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"La cartera" Francesca Giannone

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El autobús de línea azul oscuro, destartalado y oxidado, se detuvo chirriando en el asfalto ardiente de primera hora de la tarde. El viento, húmedo y bochornoso, hacía ondear las hojas de la gran palmera que se alzaba en el centro de la plaza desierta. Los tres únicos pasajeros que había a bordo bajaron: Carlo el primero, con el puro apagado entre los dientes, vestido de punta en blanco con chaleco y los oxford de piel marrón bien lustrados, impolutos después de un viaje que, primero en tren y después en autobús, había durado dos días. […] Se quitó el sombrero de fieltro y lo usó a modo de abanico, pero solo consiguió mover el aire caliente. En verano, el siroco que soplaba de África era tan despiadado como recordaba. Anna lo percibió en cuanto puso un pie en el suelo. Llevaba un vestido negro largo, señal del luto que se obstinaba en mantener desde hacía ya tres años, y sostenía a duras penas a Roberto, un niño de un año de mirada avispada. Era junio de 1934 cuando Carlo Greco, s...

Tres eran tres 43

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Tres eran tres en su entrega 43 nos trae tres novelas muy distintas. La primera entrega de una serie de un autor sevillano que jamás me decepciona desde que leí su trilogía Negra y recortada y lo descubrí con gran sorpresa; una novela de un autor argentino afincado en España que, aunque tiene una serie, en esta novela nos entrega una historia independiente ambientada en la dictadura militar que asoló su país de origen entre 1976 y 1983; y para terminar, la primera novela escrita por un autor francés que había permanecido sin publicar, pero que ya dejaba adivinar el gran narrador que iba a ser.  Es 2011 y estamos en Sevilla. Diferentes escenarios y personajes nos van llevando por la ciudad. Aparentemente nada tienen que ver un yonqui sin hogar, una subinspectora de la Policía Nacional y una joven que busca un empleo como periodista. Aparentemente nada tienen que ver al asesinato de una madre cuando volvía a casa con su hijo y el de un camello que surte de heroína a lo más depauper...

"Solas en el silencio" Silvia Intxaurrondo

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En el número tres de la calle Benito Luis Hurtado convivían frente a frente la dicha y la desgracia. Subiendo desde el portal siete escalones de granito grisáceo se llegaba a un descansillo húmedo flanqueado por dos puertas. A mano izquierda, la casa de Miren Huarte. A mano derecha, la casa de María Soledad Urralburu, la madre del tonto del pueblo. Como era domingo, Sole se despertó a las ocho y tomó un baño largo. Llenó la tina de agua hirviendo y se sumergió dentro con la avidez de quien tiene la humedad metida hasta los tuétanos. Estrenó la pastilla de Heno de Pravia y enjabonó y restregó con fuerza su cuerpo grande y huesudo hasta que la suciedad quedó flotando en el agua tibia. Era domingo cuando empezó la actividad en las casas de Miren y Sole. Ambas guardaban sus secretos y mostraban su felicidad o su desgracia,  según se mire, o lo que ellas querían hacer pasar por felicidad incluso para sí mismas. Miren tenía a su marido «impedido, mudo y con la cabeza perdida. No salía...

"La nieta" Bernhard Schlink

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  […] cuando llegaba a casa, Birgit solía estar ya acostada; o se la encontraba tumbada en el sofá o en el suelo, y la llevaba a la cama. Después se sentaba en el taburete del tocador y la miraba. El rostro arrugado, la piel marchita, pelos en la nariz, la boca abierta, baba en la comisura de los labios. A veces le temblaban los párpados, movía las manos nerviosa, decía cosas sin sentido, resollaba o suspiraba. Roncaba, no tan fuerte como para no poder dormir cuando se acostaba a su lado, pero lo bastante para que le costase conciliar el sueño. Tampoco le resultaba fácil soportar el olor. Birgit olía a alcohol y a acidez; a veces, lo penetrante de ese olor le recordaba las bolas de naftalina que su abuela ponía en los armarios. […] La encontró en el cuarto de baño. En la bañera, la cabeza bajo el agua, el pelo oscuro en el borde. Le levantó la cabeza, el agua estaba fría, Birgit debía de llevar horas ahí.  Hacía tiempo que Birgit tenía depresiones y Kaspar trataba de co...

"Una familia moderna" Helga Flatland

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Papá va a cumplir setenta años dentro de cuatro días. El año pasado, en su fiesta de cumpleaños, golpeó suavemente la copa con una cucharilla y anunció que como regalo de cumpleaños del año siguiente para él mismo y para toda la familia nos invitaría a hacer un viaje. […] Tanto la propia idea como la forma en la que la anunció y su estado de ánimo casi exaltado en los meses que precedieron a su sesenta y nueve cumpleaños le pegaban tan poco que, durante un tiempo, Ellen me envió diariamente una lista de los síntomas de los tumores cerebrales. […] Papá no es el tipo de persona que no lleva bien su edad, siempre se ha burlado de la gente que tiene las típicas crisis por cumplir años, que compensan con un comportamiento errático. No es más que una excusa para satisfacer otro tipo de necesidades, suele decir. Pero papá no parecía estar enfermo ni tener ninguna crisis de otro tipo, y nuestra preocupación no superaba las ganas que teníamos de unas vacaciones pagadas, así que Ellen y yo lo ...

"Los nombres de Feliza" Juan Gabriel Vásquez

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Feliza no fue un libro abierto: más bien vivió una de esas vidas que no puede contar ninguna biografía, [...] la mujer que tiene la voz escapa al encierro con la fuerza de su mente: su mente es como un pájaro alojado en una perrera, y le basta querer su libertad para salir volando. En eso pensaba yo al llegar al cementerio con la impresión de estar terminando un largo viaje, pues habían pasado veintisiete años desde la tarde en que leí, durante mi primera temporada en París, la columna que había publicado García Márquez tras la muerte de su amiga Feliza. «Se murió de tristeza», escribía allí García Márquez, y fue entonces cuando me pregunté por primera vez por qué estaba triste Feliza, y fue entonces cuando me respondí que nunca lo sabría: ni yo ni nadie, porque hay verdades que desaparecen con quien muere y ni sus seres más queridos logran conocer. Ocurren en un territorio de nuestra conciencia que no es accesible, que es invisible y está irremediablemente oculto, y no hay nada que po...