charco de blancura a sus pies. Estoy segura de que no vi eso, a pesar de que parece que lo recuerdo vivamente)».

El relato de G. bucea en los días de la desaparición de su hermana y nos cuenta los fracasos de la policía, los intentos por atraerse al padre y a la hermana de una vidente empeñada en resolver el misterio (y a la que en ningún momento hicieron el más mínimo caso); las intromisiones de la familia, sobre todo de la prima Denise; las visitas de dos hombres con los que M. se había relacionado, una de ellas anterior a la desaparición de la joven. 

Pero G. también se remonta a un pasado más lejano, a la muerte de su madre y la consiguiente vuelta de M. desde Nueva York para hacerse cargo del padre y de la hermana más pequeña, a los sucesos que causaron la pequeña cicatriz, como una lágrima, que se podía ver (si uno se fijaba bien) en la mejilla izquierda de M.

También nos cuenta las cosas que fue encontrando en la habitación y en el lugar de trabajo de M. y que retiró para evitar que cayeran en manos de la policía. El vestido de Dior, guardado en una percha en lo más profundo del armario; la agenda, el cuaderno de bocetos... Toda una serie de objetos personales que G. ha ido escamoteando. Y ello le da suficiente motivo para declarar torpe y poco exhaustiva la investigación policial. 

«En especial, esos bobos ignoraban lo que faltaba. Porque ¿cómo iban ellos a saber lo que faltaba?
Por ejemplo: si había habido un diario de la artista entre las cosas de M., algo como un diario personal o una agenda; naturalmente yo me lo había llevado en cuanto le puse los ojos encima, la tarde del 12 de abril de 1991: no era para vulgares extraños el examen de los secretos de mi hermana».

A medida que avanza la narración, G. nos va envolviendo con ese mostrar y escamotear pistas, con esas historias que no sabemos si son reales o un reflejo de un reflejo como la última imagen de M. Nos da pistas que nos permiten creer que sabemos lo que ha pasado, pero enseguida nos da una información que nos descoloca. Las dudas le surgen al lector de forma continua (¿Escapó M. y sigue viva en algún lugar? ¿Se suicidó? ¿La asesinaron? ¿Quién la asesinó? ¿Descansa su cuerpo en el fondo del lago Cayuga por su propia mano o por mano de su asesino?) y cuando cree haber dado con la respuesta correcta, un movimiento del espejo crea otro reflejo y nos confunde de nuevo.

«[...] tal vez no es exacto decir que M. llevaba los botines de Ferragamo esa mañana, sino más bien que, como los detectives observaron en su momento, las huellas de los botines eran claramente perceptibles desde la puerta trasera/la escalera de la parte de atrás de la casa, a través de la pradera maltratada por el invierno, hasta el terreno municipal contiguo, donde se mezclaban con otras pisadas y se perdían.

¡Demasiados tal vez! Sin embargo (¡esta es la seductora promesa de las pistas!), uno de estos tal vez, por improbable e inverosímil que sea, es la Verdad».


Joyce Carol Oates

48 pistas sobre la desaparición de mi hermana es una novela de esas no muy largas con las que la autora nos hace disfrutar de vez en cuando, entre sus obras de mayor extensión. Es una historia magnífica en la que los sentimientos van surgiendo poco a poco, en la que tendremos que movernos entre las pistas (y los despistes) que se nos van ofreciendo para hacernos una idea de qué es lo que ha podido suceder. Y en la que, al final, tendremos que fiarnos de nosotros mismos porque no hay mucho más a lo que agarrarse. Un maravilloso juego en el que Joyce Carol Oates nos hace cómplices y nos considera lo suficientemente solventes como para soltarnos la mano. Una (para mí) delicia.  

Marian, del blog Marian lee más libros y Marianna, del blog Los libros de Mava, me han invitado a leer esta novela para su lectura conjunta del Club Mavamar, como grandes fans de Joyce Carol Oates que somos las tres. Os dejo el enlace a sus reseñas respectivas para que disfrutéis de ellas y os animéis (si es que no lo habéis hecho ya) con esta lectura. Pinchando en el nombre de los blogs respectivos tenéis sus reseñas que os invito a disfrutar.

Las novelas que he leído de la autora en orden de lectura y con enlace las que aparecen en el blog son:
"Puro fuego".
"A media luz".
"Las hermanas Zinn".
"La hija del sepulturero".
"Ave del paraíso".
"Una hermosa doncella".
"Mamá".
"Bellefleur".
"Un jardín de placeres terrenales".
"Hermana mía, mi amor".
"Mujer de barro".
"Blonde"
"Carthage"
"Rey de picas"
"Qué fue de los Mulvaney"
"Un libro de mártires americanos"
"Persecución"
"Mágico, sombrío, impenetrable".
"Niágara".
"Delatora".
"El legado de Maude Donegal/El hijo superviviente".
"Marya".
"Memorias de una viuda".
"48 pistas sobre la desaparición de mi hermana"

Título del libro: 48 pistas sobre la desaparición de mi hermana
Autora: Joyce Carol Oates
Nacionalidad: Estados Unidos
Título original: 
48 clues into the disappearance of my sister
Traducción: María Dolores Crispín
Editorial: RBA
Año de publicación: 2024
Año de publicación original: 2023
Nº de páginas: 288
 

Comentarios

  1. ¡Hola Rosa!
    Una reseña muy completa la tuya, las de las tres se complementan, eso es una maravilla. Una novela que hemos disfrutado juntas de la gran Oates, pensar que la mujer tiene ya ochenta y tantos años... y ¡oye!, que no le dan el Nobel ni de vaina.
    Una maravillosa novela que vuelve a fascinar a los seguidores y fans de la autora, como nosotras, una lectura que se presta sin duda a debatir y charlar sobre ella
    Ha sido un verdadero placer y una bonita experiencia leer contigo, hay que repetir y repetiremos, seguro, porque tienes unos gustos lectores bastante afines a los nuestros y así es muy fácil elegir lecturas para compartir, además de que ya ambas te conocíamos.
    Un beso.

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  2. Hola, Rosa.
    Vengo de leer las reseñas de tus compis de lectura y las tres os lo habéis pasado en grande. Yo es que no soy solvente para eso del final, ¿qué le costaba poner, por una vez y sin que sirva de precedente, un epílogo y resolver el misterio? Ya sé que no escribe para niños de cuatro años pero yo para eso soy lectora inmadura, me gusta que me lo cuenten todo al final, y al menos saber si he acertado. Por lo demás, lo cierto es que parece muy interesante, y ese retrato familiar es de los que me gusta muchísimo, aireando trapos sucios y lo que haga falta. Por cierto, ¿habéis coincidido en conclusiones finales?
    Besos

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  3. ¡Hola!
    Suena interesante y tengo ganas de repetir con esta escritora (leí 'Persecución' hace un par de años), así que me apunto esta novela.

    Un saludo.

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