"Memorias de una viuda" Joyce Carol Oates
Me despierta un teléfono que suena cuando no debe. [...]
La voz me indica que vaya rápido al hospital.
Pregunto:
—¿Está vivo todavía? ¿Está vivo mi marido todavía?
—Sí. Su marido está vivo todavía.».
Su marido aún está vivo, pero por poco tiempo. Cuando llega al Hospital ha muerto. La tarde anterior todo era optimismo. «[...] éste ha sido el mejor día de Ray en el hospital hasta ahora, y nos sentimos —casi— excitados.
¿Le darán el alta para ir a la clínica de rehabilitación el martes? Unos cuantos días en rehabilitación y luego a casa. ¿El próximo viernes? ¿El próximo fin de semana?». Pero todo ese optimismo se rompió esa madrugada cuando Joyce Carol Smith recibió esa llamada. Una infección hospitalaria secundaria consiguió lo que la neumonía no había logrado, terminar con la vida de Raymond Smith su marido desde hacía cuarenta y siete años.
Memorias de una viuda es un conjunto de recuerdos, sentimientos, cartas de amigos, más bien correos electrónicos. Es la manifestación de todo el dolor que se abate sobre la viuda y que se va haciendo más presente cada día; de la alteración de la vida y de la salud física y mental que se apoderan de la mujer que pierde al compañero de toda su vida. Es la transformación de simples pensamientos que se vuelven capaces de trastocar el mundo a pesar de su sencillez, de su inevitabilidad: pensar que ella dormía mientras su marido se estaba muriendo y que eso es algo inasumible; pensar que no puede seguir adelante sola, pero ser consciente de que no queda otra opción, y es que «en los primeros minutos/días/horas de viudedad, ¿qué no es, examinado de cerca, un síntoma de enajenación?».
¿Es también un síntoma de enajenación juguetear con la idea del suicidio? Las semanas, los meses, los años se extienden ante la viuda con su cruel amenaza de soledad dilatada en el tiempo, de noches sin poder dormir, con lo necesario que es el sueño para descansar la mente del dolor. Es entonces cuando se presenta la idea del suicidio como la alternativa deseable. «Mientras que a algunos puede asustarles la idea, la tentación del suicidio, a la viuda la consuela la tentación del suicidio. Porque el suicidio promete una buena noche de sueño, ¡sin interrupciones! Y nada de día siguiente». ¿Es un síntoma de enajenación querer terminar con el dolor del día siguiente, de la noche llena de fantasmas? ¿O se convierte en lo más razonable saber que se tiene un arsenal de pastillas suficiente para ponerle fin a todo?
En su enajenación (?) se previene contra esos recuerdos que destrozan la estabilidad precariamente conseguida, esos recuerdos que se abren camino de pronto entre las fibras de la memoria como un cuchillo caliente penetrando un trozo de mantequilla. Sumideros los llama la autora, agujeros negros que atrapan toda la atención y las escasas fuerzas. «Sumideros. Unos sitios cargados de recuerdos viscerales, que me provocan terror al acercarme. [...] La viuda debe aprender: ¡cuidado con los sumideros!». Esos sumideros aparecen en cualquier momento y lugar. Sumideros pueden ser media docena de kleenex abandonados en un lugar público, los besos de despedida tras una cena con amigos, el cajero del supermercado donde siempre compraban juntos Ray y ella, la novela, la única que escribió Ray y que no se atreve a leer «Si él hubiera querido que la leyeras, te la habría dado. ¡Lo sabes!».
Entre su dolor del presente se cuelan recuerdos del pasado, de su vida con Raymond y de las trayectorias profesionales de ambos. Asistimos así a una especie de autobiografía del matrimonio, si bien es cierto que visto solo desde la parte de Joyce Carol. Era mucho más joven que su marido, ocho años. Se conocieron en una reunión de estudiantes de posgrado. Se casaron en pocos meses y tan solo se habían separado en los viajes que ella hacía para presentar y promocionar sus libros como Joyce Carol Oates, la escritora que todos conocemos, la imagen pública de quien en privado se llama a sí misma Joyce Carol Smith.
«Desde la primera noche en la que nos conocimos —domingo, 23 de octubre de 1960—, en una reunión de estudiantes de posgrado del enorme sindicato de estudiantes de la Universidad de Wisconsin, junto al lago Mendota, nos vimos a diario.
Nos comprometimos el 23 de noviembre de ese año y, para mantener cierta coherencia, nos casamos el 23 de enero de 1961.
Fue años después cuando empezaron a invitarme, por ser «JCO», a visitar universidades, en general con una sola noche fuera. Al principio, Ray venía conmigo, pero luego, a medida que las invitaciones se multiplicaron, empecé a viajar más a menudo sola, de modo que tuvimos más separaciones en los últimos años».
Algo que me ha resultado de lo más grato ha sido encontrarme entre sus menciones a amigos con otros escritores que figuran entre mis favoritos, si bien es verdad que otros muchos que aparecen me son totalmente desconocidos. Uno de esos favoritos es Richard Ford, del que me entero que su mujer, Kristina, también es escritora; o Philip Roth, del que, además de ser amigo, nos cuenta que está leyendo su última novela, Sale el espectro, una de las que también yo he leído, «la última vez que vi a Philip Roth, Ray estaba conmigo, desde luego». Y aparece, como no, Joan Didion, otra autora que tras perder a su marido escribió un libro contando su experiencia, y Joyce Carol Oates lo había leído por supuesto (el libro de Didion es de 2005 y el de Oates de 2011) «Gracias por el libro de memorias de Joan Didion, que ya había leído, pero que estoy deseando releer. Sé que tiene mucha sabiduría melancólica».
Memorias de una viuda, ha estado a punto de quedarse sin aparecer en el blog. Tras haber publicado no hace mucho una reseña similar sobre el libro de Joan Didion El año del pensamiento mágico, tampoco quería extenderme más sobre el hecho de ser viuda y lo que ello significa. Como Didion, también Oates nos habla de pensamientos mágicos, esas estrategias de la mente que nos ayudan a soportar lo insoportable, consejos que recibe de amigas que han pasado por pérdidas dolorosas y que han tenido que engañarse a sí mismas para poder seguir adelante:
«Cuando murió mi madre, adopté la técnica Gestalt de decirme a mí misma, siempre que me atenazaba la pena: "He decidido tener una madre que está muerta"».
«Cuando murió alguien a quien yo amaba, me ayudó mucho recordar que esa persona no era menos real porque no fuera real en este momento, del mismo modo que la gente de Nueva Zelanda no es menos real por que no sea real aquí».
Aunque seguramente quien más acertó con sus predicciones fue quien, habiendo pasado exactamente por lo mismo, le dijo: «Dios mío, qué desdichada vas a ser».
Las otras novelas que he leído de la autora son (con enlace las que aparecen en el blog):
"Puro fuego".
"A media luz".
"Las hermanas Zinn".
"La hija del sepulturero".
"Ave del paraíso".
"Una hermosa doncella".
"Mamá".
"Bellefleur".
"Un jardín de placeres terrenales".
"Hermana mía, mi amor".
"Delatora".
"Marya".
Tristísima esta historia. Posiblemente poner el dolor en palabras sirva de catarsis y ayude a aceptar estas situaciones. Es tan dura la vida, a veces. No me atrevo ahora con esta historia porque estoy en un momento parecido con mi madre y es todo muy desalentador pero me ha gustado leer tu reseña. Un beso, Rosa.
ResponderEliminarLa verdad es que perder al padre tiene el dolor añadido de ver a tu madre viuda. Imagino que es a eso a lo que te refieres. Pasé por ello hace cuatro años y fue muy duro. Te planteas muchas cosas acerca de la vida de ellos y de la tuya propia. El libro es duro, no lo voy a negar, pero tan emotivo y obliga a tanta reflexión interesante que me ha gustado mucho leerlo.
EliminarUn beso.
Es mi madre la que está muy enferma pero, sí, a eso me refería. No me atrevo ahora con el tema pero en algún momento lo leeré.
EliminarPues espero que recuperes la calma y te veas en condiciones de leer este libro. Un beso enorme.
EliminarMemorias de una viuda ha estado a punto de quedarse sin aparecer en el blog, dices. Pues menos mal que no ha sido así. Uno comprende, a través de las palabras que le dedicas, tanto sentir, tamaña tristeza, ese agobiado discurrir. Y, al mismo tiempo, según iba leyendo, por más que comprendiera ese dolor y me solidarizara con él, me rebelaba, sobre todo ante la idea del suicidio. Todos, particularmente al llegar a cierta edad, hemos sufrido pérdidas. A su través, hemos experimentado cómo, tras el muro de esa angustia, el campo se abre, con el tiempo, al recuerdo de los afectos y al desconsuelo sucede el consuelo de la ternura. Claro que eso va más allá del momento de esa definitiva separación que es la muerte del ser querido. Para ese entonces, no queda otra sino el sufrimiento…
ResponderEliminarYo no me rebelo nunca ante la idea del suicidio. A veces yo también he sentido el alivio de pensar que si un día se ponen las cosas muy difíciles existe esa salida. Jamás me lo he planteado como algo para el presente, pero sí para el futuro si, como digo, algo hace la vida excesivamente dura. El libro sobre la viudedad, segundo que leo en poco tiempo, me ha parecido, al igual que el de Joan Didion, muy bello dentro de la dureza y el sufrimiento y es que ambas son dos escritoras de lo mejor que dio Estados Unidos el siglo pasado.
EliminarUn beso.
Buenos días, Rosa:
ResponderEliminarRecuerdo tu reseña de Didion, y me alegro que hayas traído la de Oates. Creo que es un bellisimo trabajo el de contrastar las emociones y recuerdos de ambas escritoras. Esas reflexiones, desde mi punto de vista, pueden ayudar a muchas personas que estén pasando por trances parecidos. Interesantísimo tema, todos pasaremos por ello algún día.
Un abrazo, y mil gracias por tu estupenda publicación!!
Son dos libros con sus cosas comunes, como no podría ser de otra manera, pero también muy distintos, y es que estas dos escritoras son fantásticas ambas, pero su literatura es muy diferente, al menos en la forma.
EliminarYo también pienso que son análisis que pueden servir a alguien que esté pasando por lo mismo, si es que se ven con ánimo para leerlos, que yo creo que sería incapaz, aunque nunca se sabe.
Un beso y gracias a ti por tus amables palabras, siempre.
Desde que leí la reseña que publicó Lorena sobre este libro, lo tengo en la lista de lecturas pendientes. Es cierto que "El año del pensamiento mágico" de Joan Didion, que me gustó mucho -igual que me había gustado mucho Rio revuelto- y que no sé bien por qué no tengo hecha reseña de ninguno de los dos. Pero estos libros sobre la desaparición de la persona con la que se ha vivido, convivido y además amado durante tantos años son duros y, quiero creer, sirven de aviso para navegantes. Superar el duelo, la pena, y asumir la soledad es duro pero creo que es importante conocer cómo personas que admiramos lo han logrado.
ResponderEliminarUn beso
Resulta curioso porque ambas autoras te están contando su terrible situación, la necesidad de medicamentos para poder dormir y ara poder levantarse cada día, pero luego ves que siguen con su actividad, sus libros, sus presentaciones, las clases en el caso de Joyce Carol Oates, y piensas, al menos yo pienso, que tú serías incapaz de seguir con toda esa vida laboral, cuando la personal está hundida, y entonces reflexionas y te dices que llegado el momento tú también serías capaz. Así es que sí, creo que es positivo ver cómo otras personas han superado esas situaciones que ninguno estamos libres de llegar a padecer.
EliminarUn beso.
Si bien me gustan las biografías de personajes famosos, creo que esta me deprimiría. No dudo de que hayan pasajes protagonizados por recuerdos jubilosos, pero el sufrimiento que cuenta y expresa esta autora y su estado anímico por haber perdido a un ser tan querido que la hace plantearse el suidido, creo que no sería plato de mi gusto. Demasiada tristeza y demasiado dolor.
ResponderEliminarUn beso.
Me gusta meterme en situaciones que me dan miedo y me angustian para ver cómo se llega a sentir una en esos momentos. Quizás sea un rasgo de carácter morboso por mi parte, pero desde que murió mi padre, he visto la situación de mi madre y me he empezado a plantear más en serio cosas que antes tan solo eran una teoría futurible. Ahora veo que el futuro llega y me gusta ver cómo lo enfrentan los demás. Sí que es un libro duro, pero menos que muchas de las novelas de la autora. Lo que pasa es que esto ha sido real y lo sabemos.
EliminarUn beso.
¡Hola, Rosa! Siempre he pensado que lo realmente duro tras la pérdida de tu pareja no es en el momento de la muerte. Ahí te arrebata el impacto, la estupefacción, el compartir llanto con familiares o amigos durante el velatorio y el entierro. Pero lo peor debe ser el regresar a casa y darte cuenta de la ausencia y de que la misma lo es para siempre. Es ese darte cuenta de que la vida sigue, sin la persona que la compartía contigo. Una sensación que Borges plasmó de manera increíble en El Aleph.
ResponderEliminarSi la escritura tiene algo de terapéutico ojalá esta novela sirviera para ello a la autora. Aunque sin duda el mejor medicamento es el tiempo, para lo bueno y para lo malo, el tiempo es esa medicina que sino hace desaparecer el dolor al menos lo anestesia.
Un fuerte abrazo y mis mejores deseos de que pases un verano maravilloso! Un fuerte abrazo!!
Eso dice toda la gente que ha pasado por el mal trago. Los primeros momentos y días estás rodeado de gente y en shock, por lo que no eres consciente de lo que se te viene encima. Una amiga mía que perdió a su marido muy joven decía que se imaginaba que estaba de viaje, en uno de sus frecuentes viajes a los que él solía ir. Lo malo, me decía, es que pasa el tiempo y no vuelve.
EliminarNo he leído El Aleph. Debería porque por casa anda hace siglos.
Yo siempre digo que el tiempo no cura nada, solo hace que te acostumbres a vivir con el dolor, que se te haga algo cotidiano, pero no deja de doler.
Un beso y feliz verano para ti también.
Hola. Me acordé de ella cuando reseñaste el de Didion. Estos libros que hablan de dolor me los tengo que pensar, guardarlos para momentos en los que el ánimo acompañe y te sientes fuerte para encargarlos. Me gusta mucho ese círculo de amigos literarios que tienen los escritores. Lo leeré igual que el de Didion, en algún momento.
ResponderEliminarBesos
Es un libro que tengo en mi estantería de pendientes hace muchos años y siendo de mi autora favorita eso es raro. Si he tardado tanto en leerlo es porque me daba miedo el tema, pero Joan Didion me metió en danza y ahora me planteo leer Una pena en observación de C. S. Lewis, acerca de la muerte de su mujer. Me apetece ver las diferentes formas de ver el tema.
EliminarUn beso.
Uf, no puedo. Mi padre ingresó en Nochebuena con un pronóstico normal, y un día después todo se precipitó. Mi madre lo llevaba genial, hasta que, de repente, un par de meses después la vimos fatal, no comía, no dormía...
ResponderEliminarElla me contaba que al principio no lo asimilaba, imaginaba que no iba a volver (a mçi me pasó con los dos, con mi padre y con ella) hasta qu eun día en la calle, en un escaparate vio una cosa que me gustarí a amí y se la iba a enseñar a él, y en ese momento "aterrizó".
Yo he superado muchas muertes en pocos años, bueno, superado tampoco, he parendido a vivir con ellas, pero no puedo ser capaz de leer o ver cosas así, me angustio mucho.
Mil gracias de todas formas por la reseña.
Feliz tarde.
Son cosas que nunca se superan. Lo he dicho muchas veces, creo que más arriba también: el tiempo no cura nada, solo hace que nos acostumbremos a vivir con ese dolor. Entiendo que no puedas leer cosas de este estilo que seguramente te removerán demasiados sentimientos.
EliminarHace un tiempo alguien me preguntó si me acordaba mucho de mi padre. Esa persona aún no ha perdido a nadie especialmente querido y se extrañó cuando le dije que lo recordaba montones de veces cada día. A veces con una sonrisa y a veces aguantando las lágrimas, pero nunca se recupera uno de esas pérdidas. Mucho menos, imagino de la de tu pareja.
Un beso.
Perdona el texto, por eso no comento nunca desde el móvil. Y sí, se vive con el dolor.
EliminarPerdonada, aunque no merece la disculpa. Todos caemos en la tentación de usar el móvil a veces y este ya se sabe que tiene vida propia y hace lo que le da la gana.
EliminarMe gustó acompañar a Oates en su duelo por la pérdida de su compañero desde hacía cuarenta y siete años: esa llamada intempestiva que no presagiaba nada bueno, la culpabilidad por saberse durmiendo (aliviada por fin ante la mejoría y esperada pronta recuperación) mientras su marido se estaba muriendo,... Otra cosa que disfruté mucho de este libro son los recuerdos pasados del matrimonio y lo referente a la novela que había escrito Raymond Smith.
ResponderEliminarBesos
Pues creo que aún me ha gustado más El año del pensamiento mágico, el de Joan Didion. Te lo recomiendo. En ambos libros, tan importante como la experiencia de la viudedad y el trauma que significa, es la narración de los recuerdos de la vida de la pareja a lo largo de su relación y de todas las personas que conocieron, así como se la trayectoria literaria de todos ellos.
EliminarUn beso.
Hola.
ResponderEliminarTe había dejado un comentario largo, ¿lo tendrás en spam?
Gracias!!
Efectivamente, del spam lo he rescatado. Gracias por avisar. Suelo mirar cada dos o tres días y creo que lo miré ayer por la mañana y no había nada. Vaya lata con los spam.
Eliminar¡Madre mía, Rosa!! todo lo que has leído de Oates. Ya sabes que es una de mis autoras preferidas aunque solo haya leído 5 libros suyos. Seguiré con ella, seguro, pero no con esta novela. El tema no me llama mucho (tampoco el de DIdion). Yo me alegro de que lo hayas reseñado y entiendo que lo hayas disfrutado, porque escribiendo la autora como escribe...
ResponderEliminarBesos
Tampoco era en principio mi libro favorito de la autora y por eso lleva años en mi estantería de pendientes, pero después de leer el de Joan Didion me entró la curiosidad de ver cómo se trata el tema y ahora me planteo leer Una pena en observación que C. S. Lewis dedicó a la muerte de su mujer. Es el libro que dio lugar a la película Tierras de penumbra, una de las pocas con las que lloro sin pudor.
EliminarJoyce Carol Oates puede ser favorita aunque sólo se haya leído un libro suyo. Yo creo que necesité un par. Pero es que llevo muchos años. De ahí tanta lectura de la autora.
Un beso.
¡Hola Rosa!
ResponderEliminarEs verdad que me recuerda a otra reseña que nos trajiste hace poco que también tocaba el tema de ser viuda, pero vamos, veo que los dos aportan cosas y que al final ambos se merecen su entrada en el blog jajaj :D
Pues no tiene mala pinta, conocer las emociones, los pensamientos de esta mujer y que haga referencia a otros escritores amigos suyos tan queridos, seguro que me hacen ilusión las referencias jajaj ^^
¡muuuchos besos!
Sí, se trata de dos libros con similitudes, puesto que tratan el mismo tema, pero con las diferencias inherentes a cada autora. Ambos son muy interesantes y aportan distintos matices al hecho de la viudedad. hay cosas que son reiterativas, pero también cosas que se complementan.
EliminarUn beso.
Sin duda estamos ante una reseña de un libro duro, pero parece bueno, pero no se si se capaz de leer algo así.
ResponderEliminarHan pasado seis años de la muerte de mi padre y todavía duele y se le echa de menos, y me acuerdo de él todos los días y la verdad no se si estar preparada para leer algo así.
He vivido la viudedad de mi abuela paterna, al princiipio fue muy duro, pero luego encontro una asociación de viudas que la hizo completamente feliz y recupero la sonrisa y las ganas de vivir y viajar, de hecho el día que fallecio iba ella arregladita a jugar al julepe. Sin embargo la viudedad de mi abuela materna la hizo desvariar y tener demencia y murio en uan residencia, y la de mi madre que al principio fue dura, pero con el tiempo como dice ella ha aprendido a vivir con el dolor pero ha sabido buscar la manera de poderlo llevar, va a clases a la univiersidad para mayores de 50 años, va de viajes culturales y sale con sus amigas o a comer, de modo que con mi madre y mi abuela paterna he aprendido que cuesta superar el dolor al principio pero hay que seguir, otra cosa será cuando inevitablemente me toque a mi, he llevado siempre muy mal la soledad pero si algo le pasará a Sadoc no se como pdoría recomponerme, y en los diversos sustos que me ha dado me lo he preguntado, y no soy capaz de responderme.
Un beso y perdona la extensión
Bueno, espero que no sea inevitable lo de quedarse viuda. También hay viudos, menos, pero los hay, ja, ja.
EliminarYo sólo he sido consciente de trauma en la viudedad de mi madre. Mis abuelas enviudaron las dos (la materna de su segundo marido que no era mi abuelo) siendo yo muy joven y no me fijé demasiado (ah, el egoísmo de la juventud). No soy consciente de que cambiara su vida. Mi madre sí que se vino abajo. Se ha recuperado en parte, pero claro la pilló mayor y con la cabeza ya no muy lúcida.
Empiezo a pensar que en parte la lectura de estos libros es una especie de preparación para el caso de que llegue a tocarme.
Entiendo que te cueste enfrentarte a estas historias.
Un beso.
Hola!! Me has dejado con muchas ganas de darle una oportunidad a este título, creo que podría ser una buena elección lectora para mí. Tomo buena nota, pese a lo larga que es ya mi lista de pendientes. ¡Estupenda reseña y gracias por tu recomendación! Besos!!
ResponderEliminarEs un libro que creo muy recomendable como todo lo de la autora, si bien es cierto que no es para todo el mundo o para cualquier momento. Es duro, pero compensa.
EliminarUn beso.
Joyce Carol Oates es siempre una buena opción. Y este libro, aunque confieso que prefiero sus novelas, trata un tema interesante.
EliminarUn beso.
Ja, ja. Respondí en el móvil y luego en el ordenador. Me parecía que ya había respondido, pero con mi cabeza... Bueno pues dejo las dos respuestas que se complementan.
EliminarHola, Rosa. Te envidio por todo lo que has leído de esta gran escritora, yo he leído muchísimo menos pero todo lo he disfrutado admirando la escritura de Oates. Anotado queda este libro. Mil gracias.
ResponderEliminarBesos y felices lecturas.
Es tan buena Joyce Carol Oates que siempre tengo libros suyos pendientes. Tiene tantos además, que tan solo espero que vayan traduciendo además de los que pueda ir sacando. Ojalá le dieran el Nobel. Porque se lo merece y porque, egoístamente, así se traduciría mucho más de su obra.
EliminarUn beso.