"La reina de las nieves" Michael Cunningham
"A Barrett Meeks se le apareció una luz celestial sobre Central Park, cuatro días después de que, una vez más, hubiese salido malparado de sus amores. No era, ni mucho menos, la primera vez que le daban la patada, pero sí la primera que se lo comunicaban con un mensaje de texto de cinco líneas, cuya quinta frase era un deseo formal y demoledor de buena suerte para el futuro, seguido de tres xxx minúsculas".
Es noviembre de 2004 y Barrett ya se ha acostumbrado a la sucesión de novios y a que la historia termine siempre en ruptura. Ahora, como ha perdido su apartamento y no tiene dinero para alquilar otro, se ha trasladado a vivir con su hermano Tyler y la novia de este, Beth, a su apartamento de la avenida Knickerbocker, en Bushwick, Brooklyn.
Es noviembre y es martes de elecciones. Un día cualquiera en el que Barrett ha salido a correr y después de desayunar irá a la tienda en la que trabaja. Un día de nieve en Nueva York como otro día cualquiera. Si no fuera porque la noche anterior vio una luz sobre Central Park. "Una pálida luz translúcida de color agua, una muestra de velo, por encima de las estrellas, no, por debajo de las estrellas, pero muy alta, por encima de una nave espacial que se cerniera sobre las copas de los árboles. Podría o no estar desplegándose, era más densa en el centro y dejaba una estela como de encaje y espirales en los bordes". Una luz que no sabe cómo explicar y de cuya existencia no se atreve a hablar con nadie. Una luz que lo ha mirado y lo ha elegido y después se apagó de repente tras convertirse en unas chispas azules y pálidas que temblaron un momento.
Tyler despierta junto a Beth en un dormitorio nevado. La noche anterior se dejaron la ventana abierta. Tyler sueña con componer una canción perfecta para Beth, para regalársela el día de su boda; sueña con que Beth se cure, aunque la quimio no está surtiendo mucho efecto y, si bien no ha empeorado, tampoco ha mejorado; sueña con que Bush no gane las elecciones porque "No había armas de destrucción masiva. Y pese a todo los bombardeamos. Y, dicho sea de paso, ha destruido la economía. Ha despilfarrado cerca de un trillón de dólares. A Tyler le parece imposible que eso pueda no tener importancia" (casi catorce años después, nosotros sabemos que hay cosas que, aunque deberían tener importancia, no tienen más de la que se les da, y a algunas no se les da la que se merecen).
Tyler y Barrett viven sus propios abandonos como pueden. Barrett busca un remedio a su soledad en la luz color agua, de la que espera que haya sido el anuncio de algún acontecimiento insólito o, cuando menos, agradable (aunque tal vez no sea exactamente el que él espera); Tyler busca en la cocaína el remedio a su miedo, el miedo a no dar jamás con la canción adecuada, el miedo a perder a Beth.
Pero hay más personajes que comparten con ellos sus miedos y su parálisis: Liz, la socia de Beth en la tienda en la que también trabaja Barrett, esconde secretos del pasado y persigue anhelos en el presente, y tiene un amante, Andrew, mucho más joven que ella y con el que pretende atrapar los últimos hilos de una juventud que se le escapa irremisiblemente a sus más de cincuenta años. Ella es introspectiva y reservada, él un tanto simple y amante de estímulos externos, pero es hermoso como un dios griego y también tiene atrapado a Barrett aunque "la devoción que Barrett siente por Andrew no incluye ni una sola insinuación de posibilidades reales. Adora a Andrew igual que se podría adorar a un Apolo de Fidias".
Tyler y Barrett esperan, esperan un milagro que salve a Beth, esperan poder mudarse a un apartamento mejor; Barrett espera el amor, Tyler el triunfo como músico. Esperan que se cumplan las promesas de su juventud cuando Barrett era un niño superdotado cuya inteligencia lo llevaría a Yale, a empezar un doctorado y abandonarlo y a encontrase ahora perdido trabajando en una tienda en la que aconseja sobre qué joyas comprar mientras dobla camisetas de diseño; cuando Tyler se mostraba como un virtuoso con grandes habilidades musicales que no le sirven para terminar de triunfar y poder, a sus cuarenta y tres años, dejar de tocar en un bar por la noche.
La novela narra hechos puntuales a lo largo de cuatro años. Si empieza en noviembre de 2004 con las elecciones que desembocarán en la reelección de Bush, termina en noviembre de 2008, en las elecciones que ganará Obama, aunque ellos aún no lo saben:
"—Creo que saldrá Obama —dice Barrett—. Lo digo en serio.
Tyler mueve fatigado la cabeza.
—El país no está tan preparado para un presidente negro. Prepárate para McCain. Hazte a la idea de tener a Palin de vicepresidenta.
—Creo que el país está preparado para alguien que arregle la economía y tal vez…, no sé, deje de matar a un tercio de la población mundial —dice Barrett.
—Eres un soñador. Es tu mayor virtud. Aunque también resulte ligeramente irritante".
Para entonces han cambiado algunas cosas, pero no sabremos de esos cambios más que por referencias. Entre ambas elecciones, asistiremos a una fiesta de noche vieja, la de 2005, en la que Barrett cree que la luz color agua ha obrado su milagro y sufrirá una decepción, si no amorosa, al menos sí erótica; y asistiremos a un viaje nocturno en el Ferry a Staten Island que será el primero de muchos para Barrett.
En noviembre de 2008, muchas cosas habrán cambiado, algunas para bien y otras para mal, pero Barrett se siente burlado y estafado y viaja a Staten Island porque hay un ojo en el agua; un ojo que lo observa y que, a diferencia de la luz color agua, él nunca lo ha visto, pero sabe que el ojo lo ve a él. Tal vez pretende que el ojo haga el milagro que la luz no hizo y esta vez no se lo contará a nadie, porque puede que el haber contado lo de la luz gafara el prodigio y la luz no actuara. Ahora dejará actuar al ojo que lo ve desde el agua y seguirá esperando un milagro, un milagro que lo libre de la broma cósmica en que se siente atrapado desde que su madre fue fulminada por un rayo mientras jugaba al golf y los dejó huérfanos porque "Tyler y él no solo son huérfanos, son parte de una broma horrible, lo han sido desde niños; son súbditos de un dios que parece preferir los chistes a la purificadora emoción de la ira". Y todos preferimos la ira a que se burlen de nosotros.
"La reina de las nieves" es una novela hermosa, escrita con la hermosas palabras y frases propias del autor. Una novela de quietud, donde parece que lo que sucede, pasa sin intervención de sus protagonistas. Esperan, se dejan arrastrar por el tiempo y adquieren lo que les llega con resignación o, tal vez, con humildad. Aunque sigan esperando el milagro, aunque llegue, incluso, no parece que ellos hagan nada por merecerlo o por atraerlo.
"La reina de las nieves" es una novela de quietud y silencio y si algo faltaba para envolvernos en esa sensación, ahí está Nueva York cubierta de nieve donde todo es paz blanca, inacción estoica, espera resignada, pero donde todo parece preparado para los milagros. Ahora que me acuerdo ¿no es en un invierno nevado en pleno Central Park donde se nos aparece por primera vez Jennie en la maravillosa película de William Dieterle "Retrato de Jennie"? Lo dicho: todo preparado para un milagro.
Conocí a Michael Cunningham cuando se estrenó la película "Las horas". Supe entonces de la novela en que se basaba y no tardé en hacerme con ella para descubrir a otro de mis autores favoritos. "Las horas" fue Premio Pulitzer en 1999 (cuántas alegrías me han dado los premios Pulitzer). Después leí "De carne y hueso" y "Cuando cae la noche" y ambas me parecieron muy buenas. En las cuatro que he leído está presente la especial sensibilidad del autor, tanto en su manera de escribir, como en las historias que cuenta y todo ello hace que me atrape sin remedio y que esté deseando volver a leerlo.
Michael Cunningham |
Pero hay más personajes que comparten con ellos sus miedos y su parálisis: Liz, la socia de Beth en la tienda en la que también trabaja Barrett, esconde secretos del pasado y persigue anhelos en el presente, y tiene un amante, Andrew, mucho más joven que ella y con el que pretende atrapar los últimos hilos de una juventud que se le escapa irremisiblemente a sus más de cincuenta años. Ella es introspectiva y reservada, él un tanto simple y amante de estímulos externos, pero es hermoso como un dios griego y también tiene atrapado a Barrett aunque "la devoción que Barrett siente por Andrew no incluye ni una sola insinuación de posibilidades reales. Adora a Andrew igual que se podría adorar a un Apolo de Fidias".
La novela narra hechos puntuales a lo largo de cuatro años. Si empieza en noviembre de 2004 con las elecciones que desembocarán en la reelección de Bush, termina en noviembre de 2008, en las elecciones que ganará Obama, aunque ellos aún no lo saben:
"—Creo que saldrá Obama —dice Barrett—. Lo digo en serio.
Tyler mueve fatigado la cabeza.
—El país no está tan preparado para un presidente negro. Prepárate para McCain. Hazte a la idea de tener a Palin de vicepresidenta.
—Creo que el país está preparado para alguien que arregle la economía y tal vez…, no sé, deje de matar a un tercio de la población mundial —dice Barrett.
—Eres un soñador. Es tu mayor virtud. Aunque también resulte ligeramente irritante".
Para entonces han cambiado algunas cosas, pero no sabremos de esos cambios más que por referencias. Entre ambas elecciones, asistiremos a una fiesta de noche vieja, la de 2005, en la que Barrett cree que la luz color agua ha obrado su milagro y sufrirá una decepción, si no amorosa, al menos sí erótica; y asistiremos a un viaje nocturno en el Ferry a Staten Island que será el primero de muchos para Barrett.
Vista de Manhattan desde el transbordador a Staten Island (Julio 2009) |
"La reina de las nieves" es una novela hermosa, escrita con la hermosas palabras y frases propias del autor. Una novela de quietud, donde parece que lo que sucede, pasa sin intervención de sus protagonistas. Esperan, se dejan arrastrar por el tiempo y adquieren lo que les llega con resignación o, tal vez, con humildad. Aunque sigan esperando el milagro, aunque llegue, incluso, no parece que ellos hagan nada por merecerlo o por atraerlo.
"La reina de las nieves" es una novela de quietud y silencio y si algo faltaba para envolvernos en esa sensación, ahí está Nueva York cubierta de nieve donde todo es paz blanca, inacción estoica, espera resignada, pero donde todo parece preparado para los milagros. Ahora que me acuerdo ¿no es en un invierno nevado en pleno Central Park donde se nos aparece por primera vez Jennie en la maravillosa película de William Dieterle "Retrato de Jennie"? Lo dicho: todo preparado para un milagro.
"Retrato de Jennie" William Dieterle (1948) |
Conocí a Michael Cunningham cuando se estrenó la película "Las horas". Supe entonces de la novela en que se basaba y no tardé en hacerme con ella para descubrir a otro de mis autores favoritos. "Las horas" fue Premio Pulitzer en 1999 (cuántas alegrías me han dado los premios Pulitzer). Después leí "De carne y hueso" y "Cuando cae la noche" y ambas me parecieron muy buenas. En las cuatro que he leído está presente la especial sensibilidad del autor, tanto en su manera de escribir, como en las historias que cuenta y todo ello hace que me atrape sin remedio y que esté deseando volver a leerlo.
Creo que esta no es para mí. Un abrazo.
ResponderEliminarJa, ja. De vez en cuando hay que salir lo negro y dejarse envolver por la paz de la nieve. Y si es en Nueva York, mejor que mejor.
EliminarUn beso.
Hola Rosa, ay no me paso a leer tus lecturas como debiera, tal vez porque el tiempo lo acompaño con otras historias, las que me vienen a la cabeza, estoy segura que algún día puede que mi sonajero ya no suene y entonces leeré, leeré tanto que incluso podría leer más que tú... (qué ilusa eres, es lo que me está diciendo mi otro yo, tú leer como Rosa ya te gustaría) espera ¿que te decía? me quedé en blanco. Bueno que esta historia, sobre todo lo que significa para ti, el autor me ha resultado interesante. Hay un detalle de esta ciudad nevada y del diálogo del matrimonio, cuando hablan de las elecciones, si saldrá Obama o no, me pregunto como un país que votó a ese presidente fue capaz después de votar a Trump. También destaco esa sensibilidad del autor de la que hablas. Feliz día Rosa y gracias por la reseña. Un beso
ResponderEliminarAy, Eme, espero que tu sonajero no deje nunca de sonar, aunque eso signifique que no tengas tiempo de visitarme.
EliminarEs que hay dos Estados Unidos muy diferentes. A veces gana el que vota a Obama y a veces el que vota a Trump. Lo que creo que sería inconcebible es que se perdonara la corrupción y la mentira como se perdonan aquí. Ni siquiera creo que Trump consiga la reelección, aunque igual son mis inmensos deseos de que no vuelva a ganar los que me hacen pensar eso.
Un beso.
Pues tu reseña me ha motivado, Rosa. Veo que se trata de un "esperar" continuo por parte de todos. No conozco al autor ni sus novelas,pero tomo nota de la película "Las horas" y así la veré.
ResponderEliminarGracias porque siempre saco algo en claro cuando te leo.
Un beso
Yo descubrí al autor por esa película y quedé totalmente motivada. Esta es una novela en la que los personajes viven, sin más. No suceden grandes cosas, al menos a nuestra vista. Ni tampoco fuera de ella, en realidad. pero, a la vez, hay mucho mar de fondo porque en todas las vidas lo hay. Creo que, en el fondo, todos esperamos un milagro.
EliminarUn beso.
A pesar de tu recomendación, creo que no es para mí.
ResponderEliminarBesos
Los escritores norteamericanos, me encantan y este es muy bueno.
EliminarGracias por acercarte a leerme, a pesar de no atraerte el libro.
Un beso.
Hola Rosa, has plasmado emociones y sin duda invitas a leer una historia que me llama poderosamente la atención. No se si es por lo bien que lo has transmitido pero me gustan los personajes moviendo en ese Nueva York tan cercano y tan lejano a veces. Respecto al autor de La Horas, está maravilloso en este libro que es el que he podido leer de él, y la adaptación cinematográfica me pareció un sueño. Una película que por cierto es la preferida de un autor que se mueve entre nosotros, como es Eduardo Blazquez Mateos y de la que hablamos en la presentación de su libro. Un beso Rosa y gracias por soñar y hacer soñar con literatura.
ResponderEliminarEs una película alucinante. Leí también a raíz de la película "La señora Dalloway" y, parece mentira, pero en ella está el espíritu de "Las horas" como si Virginia Woolf hubiera sabido de ese tiempo y esa novela que le haría tan genial homenaje. Sí, ya sé que todo es sugestión mía y que lo que pasa es que en "Las horas" está el espíritu de "La señora Dalloway", pero lo cierto es que para mí, ambas novelas ya son una.
EliminarUn gran autor Cunningham.
Un beso.
Muy interesante, la propia historia y el contexto. Me encanta imaginarme una ciudad de esa magnitud cubierta de nieve, en pausa. No he leído ninguna de las cuatro novelas que citas, sí he visto la película y de momento lo pasaré a mi lista.
ResponderEliminarUn abrazo.
En esta novela el ambiente proporciona silencio y quietud. La historia está llena de deseos, de esperanzas, de frustraciones, de desengaños.
EliminarA mí me encantaría descubrir Nueva York con nieve, pero debe de hacer un frío que casi me disuade. Aunque como tenga oportunidad...
"Las horas" consiguió engancharme al autor y en ello sigo.
Un beso.
Salvo porque dices que la forma de narrar del autor es hermosa, la novela no me atrae demasiado. Quizás es que últimamente he leído pocos libros con acción y la echo de menos, pero tengo la sensación de que estaría deseando acabarla para empezar otra cosa. No sé, a lo mejor es también que con esta luz de primavera, este cielo y este mar no quiero volver a la nieve :))
ResponderEliminarAún así y como siempre, ha sido un placer leer tu hermosa y cuidada reseña, Rosa. Cuando tú reselas un libro, siempre le sumas.
¡Un beso de martes!
En este libro no hay mucha acción, pero hay mucha vida.
EliminarAquí llegó la primavera, estuvo tres o cuatro días y ya parece que se despide de nuevo. Entre la lluvia de Santander y la nieve en Central Park, yo lo tengo muy claro. ja, ja.
Si necesitas acción, puede que no sea la lectura más indicada.
Un beso.
A mí también me ha llamado la atención lo que señala Gerardo, esa sensación de paz y quietud que refleja la novela, como cuentas, tratándose de Nueva York, sobrecoge la visión. Supongo que solo es posible con la ciudad cubierta de nieve.
ResponderEliminarNueva York es un escenario tan especial, tan colosal, que las historias se impregnan (si el escritor es bueno) de ese mismo carisma que desprende "La Gran Manzana".
Habrá que tener en cuenta esta historia neoyorquina.
Abrazos!!
Nueva York es una ciudad fascinante. Para mí, la mejor de cuantas he visitado. No le costó ni dos días desbancar a París, Roma y Praga.
EliminarPasé allí un cuatro de Julio. El ambiente era alucinante. Parecía la verbena de un pueblo de lo cercana que se veía a la gente y del ambiente tan festivo y sociable.
Nevada nunca la he visto, pero no pierdo la esperanza. Lo que tengo muy claro es que he de volver, en verano o en invierno, pero he de volver.
Esa ambientación jugó mucho en mi opinión de la novela, pero igual me hubiera gustado.
Es un autor muy recomendable. En este libro consigue que el paisaje sea un personaje más (y no el menos emotivo) y eso ya sabemos que solo lo consiguen los mejores
Un beso.
Es curioso, Rosa, leyendo tus impresiones de Nueva York me doy cuenta hasta que punto es una ciudad de contrastes tan dispares. Tú fuiste a Nueva York pasando allí un cuatro de julio, con ese ambiente festivo y, en cierto modo, mostrándose una Nueva York provinciana, como queriendo deshacerse por unos momentos de su imagen de ciudad universal.
EliminarYo llegué nada menos que un 11 de septiembre (fatídica fecha para el recuerdo) del 2004, se conmemoraba el 2º aniversario del atentado... y me encontré una ciudad armada hasta los dientes, con agentes del FBI y policías que parecían Robocops en cada esquina. Fui sin compañía, algo más de dos semanas, así que pasadas las conmemoraciones cobró su pulso habitual. Me cautivó para siempre. Comenté esta experiencia en un antiguo blog que tenía, en el ya lejano 2005. No estaría mal recuperarla ahora, mientras voy terminando el último libro.
Un beso.
Me encantaría leer tus impresiones de Nueva York.
EliminarEs que pasar allí el 11 de septiembre de 2004 y pasar el 4 de julio de 2009, no tiene nada que ver. Yo estuve una semana y después otros quince días viajando por Canadá y el norte de los Estados Unidos y me cautivó todo el país. En contra de lo que imaginábamos, mucho más que Canadá. Las expectativas que cine y literatura me habían creado, se cumplieron con creces. He vuelto dos veces más a otras zonas del país y se han visto confirmadas.
Un beso.
no la veo para mi!! pero estas cosas al final sorprenden besitos!
ResponderEliminarSí. A veces uno se encuentra leyendo cosas que nunca imaginó.
EliminarUn beso.
Reconozco que quizá no es de las novelas que leo últimamente, pero hay un detalle que me ha llamado la atención. Esa luz, ese deseo de que suceda algo inesperado, no hace falta que sea un milagro, basta un pequeño detalle inusitado que nos dé ese espaldarazo para esperar siempre lo imposible. De adolescente, era muy rarito, siempre solía mirar al cielo antes de irme a dormir. Deseaba ver aunque solo fuera una luz recorriendo las estrellas, algo que me indicara que quizá existía algo más que el triste día a día.
ResponderEliminarEs una sensación extraña, que me ha hecho gracia verla reflejada en esta historia. Un fuerte abrazo!!
Esa luz color agua, sin ser determinante, juega su papel en la novela. Cuando la luz deja de suponer una esperanza para Barrett, la traslada al ojo en el mar, y ese es puramente imaginario. Se ve que ante el desengaño de la luz, prefiere volverse hacia algo que le siga manteniendo viva la esperanza. Te estoy escribiendo esto y me dan ganas de volver a leerla...
EliminarSí tú mirabas al cielo buscando algo extraordinario que te sacara de la vulgaridad del día a día, yo siempre he mirado a los libros. Ellos son lo extraordinario que interviene en nuestras vidas que, aunque sean maravillosas, no dejan de ser un tanto rutinarias (casi siempre, al menos), y mejor que sea así porque no siempre la rutina se rompe para mejorar.
Un beso.
Esa quietud y ese dejarse arrastrar por el tiempo no me animan a leer esta novela. A mí me gusta un poco más de acción. Me conformo con haber leído todo lo que cuentas de ella en esta reseña.
ResponderEliminarUn besote.
La falta de acción no me importa si se suple con otras virtudes. En esta novela, la ambientación, el estilo del autor, las vivencias interiores de los personajes... todo ello hace que me haya encantado. Y Nueva York nevado, claro.
EliminarUn beso.
Tal vez no para ahora, pero puede ser una lectura para el futuro. Al menos como manera simbólica de viajar a esa ciudad de tonos blancos y grises que se presta para la esperanza y la melancolía.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es una novela en la que sumergirse con tiempo y tranquilidad. Porque tiempo y tranquilidad es lo que transmite y la prosa del autor, además, invita a ello.
EliminarSi te animas, me cuentas.
Un beso.
Será por esa quietud y silencio que señalas por la que tu reseña me ha transmitido tanta calma a pesar de los miedos e inseguridades que toca la novela que la inspira. Con Michael Cunningham todavía no me he estrenado pero tomo nota de este título a ver si le pongo remedio.
ResponderEliminarBesos
Para mí, Michael Cunningham es uno de los grandes en Estados Unidos. Menos conocido que Philip Roth (qué pena me ha dado su muerte) o Richard Ford, pero grande.
EliminarEs cierto que la novela transmite calma. Los personajes tienen una especie de resignación esperanzada a la que le va muy bien el silencio y la quietud de un Central Park de noche y cubierto de nieve.
No obstante, sé que todo esto es muy subjetivo. Tal vez la quietud solo me la transmitió a mí y yo la transmito en mi reseña. Me gustaría saber más opiniones.
Un beso.
Uy, qué bien suena lo que cuentas, Rosa. No conozco a este autor pero después de tu reseña, en cuanto pueda le doy una oportunidad.
ResponderEliminarUn beso enorme
Pues espero que te guste. Creo que es de los autores que merece la pena conocer. Tiene mucha sensibilidad a la hora de plantear sus historias y en la forma de contarlas. A mí me encanta.
EliminarUn beso.
Cuantos de nosotros vemos señales en cada cosa que ocurre, esperando un cambio trascendente. Cuantas veces nos hemos sentido traicionados e incluso abandonados a las patas de los caballos que tiran del carro de la vida, de nuestra vida.
ResponderEliminarSomos como niños que todavía abren ilusionados los regalos de reyes o que esperan con ansia la primera nevada del año para poder jugar con bolas de nieve; después viene la realidad decepcionante que nos abre los ojos, pero cuando esto ocurre, volvemos a ver señales que nos esperanzan de nuevo, que nos hacen creer en lo inesperado, un gran cambio que sin lucharlo ni buscarlo viene a nosotros como una nueva oportunidad.
Tendré que leer algo de este autor para descubrir esa sensibilidad que nombras, en sus letras.
Te deseo lo mejor.
Un beso.
Gracias por tus palabras, Francisco.
EliminarLa verdad es que has resumido a la perfección la postura de Barrett, siempre confiando y siempre desengañándose; perdiendo para volver a apostar: a una luz, a un ojo en el mar.
Una muy hermosa novela, con su parte de dura realidad.
Un beso, amigo.
hola! una nunca sabe con que se va a encontrar en tu blog! no conocemos al autor mas que de vistas, habra que agudizar mas la vista, gracias! abrazosbuhos
ResponderEliminarPues me alegro si lo que habéis encontrado os ha gustado.
EliminarNo dejéis pasar a este autor. Merece la pena.
Un beso.
Oooohhh me gusta!!
ResponderEliminarLo apunto.
Besotes
Una novela muy interesante. Espero que te guste.
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