"Babilonia" Yasmina Reza
"¿Qué importa lo que somos, lo que pensamos, lo que será de nosotros? Estamos en algún lugar del paisaje hasta el día en que dejamos de estar en él". Y para demostrarlo, Elisabeth comienza esta historia abstraída en un libro de fotos, "Los americanos" de Robert Frank, de 1958. Allí contempla a un hombre con traje y corbata con orejas de soplillo y un ejemplar de la revista "Awake" en la mano. Estaba vivo en 1955 cuando se sacó la foto. "Murió hace tiempo. Vestía con decoro para repartir sus folletos religiosos. Estaba solo, penetrado de una perseverancia triste y torva". Estaba en aquel rincón del mundo, en Los Ángeles, hasta que dejó de estar. Como muchos de los personajes retratados en el libro del suizo Robert Frank, como todos los personajes de todos los paisajes, de todas las fotos, de todos los tiempos. Antes o después dejamos de estar.
A veces lo que deja de estar es toda una vida que se trunca y se convierte en otra. Un detalle casual, tan inesperado como innecesario, nos puede cambiar la vida para siempre.
Elisabeth tiene sesenta y dos años y no considera que su vida haya sido muy feliz. Tampoco desgraciada. Si tuviera que calificar su vida, le daría un seis; un seis haciendo trampa para no ser ingrata o herir a alguien. Ahora echa de menos a su madre que murió hace diez días y a su hijo que ya no vive en casa. Es feliz con Pierre su marido, aunque echa algo en falta en su relación de pareja, algo que tal vez siempre ha echado de menos, no solo ahora por la edad y la costumbre. "Estoy bien con mi marido. Pierre es alegre, de fácil convivencia. Nada charlatán, no me gustan los hombres charlatanes. Siempre a mi disposición, sin ser un blandengue ni un calzonazos. Es tierno. Me gusta su piel. Nos conocemos al dedillo. Le reprocho su amor demasiado incondicional. No me pone en peligro. No me magnifica. Le gusto incluso fea, lo cual no resulta nada tranquilizador. No existe electricidad entre nosotros, ¿ha existido alguna vez? ¡Deplorable balance!".
Tiene un vecino, Jean-Lino Manoscrivi, con el que sube las escaleras "los dos subíamos andando, yo para conservar un tipo pasable, él por su fobia a los sitios cerrados", y con el que, escalón a escalón, ha ido tejiendo la amistad suficiente para ir a las carreras o a tomar un café y pasear por las cercanías de su casa. Jean-Lino es nieto de inmigrantes judíos italianos por parte paterna. No es religioso, pero recuerda cuando su padre le leía el Libro de los Salmos, siempre el mismo pasaje inmortalizado por un marcapáginas deshilachado que su padre nunca movía de sitio "A orillas de los ríos de Babilonia, nos sentábamos y llorábamos al acordarnos de Sión". Y Sión no solo es Jerusalén, es la Tierra Prometida de los judíos; el Paraíso, añadiría yo, de los cristianos, y no hay nada peor que vivir con los ojos puestos en un Paraíso que no existe o en una Tierra Prometida que, tal vez, se basa en una promesa falsa. Afortunadamente, ni Jean-Lino, ni su padre según él, entendieron nunca los versos, con lo que no tuvieron sus esperanzas puestas en fantasías inexistentes.
Elisabeth tiene sus ojos en fantasías del pasado. Al menos fueron existentes en el pasado, en forma de Joseph Denner, su enamorado de los diecisiete años, amante de la fotografía y al que recuerda cada vez más.
Elisabeth se hace mayor y va caminando hacia el final. Cada vez más sola, sin padres que la ayuden a envejecer, (¡ah, si no se llegase huérfano a ese trago! como dice Serrat), sin un hijo con presencia constante, alborotando la casa y conjurando el paso de los años.
Elisabeth envejece y ha decidido hacer una fiesta de la primavera. Ha decidido invitar a amigos y familiares para levantar el ánimo, para celebrar que sigue viva, para festejar el fin del duro invierno parisino, para no sentir que envejece en soledad. "Así somos, me dije. Tú también vas haciéndote mayor como todos tus conocidos, y sentí que formaba parte de esa multitud en marcha, cogida de la mano, haciéndose mayor hacia algo desconocido".
Una fiesta de primavera a la que acuden dieciocho personas entre compañeros de Elisabeth, amigos de Pierre, familiares... y los vecinos Manoscrivi, Jean-Lino y Lydie; una fiesta que transcurre entre las risas, los cotilleos, las anécdotas relatadas por unos y otros... y es una anécdota relatada por Jean-Lino acerca de Lydie y su manía de no comer pollo que no se haya "encaramado a los árboles", lo que desencadenará los acontecimientos posteriores. Unos acontecimientos que comienzan cuando ya ha terminado la fiesta y Pierre y Elisabeth están en la cama, dormida una, leyendo el otro. Es entonces cuando llaman al timbre y aparece Jean-Lino para darles la noticia que les cambiará la vida a todos.
No había leído nada de Yasmina Reza. La consideraba, sobre todo, una autora de teatro. Esta novela me la recomendó una amiga y me ha gustado tanto, que seguiré con otras novelas de las muchas que he visto que tiene la autora.
Solo conocía a Yasmina Reza, aparte del nombre, por la película "Un dios salvaje", dirigida en 2011 por Roman Polanski y que es adaptación de una de sus obras de teatro. La película consiste en la conversación entre dos parejas cuyos hijos respectivos han tenido una pelea en un parque. En principio, ambos matrimonios se comportan de manera culta y civilizada, pero poco a poco, la conversación comienza a discurrir por caminos insospechados.
Eso es también lo que sucede en esta novela: una desafortunada anécdota contada en una fiesta, una conversación que comienza cuando la mujer se queja de esa indiscreción por parte del marido, una charla de la que se va perdiendo el control y que conduce a hechos inesperados. Y todo porque, tal vez, ese diálogo entre marido y mujer responde a esa mutación minúscula que según Svante Pääbo, profesor de Biología de Elisabeth, nos separa de los neandertales y nos lanza hacia un mundo de aventura que no sabemos controlar, "una mutación insólita del genoma que al parecer permitió el lanzamiento a lo desconocido, la travesía de los mares sin ninguna certeza de tierra en el horizonte, toda la fiebre humana de exploración, de creatividad y de destrucción. En suma, un gen de la locura".
A veces lo que deja de estar es toda una vida que se trunca y se convierte en otra. Un detalle casual, tan inesperado como innecesario, nos puede cambiar la vida para siempre.
Testigo de Jehová Los Ángeles Robert Frank (Los Americanos 1958) |
Tiene un vecino, Jean-Lino Manoscrivi, con el que sube las escaleras "los dos subíamos andando, yo para conservar un tipo pasable, él por su fobia a los sitios cerrados", y con el que, escalón a escalón, ha ido tejiendo la amistad suficiente para ir a las carreras o a tomar un café y pasear por las cercanías de su casa. Jean-Lino es nieto de inmigrantes judíos italianos por parte paterna. No es religioso, pero recuerda cuando su padre le leía el Libro de los Salmos, siempre el mismo pasaje inmortalizado por un marcapáginas deshilachado que su padre nunca movía de sitio "A orillas de los ríos de Babilonia, nos sentábamos y llorábamos al acordarnos de Sión". Y Sión no solo es Jerusalén, es la Tierra Prometida de los judíos; el Paraíso, añadiría yo, de los cristianos, y no hay nada peor que vivir con los ojos puestos en un Paraíso que no existe o en una Tierra Prometida que, tal vez, se basa en una promesa falsa. Afortunadamente, ni Jean-Lino, ni su padre según él, entendieron nunca los versos, con lo que no tuvieron sus esperanzas puestas en fantasías inexistentes.
Yasmina Reza |
Elisabeth tiene sus ojos en fantasías del pasado. Al menos fueron existentes en el pasado, en forma de Joseph Denner, su enamorado de los diecisiete años, amante de la fotografía y al que recuerda cada vez más.
Elisabeth se hace mayor y va caminando hacia el final. Cada vez más sola, sin padres que la ayuden a envejecer, (¡ah, si no se llegase huérfano a ese trago! como dice Serrat), sin un hijo con presencia constante, alborotando la casa y conjurando el paso de los años.
Elisabeth envejece y ha decidido hacer una fiesta de la primavera. Ha decidido invitar a amigos y familiares para levantar el ánimo, para celebrar que sigue viva, para festejar el fin del duro invierno parisino, para no sentir que envejece en soledad. "Así somos, me dije. Tú también vas haciéndote mayor como todos tus conocidos, y sentí que formaba parte de esa multitud en marcha, cogida de la mano, haciéndose mayor hacia algo desconocido".
Una fiesta de primavera a la que acuden dieciocho personas entre compañeros de Elisabeth, amigos de Pierre, familiares... y los vecinos Manoscrivi, Jean-Lino y Lydie; una fiesta que transcurre entre las risas, los cotilleos, las anécdotas relatadas por unos y otros... y es una anécdota relatada por Jean-Lino acerca de Lydie y su manía de no comer pollo que no se haya "encaramado a los árboles", lo que desencadenará los acontecimientos posteriores. Unos acontecimientos que comienzan cuando ya ha terminado la fiesta y Pierre y Elisabeth están en la cama, dormida una, leyendo el otro. Es entonces cuando llaman al timbre y aparece Jean-Lino para darles la noticia que les cambiará la vida a todos.
No había leído nada de Yasmina Reza. La consideraba, sobre todo, una autora de teatro. Esta novela me la recomendó una amiga y me ha gustado tanto, que seguiré con otras novelas de las muchas que he visto que tiene la autora.
Solo conocía a Yasmina Reza, aparte del nombre, por la película "Un dios salvaje", dirigida en 2011 por Roman Polanski y que es adaptación de una de sus obras de teatro. La película consiste en la conversación entre dos parejas cuyos hijos respectivos han tenido una pelea en un parque. En principio, ambos matrimonios se comportan de manera culta y civilizada, pero poco a poco, la conversación comienza a discurrir por caminos insospechados.
Una escena de "Un dios salvaje". Roman Polanski 2011 |
Eso es también lo que sucede en esta novela: una desafortunada anécdota contada en una fiesta, una conversación que comienza cuando la mujer se queja de esa indiscreción por parte del marido, una charla de la que se va perdiendo el control y que conduce a hechos inesperados. Y todo porque, tal vez, ese diálogo entre marido y mujer responde a esa mutación minúscula que según Svante Pääbo, profesor de Biología de Elisabeth, nos separa de los neandertales y nos lanza hacia un mundo de aventura que no sabemos controlar, "una mutación insólita del genoma que al parecer permitió el lanzamiento a lo desconocido, la travesía de los mares sin ninguna certeza de tierra en el horizonte, toda la fiebre humana de exploración, de creatividad y de destrucción. En suma, un gen de la locura".
No conocía a la autora, ni por sus obras de teatro ni por la película de Polanski. Otra autora a mi lista de pendientes...
ResponderEliminarBesos
A mí me ha ganado totalmente con lo poco que he conocido de ella que es esta novela y la película.
EliminarTe la recomiendo.
Un beso.
Que casualidad! Era una de esas novelas pendientes y que nunca encuentra su momento ; y el otro día llegó ese momento y me gustó.
ResponderEliminarEn cierta medida, me recordó a "la cena" en el sentido de ponerte ante un dilema y hacerte pensar cómo reaccionarías tú ante una situación similar.
Opino igual que tú, habrá que no perder de vista a esta autora. Besos
A mí, "La cena" me la recordó la película de "Un dios salvaje", pero esta novela, la verdad es que no. Aunque sí que hay similitudes si se piensa bien.
EliminarSí que es casualidad con tantos libros como hay, pero ya se sabe que esas cosas pasan.
Un beso.
Hola Rosa, tengo muchísimas ganas de leer a Yasmina Reza y creo que esta puede ser una buena oportunidad para comenzar. La idea de la que parte la película 'Un dios salvaje' en su versión teatral es magnífica. Y la película es absolutamente magistral, y lo digo aún sintiendo repulsión por Polanski en su faceta personal. Un placer leer tu cuidada reseña Rosa. Besos y buen fin de semana.
ResponderEliminarLa verdad es que no conozco a Polanski lo suficiente más que por sus obras que me parecen magníficas. No me cae mal, si tengo que juzgar por ellas.
EliminarEsta novela puede estar muy bien para empezar con la autora. A mí me ha parecido muy buena y me ha dejado con ganas de más.
Un beso.
Madre mía tengo que leerla ya y la peli de Polansky no la he visto, me merezco lo peor porque sale el actor preferido de mi hija, Christoph Waltz, y me ha insistido mucho para que a vea, todo son señales.
ResponderEliminarLa novela me la apunto porque me has intrigado, ¿qué tiene que decir ese vecino a esa hora intempestiva?
Besos y me encantan tus reseñas.
Ja, ja, he sido capaz de hacer la reseña sin desvelar lo central de la trama y no creí que lo consiguiera. Tal vez por eso, esta reseña se ha quedado un poco menos extensa de lo habitual.
EliminarNo te pierdas la película si tienes oportunidad porque es muy buena y muy teatral.
Un beso.
Me gusta ese punto de partida, visionando un libro de viejos retratos. Encuentro algo morboso y fascinante la observación de antiguos retratos, es intentar buscar un retazo de vida, en esa istantánea inmortalizada (irónico), sabiendo que los retratados desaparecieron hace mucho… un extraño anhelo de atisbar alguna señal vital en sus miradas. Cosas mías.
ResponderEliminarAhora bien, tengo que decirle unas cuántas cosas a la protagonista, Elisabeth, no puedo reprimirme…
¿Con esa joya de marido, y se lamenta de que no existió electricidad entre ellos?
¿Y si hubiese existido electricidad pero faltaba todo lo demás?
Es decir, tener un calzonazos, un pusilánime, un hombre embrutecido, eso sí, lleno de electricidad cuando van a la cama, un hombre incapaz de decir a su mujer “qué guapa estás, cariño” (ya que ella dice: “le gusto incluso fea”).
Mira Elisabeth, qué no, eso de que la electricidad amorosa sea a perpetuidad, es muy cinematográfico, pero el amor de andar por casa es otra cosa, podrá ser mucho mejor o mucho peor, pero no es un amor de película, solo real…, jaja, y eso que solo es una novela, ficción. Jo, Rosa, creo que me he pasado tres pueblos, no sé, me ha pillado de esta guisa, seguro que el libro va por otros derroteros y mis digresiones son absurdas, no tienen ningún sentido con la trama… pero si no digo todo eso reviento.
Ya sé lo que me ha ocurrido, lo que citas al final, me ha afectado esa mutación insólita del genoma, por eso me he lanzado a lo desconocido…
Un beso, inspiradora reseña ;)
Ya sabes que siempre se queja uno de lo que no tiene y se olvida de lo que tiene. Elisabeth echa de menos la electricidad con su pareja. Lo malo no es que esa chispa haya desaparecido, cosa que es normal a los sesenta y dos años, lo malo es que parece que nunca existió y ella echa cada vez más de menos a su amor de juventud que debía de tener mucha chispa.
EliminarPierre es un hombre bueno y, sobre todo, muy sensato. Más les valdría a todos hacerle caso en lugar de meterse en aventuras absurdas y arriesgadas.
En absoluto te has pasado. Solo has dado tu opinión acerca de lo que yo cuento y la verdad es que no he dado muchas pistas.
Un beso.
No conocía la autora, así que gracias por presentármela y culturizarme un poco. Tu reseña me ha parecido detallada y fantástica, pero con todo y con eso, no me atrae esta lectura.
ResponderEliminarAndo desganada a la hora de leer porque los experimentos con autores desconocidos por mí están siendo frustrantes (salvo honrosas excepciones como Muerte con pingüino), así que, como siempre hago cuando me pasa esto, he vuelto a los clásicos y estoy releyendo a García Márquez.
Un besote.
Eso hago yo también cuando entro en una racha en que nada de lo que abordo me atrae. Aunque creo que en toda mi vida lectora solo me ha pasado un par de veces. Desde hace unos años, por el contrario, los descubrimientos de nuevos autores, de la mano de blogs amigos, están siendo todo un lujo. Esta novela no me vino por ningún blog, sino que me la regaló una amiga y hacía unos meses que la tenía en espera. Me ha encantado y además la he leído en poco tiempo.
EliminarA ver si termino el de la próxima tertulia del instituto y me meto con el del pingüino.
Un beso.
como siempre enhorabuena por el post! estee ya lo he leído me quedo para la proxima recomendacion besitos
ResponderEliminarGracias por tus palabras. Espero que te gustara tanto como a mí.
EliminarUn beso.
Hola!
ResponderEliminarNo he leído nada de la autora, aunque si que me sonaba, pero después de tu reseña, creo que me animaré a ello
Besos!
Es lo primero que leo, como digo en la reseña, pero no será lo último porque me ha gustado mucho.
EliminarTe animo a que te acerques a la autora.
Un beso.
Hola Rosa,
ResponderEliminarCon esta frase: Antes o después dejamos de estar. Y con tu fantástica reseña, percibo a unos personajes con carencias, infelicidad y que de repente en ese punto en el que uno mira hacia atrás y se da cuenta de que vacía se encuentra su vida, explota todo.
Me la guardo.
Un beso.
Lo has captado bien. Te recomiendo esta novela que, además, se lee en poco tiempo. O en mucho; eso depende de lo que cada uno se demore.
EliminarUn beso.
Leí de ella 'Felices los felices'. Me gustó pero no he vuelo a leer nada de ella por el momento, y eso que tengo apuntada en mi lista de pendientes su obra de teatro 'Arte'. Apunto este también, que quiero conocer ese gen de la locura.
ResponderEliminarBesos
Esa novela es una de las que quiero leer porque las historias de muchos personajes que se entremezclan suelen gustarme y seguro que Yasmina Reza lo sabe hacer de maravilla.
EliminarRespecto a "Arte" me ha dado pereza que sea teatro. Leí mucho hace tiempo, pero ahora lo tengo un poco abandonado en favor de la novela. Aunque las conversaciones sobre arte abstracto y el cuadro blanco pueden ser geniales, porque si algo le he visto hacer a la autora es plantear diálogos que avanzan por los caminos más insospechados.
Un beso.
No suelo leer mucho teatro pero esta autora parece muy interesante. Un dios salvaje me gustó muchísimo, no sabía que fuera una adaptación de esta autora!
ResponderEliminarUn besito guapa
Como le digo a Lorena, yo tampoco leo mucho teatro. En su día leí mucho a Buero Vallejo y, por supuesto, teatro de el Siglo de Oro. Ahora me he ido decantando cada vez más por la novela. Esta autora, de todas formas, tiene mucha novela por si no nos atrae demasiado el teatro.
EliminarUn beso.