"La trenza" Laetitia Colombani

"Smita es una dalit, una intocable. Una «hija de Dios», en palabras de Gandhi. Alguien al margen de las castas, al margen del sistema, al margen de todo. Un grupo aparte, considerado demasiado impuro para relacionarse con los demás, escoria inmunda a la que hay que apartar, como se aparta el grano de la paja. Se cuentan por millones quienes, como Smita, viven fuera de las poblaciones y de la sociedad, en la periferia de la humanidad". Y sin embargo, hoy, su hija Lalita va a ir a la escuela por primera vez. Estamos en Badlapur, Uttar Pradesh, India y Smita ha ahorrado el dinero que ha convencido al maestro de que acoja a Lalita en su escuela como una alumna más. Y es que Smita no quiere que su hija a sus seis años la tenga que acompañar como ella acompañó a su madre con la misma edad. No quiere que su hija se vea condenada a su oficio de scavenger, los que hurgan en los desechos, los que limpian las letrinas de las castas superiores con sus propias manos desnudas. No quiere ver a su hija vomitar al borde del camino como su madre la vio a ella. 

Su madre le prometió que se acostumbraría, pero era mentira. "Una no se acostumbra. Smita aprendió a aguantar la respiración, a vivir en apnea. Hay que respirar, le dijo el médico del pueblo, mire cómo tose. Hay que comer. Smita perdió el apetito hace mucho tiempo. Ya no se acuerda de lo que es tener hambre. Come poco, lo estrictamente necesario, el puñado diario de arroz hervido que le impone a su cuerpo reacio". Por eso ella no quiere que su hija se vea condenada a su misma miseria. La librará de su karma. La impulsará hacia arriba. Llegará a ser alguien.

La vida de Giulia en su Sicilia natal está a punto de cambiar. Pronto tendrá que crecer y cargar sobre sus hombros más responsabilidades de las que le gustaría. Giulia es una chica rara. No busca marido frecuentando bares o salas de baile. Ella frecuenta la Biblioteca y allí pasa horas enteras leyendo. Al menos, las horas que le deja libre su trabajo en el taller del padre. El taller se dedica a fabricar pelucas y postizos con el pelo natural que el padre recoge en las peluquerías y por las casas. "En las peluquerías, el botín era más jugoso. A Giulia le gustaba la expresión de su padre cuando le daban una trenza larga, las más escasas y las más caras. La pesaba, la medía y tocaba los cabellos para comprobar la textura y el espesor. Pagaba, daba las gracias y volvían a irse". Luego, en el taller, los cabellos se lavan, se decoloran y se tiñen de nuevo.

Ahora, Giulia, se va a ver obligada a tomar sobre sí la responsabilidad del taller, pero lo que va a descubrir le hará no ya administrarlo, sino salvarlo de la ruina.

En Montreal, Sarah Cohen se dispone a comenzar un nuevo día. Su vida transcurre contra reloj. No puede permitirse el más mínimo fallo. Es una abogada de éxito que ha conseguido, a base de mucho esfuerzo, lo que en principio le estaba vedado a su sexo. Ha sido nombrada socia del bufete Johnson & Lockwood en el que trabaja. Su papel de madre debe quedar camuflado tras cualquier otra cosa. "Sabía que estaba mejor visto irse antes para «tomar una copa» que alegar problemas con la canguro. Era mejor mentir, inventar, echarle imaginación, cualquier cosa antes que confesar que tenía hijos, es decir, ataduras, vínculos, limitaciones". 

Tan bien ha disimulado sus afanes y con tanta dedicación se ha entregado al bufete que se rumorea que va a ser la próxima Managing Partner en sustitución de Johnson que ya va estando mayor.

Los capítulos de "La trenza"se suceden con un orden inquebrantable establecido por su título: Smita, Giulia, Sarah, Smita, Giulia, Sarah... Y nos van contando las historias independientes y a miles de kilómetros de distancia de estas tres mujeres. En Badlapur, Uttar Pradesh, India; en Palermo, Sicilia, Italia; en Montreal, Quebec, Canadá. Tres ambientaciones para tres historias que nada tienen que ver. Al menos en principio. 

Pero las historias avanzan. El primer día de escuela de Lalita no es lo que sus padres, sobre todo su madre, habían imaginado. Hay karmas que no son tan fáciles de anular y Smita se ve en la necesidad de huir de su casa, de su ciudad y de llevarse a su hija a un lugar en el que sus sueños de emanciparla y emanciparse se puedan hacer realidad. Huirá dejando a su marido a pesar de que siempre ha sido bueno con ambas, pero él no entiende su angustia, él acepta su destino como algo inevitable. Él seguirá cazando ratas con la única recompensa de quedarse con ellas, lo que "es una especie de privilegio, porque las ratas pertenecen a los jat, como los campos y todo lo que hay encima y debajo de ellos". Además asadas no están tan mal.

Giulia tendrá que reinventarse para poder mantener a flote el negocio y evitar perder el piso en el que vive con su madre y su hermana pequeña, además de seguir manteniendo a la mayor y a su marido. Para ello será definitiva una idea que le da Kamal, un sij al que ha conocido y con quién empieza a verse más a menudo de lo que a su madre le gustaría... si lo supiera. Es salvar el negocio o casarse por dinero con Gino Battagliola el chico que la pretende hace años. Pero Giulia prefiere lanzarse al abismo de un negocio incierto que renunciar a su taller, a su independencia y a Kamal.

A Sarah se le caerá el mundo encima cuando sea algo más que sus hijos lo que tiene que disimular en el bufete. Sus sueños, su casi seguro nombramiento de Managing Partner , su prestigio en el bufete, la confianza que casi todos tienen en ella... casi todos porque siempre hay envidias y recelos, a veces donde menos se esperan, que están esperando la menor debilidad, el menor tropiezo, para intentar trepar por encima de las espaldas de quien está débil. Nunca se hubieran atrevido cuando la persona era fuerte, pero en cuanto sus hombros se notan más humillados, más accesibles, se suben a ellos y patalean hasta hundirlos en el desprecio y la invisibilidad. Hay quienes solo trepando sobre los caídos logran hacerse ver.

Laetitia Colombani

Sabemos que las tres historias se van a encontrar en algún sitio. Pensamos en viajes de algunas de las mujeres que las reúnan en alguno de los escenarios. Llega un momento en que imaginamos por dónde puede llegar el encuentro, y justo por ahí es por donde llega.

Tres mujeres tan distintas y distantes que sus mundos no están destinados a cruzarse. Una intocable, una dalit de la India, lo más bajo entre lo bajo, condenada a pasarse "el día recogiendo la mierda de los demás con las manos desnudas"; una joven siciliana al frente del negocio familiar, un negocio a punto de venirse abajo porque cambian las costumbres y ahora, "inmersos en la vorágine de la vida moderna [...] los sicilianos ya no guardaban su pelo"; una prestigiosa abogada canadiense, socia de un bufete aún más prestigioso a la que, por ser mujer, le está costando muy caro mantener, a la vez que su vida familiar, "un título, un grado, su lugar en el mundo. Un logro, el trabajo de toda una vida. Su éxito, su territorio".  

Y sin embargo se cruzan. En un punto del camino algo las une y a partir de ese momento, sin que sepamos muy bien cómo, van a discurrir sus vidas en adelante, los caminos se abren y la posibilidad de liberación se abre y el futuro se presenta con perspectivas halagüeñas. 

Una sencilla novela de Laetitia Colombani, una actriz, directora de cine y escritora francesa, de la que no había leído nada, pero que ya pasa a formar parte de los escritores a los que seguiré la pista.

Título del libro: La trenza

Autora: Laetitia Colombani
Nacionalidad: Francia
Título original: La tresse

Traducción: José Antonio Soriano

Editorial: Salamandra

Año de publicación: 2018

Año de publicación original: 2017

Nº de páginas: 208