Agosto 2015
Hace
mucho tiempo, me he acostado temprano. A veces, nada más apagada la vela, mis
ojos se cerraban tan deprisa que no tenía tiempo de decirme: “Estoy durmiéndome”.
Y media hora después me despertaba la idea de que ya era hora de buscar el
sueño: quería dejar el libro que aún creía tener en la manos y matar mi luz; no
había dejado de reflexionar sobre lo que acababa de leer mientras dormía, pero
esas reflexiones habían tomado un giro algo peculiar: me parecía ser yo mismo
aquello de que hablaba la obra: una iglesia, un cuarteto, la rivalidad entre
Francisco I y Carlos Quinto. Esa creencia sobrevivía unos segundos a mi
despertar: no chocaba a mi razón, pero pesaba como escamas sobre mis ojos y les
impedía darse cuenta de que la vela ya no estaba encendida.
Cuesta parar de copiar ante una prosa tan bella y esmerada. Se puede seguir así durante las casi cuatro mil páginas que tiene la novela que nos ocupa. Un hombre adulto recuerda sus noches en el pueblo donde pasaba sus vacaciones, el pueblo que ha añadido su nombre al que lo inspiró, de manera que Illiers se ha convertido en Illiers-Combray por gracia de esta novela; recuerda su ansiedad esperando a que su madre subiera a darle un beso y su temor a que no lo hiciera, cosa que sucedía las noches en que Swan estaba de visita, invitado a cenar.
Coincidiendo con la publicación del mes de Julio, terminaba de leer una novela de la que no sabía nada, pero que me había atraído por su título: "Madame Proust y la cocina Kosher". Entonces decidí hacer la entrada de Agosto con el comienzo de "En busca del tiempo perdido".
Coincidiendo con la publicación del mes de Julio, terminaba de leer una novela de la que no sabía nada, pero que me había atraído por su título: "Madame Proust y la cocina Kosher". Entonces decidí hacer la entrada de Agosto con el comienzo de "En busca del tiempo perdido".
Esta novela la leí hace mucho tiempo y su lectura se prolongó a lo largo de varios años, concretamente desde 1997 hasta 2002. Desde entonces, me quedé enamorada del autor, de su obra y del ambiente que la rodea.
París a caballo entre el siglo XIX y el XX. Un niño que va creciendo, conociendo la música, el teatro, la literatura, el amor; enfermo y delicado desde pequeño, es mimado y sobreprotegido por su madre y su abuela; del Combray de la infancia al Balbec de la adolescencia; del amor infantil por Guilberte Swann, al amor adolescente y juvenil por Albertina. Una novela donde se diseccionan los celos, el amor y la amistad; donde se habla explícitamente de la homosexualidad, tanto masculina, como femenina; donde se nos regalan las más bellas y certeras descripciones de la literatura, tanto de sentimientos, como de paisajes u objetos (destacable la descripción de los espinos blancos en flor); descripciones hechas en una frase que puede durar más de una página, encadenando oraciones subordinadas en una sintaxis que hace que uno desee estar leyendo la mejor de las traducciones posibles.
Una novela en siete volúmenes y cerca de cuatro mil páginas para contar la vida de un personaje (el narrador, que es en gran medida el propio Marcel Proust), de un mundo que evoluciona a gran velocidad (la aristocracia va dejando paso a la burguesía),en una ciudad mágica, París,y en un tiempo fascinante (el cambio de siglo del XIX al XX).
Toda una vida y un tiempo que se fueron y que son recobrados al final por el sonido de un cuchillo que golpea contra una copa, el leve traspiés al pisar una baldosa floja en el patio de los Príncipes de Guermantes; toda una infancia recobrada por el sabor de una magdalena mojada en té que le trae el recuerdo de otra magdalena, la que le daba su tía Leontie en los veranos perdidos y añorados de Combray.
Las novelas que aparecen en esta sección, "Bienvenido nuevo mes literario", no están recién leídas, pero están leídas. Se trata de novelas que empleo para comenzar cada mes. Por ello comienza la entrada con el inicio del libro. No pretende ser una reseña, sino el comentario sobre una historia que me marcó lo suficiente como para poder hablar de ella aunque haga ya muchos años que la leí. Por ello, espero que me perdonéis si incurro en algún error.
París a caballo entre el siglo XIX y el XX. Un niño que va creciendo, conociendo la música, el teatro, la literatura, el amor; enfermo y delicado desde pequeño, es mimado y sobreprotegido por su madre y su abuela; del Combray de la infancia al Balbec de la adolescencia; del amor infantil por Guilberte Swann, al amor adolescente y juvenil por Albertina. Una novela donde se diseccionan los celos, el amor y la amistad; donde se habla explícitamente de la homosexualidad, tanto masculina, como femenina; donde se nos regalan las más bellas y certeras descripciones de la literatura, tanto de sentimientos, como de paisajes u objetos (destacable la descripción de los espinos blancos en flor); descripciones hechas en una frase que puede durar más de una página, encadenando oraciones subordinadas en una sintaxis que hace que uno desee estar leyendo la mejor de las traducciones posibles.
Una novela en siete volúmenes y cerca de cuatro mil páginas para contar la vida de un personaje (el narrador, que es en gran medida el propio Marcel Proust), de un mundo que evoluciona a gran velocidad (la aristocracia va dejando paso a la burguesía),en una ciudad mágica, París,y en un tiempo fascinante (el cambio de siglo del XIX al XX).
Toda una vida y un tiempo que se fueron y que son recobrados al final por el sonido de un cuchillo que golpea contra una copa, el leve traspiés al pisar una baldosa floja en el patio de los Príncipes de Guermantes; toda una infancia recobrada por el sabor de una magdalena mojada en té que le trae el recuerdo de otra magdalena, la que le daba su tía Leontie en los veranos perdidos y añorados de Combray.
Las novelas que aparecen en esta sección, "Bienvenido nuevo mes literario", no están recién leídas, pero están leídas. Se trata de novelas que empleo para comenzar cada mes. Por ello comienza la entrada con el inicio del libro. No pretende ser una reseña, sino el comentario sobre una historia que me marcó lo suficiente como para poder hablar de ella aunque haga ya muchos años que la leí. Por ello, espero que me perdonéis si incurro en algún error.
¡Cuatro mil páginas! Madre mía, no me extraña que tardaras cinco años en leerla. Mi padre tiene una edición de 'En busca del tiempo perdido' pero no llega a las dos mil (que ya está bien), ahora me queda la duda de si le falta algún volumen (o más de uno). En cualquier caso siempre quise leer esa novela (¿novela?) pero cuando veía tanta página en la estantería de mi padre me daba muchísima pereza. Leyendo tu reseña me vuelven las ganas pero sigue echándome hacia atrás la extensión de la obra.
ResponderEliminarQuizás haga como tú, leerla poco a poco, aunque me lleve varios años. Creo que esa es la solución
Un beso
Se tarda en leer porque cuesta trabajo y a veces hay que desentrañar una sintaxis enrevesada a tope. Cuando te planteas coger otro libro y seguir con ello, te da pereza y prefieres algo más ligero, pero cuando empiezas, te atrapa en su ambiente y en sus descripciones y es una maravilla.
EliminarYo animo a intentarlo.
Un beso.