"Big brother" Lionel Shriver


Lionel Shriver es una autora norteamericana a la que conocí con una novela que se hizo muy famosa hace unos años, "Tenemos que hablar de Kevin", una historia narrada en forma epistolar en la que, carta tras carta, se nos va descubriendo el mundo de pesadilla en que se ha convertido la vida de una mujer a la que encontramos sola y enferma de depresión y angustia, tras haber vivido una vida normal, más o menos feliz, con un marido y dos hijos. Carta tras carta, vamos viendo como su vida fue perdiendo pie, perdiendo todos los cimientos que la mantenían anclada, si no a la felicidad, al menos a un estado confortable y aceptablemente dichoso.
Posteriormente, he leído otros libros de la autora y en todos se tratan temas polémicos y de actualidad, temas que sirven de revulsivo a una sociedad como la americana que, instalada en la esencia del bienestar, guarda en los desvanes más secretos, miserias y desconsuelos de los que le gusta imaginar. 
"Big brother" es su última novela y en ella aborda una de las lacras más extendidas en el mundo occidental, en ese mundo desarrollado cuyos problemas derivan de su propio desarrollo y harán que termine muriendo de éxito; una lacra extendida por todo el mundo occidental, sí, pero que en Estados Unidos ha alcanzado el grado de epidemia. Se trata de la gordura, de gordura absoluta, con mayúsculas; no de un sobrepeso más o menos acusado, sino de una gordura que uno se cruza por las calles de las ciudades más prósperas y avanzadas del planeta en cada esquina, y lo que aquí nos hace volver la cabeza como hacemos con las cosas que son excepcionales, allí lo encontramos varias veces en cada paseo y se te ponen los pelos de punta porque la reflexión te lleva a plantearte que esas personas que ves andando con dificultad, respirando entre jadeos, con problemas para cada una de las actividades que los demás realizamos sin pensar, son las que, dentro de su gordura, aun pueden salir a la calle, porque todos sabemos, hemos oído, que en Los Estados Unidos de América hay gente cuyas dimensiones les impiden moverse de una cama o un sofá en el que pasan sus días esperando el ataque al corazón, la hiperglucemia o el enfisema que los libere al final y para siempre de sus excesos. Hablo de personas que, como el
Lionel Shriver
personaje de esta novela pesan ciento setenta y cuatro kilos, con todos sus gramos. 

La primera frase de la novela es reveladora "No tengo más remedio que preguntarme si alguno de los momentos verdaderamente interesantes de mis cuarenta y tantos años ha tenido que ver con la comida".
Pandora (Pando), nacida Halfdanarson, Feuerbach por matrimonio y Appaloosa por el nombre adoptado por su padre como actor, vive instalada en el sueño americano a pesar de los nueve kilos que ha engordado en los últimos años. Tiene un marido atractivo que la quiere, dos hijastros adolescentes con los que tiene unas aceptables relaciones, un negocio próspero. Parece haber superado las penalidades y traumas de su infancia: un padre, actor en una serie de éxito, más preocupado por su familia de ficción que por la real; una falta de anonimato y de intimidad que siempre ha odiado; una madre muerta prematuramente, siendo ella adolescente; un hermano, su único cómplice en su infancia solitaria, que se fue con diez y siete años a Nueva York a buscar, como pianista de jazz, una fama propia, no vicaria de la de su padre, que él, al contrario que Pandora, adoraba. "Edison conoció la gloria cuando su madre se suicidó; un suicidio era algo muy bien visto en el ambiente de los clubs de jazz de Nueva York [...] Yo, que no quería distinguirme con una biografía ajena, nunca creí que mi madre se hubiera suicidado"
Pandora ha superado su infancia y es feliz... hasta que recibe la visita de su hermano al que no ve desde hace cuatro años, porque Edison Appaloosa vive en Nueva York donde ha conseguido cierto éxito y ha tocado con grandes figuras del jazz, mientras que Pandora vive en New Holland, Iowa, la tierra de sus abuelos paternos en cuya granja pasaba los veranos y a donde se ha trasladado buscando la tranquilidad del medio oeste.
La llegada de Edison, que viene para pasar un par de meses, antes de una gira que le llevará a Europa, pone del revés el mundo de Pandora. En cuatro años, Edison ha pasado de ser un hombre apuesto al que las mujeres miraban por la calle, a convertirse en un desconocido de sobrepeso abrumador y comer compulsivo, una mole que descendió del avión en silla de ruedas y llegó a la casa familiar de Solomon Drive a poner la vida familiar patas arriba. Los niños tienen reacciones dispares y mientras Tanner se burla con comentarios hirientes, "Cody sólo necesitó un instante para evaluar la situación, tras lo cual se acercó a mi hermano gritando: «¡Hola, tío Edison!» y lo abrazó sin reservas". No obstante, el mayor problema que se le presenta a Pandora es conciliar a su hermano con su marido y conseguir que convivan en un mínimo estado de respeto, ya
Los famosos rollos de canela de Cinnabon
que no de simpatía porque Fletcher es un hombre obsesionado con la salud y, especialmente con la alimentación; es capaz de alimentarse a base de brécol y arroz integral, y de salir después a pedalear kilómetros en su bicicleta, de manera que encontrarse la cocina llena de platos con torres de tortitas llenas de pepitas de chocolate y tarros repletos de sirope de arce, no es la situación ideal para encontrarse a la hora del desayuno.

La situación para Pandora se vuelve complicada. Tiene que conseguir que su marido acepte tener a su hermano en casa, pero además y sobre todo, quiere ayudar a Edison, quiere saber qué es lo que le ha llevado a comer de manera compulsiva y a encontrar en la comida el sustituto de una droga; quiere saber de qué puede estar huyendo tras los cinnabons que devora con placer; "había decidido no dejar a Edison en la estacada. A todo Edison, sin importar los muchos kilos que pesara". Pero no dejar a Edison en la estacada le va a suponer una especie de catarsis en la que va a descubrir muchas cosas de sí misma, de su matrimonio, de su pasado y de su vida familiar. Intentar que Edison vuelva a recobrar su peso normal supone ponerle frente a las causas de su derrumbe; supone ponerle cara a cara con ese momento en que, tras una serie de reveses personales y profesionales, si es que son algo distinto, se dio cuenta "de que había empezado a engordar, y eso también fue un coñazo, pero la cosa es que engordar te hace más gordo. El peso solo ya es tal fastidio que te lleva directamente a un plato de shawarma de cordero, y demasiados shawarmas se traducen en menos conciertos, en tragar más para olvidar los problemas y en menos conciertos todavía". Y uno vende el piano para salir del apuro y uno se termina comiendo el piano. 
Pero no dejar a Edison en la estacada supone también ser consciente de que, en gran parte, el problema de Edison puede derivar de su propia forma de ser, de su orgullo y su necesidad de notoriedad, de nunca pasar desapercibido "Si el peso de mi hermano era síntoma de algo que andaba mal, entonces también era emblema de una vanidad. Edison no era de los que se someten a torturitas varias por unos kilos de más. En el mismo estilo en que se había propuesto triunfar, así también fracasaba. A lo grande". 
No dejar a Edison en la estacada supone poner en peligro la propia salud, descuidar a la familia, dudar de lo que se está haciendo, temer que, finalmente, no haya servido para nada. "Edison jugaba con el orgullo; Fletcher, con la tarta, y yo jugaba con mi matrimonio".
Basada en un episodio autobiográfico de la propia autora, la novela indaga en las causas de esos desarreglos alimenticios que llevan a una parte de la población mundial a matarse comiendo; indaga en las frustraciones y los desengaños que sacuden a unas personas que se creen que lo tienen todo, que se les debe todo, a los que desde niños les han hecho creer que "son maravillosos sencillamente porque existen"; destroza el sueño americano y con él destroza todos los sueños de grandeza de una sociedad que debería empezar a preguntarse "¿para qué molestarse en descubrir el bosón de Higgs o en resolver la economía de los coches de hidrógeno si ya habíamos olvidado cómo hay que comer?"
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Comentarios

  1. Lionel Shriver me gusta y me enfada. Hace trampa. En mi opinión, la hizo en "Todo esto para qué" y en "Big brother". Si la hizo también en "Tenemos que hablar de Kevin", no me percaté. No puedo explicar por qué digo que hace trampa sin desvelar demasiado, solo puedo decir que el final de "Big" me hizo exclamr. "¡Lionel, narices!", y que en "Todo esto..." tuve la sensación, también al final, de que la autora había pensado algo así como: "vaya, estoy llegando demasiado lejos". Pero digo también que me gusta y que desearía que llegase todo lo lejos que fuese posible, sin asustarse de sí misma, sin retroceder. No he leído aún "El mundo después del cumpleaños". ¿Tú sí, Rosa?

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  2. Sé perfectamente a lo que te refieres y también me cuesta explicarlo. Creo que puede deberse a que, además de tratar temas duros y polémicos, quiere vender libros y hace lo que llamamos trampas con el final, ese del que no podemos hablar para no desvelar demasiado. Si es eso, también aparece en "Tenemos que hablar de Kevin". He leído "El mundo después del cumpleaños" y recuerdo poco (también recuerdo poco de "Todo esto para qué"), pero creo que el final no era tan "tramposo". No obstante, me gusta como escribe y como se enfrenta a los problemas. No me parece que se quede corta. Aunque claro, no es tan rompedora como otros escritores norteamericanos.
    Un beso

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  3. Creo que este libro además de ser una recomendación tuya también es una lectura obligada dado que trabajo en el departamento de nutrición y yo, concretamente, asisto a personas con obesidad. Vamos que no me lo puedo perder.
    Lo que pasa en EEUU con la comida es esperpéntico, no tienen término medio, o comen hasta alcanzar las cotas más elevadas de obesidad o se obsesionan con la alimentación "sana" que les hace denostar el pan de trigo por "maligno" por poner un ejemplo.
    Lo curioso es que la alimentación es un tema que les preocupa mucho pero los resultados son bastante deprimentes. En ese país hicieron en 1945 un estudio sobre los efectos de la inanición y en el informe resultante se pueden leer algunas perlas como esta:"Resulta obvio que muchos de los rasgos distintivos del carácter norteamericano, como la abundancia de energía, la generosidad, el optimismo, derivan de ser el nuestro un pueblo bien alimentado" Ahí queda eso.
    Gracias por la reseña, Rosa. Un beso

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    1. Desde luego, no te lo puedes perder. El carácter americano tiene muchas cosas buenas de las que a veces, por desgracia, derivan cosas no tan buenas. Lo mejor que tienen es su capacidad de autocrítica que los buenos escritores ponen en práctica de manera despiadada y, a la vez, con mucho cariño por su país.
      Creo que te gustará esta autora y no solo este libro.
      Un beso.

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  4. No conozco a la autora, pero me atrae el tema de que hace trampas con los finales. Habrá que probar. Siempre me ha atraído la sociedad norteamericana, extremista en casi todo los asuntos de la vida. Feliz año.

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    1. Yo soy una ferviente admiradora de la cultura norteamericana con sus luces y sus sombras. Su cine puede ser muy malo, pero cuando es bueno, es el mejor, y su literatura es realmente una maravilla y esta autora, sin ser de lo mejor (ah, sus finales tramposos), la refleja muy bien.
      Un beso y feliz año.

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  5. Estupenda recomendación y más en estas fechas de derroche en todos los sentidos. No conocía a Lionel Shriver, me parece muy valiente abordar estos temas tan incómodos, aunque por lo que se comenta no llegué al final con todas sus consecuencias. En cualquier caso, me lo anoto.
    Saludos.

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    1. No es ese el problema que yo le veo (lo de llegar al final), sino lo de sus finales tramposos, que no dejan de tener su gracia. Como le digo a Josevi, no es la mejor autora de los USA, pero refleja muy bien su sociedad (para mí fascinante).
      Un beso.

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  6. Si, te doy la razón. Norte América es un paradigma en muchas cosas buenas y malas, como esta que parece contarnos esta autora "Tramposa". En el caso de la nutrición es algo obvio que los americanos no son un buen ejemplo a seguir con su comida "basura", la comida rápida y otras lindezas. Son exagerados en todo: desde su patriotismo exacerbado, sus enormes egos tan grandes como sus coches, a su forma de devorar sin ton ni son.
    Tienen de bueno esa auto-crítica a la que haces referencia y les salva de ser una nación cerrada en banda y puramente hedonista.
    Gracias por otra referencia estupenda.
    Un abrazo y Feliz nuevo año

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  7. Su cultura me tiene fascinada, co lo bueno y lo malo. Me pilló por el cine y la literatura y se confirmó cuando visité el país.
    Un beso enorme Francisco.

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  8. Como te comentaba, algo me falló que no acabé de meterme en la historia. Podrían ser cosas de la trama pero historias más inverosímiles a priori las he sentido reales. Me costó conectar tanto con Pandora como con Edison. Casí entendí más al marido y eso que en principio no es un tipo que caiga bien. Creo que es la forma en la que está escrita el motivo de que no me ha llegado, pues reconozco que las relaciones entre los personajes están bien planteadas. En algún sitio leí que la traducción no era muy buena. Podría ser eso pero tampoco sé si es verdad. No es un libro del que me haya ido de vacío pero tampoco le he sacado todo el partido que me hubiese gustado. Respecto a la trampa del final que comentáis, la verdad que al principio pensé: lo que me faltaba, pero, al final, fue lo que más me llegó del libro. Y reconozco que el 'otro final', por llamarlo de algún modo, me produjo algo de angustia. Y los libros están para provocar cosas, así que punto positivo ;)
    Besos

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    1. Como comentamos en comentarios anteriores, no es la mejor autora de Estados Unidos y en sus novelas siempre procura atrapar con finales sorprendentes en los que da una vuelta de tuerca más propia de la novela negra que de la novela de crítica social. A eso es a lo que yo, y creo que Carmen también, llamo finales tramposos que, como también digo, no dejan de tener su gracia.
      Por lo demás, creo que hace críticas muy buenas (es lo que más admiro de los escritores americanos; su crítica de un país al que adoran como todos los americanos), aunque no las lleve tan lejos como puede hacerlo Richard Ford o Richard Yates o Joyce Carol Oates que, por otra parte, son mucho mejores.
      Aun así, seguiré leyendo lo que publique Lionel Shriver.
      Un beso y muchas gracias por pasarte por aquí.

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