"La mirada de los peces" Sergio del Molino
"Crecí en una casa comunista, de un comunismo ambiental y sin carnet que glorificaba la educación y las buenas notas. Mi madre votó no a la OTAN en el ochenta y seis y mi abuelo era de Carrillo, aunque para entonces ni el propio Carrillo fuera de Carrillo. No te puedo dejar nada, decía mi madre, lo único que tengo para tu futuro es que estudies". Empiezo a verme un poco retratada en el autor, aunque en mi infancia la que era de Carrillo era mi bisabuela; mis padres, aunque de izquierdas, estaban más despolitizados. Toda su vida había transcurrido en plena dictadura y nadie se atrevía a hablar de política. Es lo que tiene ser unos cuantos años mayor que Sergio del Molino.
Difícil me resulta calificar este libro. Lo he visto considerado como novela, aunque no me lo parece. Podría encuadrarse dentro de las memorias o del ensayo, pero no responde al cien por cien a ninguna de las dos descripciones. Y entonces me pregunto (me vuelvo a preguntar como en otras ocasiones) si es necesario clasificarlo, etiquetarlo, asignarle un género para poder entenderlo y disfrutarlo.
Sergio del Molino nos cuenta experiencias propias, la mayoría de ellas centradas alrededor de un antiguo profesor de filosofía que llegó un buen día al instituto público de Zaragoza en que estudiaba a sacarles del aburrimiento. "Nos aburríamos. Me atrevo a usar la primera persona del plural e incluir a todos porque cada vez que levantaba la vista encontraba la misma viscosidad legañosa, las mismas espaldas retorcidas, los mismos intentos desesperados por no bostezar y caer muertos sobre las mesas". Era el año 1996 y Antonio Aramayona llegó a aquel instituto a revolucionar las aulas y el claustro. Venía de otro instituto en el que ya había dejado su huella en forma de alumnos que le seguían de manera incondicional, con los que le uniría la amistad más allá de las aulas.
Antonio Aramayona era un interino de los que saltaban de un instituto a otro según las necesidades, según las vacantes. Entonces iba con muleta y coche adaptado. Mucho antes de su muerte escogida y programada, el 5 de julio de 2016, se trasladaba permanentemente en silla de ruedas. En la silla de ruedas en que asistía a las manifestaciones por la escuela pública, por un estado laico, por el derecho a una muerte digna, los tres ejes de su ideología que podríamos resumir en uno solo y categórico: libertad.
En silla de ruedas y con camiseta verde, la que defendía la educación pública, pasó 23 meses seguidos (desde junio de 2013 hasta abril de 2015) a la puerta de la Consejera de Educación del Gobierno de Aragón protestando por los recortes y exigiendo una educación pública y laica. La misma silla de ruedas con la que participó en los sucesos del 15M y que le hizo denominarse a sí mismo como "un perroflauta motorizado".
Pero "La mirada de los peces" no es, como yo había pensado antes de leerlo, la historia de Antonio Aramayona y de cómo puso fin a su vida de forma voluntaria y anunciada; no es el relato de las causas que pueden llevar a un hombre a escoger la libertad hasta sus últimas consecuencias. Este libro incalificable es la mirada hacia atrás de un hombre, el autor, que se recuerda hace veinte años y va dando testimonio de lo que le influyó entonces y de cómo fue cambiando, de cómo la vida le fue cambiando y pasó de admirar sin condiciones a su profesor, a ser crítico con muchas de sus actitudes: su afición a llamar la atención, su militancia ideológica que tenía mucho de religioso; su arrogancia impertinente y provocadora "Ni Groucho ni Antonio tenían la seguridad de que no les fueran a partir la cara por sus impertinencias. No se atreverán conmigo, pensaba, pero una parte de él deseaba que se atreviesen". Pasó de admirarle con la rotundidad de la adolescencia, a pensar que había estado obnubilado por él, para volver, al cabo del tiempo, a ser consciente de lo mucho que su formación como persona y como escritor le debía.
Pero también es la historia de una época, de los jóvenes de barrio que escuchaban a Barricada, Radiohead, Iron Maiden; de los que temían, durante una época, encontrarse con los skins.
A mediados de los noventa San José era un barrio triste, sin glamour, con olor a fritanga a la hora de la cena en los patios de luces, con descampados que daba miedo atravesar, pero que jamás se dejaban de atravesar: estaba en juego el honor. En San José los jóvenes fumaban porros, tomaban tripis, y se preparaban para la FP de la que solo se libraban los más listos y afortunados. Y entre las intenciones del autor (más bien elusiones dice) estaba la de "eludir el centro de FP y alcanzar la universidad, pero no por vocación académica, sino como única escapatoria del centro de FP". Tenía claro que quería escribir, pero aparte de escribir, tal vez pensaba que la universidad le haría conocedor del secreto de la madre de Rafa que se lamentaba de no haber sabido a los veinte años lo que sabía a los cuarenta: ¿qué sabía la madre de Rafa a los cuarenta?
Y de 1993 y 1996, salta a 2015 y a 2016 y nos cuenta por encima (ya lo contó con profundidad de catarsis en su libro "La hora violeta") cómo se perdió los sucesos del 15M, que le darían fama al maestro Aramayona, porque estaba encerrado en un hospital viendo morir a su hijo. Y nos contará cómo entró en contacto con el periodista Jon Sistiaga que realizó un documental sobre Antonio Aramayona y su suicidio en el que participaron algunos de sus alumnos privilegiados, de los que estaban entre los favoritos, porque como muchas grandes personas, el maestro tenía sus miserias y para los que no formaban parte del grupo de los elegidos, podía ser cruel y puñetero. El documental forma parte de la serie Tabú, dedicada por Jon Sistiaga a la muerte y en la que también hay un episodio en el que se trata la muerte de Pablo, el hijo de Sergio del Molino.
Dejo el enlace de la primera parte de las tres de que consta el episodio de Tabú dedicado a la muerte de Antonio Aramayona. Las otras dos partes se encuentran con facilidad en youtube.
También en su blog, "La utopía es posible", dejó Antonio Aramayona una entrada póstuma, programada entre las tres que se publicaron el día de su muerte, explicando los motivos que le llevaban a tomar esa decisión. En una de las tres entradas, el texto es leído con su propia voz.
He visto las tres partes del documental (he visto la camisa con avioncitos de la Primera Guerra Mundial de la que nos habla Sergio del Molino). Fue el propio Antonio Aramayona quien quiso que se hiciera, quien eligió a los privilegiados que iban a participar en él, quien quería leer lo que Sergio del Molino iba escribiendo de este libro.
En el documental se repite la misma escena aunque con distintos interlocutores: Antonio da sus razones para su muerte a quienes tratan de disuadirle.
No quiero juzgar. Cada uno gestiona su vida y su muerte a su manera, pero no puedo dejar de opinar. Demasiado ruido. Como le dice una de las participantes, habla con gran solemnidad y la solemnidad procede del ego. Demasiado ego. Es como si dijera: "Voy a morir, pero os vais a enterar todos". Para mí, tanta publicidad le quita un poco de sentido al hecho. Morir es para mí un acto íntimo, el pudor me impediría airearlo en un blog o un documental.
Paso las páginas de "La mirada de los peces", leo sobre Antonio Aramayona y un sentimiento de cierto hartazgo me vence. Lo veo con la ingenuidad arrogante de quien empieza a enfrentarse a la vida y aún no le han partido nunca la cara. Lo veo exhibicionista, deseoso de publicidad, casi casi soberbio en sus convicciones sin la menor sombra de duda (a pesar de que son mis propias convicciones). Sus actitudes no me encajan con una persona adulta, rondando los setenta años, una persona que "toma treinta y una pastillas al día, [...] Ha pasado unas cuantas veces por el quirófano. Ha estado a punto de morir sin ayuda en varias ocasiones, entre ellas, en un ictus. Le han abierto el pecho y manoseado el corazón, un corazón que late sin metrónomo. Se le ha apuntado un principio de Parkinson. No tiene setenta años aún, pero está casi roto". Roto el cuerpo, intacto el espíritu como el espíritu sin estrenar y sin mácula de un adolescente. Y entonces pienso que en él persiste el niño que fue, el adolescente que fue. La persona vulnerable que busca amor como manifiesta en las palabras finales del documental: "No quiero en absoluto que me consideren ni loco ni héroe ni mártir. Quiero solamente que se atrevan, que se atrevan. Incluso estando completamente en desacuerdo con mi muerte que piensen, que piensen, que piensen... y si es posible que me quieran un poquito".
La persona sabia que tal vez no aprendió nada nuevo desde los veinte años porque ¿qué se aprende con la madurez? Finalmente, Sergio del Molino, tras pasar por la Universidad, golpeado por la vida en lo más hondo, con unos cuantos libros a sus espaldas, cuando ya anda cerca de los cuarenta años, sigue sin saber el secreto de la madre de Rafa "¿Qué sé yo ahora que no supiese a los veinte? Poco, y nada que me sirviera hace veinte años, que me ayudase a decidir mejor o tan siquiera a comportarme con algo más de elegancia. En veinte años sólo he aprendido a fingir y a disimular, pero se me sigue escapando qué sabía la madre del Rafa".
Antonio Aramayona ni siquiera aprendió a disimular y a fingir, como hacemos los demás. Se olvidó de aprender de modestias y pudores. Él quería amor, quería admiración, siempre quiso que se supiera que vivía y moría como pensaba, quería hacer de su muerte un poco del espectáculo que había hecho también de su vida. Estaba en su derecho y creo que por fin lo he entendido.
Difícil me resulta calificar este libro. Lo he visto considerado como novela, aunque no me lo parece. Podría encuadrarse dentro de las memorias o del ensayo, pero no responde al cien por cien a ninguna de las dos descripciones. Y entonces me pregunto (me vuelvo a preguntar como en otras ocasiones) si es necesario clasificarlo, etiquetarlo, asignarle un género para poder entenderlo y disfrutarlo.
Sergio del Molino nos cuenta experiencias propias, la mayoría de ellas centradas alrededor de un antiguo profesor de filosofía que llegó un buen día al instituto público de Zaragoza en que estudiaba a sacarles del aburrimiento. "Nos aburríamos. Me atrevo a usar la primera persona del plural e incluir a todos porque cada vez que levantaba la vista encontraba la misma viscosidad legañosa, las mismas espaldas retorcidas, los mismos intentos desesperados por no bostezar y caer muertos sobre las mesas". Era el año 1996 y Antonio Aramayona llegó a aquel instituto a revolucionar las aulas y el claustro. Venía de otro instituto en el que ya había dejado su huella en forma de alumnos que le seguían de manera incondicional, con los que le uniría la amistad más allá de las aulas.
Antonio Aramayona era un interino de los que saltaban de un instituto a otro según las necesidades, según las vacantes. Entonces iba con muleta y coche adaptado. Mucho antes de su muerte escogida y programada, el 5 de julio de 2016, se trasladaba permanentemente en silla de ruedas. En la silla de ruedas en que asistía a las manifestaciones por la escuela pública, por un estado laico, por el derecho a una muerte digna, los tres ejes de su ideología que podríamos resumir en uno solo y categórico: libertad.
Antonio Aramayona a la puerta de la Consejera Dolores Serrat |
Pero "La mirada de los peces" no es, como yo había pensado antes de leerlo, la historia de Antonio Aramayona y de cómo puso fin a su vida de forma voluntaria y anunciada; no es el relato de las causas que pueden llevar a un hombre a escoger la libertad hasta sus últimas consecuencias. Este libro incalificable es la mirada hacia atrás de un hombre, el autor, que se recuerda hace veinte años y va dando testimonio de lo que le influyó entonces y de cómo fue cambiando, de cómo la vida le fue cambiando y pasó de admirar sin condiciones a su profesor, a ser crítico con muchas de sus actitudes: su afición a llamar la atención, su militancia ideológica que tenía mucho de religioso; su arrogancia impertinente y provocadora "Ni Groucho ni Antonio tenían la seguridad de que no les fueran a partir la cara por sus impertinencias. No se atreverán conmigo, pensaba, pero una parte de él deseaba que se atreviesen". Pasó de admirarle con la rotundidad de la adolescencia, a pensar que había estado obnubilado por él, para volver, al cabo del tiempo, a ser consciente de lo mucho que su formación como persona y como escritor le debía.
Pero también es la historia de una época, de los jóvenes de barrio que escuchaban a Barricada, Radiohead, Iron Maiden; de los que temían, durante una época, encontrarse con los skins.
A mediados de los noventa San José era un barrio triste, sin glamour, con olor a fritanga a la hora de la cena en los patios de luces, con descampados que daba miedo atravesar, pero que jamás se dejaban de atravesar: estaba en juego el honor. En San José los jóvenes fumaban porros, tomaban tripis, y se preparaban para la FP de la que solo se libraban los más listos y afortunados. Y entre las intenciones del autor (más bien elusiones dice) estaba la de "eludir el centro de FP y alcanzar la universidad, pero no por vocación académica, sino como única escapatoria del centro de FP". Tenía claro que quería escribir, pero aparte de escribir, tal vez pensaba que la universidad le haría conocedor del secreto de la madre de Rafa que se lamentaba de no haber sabido a los veinte años lo que sabía a los cuarenta: ¿qué sabía la madre de Rafa a los cuarenta?
Y de 1993 y 1996, salta a 2015 y a 2016 y nos cuenta por encima (ya lo contó con profundidad de catarsis en su libro "La hora violeta") cómo se perdió los sucesos del 15M, que le darían fama al maestro Aramayona, porque estaba encerrado en un hospital viendo morir a su hijo. Y nos contará cómo entró en contacto con el periodista Jon Sistiaga que realizó un documental sobre Antonio Aramayona y su suicidio en el que participaron algunos de sus alumnos privilegiados, de los que estaban entre los favoritos, porque como muchas grandes personas, el maestro tenía sus miserias y para los que no formaban parte del grupo de los elegidos, podía ser cruel y puñetero. El documental forma parte de la serie Tabú, dedicada por Jon Sistiaga a la muerte y en la que también hay un episodio en el que se trata la muerte de Pablo, el hijo de Sergio del Molino.
Dejo el enlace de la primera parte de las tres de que consta el episodio de Tabú dedicado a la muerte de Antonio Aramayona. Las otras dos partes se encuentran con facilidad en youtube.
También en su blog, "La utopía es posible", dejó Antonio Aramayona una entrada póstuma, programada entre las tres que se publicaron el día de su muerte, explicando los motivos que le llevaban a tomar esa decisión. En una de las tres entradas, el texto es leído con su propia voz.
He visto las tres partes del documental (he visto la camisa con avioncitos de la Primera Guerra Mundial de la que nos habla Sergio del Molino). Fue el propio Antonio Aramayona quien quiso que se hiciera, quien eligió a los privilegiados que iban a participar en él, quien quería leer lo que Sergio del Molino iba escribiendo de este libro.
En el documental se repite la misma escena aunque con distintos interlocutores: Antonio da sus razones para su muerte a quienes tratan de disuadirle.
No quiero juzgar. Cada uno gestiona su vida y su muerte a su manera, pero no puedo dejar de opinar. Demasiado ruido. Como le dice una de las participantes, habla con gran solemnidad y la solemnidad procede del ego. Demasiado ego. Es como si dijera: "Voy a morir, pero os vais a enterar todos". Para mí, tanta publicidad le quita un poco de sentido al hecho. Morir es para mí un acto íntimo, el pudor me impediría airearlo en un blog o un documental.
Sergio del Molino |
La persona sabia que tal vez no aprendió nada nuevo desde los veinte años porque ¿qué se aprende con la madurez? Finalmente, Sergio del Molino, tras pasar por la Universidad, golpeado por la vida en lo más hondo, con unos cuantos libros a sus espaldas, cuando ya anda cerca de los cuarenta años, sigue sin saber el secreto de la madre de Rafa "¿Qué sé yo ahora que no supiese a los veinte? Poco, y nada que me sirviera hace veinte años, que me ayudase a decidir mejor o tan siquiera a comportarme con algo más de elegancia. En veinte años sólo he aprendido a fingir y a disimular, pero se me sigue escapando qué sabía la madre del Rafa".
Antonio Aramayona ni siquiera aprendió a disimular y a fingir, como hacemos los demás. Se olvidó de aprender de modestias y pudores. Él quería amor, quería admiración, siempre quiso que se supiera que vivía y moría como pensaba, quería hacer de su muerte un poco del espectáculo que había hecho también de su vida. Estaba en su derecho y creo que por fin lo he entendido.
Tengo "La mirada de los peces" desde hace un mes o dos sobre la mesa pero después de haber leído "La hora violeta" (¡qué belleza nacida de un dolor tan grande!) no me he atrevido aún a ponerme con él. Lo haré sin duda en algún momento.
ResponderEliminarTu reseña la veo plena de sinceridad. Desde luego que el tal profesor parece un exhibicionista a pesar de su mucha sabiduría. Por lo que saco en claro de tu reseña me da la sensación de que el mundo mediático (Jon Sistiaga, Sergio del Molino y el mismo suicida) está por encima de quienes lo protagonizan. Me explico: creo ver demasiado espectáculo en esta -como muy bien dices tú- legítima pero íntima decisión.
Desde luego más que la personalidad del profesor de filosofía me atrae del libro el magnífico lenguaje lindante con la poesía que espero se encontrará en este libro igual que lo encontré en "La hora violeta". Y a la pregunta de ¿qué sabe ahora la madre de Rafa que no sabía cuando tenía veinte años? yo me atrevo a responder con el verso de Gil de Biedma: "que la vida iba en serio".
Una magnífica reseña la tuya, Rosa, que me anima a leer este libro mitad memorias mitad ensayo de Sergio del Molino
Un beso
Tengo ganas de leer "La hora violeta". A ver si lo coloco entre tanto pendiente porque ya hay autores que quería leer enteros y van quedando rezagados.
EliminarHay mucho de exhibicionismo en la actitud de Aramayona, mucho de la militancia quasi religiosa con que nos tomábamos la ideología a los veinte años. Por eso digo que tal vez él no aprendió a disimular ni a fingir que es una de las cosas que se aprenden con los años y nos arruinan la espontaneidad de la juventud. Yo creo que a eso se refiere Sergio del Molino cuando dice que a los cuarenta no ha aprendido nada útil que no supiera a los veinte años, porque todo lo que aprendemos nos roba frescura y sinceridad.
No dejes de leer el libro.
Un beso
Totalmente de acuerdo con tu interpretación de esta lectura. No me atraía demasiado comenzar el libro pero, debo reconocer que lo leí con interés .
ResponderEliminarMe han gustado mucho más las reflexiones del autor que la vida exhibicionista del profesor.
No se me ocurre mucho más que decir. A pesar de todo lo dicho, creo que hay lecturas más interesantes. Un beso
A mí también lo que más me ha gustado son las reflexiones del autor, pero es que cuando estas se centran en la vida del profesor, por contradictoria y exhibicionista, se vuelven de lo más interesante.
EliminarSiempre hay lecturas mejores, pero a mí esta es de las que más me han gustado.
Un beso.
Ay otro libro que quiero leer, es que tus reseñas son adictivas.
ResponderEliminarMe interesa la vida del profesor exhibicionista, del autor que vivió su juventud en la misma época que yo, con padres comunistas, con mítines de Carrillo y La Pasionaria...
Besos y esta noche veré el documental con calma.
Ay, qué suerte tener la edad del autor, quién la pillara, ja,ja.
EliminarEl documental se ve muy bien. Las otras dos partes están en youtube. Es "Tabú: y al final, la muerte", por si te lías que yo me lié un poco. Es muy curioso y espero que te guste. Yo lo vi con mucho interés, pero lo que sí me ha gustado es el libro.
Un beso.
Preciosa reseña, Rosa, aunque a mi me frena lo de que ni sea novela, ni ensayo. Tampoco la trama me atrae en absoluto, así que en esta ocasión lo voy a dejar pasar. Besos
ResponderEliminarVaya, no se puede convencer a todo el mundo, ja, ja. Bueno, ahora en serio. Entiendo que no te atraiga. Yo, sobre todo, leo novela y el resto me suele frenar un poco, pero este libro lo he leído con más interés que muchas novelas.
EliminarUn beso.
Pues respondo a Sergio del Molino, ya que somos de la misma quinta. A los cuarenta me he dado cuenta de que con veinte años no me enteraba por donde me venían y estaba equivocado en casi todo. El problema es que aún sigo sin enterarme, la única diferencia es que me doy cuenta. Y es mucho peor.
ResponderEliminarEn fin, me gusta Sergio del Molino, ya se lo dije a Juan Carlos en su blog. Me gusta, como en tu reseña, que se valore a Aramayona con cierta perspectiva. Y vaya, me gusta tu reseña. Llevaba unas semanas sin poder entrar en la blogosfera, con mucho lío aquí y allá. Desde luego, leerte es la mejor manera de volver. Espero recuperar sensaciones de cara al verano.
Un abrazo.
Gerardo, se te echaba de menos. Me alegro de verte de nuevo por aquí.
EliminarSergio del Molino es mucho más crítico que yo con Aramayona. He leído algunas entrevistas y allí se explaya más. Es que creo que Aeramayona es un personaje muy criticable (en el buen sentido) pues resulta muy contradictorio y con luces y sombras. Yo he conocido algún profesor de su estilo (seguro que tú también) y no terminan de ser del todo de mi agrado, aunque no puedo dejar de sucumbir a cierto influjo que destilan.
Te rcomiendo este libro que pienso que te gustará.
Además, me imagino que eres de la edad del autor. Yo comparto con él el ojo vago, la falta de visión en tres dimensiones y la escasa visión periférica (y es el único que conozco), pero en cuanto a edad...
Un beso.
Queda claro que Aramayona tenía la cabeza muy bien amueblada, profesor de filosofía y activista social.
ResponderEliminarNo sé que razón última e íntima, la habrá, (tal vez esa inercia activista de visibilizar bien las acciones…) le lleva a propagar cierto ruido, como manifiestas, en torno al hecho de poner fin a su vida.
Alguien que tiene el cuerpo con limitaciones y en desventaja respecto a los demás, necesita alimentar su ego en determinados momentos, eso sí, dosificando prudentemente (lo que no debe de ser fácil), y si tu cuerpo no puede llegar a un estado óptimo, sí lo puede hacer tu mente, tu intelecto… una vía de escape ante tu discapacidad corporal.
Si buena parte de su vida como activista ha consistido en visibilizar las reivindicaciones… su propio final parece que también se convirtió en una reivindicación, tenía que hacer ruido después de su apagón definitivo.
Pero todo esto son aproximaciones que hago sobre una complejidad (la mente y la vida de Aramayona) que no soy capaz de abarcar.
¿Qué se aprende con la madurez?
Dejas una cuestión de hondo calado, amiga Rosa. Si Sergio del Molino, después de una experiencia tan devastadora como la muerte de un hijo, no encuentra respuestas convincentes a cuestiones así… tal vez la razón fundamental de que sea escritor vaya encaminada a iluminar tales penumbras.
Seguro que es uno de los grandes motivos (hallar respuestas a preguntas como esa) por los que existe la literatura, jeje.
Tus líneas son magníficas, Rosa, no solo hacen una aproximación ideal al libro, sino que incitan a reflexionar sobre la vida, lo que es muy de agradecer, siempre.
Un placer leerte. Abrazos ;)
Yo tampoco sé exactamente qué le lleva a querer terminar con su vida, aunque creo que con desearlo es suficiente. No seré yo quien pida razones para algo que entra dentro de lo más íntimo de una persona, pero sí que es cierto que el suicidio es algo para lo que siempre suele haber razones, tanto objetivas, como subjetivas. En este caso no se ven más allá del puro deseo.
EliminarYo creo que en parte era esa necesidad de demostrar que sus actos estaban en consonancia con sus ideas lo que le lleva a demostrarlo hasta las últimas consecuencias. Hizo un espectáculo de su muerte y creo que si no hubiera podido hacerlo, tal vez no se hubiera suicidado.
Respecto a lo que se aprende con la madurez... pues muchas cosas, pero no sé si son útiles en verdad como dice Sergio del Molino o solo nos hacen más cínicos, más torticeros, más malos en definitiva. Por eso pienso que Aramayona seguía teniendo el candor de la adolescencia y gracias a él nos dio el espectáculo de su vida y de su muerte. La sabiduría de la madurez nos da modestia, pudor y capacidad de fingimiento.
Muchas gracias por tus palabras. Da gusto escribir para lectores como tú (y otros muchos)
Un beso.
A mí me gusta el que un libro sea difícil de clasificar. Este suena interesante. Parece ser un poco el retrato de toda una generación de este país. Respecto a la figura de su antiguo profesor me ha pasado una cosa curiosa, que iba pensando cosas sobre él que a continuación veía reflejadas en tus opiniones en esta reseña. Bueno, supongo que el que este libro me guste o no dependerá de cómo esté escrito. No he leído nada de Sergio del Molino. Me sonaba el nombre, como el de tantos autores conocidos que aún no he leído y a los que no he prestado la suficiente atención por lo que no los tengo identificados con ninguno de sus libros. Sin embargo, cuando citaste 'La hora violeta' caí en la cuenta de que me sonaba también de otra cosa. Miguel Ángel Hernández lo menciona en su libro 'El dolor de los demás', que he terminado hace escasos días. Por lo visto es Sergio del Molino quien lo anima a emprender la escritura de este libro. Por curiosidad busqué qué libros había escrito del Molino y me quedé con 'La hora violeta'. Así que ya ves, es probable que sin Sergio del Molino yo no hubiese leído a Miguel Ángel Henández del que, por cierto, tengo sentimientos encontrados.
ResponderEliminarBueno, nada, cierro la sección de cotilleos y coincidencias literarias.
Besos
Sergio del Molino escribe muy bien. Ese es uno de sus principales activos. Es poético y conmovedor. Y muy sincero, aunque la vida le haya enseñado a disimular y fingir.
EliminarEl personaje de Aramayona, al parecer, nos ha causado las mismas impresiones y creo que si lees el libro o ves el documental, abundarás en ellas. Para mí es un personaje con muchas caras, muchas aristas y, a la vez muy sencillo. Me ha desagradado, me ha fascinado, me ha vuelto a cansar y, finalmente me he reconciliado con él... un poco.
Me quedo con ganas de leer "La hora violeta" aunque lo de la pérdida de un hijo son palabras mayores que me dan mucho miedo, pero habrá que enfrentarlo.
Un beso.
Interesante libro, Rosa. Aunque para mi gusto actual demasiado pegado a la realidad que he vivido y a la actualidad. Hace tiempo que en narrativo busco, sobre todo, evasión. En los tiempos que corren, si quieres que tu mensaje se escuchado necesitas hacerlo simple y muy rayano en el espectáculo mediático. Solo así se puede llegar al gran público. Desde luego es peligroso, reduce el fondo a la forma. Pero es que cada vez más la comprensión lectora se está empobreciendo y, en muchos casos, solo alcanza a un tuit o un meme. Un abrazo!
ResponderEliminarTienes razón, pero suicidarte casi en público para que tu mensaje llegue y cale, me parece un poco excesivo. Aunque respetable, por supuesto.
EliminarDesde luego es un libro muy pegado a la realidad. Yo, realmente, me evado con un libro siempre que sea bueno. Aunque me produzca heridas, como puede ser este, si es bueno y lo leo con ganas, me evade, o tal vez no sea esa la palabra; tal vez no es evasión sino placer de leer algo bueno. En cualquier caso me compensa, aunque duela.
Un amigo querido me ha regalado hace unos días un marcapáginas que dice "Si sales ileso de un libro, es que nunca has entrado". Qué gran verdad. Si un libro me deja ilesa, es posible que no llegue a terminarlo de puro aburrimiento.
Sin ir más lejos, tu libro, "Los demonios exteriores", deja heridas como puños. Por eso me gusta tanto.
Un beso.
Creo que hay actos íntimos que deben preservarse de la mirada del público en general. Todo lo contrario es afán de exhibición, de búsqueda de un reconocimiento innecesario cuando tu vida es convincente y honesta.
ResponderEliminarHay personajes con enjundia como este profesor de filosofía, que seguro tuvo mucho que decir y enseñar. Y lo dijo y lo enseñó. Pero hacer de su final un espectáculo le resta algo de pábulo y seriedad a su existencia.
Hay que preservar la esencia en el interior, de otra manera se evapora. Pero también es cierto que de vez en vez, hay que destapar el frasco para que el aroma se expanda.
Gracias por compartir tus descubrimientos.
Lo has expresado muy bien. Intimidad ante los grandes hechos de la vida, amor, nacimiento, muerte. Pero no tanta como para que no llegue el mensaje, la enseñanza. En fin, sentimientos encontrados son los que Antonio Aramayona me ha dejado y ha dejado, creo, en Sergio del Molino. En todo caso un libro digno de tener en cuenta, muy bien escrito y que me alegro muchísimo de haber leído.
EliminarUn beso.
De alguna manera a esto se le podría llamar el espectáculo de la muerte y el exhibicionismo sin pudor. Creo que en esta ocasión no me llama la atención enfrascarme en la linea que separa la vida y la muerte, aunque no dudo en las bondades del escritor y la historia que narra. Con tu excelente reseña ya me doy por satisfecho. Un beso Rosa.
ResponderEliminarA mí es lo que más me ha gustado; esa contradicción entre el hombre comprometido, capaz de sacar de sus alumnos lo mejor y lo peor, pero al menos algo meditado y reflexionado por ellos (creo que solo los profesores sabemos lo difícil que es eso), y luego esa, al menos aparente falta de madurez que le lleva a exhibirse de esa forma. He pasado por todas las fases, como el autor, en mis sentimientos hacia Aramayona: lo he admirado, me ha saturado y me he reconciliado con él. En todo caso, una lectura de las que no dejan indiferente.
EliminarUn beso.
Pensaba comentar este libro en mi blog dentro de algún tiempo; pero, después de leer tu entrada, lo veo innecesario. Hasta tal punto coincido con lo que dices, Rosa...
ResponderEliminarUn abrazo fuerte
Pues yo veo muy necesaria tu opinión y además quiero saberla con gran curiosidad. Tal vez, más que tu opinión que puede coincidir con la mía, tu forma de expresarla que, al fin y al cabo, eso es la literatura: diferentes formas de decir lo mismo que se viene diciendo desde que el hombre es hombre.
EliminarUn beso.
Hola Rosa, he leído con detalle tu reseña, la historia de este protagonista, donde hay mucho de lo que espera el autor de sí mismo, creo, de hecho fue su profesor. Me atrapó el título y el párrafo que has elegido al comienzo. El final pienso que el protagonista si llamó la atención, es por esa ley de prohibición a la eutanasia, que por fortuna ahora se está teniendo en cuenta, si no es el caso, pienso que no ha superado vivir con sus limitaciones, no se has aceptado a si mismo. De todas formas, lo interesante es lo que has hecho tú, leer y que su lectura te haya enganchado dejando estas improntas que nos comentas. Gracias. Un beso
ResponderEliminarYo he entendido que parte de su publicidad al hecho de su muerte se debe a su deseo de hacer visible su lucha para conseguir el derecho a una muerte digna, pero creo que hay algo más en ese afán de protagonismo (sin entrar en si es positivo o negativo; solo que a mí, me resulta extraño. Creo que era un hombre inmensamente solo, que necesitaba cariño y que consiguió morir rodeado de gente a la que tuvo pendiente de él. Tal vez, además de luchar por sus convicciones, consiguió en su muerte espantar la soledad de su vida.
EliminarUn beso.
Hola Rosa,
ResponderEliminarEgo, eternidad y un espectáculo que ni lo entiendo, ni lo comparto.
Y no porque no crea en la libertad de ser y actuar como uno crea, pero siento que con este exhibicionismo se le resta todo el mensaje que pretendía dejar. Y sobre todo, mucha falta de estima, un grito y una necesidad de que a uno lo recuerden, de constar, ¿pero a precio de qué?
Tu entrada maravillosa, Rosa.
Un beso, y feliz fin de semana.
Todas esas reflexiones que te haces y las que hace el autor y las que me surgen a mí misma, son lo que hacen al libro tan interesante. Las respuestas que me surgen explican, en parte la actitud, aunque sé que yo jamás sería capaz de obrar así. Mi afán de anonimato, y mi timidez me lo impedirían. Pero si lo que se pretende es llamar la atención hacia el derecho a morir como y cuando uno quiera, hay que hacer ruido y darle publicidad. Aunque no sé si esa es la única razón de Aramayona.
EliminarGracias por tus palabras acerca de la reseña.
Un beso.
Pues, tal y como la cuentas no tiene mala pinta, pero no llega a convencerme del todo, pero me alegra que la hayas disfrutado.
ResponderEliminarBesos
Yo tampoco creo que me hubiera animado de no haberla puesto para la tertulia del instituto. Lo del suicidio me daba cosa, pero la verdad es que ha sido toda una sorpresa agradable.
EliminarUn beso.
hola! la verdad de de el libro no teniamos noticias, ni del señor que hablas, nos interesa y mucho tu forma de contarlo y hacernoslo conocer, siempre aprendiendo, gracias! saludosbuhos
ResponderEliminarMe produjo mucha curiosidad la primera vez que supe de este libro. Fue por una entrevista que le hicieron al autor en la radio. Me llamó la atención, pero ya cuando la pusieron para la tertulia no me quedó más remedio y me alegro mucho.
EliminarUn beso.
me cuesta empezar a leer un libro sin que no hayas dedicado tu una de tus entradas... es que cambia mucho la vision la verdad! besitos!
ResponderEliminarVaya pues me alegro y te agradezco tus palabras. Hay quien dice que no le gusta leerme porque cuento mucho de los libros y les quito la gracia. Tus palabras me animan. Muchas gracias.
EliminarUn beso.
No dejan de impresionarme las personas como Antonio, que a pesar de las dificultades, siguen hasta el final de sus días fieles a sus ideales. Imagino que el libro debe de ser toda una experiencia, un chute de vitalidad incluso con la muerte tan presente. Tengo muy fresco el tema de la eutanasia porque hace poco leí las memorias de Sampedro... No sé si la actitud de este hombre sea más o menos pedante, pero tal vez ésta sea producto de esa rebeldía perenne que lo llevó a luchar por la muerte digna que tanto deseaba y que tanto le habían negado.
ResponderEliminarQueda bien apuntado.
Un besote.
La situación de Sampedro es totalmente diferente a la de Antonio Aramayona. Antonio se vale por sí mismo (en el documental queda claro) y él mismo dice que no tiene enfermedad terminal, ni sufre dolores, ni es desgraciado. Sencillamente ha decidido que ya es hora de terminar con su vida y por el derecho que tiene a decidirlo, va a terminar con ella. Me parece admirable y es el único caso que conozco. Un hombre capaz de suicidarse no porque sufra o porque esté en una situación límite, sino por simple voluntad meditada. Lo que no llego a comprender es su necesidad de hacer de su decisión algo tan mediático. Aunque también lo respeto.
EliminarCreo que te gustará porque además hay muchas más cosas en el libro que trascienden a la historia de Antonio Aramayona.
Un beso.
A pesar de no ser una novela en su concepto más simple creo que me la apunto, pero para después de estas fechas veraniegas porque los calores me sugieren lecturas ligeritas y sin demasiado meollo.
ResponderEliminarGracias por presentarme una novela y un autor que no conocía de nada.
Un besote.
Esta lectura, desde luego, ligerita no es y meollo tiene bastante. Aunque no es novela en sentido estricto, se leer como si lo fuera y engancha a pesar del tema duro en algunos momentos. Resulta muy interesante y para reflexionar.
EliminarUn beso.
Me quedé con ganas de leer este libro, aunque sinceramente esta totalmente fuera de mi zona de confort. A ver que hago al final.
ResponderEliminarun beso ;)
Confortable no es, creo que para nadie. Lo que pasa es que a mí en literatura y cine me gusta que me incomoden 😂.
EliminarResulta una novela muy interesante por los personajes y los planteamientos.
Un beso.
Qué casualidad Rosa, el otro día me recomendaron La hora violeta, y hasta entonces no sabía quién era el autor. Como siempre digo, para leer estos libros debo de estar preparada, como cuando leí a James Rhodes, son momentos muy duros.
ResponderEliminarGenial reseña guapa, un besito!!
El caso es que no es una novela que me haya resultado dura en exceso, y fíjate que, con la muerte de mi padre tan reciente, podría haber sido así, pero, más que dura, me ha resultado llena de preguntas y reflexiones. Me ha hecho plantearme muchas cosas acerca de la vida y la muerte de Aramayona y me ha resultado mucho más interesante que dura.
EliminarLa de James Rhodes es mucho más impactante y difícil de leer.
También me planteo leer "La hora violeta", aunque esa me da más miedo porque la muerte de un hijo son palabras mayores.
Un beso.