"La calle de las Camelias" Mercè Rodoreda

Había leído ya este libro en 1984 por lo que había pasado ya tiempo suficiente para que no recordara nada de él, salvo que me había dejado una molesta sensación de perplejidad e incomodidad. 
Antes de "La calle de las Camelias", había leído en 1983, "La Plaza del Diamante" creo recordar que alentada por la sensacional serie televisiva que por aquellos años se había visto en Televisión Española (es fácil recordarlo, no había otra televisión). 
Ambas novelas tratan de mujeres tristes; tal vez ellas no sepan que lo son, pero transmiten esa sensación de una manera rotunda. Ambas novelas tratan de mujeres muy distintas con vidas muy distintas, casada una, soltera y pasando de hombre a hombre la otra, pero ambas víctimas del machismo imperante, de su propia incapacidad o de la imposibilidad impuesta por las circunstancias para tomar las riendas de su vida y dar un giro que las lleve por otros derroteros más amables. Casi no me acuerdo de Colometa y sus aventuras con Quimet en "La Plaza del Diamante", pero sé que esa es la sensación que tengo cada vez que la recuerdo.
Si he leído ahora "La calle de las Camelias" es para participar en el reto "50 años" (se cumplieron en este 2016 los cincuenta años de la publicación de la novela) que Lourdes ILGR ha propuesto en su blog "El despertar de un libro". El martes trece tuvo lugar la tertulia en facebook en el grupo "Los libros de Carmen y amig@s".
Mercè Rodoreda escribió esta novela, publicada en 1966, así como "La plaza del Diamante", en Ginebra a donde la habían llevado los acontecimientos políticos. Exiliada de España tras la Guerra Civil por miedo a que su colaboración con publicaciones en catalán y de izquierdas pudiera traerle problemas, en enero de 1939 huyó a Francia y se instaló en París. Tras vivir en varios lugares de Francia huyendo de los nazis, volvió a París en 1946 y allí permaneció hasta 1954 en que se instala en Ginebra con su compañero, Armand Obiols que trabajaba allí como traductor para la UNESCO. No regresaría a España hasta 1972.
La novela está escrita en primera persona por su protagonista, Cecilia. Con un lenguaje sencillo, desprovisto de cualquier tipo de afán de juicio o valoración, nos va contando su vida, y cuesta entender tanta calma, tanta objetividad, tanta falta de resentimiento ante los hechos que se van narrando
La vida de Cecilia Ce, la protagonista de "La calle de las Camelias", es aún más terrible que la de Colometa, porque Cecilia no llegará a conoce el amor, más o menos tortuoso pero amor, un amor en el que encontrar referencias, al que agarrarse en momentos de desconcierto. En al vida de Cecilia, los momentos de desconcierto son solo eso y no dejan nada con lo que sacudírselo de encima.
Cecilia no conoció a sus padres. La "abandonaron en la calle de las Camelias, al pie de la verja de un jardín. El sereno me descubrió de madrugada". Los señores de la casa decidieron quedársela tras pensarlo y sopesar la idea de entregarla a las monjas, pero el señor la cogió y la llevó a ver el jardín y le enseñó las flores que lucían espectaculares en la primavera y aquella noche floreció el cacto sin tierra que nunca había tenido flores y se rió cuando la cogieron en brazos y se la quedaron. 
Decidieron que tenía tres meses y como en el papel que tenía cogido por un imperdible al babero ponía Cecilia Ce (escrito por alguien que no sabía mucho de letras), así la inscribieron en el registro, aunque solo la llamaban Cecilia. Y el cacto sin tierra seguía floreciendo, pero solo una vez al año coincidiendo con la fecha en que la encontraron.
Desde pequeña Cecilia se escapaba de casa. Salía en busca de su padre "porque la noche anterior, despierta aún, había visto caer del techo una lluvia de estrellas de todos los colores  y, entre tantas estrellas, confusamente, había visto su cara".
Cecilia va creciendo rodeada del cariño de la pareja que la ha recogido y de la expectación de los vecinos que continuamente especulan sobre quiénes pueden ser sus padres, ricos o pobres, cultos o ignorantes, decentes o delincuentes. Jaime y Magdalena la quieren, la cuidan e incluso comprometen sus ahorros por hacerle un vestido a la Virgen como cumplimiento a una promesa hecha ante una enfermedad de Cecilia en que creyeron que se moría... y sin embargo, la sensación que me queda, sin que se diga explícitamente, es que nunca la sintieron como propia, o Cecilia nunca sintió que la sintieran como propia, o Cecilia nunca los sintió como propios. Hay un cierto extrañamiento entre la niña y la pareja. Ella nunca se ha sentido su hija y quizás esa sensación que me queda proviene más de un sentimiento de ella que de los propios Jaime y Magdalena. O tal vez venga del hecho de que siempre la hacían aprovechar las sábanas viejas...
Mercè Rodoreda
Y así transcurre la infancia de Cecilia. Y llega y pasa la guerra, o más bien pasa la novela de puntillas junto a la guerra porque a Cecilia lo único que le depara es alegría y quitarse la medalla al salir de casa y caminar por la calle cuando suenan las sirenas y ver a los adultos asustados y la ausencia de un amigo.
Y la vergüenza de la primera sangre que manchó las sábanas y que también sucedió durante la guerra porque Cecilia crece y llaga un momento en que, ante un espejo, ve que toda ella ha cambiado y "me iba enamorando de mí misma [...] lo que sentí no puede explicarse con palabras: que yo no era como los demás, que era diferente, porque [...] fuera del espejo era lo que se enamora y dentro del espejo era lo enamorado".
Con el fin de la guerra recupera a su amigo Eusebio que ha crecido como ella y con él va un día a visitar su chabola y no vuelve más a la casa donde ha pasado su infancia. Como si la casa, nos dice, y los señores y todo lo que aquel mundo había encerrado durante años no hubiera sido más que un cuento de los que se les cuenta a los niños en noches de lluvia para tranquilizarlos.
A partir de ese momento, la vida de Cecilia es una inconsciente búsqueda sin fin. Busca el amor que nunca tuvo y lo busca en los hombres, tal vez porque nunca añoró ni salió a buscar a su madre, pero sí quería encontrar a su padre y soñaba con quién podría ser.
La lista interminable de hombres con los que no consigue lo que anhela, se va sucediendo en su vida sin dejarla más que tristeza, frustración, dolor, miedo, desesperanza. Eusebio, Andrés, Marcos, Cosme, Esteban, Eladio. Y la soledad y la dependencia y las Ramblas. Hasta que un día se da cuenta, de nuevo ante un espejo de que "tenía que vivir hasta la muerte. Una vida son muchos días. Me erguí tan alta como era y le dije a la Cecilia del espejo que tenía que hacer algo si no quería morir en una cama de hospital y acabar enterrada de cualquier manera".
Y Cecilia continua su viaje y su búsqueda hasta que termina topándose con el principio, y en la búsqueda de quien la encontró vuelve a encontrase con su nombre y con la vida que abandonó y, tal vez, con una esperanza para el futuro.
Un viaje con retorno que termina, al menos para nosotros, cuando alguien le pregunta ""¿Qué has hecho en la vida?" Estuve a punto de decirle que me la había pasado buscando cosas perdidas y enterrando enamoramientos, pero no respondí, como si no le hubiese oído".  
A veces las respuestas duelen más que las preguntas.



Comentarios

  1. ¡Oh! qué triste historia la de Cecilia. Estupenda reseña con frases impactantes.
    Yo leí "La plaza del Diamante" pero apenas recuerdo la otra historia, la de Columeta (aquí va un guiño a una personita).
    Abarcas todo, Rosa. Me fascina que te apuntes a esos retos de lectura.

    Un beso y feliz día.

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    1. Leí "La plaza del Diamante" tras ver la serie y la verdad es que casi no recuerdo nada más que la sensación que me dejó Colometa 😉 de tristeza y desvalimiento. Esta Cecilia, es aún más triste, pero quizás por eso su vida sea también más interesante.
      Me gusta apuntarme a todo y me tengo que reprimir porque luego no tengo tiempo "pa na".
      Un beso.

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  2. No he leído nada de esta autora, pero es que en estos momentos no me apetece mucho leer historias lacrimógenas. Preciosa reseña, Rosa. Besos

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    1. Ella lo cuenta de un modo que le quita todo dramatismo y la verdad es que no he encontrado la novela lacrimógena, ahora, triste lo es y mucho.
      Un beso.

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  3. hola rosa! como siempre descubrimos cosas contigo. un placer!

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    1. Me alegro de haberos descubierto esta novela. Os gustará si os animáis.
      Un beso.

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  4. Ayyyy qué recuerdos. Yo vi la serie con 9 o 10 años y claro, no la entendí como debería, aunque recuerdo que me fascinaba la elegancia de Silvia Munt, es tan diferente...y unos años después mi madre me regaló el libro. Y al ver que me había gustado, para Reyes me regaló La calle de las camelias, que me gustó pero de otra forma.

    No he vuelto a releerlos y me he dado cuenta de lo olvidados que los tenía, mil gracias por estos recuerdos.
    Besos.

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    1. Yo tampoco las había prestado atención desde que las leí a principios de los ochenta y me ha encantado leer de nuevo esta novela y charlas de ella en la tertulia. Creo que esta vez la he comprendido, no sé si mejor, pero sí de otra forma distinta a la primera lectura. Claro después de más de treinta años "nosotros los de entonces, ya no somos los mismos".
      Un beso.

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  5. Yo tengo más reciente la colometa porque la leí el año pasado y, aunque a priori podría pensarse que Natalia y Cecilia son muy parecidas, coincido contigo en que son dos mujeres muy diferentes. A mí Cecilia me ha parecido un personaje bastante más complejo, incluso no la he llegado a comprender del todo.
    Al principio también pensé que el matrimonio que la cría no la llega a sentir como su hija. Sin embargo, tras el capítulo final me quedé con la sensación de que es Cecilia quien no los ha sentido como su familia. Tal vez ellos no hayan sabido transmitírselo, no sé.
    Me ha gustado mucho tu reseña (coincidimos en varios detalles) y me ha encantado volver a leer a Mercè Rodoreda y participar en la tertulia.
    Besos

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    1. Yo creo que ella nos e llega a sentir nunca parte de la familia, y esa sensación se transmite muy bien. Ellos la querían, sobre todo el señor, pero creo que tampoco fueron capaces de hacérselo sentir, aunque por parte de ellos. creo que puede ser una cuestión de edad. Ya no son muy jóvenes y es posible que de haber sido hija verdadera, tampoco hubiesen sido capaces de hacerla sentir como hija.
      Yo también creo que Colometa y Cecilia son mujeres muy distintas; con muchas cosas en común, pero esencialmente distintas.
      Un beso.

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  6. Yo también vi la serie televisiva La Plaza del Diamante pero no llegué a leer el libro, o quizás sí porque, igual que tú, la serie me animó a hacerlo pero leyéndote he caído en la cuenta de que no me acuerdo de nada. ¡Qué desastre de memoria!
    De esa obra, o de la serie, lo que sí recuerdo es que unos amigos catalanes me empezaron a llamar Colometa.
    De esta novela que nos traes me ha gustado leer tus impresiones y lo que nos cuentas pero no creo que me decida a leer la novela en sí. Demasiada tristeza. Esta la dejo pasar.
    Un beso.
    P.D. ¿Está nevando en tu blog?

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    1. Me parece precioso que te llamaran Colometa. Palabra y nombre son muy bonitos. Yo de la serie de "La plaza del Diamante" recuerdo una cosa que se repite mucho y que a mi madre y a mí nos hacía mucha gracia y hasta el día de hoy lo usamos como coletilla: cuando Quimet de repente decía "Pobre María". Y nadie sabía quien era María. Es una historia muy bonita que no voy a contar por si alguien ve la serie.
      Sí, Kirke, está nevando en mi blog, pero nieva poco y cuando quiere. Yo quería que nevara "un poquito" más, ya que la nieve real empieza a ser un bien escaso.
      Un beso.

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  7. La verdad es que las protagonistas de Rodoreda siempre se quedan con uno. Yo ya conocí a Natalia (Colometa) y Aloma hace mucho años. Y ahora Cecilia. Todas diferentes, todas con un fondo triste y melancólico por diferentes motivos, sus motivos que a veces ni ellas mismas conocen. Y todas maravillosas. Ahora son tres que no olvidaré. Sus historias están llenas de una especie de melancolia y de una fuerza contenida y de mucha mucha humanidad. Es imposible juzgarlas, en cambio es muy fácil conectar con ellas y llegar a quererlas.
    Muchas gracias por participar Rosa. Y gracias por tu reseña, la has escrito de una manera que me ha recordado cada momento que explicas.
    Un besote.

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    1. No conozco a la tercera mujer Rodorediana (qué difícil ha resultado inventar esta palabra). Pero la conoceré en breve porque quiero completar el trío. Y es posible que relea "La plaza del Diamante". Será interesante ver antes de olvidarse de la anterior, como trata la autora el tema de la soledad, la tristeza, la vulnerabilidad, por medio de tres personajes distintos.
      Jamás se me ocurriría juzgarlas y una de las cosas que más admiro es que ellas tampoco nos juzgan ni nos guardan resentimiento. Y sí, es muy fácil quererlas. La verdad es que dan ganas de ayudarlas de alguna manera, aunque me temo que no sería posible.
      Un beso.

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  8. Yo creo que el exilio voluntario de "Mercé" la predispuso a construir estos personajes femeninos con tanta tristeza, desvalimiento y desolación. Recuerdo la serie de "la plaza del Diamante" cuando era bastante más joven y mis sensaciones eran justamente esas: Mucho gris, mucha lágrima y cara mustia. A parte que la protagonista era más bien escurrida de carnes y con grandes ojos tristes.
    Como te ha dicho Chelo: ¡Te apuntas a todo! es de admirar lo mucho que abarcas.
    Besos

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    1. No creo que de haberse quedado en España hubiera desarrollado otro tipo de personajes. No tienen nada que ver con ese tipo de circunstancias, sino con un desvalimiento intrínseco de la persona, un buscar el afecto y el amor y ser incapaz de encontrarlo que se arrastra desde la infancia. Igual me equivoco, pero creo que el exilio no fue determinante en ese sentido.
      Un beso.

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  9. Me leí las novelas más destacadas de Mercé Rodoreda hace muchos años. Me encantaron, pese a lo dramática que puedan ser. La tengo entre las escritoras de este pais más importantes. Muchas gracias por hacérmela recordar. Un beso, Rosa.

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    1. No escribió mucho y alguna de sus novelas como Aloma, solo la encuentro en catalán. Yo solo he leído estas dos, pero me encantan sus personajes tan vulnerables y frágiles, pero tan valientes a la vez. Una escritora que creo que no ha sido lo suficientemente valorada.
      Un beso.

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    2. Aloma la leí en español hace años. La debo tener en algún estante perdido, por ahí. Espejo roto, La plaza de diamante, Aloma, La calle de las camelias,.. Son buenas obras.
      Un beso.

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  10. A la vista de esta reseña tuya, me parece que he leído, aun sin haberlo hecho, algo más que "La calle de las camelias", Rosa. Suele ocurrirme con tus valoraciones.
    Un abrazo fuerte

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    1. Muchas gracias, Juan. Una autora que tenía olvidada y que he recuperado gracias a una tertulia. Como las que solemos recuperar o descubrir en la nuestra.
      Un beso.

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