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Mostrando entradas de noviembre, 2018

"El púgil" Javier Gimeno

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"Héctor no vio una luz blanca al final del túnel, tampoco una dama pálida vestida de negro le cogió con sus manos gélidas. Pronunció «eran tres» antes de que le introdujeran en la parte trasera de la ambulancia. El personal de limpieza esparcía serrín sobre la oscura mancha que había dejado en el asfalto en el mismo momento en el que una pareja de policías dio la noticia a su madre desolada" . Héctor es un adolescente que empieza a coquetear con el consumo y el trapicheo. Quiere ganar dinero para poder escapar con su novia del barrio, de la casa, de la familia. Pero se ha metido en un terreno vedado; le está invadiendo el negocio a alguien. Es como la invasión de una pulga en un campo de fútbol, pero hay quien siente la necesidad de espantar pulgas a cañonazos y, además, una advertencia a tiempo espantará otras posibles amenazas. Es por eso por lo que nada más empezar la novela Hector, el Rasti, solo podrá recordar que " eran tres ".  A partir de esta introducci

"Brújula" Mathias Enard

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" Brújula " es una de las novelas más extrañas que he leído en los últimos tiempos. Transcurre durante una noche de insomnio. Transcurre durante una vida, la vida del narrador. Transcurre durante toda una Historia, durante varios siglos, durante más de un milenio. Está guiada por una brújula, una brújula que, inopinadamente, señala al este, a levante, al sol que despierta. Sí, es una brújula que señala al este y que tiene nombre de mujer: Sarah. Franz Ritter lucha contra el insomnio una noche de otoño en su piso de Viena. Ha recibido una carta de Sarah con un artículo, "una separata de otra época, un papel grapado en lugar de un PDF acompañado por un mensaje deseando «que te llegue bien»" .  Tal vez es la carta de Sarah, o la noche de insomnio, o la enfermedad que le acecha y que presiente grave, lo que le hace recordar, rememorar para nosotros toda su vida entre Oriente y Occidente, toda su vida detrás de Sarah desde que la conoció "en Estiria con motivo

56 Festival Internacional de Cine de Gijón.

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Por tercer año consecutivo he pasado un fin de semana en el Festival Internacional de Cine de Gijón. La verdad es que se está convirtiendo en una escapada de lo más agradable. Un poco ajetreada, pero que permite cambiar de rollo, ver cine, generalmente bueno, y disfrutar de la gastronomía asturiana que siempre es un aliciente añadido. Como en años anteriores, ha sido una escapada de poco más de veinticuatro horas que ha dado para tres películas, algún paseo por la ciudad y unas sidrinas. Llegamos el sábado hacia las doce del mediodía con el tiempo para instalarnos en el hotel, salir a dar un pequeño paseo y comer, y dirigirnos hacia el teatro Jovellanos donde, a las cinco de la tarde, ya teníamos la primera película. Como hay que llegar casi media hora antes para poder coger buen sitio (las butacas no están numeradas), no da tiempo para nada más. La elección de las películas está muy mediatizada. Primero, por las fechas. Al ir solo un par de días, hay que limitarse a lo que se pr

"Un mal secreto" Ann-Marie MacDonald

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"Ahora mismo daría lo que fuera por ser capaz de sentir —sin el detonante de la rabia— el amor que sabe que siempre ha sentido hacia su hija. Es capaz de ver ese amor. Detrás de un cristal. Dormido. Con un pedazo de manzana envenenada en la boca" .  Me encuentro fascinada ante otra novela de las que clavan hondo y sin vacilaciones el bisturí en los tejidos de las relaciones paterno filiales. Me encuentro con una madre que observa a su hija, que sabe que la quiere, que nunca le haría daño; una de esas madres que tienen muy claro que jamás deben levantar la voz, y mucho menos la mano, ante sus hijos; una de esas madres que saben que el amor por los hijos muchas veces se mantiene dormido con un trozo manzana envenenada atravesado en la garganta. Seamos valientes, olvidemos lo políticamente correcto: ¿quién, en un momento dado, no ha deseado ahogar a un niño gritón con la propia almohada de su cuna? ¿quién no se ha visto en la imperiosa necesidad de arrojar a un bebé por la ve

"Violación" Chester Himes

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"Es evidente ante la ley que la violación y el asesinato han sido cometidos por los cuatro acusados, fueran los que fuesen los móviles. En esta jungla inexplorada que es la oscura patología del deseo y del odio que motivan las relaciones entre las razas, podríamos fácilmente encontrar numerosos móviles" . Así termina el alegato de la acusación en este juicio que Chester Himes nos relata en " Violación ", una de sus novelas más emblemáticas. Elizabeth Hancock es la víctima. Los supuestos asesinos, cuatro hombres negros que se encontraban con ella en la habitación de un hotel. El lugar, París en 1956. Las circunstancias, turbias: la autopsia determina que la mujer ha muerto por una sobredosis de polvo de cantárida, un poderoso afrodisíaco, unido a un enorme agotamiento físico causado por una excesiva actividad sexual. A pesar de que no hay pruebas concluyentes, de que no se puede demostrar si la sustancia se administró a la fuerza o fue ingerida voluntariamente; a

"El chal" Cynthia Ozick

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"Estamos heridos. Nuestras heridas no se ven. Nos desangramos por dentro..." Así empieza el prólogo  de Berta Vías Mahou  con el que se abre esta edición de " El chal ", de Cynthia Ozick. Pero estas tres frases no son suyas. La prologuista comienza citando a Hans Reichmann en cuyo libro  " Ciudadano alemán y judío perseguido " aparecen. Y termina:  " Este prólogo no pretendía ser más que un nuevo grito de cólera y de tristeza. El alarido que tantos no pudieron proferir, el que parecemos condenados a ahogar una y otra vez en nuestra garganta. El alarido al que Cynthia Ozick prestó voz en El chal" . Sí, " El chal " es un pequeño gran grito. Pequeño por su extensión, pero grande, inmenso, por su contenido. Es el mismo grito que ahogamos reiteradamente los que nos acercamos a ese episodio de la historia que, por mucho que se quiera equiparar a otros, por mucho que se apele a otras barbaridades cometidas en otras guerras, en otras épocas

Tertulia literaria en "Amigos a los que les gusta Cuéntame una historia".

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Hace unos días, con motivo del cuarto cumpleaños del blog, hacía una entrada en la que daba noticia de que  en el grupo de Facebook " Amigos a los que les gusta Cuéntame una historia " había un anuncio.  Ese anuncio era la convocatoria de una tertulia literaria para realizar por Facebook en el mismo grupo y pedía la colaboración de todos para que sugirieran libros para la tertulia. Yo me reservaba el derecho a elegir, entre todos, el que definitivamente se leería para comentar y debatir en la tertulia. Se propusieron cinco libros y os confieso que no tuve que pensar mucho porque ya el primero de ellos, sugerido por José María Pastor Gil, me pareció una propuesta perfecta. Primero porque su autora, Sara Mañero, es miembro del grupo y me pareció genial la posibilidad de poder contar con ella en la tertulia y que pudiera contestar preguntas y/o resolver dudas acerca de la novela. Segundo y más importante, porque tuve la suerte de leer el libro hace unos meses y me gustó

"¡Así de grande!" Edna Ferber

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"Se quedó con el nombre hasta que casi cumplió los diez años. Tuvo, literalmente, que pelear para librarse de él. El So Big inicial (por una derivación cariñosa e infantil) se condensó en Sobig. Y el niño se quedó como Sobig DeJong, con toda su disarmonía consonántica, hasta que se convirtió en un escolar de diez años en aquel distrito increíblemente holandés al suroeste de Chicago, conocido primero como Nueva Holanda y luego como High Prairie" . Sobig se llamaba en realidad Dirk DeJong y era hijo de Selina DeJong, antes Selina Peake. Ella fue la causante del apodo del niño. Ella, agotada por el trabajo en la granja, miraba a aquel niño sucio, golpeado, afeado por moretones, desastrado por todo tipo de contusiones y agresiones que la tierra prodiga al hijo de una granjera que no tiene mucho tiempo para librarle de la dureza del campo, y preguntaba arrobada de amor, " ¿Cómo de grande es mi niño? [...] ¿Cómo de grande es mi hombrecito?  El niño dejaba por un momento de