"Lampedusa" Maylis de Kerangal
"Una cocina, de noche. La única lámpara encendida forma sobre el mantel un cono de luz dorada materializado por las partículas en suspensión; una vez apagada la bombilla, dudo siempre que hayan existido. [...] La radio difunde a bajo volumen una red sonora que murmura en el espacio, [...] Muy pronto surge un nombre: Lampedusa".
Llegas a casa una madrugada. Todos duermen. Te sientas en la cocina y preparas un café mientras escuchas la radio y una noticia te golpea y vuelve más amargo el sabor del café que empieza a arderte en la garganta. Una palabra, una noticia: naufragio, Libia, emigrantes, muertos, trescientos muertos, muchos muertos, demasiados muertos: Lampedusa. Es la mañana del 3 de octubre de 2013. Los muertos declarados serían finalmente 366, pero nadie sabe cuantas personas viajaban en el barco, por lo que a ese número de muertos y a unos 166 que sobrevivieron, se debe añadir un número indeterminado de desaparecidos.
Llegas a casa una madrugada. Todos duermen. Te sientas en la cocina y preparas un café mientras escuchas la radio y una noticia te golpea y vuelve más amargo el sabor del café que empieza a arderte en la garganta. Una palabra, una noticia: naufragio, Libia, emigrantes, muertos, trescientos muertos, muchos muertos, demasiados muertos: Lampedusa. Es la mañana del 3 de octubre de 2013. Los muertos declarados serían finalmente 366, pero nadie sabe cuantas personas viajaban en el barco, por lo que a ese número de muertos y a unos 166 que sobrevivieron, se debe añadir un número indeterminado de desaparecidos.
"Lampedusa" no es una novela; "Lampedusa" es la historia de un cataclismo que le cambió a la autora el concepto de una palabra y rompió para siempre el aura mítica que la rodeaba. Lampedusa es una palabra con una historia que empezó siendo pura literatura, puro cine.
La historia de la palabra Lampedusa es similar para ella y para mí. Primero fue el apellido del autor de una novela en la que estaba basada una película. No sé si ella leyó antes la novela o vio primero la película. Yo empecé por la película, pero tanto a ella como a mí, ante el título de "El Gatopardo", lo primero que nos viene a la memoria es la cara de un Burt Lancaster maduro (aunque todavía muy atractivo), tal vez más envejecido de lo que correspondía a sus cincuenta años para representar la decadencia de Don Fabrizio, príncipe de Salina; el Príncipe Fabrizio Salina, inspirado en el bisabuelo del autor de la historia, Giulio IV de Lampedusa.
Giuseppe Tomasi di Lampedusa escribió esta novela a mediados del siglo XX y en ella se remonta a la época de la unificación de Italia y a lo que el Príncipe de Salina ve como el fin de los privilegios nobiliarios ante una burguesía inculta, pero con dinero, que viene empujando sin piedad para enterrar una época. Y es que, aunque el príncipe quiera cambiar algo para que todo quede como está, todo cambia demasiado y al final nada es como era en un principio.
La historia de la palabra Lampedusa es similar para ella y para mí. Primero fue el apellido del autor de una novela en la que estaba basada una película. No sé si ella leyó antes la novela o vio primero la película. Yo empecé por la película, pero tanto a ella como a mí, ante el título de "El Gatopardo", lo primero que nos viene a la memoria es la cara de un Burt Lancaster maduro (aunque todavía muy atractivo), tal vez más envejecido de lo que correspondía a sus cincuenta años para representar la decadencia de Don Fabrizio, príncipe de Salina; el Príncipe Fabrizio Salina, inspirado en el bisabuelo del autor de la historia, Giulio IV de Lampedusa.
Giuseppe Tomasi di Lampedusa escribió esta novela a mediados del siglo XX y en ella se remonta a la época de la unificación de Italia y a lo que el Príncipe de Salina ve como el fin de los privilegios nobiliarios ante una burguesía inculta, pero con dinero, que viene empujando sin piedad para enterrar una época. Y es que, aunque el príncipe quiera cambiar algo para que todo quede como está, todo cambia demasiado y al final nada es como era en un principio.
Para la autora y para mí, durante muchos años, Lampedusa tenía reminiscencias de cine y literatura; era el apellido de un autor que había escrito una maravillosa novela en la que se había basado una maravillosa película; una película con la que Luchino Visconti nos mostró la cara del personaje que emite su canto de cisne en la historia que narra el final de toda una época. Más tarde, cuando el nombre empezó a sonar en los informativos como destino de inmigrantes llegados de diversos puntos del Mediterráneo, supimos que Lampedusa era una isla y que de esa isla había salido el autor de la novela y que Salina no es otra cosa que Lampedusa.
La mañana del 3 de octubre de 2013, para la autora, se desplomó el concepto de Lampedusa; "la toponimia insular no había recubierto aún el nombre de ficción que había acabado sedimentándose en mí –ese nombre de leyenda, ese nombre de cine–, pero esta mañana, mañana del 3 de octubre de 2013, se ha vuelto como un guante, Lampedusa concentra por sí solo la vergüenza y la rebeldía, la pena, designa ya un estado del mundo, un relato totalmente distinto".
Pero la noche reflexiva de la autora va mucho más allá de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, Luchino Visconti y "El Gatopardo", porque como las cerezas van saliendo del cesto una enganchada a la otra, las ideas de la autora se enganchan y se suceden y Burt Lancaster la lleva a otra película, película que también recuerdo: "El nadador", rodada cinco años después de "El Gatopardo", pero con un Burt Lancaster más joven, más atlético, aunque ya en el comienzo de su decadencia (definitivamente, lo envejecieron, y no poco, para dar vida al Príncipe Salina).
Burt Lancaster en "El gatopardo" (Luchino Visconti, 1963) y "El nadador" (Frank Perry, 1968) |
Burt Lancaster, ahora en el papel de Ned Merrill, saltando de piscina en piscina, de mansión en mansión en el verano de Massachusetts para llegar a su propia casa. Igual que ahora los inmigrantes saltan de isla en isla, de país en país, pero para huir de su casa, para huir de una patria que les es hostil por la miseria, por la guerra, por la persecución...
El Príncipe Salina y Ned Merrill son para la autora en su noche reflexiva "el anverso y el reverso de un mismo hombre. [...] personifican el ornato y la desnudez, lo terrenal y lo soñado, la tierra y el agua, lo continuo y lo discontinuo, el tiempo y el instante, comparten ese mismo esplendor del cuerpo que poco a poco decae a lo largo de la película, una misma soledad fría bajo un sol de justicia, una misma sensación de envejecimiento y de vacío ante el espectáculo de una sociedad opulenta, cerrada, egoísta –cenas y bailes, cócteles-fiestas desmesurados–, esa misma insondable tristeza".
Y sigue sacando cerezas y recuerda nombres, de lugares y de personajes, y recuerda atravesar Siberia en abril, el tren agarrándose a los raíles de hierro salvándose así del barro viscoso y atrapante del deshielo, leyendo "Los trazos de la canción" de Bruce Chatwin, y asumiendo el relato oral de un pueblo tan antiguo que se pierde en la memoria: las songlines transmitidas de generación en generación por los aborígenes australianos, cada clan las suyas propias grabadas a fuego en su identidad más primigenia, cada clan sus propias songlines: ¿marcaría eso diferencias insalvables que los llevarían a la rivalidad, el desprecio, la guerra, la otredad? ¿Serían para ellos las songlines particulares como para nosotros ahora la raza, la religión, la nacionalidad, el idioma? ¿Marcarían la diferencia entre sobrevivir o perecer, entre ser aceptado y triunfar o naufragar en un barco en las proximidades de Lampedusa?
Y avanza la noche "en este punto de la noche, me hormiguean las piernas y me levanto para dar saltitos, estirarme, abrir la ventana de la cocina y asomarme a la calle –noche de cuero, aureolas amarillas de las farolas, halos blanquecinos tras las ventanas", y recuerda la primera vez que llegó a Estrómboli y vio recortarse en la noche, desde el barco que la llevaba, un triángulo casi isósceles que no era otra cosa que el volcán que da origen a la isla, volcán e isla surgidos de la noche y la tiniebla y perfilándose como tales al salir de la neblina onírica de la imaginación. Y yo recuerdo las islas del Mediterráneo que he pisado, Creta y Sicilia y, ¿por qué no?, Mallorca, y añoro Malta, donde debería estar en estos momentos en que escribo, pero a donde no he podido ir por circunstancias que no vienen al caso. Aunque yo llegué a esas islas de día y en avión y lo que vi recortarse desde arriba fue su planta rodeada de azul turquesa.
Pero vuelve a Lampedusa en su peregrinar nocturno y busca la isla en el mapamundi iluminado desde dentro por una tenue bombilla. Quiere situarla, saber si está más cerca de Túnez o de Sicilia, situar con total precisión el escenario de nuestra vergüenza, el lugar del naufragio, y sigue buscando en la radio el número de víctimas, un número que se escapa en su indeterminación (alrededor de 350), un número en cuya inexactitud caben varios muertos (o desaparecidos, que es lo mismo) y cada uno es una persona con sus ilusiones, con su historia, con sus seres queridos que lo esperan aquí o anhelan sus noticias allí, y no es lo mismo 350 que 351. "La vaguedad sobre el número de víctimas es una violencia indignante, cuando el deseo de precisión, a la inversa, marca una ética de la atención –la aproximación es una muestra de pereza, designa vagamente lo innumerable, la multitud, el gentío, los pobres, todo lo que bulle y tiene hambre, todo lo que huye de su tierra–". La vaguedad nos salva de la ignominia.
Y no deberíamos perder uno solo de esos muertos (o desaparecidos, que es lo mismo) porque cada uno es una marca más en el escándalo insultante de nuestra opulencia, debería ser un recordatorio de lo que ganamos como consumidores y perdemos como seres humanos, porque efectivamente, nadie es una isla y las campanas doblan por todos nosotros*.
* La relación entre este libro y el poema de John Donne la he sacado de la reseña de Lorena Álvarez en su blog "El paxaru verde", un blog al que debo muchas de mis mejores lecturas.
El Príncipe Salina y Ned Merrill son para la autora en su noche reflexiva "el anverso y el reverso de un mismo hombre. [...] personifican el ornato y la desnudez, lo terrenal y lo soñado, la tierra y el agua, lo continuo y lo discontinuo, el tiempo y el instante, comparten ese mismo esplendor del cuerpo que poco a poco decae a lo largo de la película, una misma soledad fría bajo un sol de justicia, una misma sensación de envejecimiento y de vacío ante el espectáculo de una sociedad opulenta, cerrada, egoísta –cenas y bailes, cócteles-fiestas desmesurados–, esa misma insondable tristeza".
Y sigue sacando cerezas y recuerda nombres, de lugares y de personajes, y recuerda atravesar Siberia en abril, el tren agarrándose a los raíles de hierro salvándose así del barro viscoso y atrapante del deshielo, leyendo "Los trazos de la canción" de Bruce Chatwin, y asumiendo el relato oral de un pueblo tan antiguo que se pierde en la memoria: las songlines transmitidas de generación en generación por los aborígenes australianos, cada clan las suyas propias grabadas a fuego en su identidad más primigenia, cada clan sus propias songlines: ¿marcaría eso diferencias insalvables que los llevarían a la rivalidad, el desprecio, la guerra, la otredad? ¿Serían para ellos las songlines particulares como para nosotros ahora la raza, la religión, la nacionalidad, el idioma? ¿Marcarían la diferencia entre sobrevivir o perecer, entre ser aceptado y triunfar o naufragar en un barco en las proximidades de Lampedusa?
Maylis de Kerangal |
Y avanza la noche "en este punto de la noche, me hormiguean las piernas y me levanto para dar saltitos, estirarme, abrir la ventana de la cocina y asomarme a la calle –noche de cuero, aureolas amarillas de las farolas, halos blanquecinos tras las ventanas", y recuerda la primera vez que llegó a Estrómboli y vio recortarse en la noche, desde el barco que la llevaba, un triángulo casi isósceles que no era otra cosa que el volcán que da origen a la isla, volcán e isla surgidos de la noche y la tiniebla y perfilándose como tales al salir de la neblina onírica de la imaginación. Y yo recuerdo las islas del Mediterráneo que he pisado, Creta y Sicilia y, ¿por qué no?, Mallorca, y añoro Malta, donde debería estar en estos momentos en que escribo, pero a donde no he podido ir por circunstancias que no vienen al caso. Aunque yo llegué a esas islas de día y en avión y lo que vi recortarse desde arriba fue su planta rodeada de azul turquesa.
Pero vuelve a Lampedusa en su peregrinar nocturno y busca la isla en el mapamundi iluminado desde dentro por una tenue bombilla. Quiere situarla, saber si está más cerca de Túnez o de Sicilia, situar con total precisión el escenario de nuestra vergüenza, el lugar del naufragio, y sigue buscando en la radio el número de víctimas, un número que se escapa en su indeterminación (alrededor de 350), un número en cuya inexactitud caben varios muertos (o desaparecidos, que es lo mismo) y cada uno es una persona con sus ilusiones, con su historia, con sus seres queridos que lo esperan aquí o anhelan sus noticias allí, y no es lo mismo 350 que 351. "La vaguedad sobre el número de víctimas es una violencia indignante, cuando el deseo de precisión, a la inversa, marca una ética de la atención –la aproximación es una muestra de pereza, designa vagamente lo innumerable, la multitud, el gentío, los pobres, todo lo que bulle y tiene hambre, todo lo que huye de su tierra–". La vaguedad nos salva de la ignominia.
Y no deberíamos perder uno solo de esos muertos (o desaparecidos, que es lo mismo) porque cada uno es una marca más en el escándalo insultante de nuestra opulencia, debería ser un recordatorio de lo que ganamos como consumidores y perdemos como seres humanos, porque efectivamente, nadie es una isla y las campanas doblan por todos nosotros*.
* La relación entre este libro y el poema de John Donne la he sacado de la reseña de Lorena Álvarez en su blog "El paxaru verde", un blog al que debo muchas de mis mejores lecturas.
Será porque mi memoria es muy frágil y tiendo a recordar los hechos más recientes, pero Lampedusa para mí representa inmigración, pateras, naufragios.
ResponderEliminarUna lectura dura que no sé yo si estoy en condiciones de asumir ahora mismo. De todas formas me la apunto para más adelante.
Un besote.
Yo no es que destaque por mi excelente memoria, pero hay cosas que, tal vez pos grabarse cuando era muy joven, están ahí como fijadas a puro fuego. Lampedusa fue siempre la tierra del autor de "El gatopardo" y, por extensión, la verdadera Salina donde sucede la acción.
EliminarLuego han venido los naufragios, la inmigración y todo lo demás...
Un beso.
Una lectura dura que ahora mismo no me apetece mucho. No sé si lo disfrutaría.
ResponderEliminarBesos
La verdad es que a mí me ha pillado en caliente porque comparto recuerdos con la autora y ha sido muy satisfactorio desgranarlos junto a ella.
EliminarSe trata de un texto muy hermoso y poético. Y duro también, claro.
Un beso.
Con varios tablones de esa barcaza que naufragó, y que llegaron a las costas de Lampedusa, se hizo una cruz que ahora peregrina por toda Europa. Presentada como símbolo de dolor, para que la muerte y el sufrimiento de todos los que perecieron sea recordado.
ResponderEliminar¡Cuanta desesperación han de sufrir los que se embarcan para ver una esperanza, en este insensible continente aparentemente desarrollado!
Besos.
Como apunto al final de la entrada, desarrollado para consumir lo más moderno y lo mejor, pero no para comportarnos con humanidad.
EliminarSu desdicha y su miseria son nuestra vergüenza y quien no lo vea así, debería mirarlo otra vez.
No sabía lo de la cruz. Teniendo en cuenta de que muchos de los naúfragos no serían cristianos, podían haber escogido otro símbolo, pero igual me parece un bonito detalle. Gracias por compartirlo.
Un beso.
Una lectura interesante y que trata un tema contemporáneo, me gusta la metáfora del ramillete de cerezas. Me gustaría más acercarme al tema desde un enfoque más periodístico, por saber más pero no descarto el título que propones.
ResponderEliminarUn abrazo.
Las hemerotecas están llenas de noticias de aquella tragedia. A mí, como sabes, me puede la literatura y esta es la forma más bella de acercarse al desastre del que ya en su día supimos más en el aspecto que tú comentas.
EliminarCreo que te gustará. Yo he descubierto además, una autora a la que seguiré leyendo.
Un beso.
También conocí a esta autora y su libro gracias al estupendo blog de Lorena.
ResponderEliminarY leyendo tus líneas, que hacen un pertinente recorrido desde lo meramente literario a la tragedia de los emigrantes ahogados, me asalta la noticia recientísima, de los tres bomberos españoles que van a ser juzgados en Lesbos, no muy lejos de Lampedusa, acusados de tráfico de personas… cuando lo único que hacían era, por iniciativa propia y ante la desidia mortal de Europa, arriesgar sus vidas para salvar a estas gentes desesperadas, la mayoría ni siquiera sabe nadar. Un nuevo ejemplo de como la justicia vive en un mundo más ficticio que el de la propia literatura.
Por lo demás, una estupenda reseña, Rosa.
Un abrazo.
Es que lo de los tres bomberos que hoy empezaban a juzgar en Lesbos es la plasmación más patente de la hipocresía con la que nos movemos. No hay forma de entenderlo. Ni lo entienden ellos, ni lo entendemos nosotros, ni lo puede entender nadie más que como una maniobra que a alguien poderoso (no sé a quién), por algo (no sé por qué), le interesa mucho. Una vergüenza más a añadir al voluminoso catálogo de las que ya sumamos.
EliminarMe quedo en la literatura porque la realidad es demasiado inverosímil.
Un beso.
Hola Rosa recordaba este título y me has sacado de la duda al decir que era una propuesta que Lorena comentó. Si la reseña de ella fue espléndida, la tuya no lo es menos y una no se puede quedar indiferente ante este libro.
ResponderEliminarBelleza y dureza y yo añadiría vergüenza, la vergüenza que siento al ver lo que estamos haciendo con estas personas en nuestro Mediterráneo, un mar cada vez más lleno de dolor y muerte.
Terrible insolidaridad y locura en la que se juzga a aquellos que intentan que no haya más muertes, se secuestran barcos que tienen como misión ayudar a aquellos a los que la gran Europa es incapaz de ayudar y les gira la espalda. Una auténtica barbaridad, una más de las muchas que últimamente nos recorren.
Besos
El mundo funciona al revés y mientras todo aquello que puede enriquecer a unos pocos circula por un mundo globalizado y sin fronteras hacia donde más conviene, las personas se ven confinadas al lugar donde les tocó nacer. No importa si hay miseria, guerra enfermedades, persecución política o de cualquier otro tipo. No interesa que vengan a cogernos parte del pastel (aunque esa parte, muchas veces, haya salido de ellos mismos).
EliminarSe podría estar hablando o escribiendo una eternidad. No iba a cambiar nada. La fuerza y el poder no están en las palabras.
Un beso.
Qué manera de relacionar asuntos tan diferentes, no? Parece una novela nada convencional. Un abrazo.
ResponderEliminarQuizás novela no es el término que más le cuadra a este libro, aunque así lo he llamado. Son memorias, reflexiones, ideas que surgen de ideas que dan lugar a otras ideas. Interesante, en todo caso.
EliminarUn beso.
Yo no comparto recuerdos con la autora y por eso estoy segura de que no iba a disfrutar de una lectura así, por eso la voy a dejar pasar a pesar de tu excelente reseña. Besos
ResponderEliminarEl encontrar puntos comunes y recuerdos compartidos es un aliciente añadido a la hora de leer un libro. Este puede resultar un tanto árido si no se tienen esos puntos de anclaje. Entiendo que lo dejes pasar.
EliminarUn beso.
Hola Rosa, saber extraer emociones y reflejarlas tan bien en una reseña esta en la mano de pocos elegidos. Creo que además tu vinculación emocional con la autora y con la historia sucedida es notable. Es terrible lo sucedido y precisamente hoy en la radio escuchaba lo de los tres bomberos que estuvieron encerrados por intentar ayudar en Lampedusa. El contrapunto emocional de la belleza del cine con las películas que señalas, es un reflejo de como cambian las cosas según se suceden los acontecimientos. Me ha interesado mucho leerte.
ResponderEliminarUn beso y muy buena semana.
Es terrible lo que sucede continuamente. Si en lugar de pateras llenas de pobres venidos de otras razas y otras religiones, naufragaran yates de recreo con europeos (occidentales) o americanos (del norte) en la misma medida y con el mismo número de muertos, no se hablaría de otra cosa en los medios de comunicación. ¿Te imaginas? "naufraga un yate con 50 turistas alemanes. Se han recuperado 37 cadáveres entre los que había 15 menores, de ellos cinco eran bebés" Y eso un día y otro, una semana y otra. Ni imaginarlo puedo.
EliminarLas películas que se mencionan son dos películas muy buenas y cada una añade su matiz al asunto, pero eso sería muy largo de comentar. Ya me ha costado no enrollarme en la reseña, ja, ja.
Gracias por tus palabras. Me alegro de que te haya interesado la entrada.
Un beso.
nunca me pierdo tus actualizaciones me haces que me guste aun mas la lectura! besitos!
ResponderEliminarPues animar a la lectura o incrementar el gusto por ella, ya es una buena razón para este blog.
EliminarUn beso.
Precisamente me ha venido a la cabeza el caso de los bomberos que parece visto para sentencia. El tráfico de personas es quizá el delito más asqueroso y mezquino, los cuervos del dolor ajeno. A veces pienso en qué clase de información deben dar a esos inmigrantes en su país, qué falsas ilusiones les deben dar.
ResponderEliminarUn libro sin duda emocionado y emocionante el que nos traes hoy. Sobre todo por haber inspirado una reseña tan sentida. Un fuerte abrazo!!
Afortunadamente parece ser que los bomberos han sido absueltos, pero lo que han tenido que pasar no me lo puedo imaginar. Si a mí me parece indignante de tan injusto e hipócrita, ellos han tenido que sentir ganas de... mejor no lo digo. Y lo peor de todo para mí, y me imagino que para ellos también, es lo incomprensible que resulta todo.
EliminarViendo cómo se trata aquí a algunos inmigrantes y cómo terminan viviendo, yo siempre me he preguntado si no estarían mejor habiéndose quedado en su país, pero las cosas deben de ser tan terribles que, con todo, están aquí mejor. Aprovecharse de esa miseria y de esa necesidad es, como dices, lo más mezquino que me pueda imaginar.
Un beso.
En Instagram --- donde vengo hasta aquí- poniaen interrogante el nombre de Lorena, pero tú me lo has confirmado.
ResponderEliminarA mí estas obras que navegan a través de otras obras literarias o cinematográficas me encantan. Si además denuncian una situación vergonzosa como la de la inmigración y la muerte que tantas veces conlleva al placer lector se suma la emocionada indignación.
Yo a la película"El nadador" llegué vía el relato corto de John Cheever, un narrador norteamericano muy recomendable; sobre lo que dices de Stromboli se me representa en mi memoria el film del neorrealismo italiano del mismo titulo de Roberto Rosellini. Y, bueno, para qué decir algo de "El gatopardo" cuyo autor puso en nuestra cabeza el nombre de La mordida. ¡Mejor hubiera sido quedarnos con ese nombre como si fuera sólo pura ficción y no caer de bruces en la cruda y cruel realidad!
Me ha encantado tu reseña. Un beso
Dónde se lee "La mordida"(?) debe leerse "Lampedusa"
EliminarJa,ja lo que llegan a hacer los correctores de los móviles.
EliminarYo también recordé la película de Rosellini, lo que pasa es que no quería extenderme demasiado y, para ser sincera, es una película que tampoco me ha entusiasmado nunca. La he visto un par de veces, hace mucho tiempo y no le he pillado el punto. Tal vez sería hora de intentarlo de nuevo.
El Gatopardo es otra historia. Visconti me gusta muchísimo y esta es una de sus mejores películas. Cada vez que la veo me emociona.
Ojalá Lampedusa siguiera siendo solo un recuerdo literario y cinematográfico que no hubiera entrado nunca en el género de terror...
Un beso.
Para mí, Lampedusa tiene más reminiscencias a dolor y pérdida que a cine y literatura, por pertenecer a otra generación. En cualquier caso, me sorprende la capacidad para hilvanar temas, para presentar ideas como si de cerezas se tratase. Me da la impresión de que es un libro fuera de la común, reflexivo y para replantearse el significado que una misma palabra puede adquirir por la coyuntura social e histórica.
ResponderEliminarFantástica reseña, Rosa.
Un beso.
Qué gusto sería para ti, que has visto tanto'El gatopardo' como 'El nadador', y siendo tan cinéfila además, compartir parte del recorrido de este libro con la autora. No es necesario haberlas visto para sumergirse en él, pues de Kerangal nos hace partícipes de sus impresiones y sabe hilvanar ideas como nadie, pero supongo que habrá sido un plus.
ResponderEliminarEl libro me parece una pequeña maravilla, un recorrido por la memoria cultural que incide en nuestro fracaso como humanidad. No me extiendo más, pues ya sabes de mi admiración por Maylis.
Gran reseña, Rosa. Me alegra saber que has disfrutado la lectura.
Besos
La he disfrutado mucho y, como bien dices, haber visto ambas películas ha sido un plus. "El gatopardo la he visto varias veces porque Visconti me gusta mucho. La novela le leí solo una vez.
Eliminar"El nadador" la vi hace unos tres años y me pareció genial. Si tienes oportunidad te la recomiendo. Aquel hombre en bañador, volviendo a su casa de piscina en piscina y "enfrentándose" a los dueños de las sucesivas mansiones y su previsible nadería, es genial. Y ver hacia donde se dirige en realidad, más genial aún.
Me ha gustado mucho el libro. Con tanta cultura, con tanta belleza creada ¿cómo se puede ser tan torpe a la hora de relacionarnos con los demás; de comprender lo distinto; de socorrer a los que antes hemos hundido? ¿No aprenderemos nunca?
Ya tengo encargado "Reparar a los vivos".
Un beso.
El tema me parece demasiado duro para abordarlo ahora, para coger ritmo estoy leyendo sobre temas más ligeritos y mi ánimo tampoco me permite más (ya se andará) pero, como siempre, me encanta tu reseña, haces que a todos nos apetezca leer. Un beso enorme, Rosa
ResponderEliminarTe entiendo perfectamente. Hay veces que una solo está para que la entretengan y para dejarse mimar por la lectura. Son veces en que exigimos, pero tenemos poco que dar a los libros. Yo últimamente, no sé por cuanto tiempo, soy generosa con ellos y me apetece poner mucho de mi parte. la recompensa es que me topo con lecturas tan maravillosas como las que estoy leyendo.
EliminarUn beso.
Un libro muy reflexivo. Lo conocía pero no sabía exactamente su contenido, quiero decir que pensaba que se centraba en la tragedia del naufragio y me ha sorprendido la relación con el escritor que plasma la autora. Todo junto hace que sea interesante!!
ResponderEliminarHe visto El gatopardo pero no he leído el libro y tampoco he visto El nadador.
Si finalmente leo el libro, casi prefiero hacer recordatorio de El gatopardo y ver El nadador, creo que así se disfruta más el libro!! Un besito guapa, genial reseña!!! :))
Una vez vistas las películas, la lectura del libros e hace más gratificante, desde luego, pero creo que aun sin haberlo hecho, es un libro que atrapa con sus reflexiones y la forma de contarlas.
EliminarAunque haya temas laterales, se sigue centrando en el naufragio y lo que trae consigo. Al poner el contrapunto de la belleza de películas y novelas y imágenes surgidas en la noche... el contraste pone más de manifiesto la tragedia.
Un beso.
Al leer el título de la novela en lo único que he pensado es en la isla donde van a recalar tantos seres humanos que buscan con desesperación un futuro, una vida nueva, el olvido a tanto sufrimiento. Telediarios con noticias terribles, inmigrantes, pateras, muertos, necesidad, caos...
ResponderEliminarTu reseña me ha encantado, como siempre, pero tengo la sensación de que la novela no me gustará, seguramente porque carezco de las referencias en las que la autora basa gran parte de su "divagar" entre temas. Esta vez dejo pasar el título :))
¡Un beso, Rosa!
No sé si el carecer de las referencias literarias o cinematográficas puede hacer que no te guste la novela. Desde luego con ellas, se disfruta mucho más, pero sin ellas creo que el libro sigue siendo muy bello y despertando el interés por la forma de encarar esos hechos que se repiten con tan terrible frecuencia.
EliminarAunque entiendo que no te atraiga y prefieras leer otra de tantas cosas como se nos acumulan.
Un beso.