"Regreso a Ítaca" Laurent Cantet


Toda la acción de esta película transcurre en una azotea desvencijada, rodeada de casas desvencijadas con otras azoteas tan desvencijadas como ella misma. Azoteas en las que se acumula de todo, en las que se hace la matanza del cerdo para celebrar la victoria de Los Industriales en el partido de pelota (béisbol), en las que los vecinos hablan de una a otra, se piden favores e información, comparten radio, tocadiscos y olor a grasa de puerco. Unas azoteas en las que los cubanos viven la vida.

En una de estas azoteas, un atardecer, con una vista espectacular sobre el Malecón, se reúnen cinco amigos: Amadeo (Néstor Jiménez), Tania (Isabel Santos), Eddy (Jorge Perugorría), Rafa (Fernando Hechevarría) y Aldo (Pedro Julio Díaz Ferrán). El motivo, celebrar la vuelta de Amadeo que regresa al país tras un exilio de dieciséis años en España, aparentemente voluntario. Conversación informal atropellada por risas y recuerdos de juventud; más risas ante la visión de un álbum de fotos y qué viejos nos hemos hecho, carajo; y más risas. Felicidad a flor de piel, felicidad de estar juntos, de disfrutar del aire, el sol y la vista maravillosa del mar desde la altura. La pura y desenfadada felicidad... pero una mirada, por un instante, se ensombrece de seriedad; una sonrisa, durante un segundo, parece quedar congelada en unos labios y unos ojos, y poco a poco, casi sin darse cuenta, comienzan a surgir los reproches (y por qué no viniste cuando Ángela se moría, y por qué dejaste de pintar, y por qué dejaste de escribir y por qué dejé que se los llevaran y desde cuando te dio por los cactus y cuándo fue que nos fuimos pal carajo y "en qué momento se había jodido Perú"). Poco a poco comienzan a recriminarse, a echarse en cara unos a otros el miedo que a todos ha atenazado durante años; lo que no entienden de los demás porque no se entienden a sí mismos o porque no quieren ver en sí mismos los fracasos y traiciones de los demás. Poco a poco van mostrando su tránsito desde la fe en la revolución, hasta el desencanto de lo que ésta ha hecho con ellos "¿Tú sabes lo peor de todo eso? Que en ese tiempo pensábamos que todo eso que nos estaba pasando era normal" "Eso no podía ser normal, chico. Como eso iba a ser normal". Solo a Eddy (un Jorge Perugorría tan inmenso en su actuación como todos los demás) parece irle bien. Se ha subido al carro del poder y ahora forma parte de la élite privilegiada que tiene coche y celular, viaja en avión y disfruta de buenos hoteles... a 
Néstor Jiménez
cambio de sentirse una mierda, pero sentir también que no se dejó robar la vida "Dejé que me convirtieran en una mierda. Es verdad. Pero no me robaron la vida. Me robaron mi sueño de ser escritor, eso sí, ¡¡pero la vida no, cojones!!" El resto malvive con el sueldo de trabajos mal pagados que completan con lo que les mandan sus familiares desde el extranjero (o no). Son ingenieros, médicos, abogados, pero malviven y malresisten en un país donde no hay oportunidades. Porque las oportunidades solo están al alcance de quien se deja robar los sueños, y para que no les robaran los sueños, se dejaron robar la vida. Solo hace falta saber qué es más importante si la vida o los sueños. 

En esta película, pocas cosas son lo que parecen. Poco a poco se van descubriendo las verdades ocultas tras las apariencias de cada uno. Todos ocultan algo, principalmente miedos, decisiones de las que arrepentirse (o no), sacrificios disfrazados de traiciones y quién sabe si traiciones disfrazadas de sacrificios. 
Poco a poco los personajes van revelando sus secretos y los actores van revelando su maestría en unos primeros planos de larga duración en los que todo lo que se ve es una interpretación que emociona, por el contenido en sí mismo y que emociona de tanta calidad (incluso en Pedro Julio Díaz Ferrán, del que cuesta creer que es un debutante).
Por momentos parece una historia de cine negro; por momentos parece salida de una novela policíaca. El guión es de Leonardo Padura y se nota. Por momentos creemos ver aparecer a Mario Conde y al Flaco, que estuvo en la Guerra de Angola, como Aldo, pero con menos fortuna, regresó en una silla de ruedas. Y vemos aparecer a Jose (Josefina), la madre del Flaco que a la manera de Fela, la madre de Aldo, los alimenta con lo mejor de su cocina (¡quién pillara esos platos de fríjoles con arroz que pasan por delante de nuestros ojos!). Por momentos, todos ellos nos recuerdan a Mario Conde y el Flaco, escuchando a Serrat "uno se cree que los mató el tiempo y la ausencia", borrachos y melancólicos.
Leonardo Padura y Lauren Cantet
en la azotea de la película.
Por momentos parece una obra de teatro. Y es que toda la película es una larga conversación, desde un atardecer hasta un amanecer, ambientada en tres escenarios: la azotea, mayoritariamente, el comedor de la casa, durante la cena, y las escaleras del edificio, durante unos instantes. 
Por momentos deseamos que la película no termine, sino que continúe y nos siga hablando, porque los miedos y desengaños que nos cuenta trascienden de las peripecias de los personajes y pasan a ser las peripecias del pueblo cubano "el pueblo más culto del mundo" que parece que va saliendo del letargo y se va abriendo al exterior. Una apertura sin la cuál esta película podría haberse hecho, pero nunca en las genuinas azoteas de la Habana, sobre los genuinos tejados de la Habana, a la vista del genuino Malecón de la Habana.


Comentarios

  1. ¡Hola! te he nominado a un premio: http://suenodeseneca.blogspot.com.es/2015/07/mi-primera-nominacion-de-premios.html
    Te espero por mi blog.
    Besos!
    Nos leemos.

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  2. Hola!!!! Pues me ha gustado la entrada, me apunto la peli porque sé que me gustará. UN besito.

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    1. Una peli de esas de reuniones de amigos en las que empieza a salir de todo. No es muy original el planteamiento, pero a mí me encantan.
      Un beso.

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  3. Me apunto la peli porque no la conozco, la veré sin duda.Sigo viendo tus blogs,este me gusto. TERE.

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    1. Gracias, Tere por el maratón de Cuéntame una historia que te estás dando. Esta película te gustará, sin duda.

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