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Mostrando entradas de julio, 2019

"La hija" Anna Giurickovic

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"Un entramado de calles de fiesta alrededor de la mezquita. En el zoco, el ambiente es más fresco y no tan viciado. Es septiembre. Los niños gritan, ríen, corretean entre burkas, velos de color pastel, turistas ricos, gente pobre. Se aglomeran en torno a un bazar, ante una tienda que vende artículos religiosos, ante una librería. Un hombre da un bocado a un baghrir y lo paladea como un niño" . Una muy sugerente introducción para empezar esta historia; un escenario exótico y atractivo para situar a Maria (así, sin tilde; no existe en italiano), paseando por las calles de la medina de Rabat llenas de gente que, tras la oración comunitaria en la mezquita, celebra el  Eid al-Fitr, el fin del Ramadán.  Maria tiene cinco años y pasea con sus padres y contempla con orgullo y adoración cómo su padre explica a unos turistas franceses el sacrificio de Abraham. Su padre es alto y guapo y la gente lo mira con admiración al pasar.  La familia de Maria no es marroquí, pero tampoco son

La puerta

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Respondiendo al reto de el Tintero de oro , en la sección Microretos , desempolvo mis musas y las pongo a trabajar. Hacía mucho que no escribía un relato (creo que desde Navidad) y ya iba siendo hora. Este mes la sección Microretos consiste en escribir un microrelato de 250 palabras como máximo que comience con la frase: " Antes de abrir la puerta... " Aquí lo dejo.  "Antes de abrir la puerta, respiré hondo y me aseguré de que todo en mi atuendo estuviera en su lugar: ningún mechón fuera de sitio, la cremallera del pantalón perfectamente subida y ninguna arruga que llamara la atención o afeara el conjunto. Por la mañana había escogido con sumo cuidado el vestuario. Ni excesivamente moderno y atrevido, ni rancio y sin gracia. Había prescindido del maquillaje y me había recogido el pelo en la nuca con un pincho de madera discreto. Quería dar la impresión de seguridad sin resultar demasiado seria y distante. Quería comunicar cercanía y confianza, sin tra

"La cordura del idiota" Marto Pariente

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"Ascuas crecía entre cerros pelados y secarrales, camino de los pantanos. Apenas una rasgadura. Se conformaba con una docena de calles torcidas que salían de la plaza del pueblo como las venillas rotas de los alcohólicos. [...] A veces me daba por pensar que si el pueblo fuese…, no sé, una persona, alguien como yo, sería un tipo perdido en mitad de ninguna parte con la mano haciendo visera bajo un sol de justicia o bajo la lluvia, según la época del año. En cualquier caso, un fulano desorientado con los zapatos sucios y sin saber muy bien hacia dónde tirar; en fin, ya saben a lo que me refiero, quizá no esté hablando del pueblo" .  Así empieza Marto Pariente su nueva novela, " La cordura del idiota ", una historia que, al decir de  Sergio Vera Valencia, director de la colección Off Versátil y autor del prólogo, forma parte de esas novelas que él mismo incluye en el  country noir y que rompen con la tradición de ubicar las historias negras en grandes ciudades: Lo

De vacaciones, pero activa.

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Edward Hopper  (Blackwell's Island, 1928)   Ya sabéis que yo no suelo cerrar por vacaciones, lo que no quiere decir que no me las tome.  Edward Hopper (Lighthouse and building, 1927) Esta tarde me voy de viaje hasta el día 24 de julio y salvo un par de entradas que dejo programadas, no tengo más que compartir con vosotros, por lo que no me veréis con la frecuencia habitual. Edward Hopper (Il faro di Two Lights, 1929) Durante el viaje, si tengo ganas, tiempo y wifi, igual leo alguna cosa de las que publiquéis y puede que hasta comente algo, pero no prometo nada. Edward Hopper (Lighthhouse  Hill, 1927) El resto del verano, como ya he hecho otros años, apareceré por vuestros blogs para leer y comentar, pero no compartiré en las redes sociales y me lo tomaré con más calma.  Edward Hopper (“The Cat boat”, 1922) Y no, no me voy a Estados Unidos a ver faros y paisajes de Hopper. Me voy a Francia, a la zona fronteriza con Alemania y los Países Bajos que tambi

"El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes" Tatiana Ţîbuleac

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Muchas cosas suceden en verano. Se me vienen a la cabeza muchas historias transcurridas en verano que han supuesto un antes y un después en la vida de sus personajes. Aleksy había tenido ya momentos críticos en su vida, momentos de esos  que establecen una línea clara y visible entre el antes y el después. Los había tenido y los volvería a tener más adelante, pero aquel verano fue cuando descubrió que su madre, además de tener los ojos verdes, era hermosa. " El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes " empieza de una forma brutal. Sus palabras nos golpean con esa violencia callada e implícita que es más agresiva que la real. "Aquella mañana en que la odiaba más que nunca, mi madre cumplió treinta y nueve años. Era bajita y gorda, tonta y fea. Era la madre más inútil que haya existido jamás. Yo la miraba desde la ventana mientras ella esperaba junto a la puerta de la escuela como una pordiosera. La habría matado con medio pensamiento" . No hay más que una dec

"Las hermanas Bunner" Edith Wharton

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Abrimos el libro y leemos el prólogo de Soledad Puértolas. Leemos entre otras cosas: "alrededor de un personaje de Wharton se crea siempre un paisaje" . Y lo comprobamos nada más empezar la novela. Las hermanas Bunner viven y trabajan en una tienda de su propiedad,  "una tienda muy pequeña en un destartalado semisótano de una calle tranquila ya condenada a la decadencia; a tenor del carácter misceláneo de lo expuesto detrás del cristal y de la parquedad del cartel que lo coronaba (un mero «Hermanas Bunner» en borrosas letras de oro sobre un fondo negro), para un no iniciado habría sido difícil adivinar la naturaleza exacta del negocio que se desarrollaba en el interior" . En esa tienda, no solo pero casi, se va a desarrollar la historia de estas dos hermanas que viven ajustadamente del producto de sus ventas. Se trata de una novela que no se aventura en las clases altas de Nueva York, sino en una clase media que lucha por sobrevivir de trabajos modestos y negoci

Julio 2019

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A ese sentimiento desconocido cuyo tedio, cuya dulzura me obsesionan, dudo en darle el nombre, el hermoso y grave nombre de tristeza. Es un sentimiento tan total, tan egoísta, que casi me produce vergüenza, cuando la tristeza siempre me ha parecido honrosa. No la conocía, tan sólo el tedio, el pesar, más raramente el remordimiento. Hoy, algo me envuelve como una seda, inquietante y dulce, separándome de los demás. Aquel verano yo tenía diecisiete años y era completamente feliz. Los «demás» eran mi padre y Elsa, su amante. Antes que nada quiero explicar esa situación, que puede parecer falsa. Mi padre tenía cuarenta años y era viudo desde hacía quince. Era un hombre todavía joven, lleno de vitalidad, de posibilidades, y, al salir yo del internado, dos años antes, no me costó entender que viviese con una mujer. Más difícil me resultó aceptar que tuviese una distinta ¡cada seis meses! Pero pronto su encanto, esa vida novedosa y fácil, y mi propia predisposición me hici