Entradas

Mostrando entradas de septiembre, 2024

"Los ángeles de hielo" Toni Hill

Imagen
Nadie debería saber la fecha de su propia muerte, le había dicho el cura de la cárcel, como si la injusticia de la ejecución no radicara en el hecho en sí sino en conocer de antemano los detalles concretos que la definían. El día, la hora, el lugar. El garrote. Ésas son cosas que sólo atañen a Dios, había añadido; ni a ti, ni a mí, ni al verdugo ni al juez. [...] En ningún momento había prestado atención a sus protestas de inocencia, a su insistencia en que no había cometido aberración alguna más allá de gozar de un cuerpo vivo que se le ofrecía con el pudor que cabía esperar en una mujer joven y de buena familia. De hecho, para ser sinceros, cuando le había llegado la hora de confesarse al capellán, esas reivindicaciones ya habían perdido fuerza, como si incluso él hubiera dejado de creerlas y fueran simples palabras sin sentido de una letanía memorizada. Como los rezos de la iglesia. La cita con la que abro la entrada es el inicio de la novela, un prólogo que transcurre en 1914. 

"¡Absalón, Absalón!" William Faulkner

Imagen
El jinete permanecía inmóvil, barbado, mostraba las palmas de sus manos; detrás, los negros salvajes y el arquitecto cautivo se apretujaban en silencio, llevando en una paradoja incruenta las palas, picas y azadas de la conquista pacífica. Luego, en su largo no-asombro, Quintín vio cómo dominaban silenciosamente las cien millas cuadradas de tierra tranquila y atónita, cómo extraían de la Nada silenciosa, con violento esfuerzo, una casa y un parque, y los arrojaban como barajas sobre una mesa bajo la mirada del personaje pontifical de las palmas elevadas, para crear el Ciento de Sutpen, el Hágase el Ciento de Sutpen, como antiguamente se dijo Hágase la Luz. [...] Al parecer, este demonio se llamaba Sutpen (el Coronel Sutpen). El Coronel Sutpen. Que vino no se sabe de dónde y sin anunciarse, con una banda de negros vagabundos, y llevó a cabo una plantación. (Arrancó violentamente una plantación, según dice la señorita Rosa Coldfield). La arrancó violentamente. Y se casó con su hermana El

"El pacto del agua" Abraham Verghese

Imagen
«Lo que pasó, pasó», le dirá nuestra joven recién casada, convertida ya en abuela, a su nieta (que lleva su mismo nombre) cuando ésta le ruegue que le hable de sus ancestros. La niñita ha oído rumores de que la suya es una genealogía repleta de secretos y que entre sus antepasados había traficantes de esclavos, asesinos y un obispo apartado del sacerdocio. «Niña, el pasado es el pasado y, además, cada vez que lo recuerdo es distinto. Te hablaré del futuro, que tú misma crearás.» Pero la niña insiste. ¿Dónde debería empezar la historia? ¿Con Tomás el incrédulo, quien insistió en tocar las heridas de Cristo antes de creer? ¿Con otros mártires de la fe? Lo que la niña pide es la historia de su propia familia, de la casa del viudo con el que su abuela se casó, una morada sin salida al agua en una tierra de agua, un hogar repleto de misterios. Pero esos recuerdos están tejidos con telarañas, el tiempo ha hecho agujeros en la tela y ella tiene que zurcirlos con mitos y fábulas. […]  Una