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Mostrando entradas de noviembre, 2014

"El asesino de la regañá" Julio Muñoz Gijón

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Yo hoy, para nada pensaba hablar de este libro. Pensaba que la siguiente entrada sería la de la nueva novela de la tertulia del Villajunco que estoy a punto de terminar, pero va a ser que no. Voy a hablar antes de "El asesino de la regañá" de Julio Muñoz Gijón, más conocido como "el sevillano profundo".  Julio Muñoz Gijón Yo padezco de insomnio, lo que hace que, a veces, pase varias horas de la noche leyendo. Pues bien, entre que me acosté anoche y me levanté esta mañana, he leído este libro. Sólo tiene 107 páginas y es de esos policíacos que suelo leer por la noche, compaginándolos con otros más serios que leo durante el día (en estos momentos, el mencionado de la tertulia). En realidad, los policíacos nocturnos suelen ser mucho mejores que este.

El León que nunca conocí

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León produce escritores como Cantabria produce actores y directores de cine. Se ve que mamamos distintos estímulos, pero todos muy artísticos. Estos escritores han ambientado muchas de sus novelas en la ciudad y han ido dejando en nosotros el poso de distintas épocas y distintos ambientes del siglo XX:  El León tabernario y prostibulario, tan bien descrito por Julio Llamazares, " donde murió Genarín con la mano en el manubrio " mientras aliviaba los excesos del orujo contra los cubos de la muralla allá por 1929 (por cierto, la noche de Jueves Santo y atropellado por el primer carro de la basura que hubo en León); el León de los tristes y oscuros años 50 que Luis Mateo Díez nos regala en "La fuente de la edad",  por los que se mueven como sombras maltrechas unos personajes que ven nacer y morir sus sueños y a los que, ni siquiera la venganza, les sirve para emerger del fracaso que es toda su vida; el León de los 60 en "El año del francés" de Juan Ped

"Mujer de Barro" Joyce Carol Oates

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El 1 de Octubre, en una entrevista publicada por "El Cultural" de ABC, con motivo de la publicación de "Carthage", su última novela, esta mujer de ojos saltones y mirada inteligente, con aspecto frágil, pero en la que se adivina que la fragilidad es solo apariencia, afirmaba: "Escribo porque tengo muchas historias que contar". Los que la seguimos desde hace años lo podemos corroborar: multitud de historias; algunas realistas, sangrantes y dolorosas como una herida en carne viva; otras que, por momentos, parecen cuentos de hadas buenas con algún hada mala (o de hadas malas con algún hada buena), pero en todas, sea como sea, se mezcla lo real con lo onírico, lo vivido con lo deseado, y no siempre se sabe cuando se está en presencia de lo uno o de lo otro. No, al menos, de inmediato. Hace ya muchos años que oí hablar de esta autora en una reseña de su novela "Qué fue de los Mulvaney". Me dio buena espina y la apunté en mi lista... pero nunca me

"Relatos salvajes" Damián Szifrón

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La película argentina de Damián Szifrón Pocas películas tienen un comienzo tan contundente y original como esta. Darío Grandinetti, grande, enorme, como siempre. A continuación, comienzan los créditos y después... comienza otra cosa y nada de lo que esperabas acontece. No estoy criticando la película. La crítica va más bien hacia mi misma. No sabía que eran historias independientes y, tras el comienzo, durante los créditos, me estaba haciendo tremendas ilusiones sobre cómo continuaría semejante pedazo de historia. Por eso, cuando, a modo de salto mortal, te lleva a otro escenario, otros personajes y otras peripecias, me llevé una decepción de tamaño apreciable (cuando menos). Por otra parte, y también es problema mio, no me gustan las historias cortas, ni en cine, ni en novela. Pocos relatos o cuentos me han gustado lo suficiente como para tener ganas de repetir y, normalmente, suelo huir de dicho formato. A no ser que aparezcan nexos de unión entre unas historias y otras

"La isla mínima" Alberto Rodríguez: cuando la historia con minúscula se hace Cine con mayúsculas.

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Y si digo con minúscula no es porque la historia no sea buena, que lo es, sino porque no sé si se puede considerar historia al año 1980; porque, evidentemente no es una película histórica y por todo eso y, solo por eso, la  minúscula. Lo que sí es, es Cine con mayúsculas. Del que hace mucho tiempo andamos escasos por estos pagos españoles. Y es que, recapitulando, en los últimos años, cuatro de las cinco mejores películas se las reparten entre dos directores: Daniel Monzón con "Celda 211" y "El niño" y Alberto Rodríguez con "Grupo 7" y "La isla mínima". La quinta, la excelente "No habrá paz para los malvados" es del veterano Enrique Urbizu. Y, casualmente, todas pertenecen al género negro. Alguna se me escapará, pero por más que intento recordar, no se me ocurre ninguna ota película con la que haya salido del cine tan satisfecha como con estas. Pero vamos con lo que nos ocupa hoy que es "La isla mínima". Una pelícu

Deconstruyendo París

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He pasado cinco días en París, como ya se ha visto por las fotos. Conocí París, como casi todo el mundo, mucho antes de conocer París. Conocí París como mucha gente, a través de la literatura. Primero fue el París del siglo XVII, el Louvre y las Tullerías de los Tres Mosqueteros, por cuyos enormes y desangelados pasillos se movían Ana de Austria y el Cardenal Richelieu, con sus intrigas y maquinaciones a espaldas de Luis XIII; más tarde fue el París del siglo XIX con los salones de la mejor sociedad burguesa en los que el Conde de Montecristo maquinaba su venganza. También del Conde de Montecristo me salió al paso el cementerio del Pére Lachaise, único en el que el Señor deVillefort consideraba digno dejar sus despojos; el mismo cementerio donde Víctor Hugo dejó enterrado a Jean Valjean el protagonista de Los Miserables; el viejo cementerio con su halo romántico de flores marchitas y lápidas húmedas de moho y sombras. Unos años más tarde fue el París de los años 50 y 60 del sigl

Ramiro Pinilla, In memoriam

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El jueves 23 de Octubre murió Ramiro Pinilla. Era una noticia que no podía retrasarse mucho (tenía 91 años) pero no por eso dejó de pillarme por sorpresa. Lo conocí (literariamente hablando) en 1981 cuando leí su novela "Antonio B. El Rojo" (más tarde se reeditó y el Rojo, pasó a ser el Ruso, pero nunca me he acostumbrado). Esa novela, ambientada en gran parte en los paisajes hostiles de La Cabrera leonesa, me gustó mucho.  Me gustó como estaba escrita y, sobre todo, me gustó la historia de aquel personaje, hambriento, encarcelado por robar porque el hambre cuando se mezcla con el instinto de supervivencia, tiene esas cosas, que no respeta la ley; luchando por su vida contra todo lo divino (la naturaleza) y lo humano (la Guardia Civil). Busqué información sobre el autor, pero a principios de los 80 no había internet, ni siquiera había ordenadores en las casas, la novela se había publicado en el 77 y Ramiro Pinilla, premio Nadal en 1960, era un desconocido. Inc