"Clavícula" Marta Sanz

"¿Cuándo empieza el dolor?, ¿el primer síntoma? Quizá yo podría fijar el mío mientras sobrevuelo el océano Atlántico rumbo a San Juan de Puerto Rico. [...] realmente sucede así; mientras sobrevuelo el mar constantemente diurno, noto la presencia de una costilla bajo el pecho izquierdo. Y, en la costilla, detecto una pequeña cabeza de alfiler que súbitamente se transforma en una huella de malignidad. Una fractura en la osamenta o el reflejo de una vorágine interior".

Un pequeño dolor en cualquier sitio (costilla por ejemplo) se puede convertir en una dolencia que nos lleve de especialista en especialista, de angustia en sobresalto, de imaginación en certeza, hasta la paranoia más absoluta. No sabe Marta Sanz hasta qué punto me he sentido identificada con ella, si bien a mí es algo que me pasaba con más frecuencia y más intensidad cuando era mucho más joven y en la adolescencia. Parece ser que el hecho de ver que voy sobreviviendo y que mis punzadas no se materializan nunca en nada concreto me ha hecho más confiada y menos proclive a ver el final en cualquier inofensiva molestia. Pero lo he sentido. El miedo al final.

Aunque "Clavícula" está catalogada como novela, yo la veo más bien como un ensayo, un libro de experiencias de alguien que entra en la mediana edad, hacia la mitad de los cuarenta, y empieza a ver que viene el lobo, que vienen los lobos, porque muchas son las amenazas que nos caen encima. Y yo, como ella, intento anticiparme al dolor, vivirlo con antelación para que luego duela menos. Es "una manera de apaciguar un dolor anticipándolo. Quiero domar el dolor como si fuera un animal salvaje. Prefigurar la dentellada amarilla. No sé si mi táctica servirá o, por el contrario, el efecto de prepararse para el futuro siempre resulta nocivo". Yo creo que prepararse para el dolor futuro revolcándose en él y sufriéndolo por anticipado es nocivo, siempre lo es, pero otra cosa es que podamos evitarlo. Algunos no podemos. 

Siempre he tenido miedo por mí y por las personas que quiero, miedo a la enfermedad, miedo a los accidentes; un miedo que me agolpa la sangre en los oídos y me hace perder la noción de todo razonamiento lógico. Eso así, desde siempre, pero a partir de una cierta edad, los miedos probables se transforman en miedos certeros: al final de los padres a los que vemos deteriorarse como un retrato anticipado de lo que nos espera; a la menopausia con todos sus achaques físicos y todos sus significados biológicos; al final de las fuerzas que nos permiten la libertad y la independencia; al final de quien comparte la vida con nosotros, si es el caso; a la soledad, a la demencia, al dolor, a la muerte...

Y me rebelo contra todos esos miedos porque aún no han llegado las causas, porque aún soy fuerte y no estoy sola y no debería temer por lo que ha de venir, porque entonces, cuando venga, llevaré sufriéndolo varios años sin causa ni motivo y habré agrandado en el tiempo lo que debió durar mucho menos. "La dulzura y la paz me acongojan. No sé disfrutar ni de la paz ni de la dulzura. Porque se acaban".

Afirma Marta Sanz que escribe de lo que le duele, y yo siempre he dicho que me gustan los libros de los que salgo herida. Ella escribe de lo que le duele y yo leo para que me duela, para conculcar el dolor y mantenerlo a raya, para dejarlo confinado entre las páginas de un libro y desde allí ser capaz de vencerlo o soportarlo. Si ella escribe para añadir orden al caos, yo leo para entender cómo se resuelve el caos, porque lo de que el Universo tiende a la máxima desorganización, al caos total, no termina de convencerme cuando me lo aplico a mí misma. Por eso, aunque "la escritura (o la lectura) araña la entropía como una cucharilla de café el muro de la prisión", nos hacemos ilusiones y creemos que a base de remover la cucharilla con uno y otro y otro libro más, terminaremos por hacerle un agujero y vencer a la entropía.

La autora nos cuenta su calvario de médico en médico, de prueba en prueba, porque no admite que lo suyo sea solo mental: depresión, estrés, agotamiento, ansiedad. No, ella quiere tener una enfermedad razonable, entendible, tratable. Visita a sus médicos de cabecera, hasta tres confiesa tener, en busca de algo tangible: enfisema, estenosis de la mitral, algo que no se cure con lexatines, con los que tampoco se cura nada. No soporta pensar que siga visitando especialistas y todos descarten dolencias en el órgano, aparato o sistema de estudio de cada uno; la aterra el seguir sin saber lo que tiene y tener que seguir tomando, con la dosis aumentada, más pastillitas. "He ido a tres o cuatro médicos de cabecera. A una aniñada neumóloga que me sugiere un tratamiento basal contra la ansiedad y a una cardióloga con pendientes de perlas que me dice: «La ansiedad no existe. Vaya a un reumatólogo»[...] Me duele. Mi última esperanza es solicitar los servicios de un exorcista".

Marta Sanz
Pero no solo de su salud y de sus miedos, nos habla Marta Sanz en este libro. Entre visita y visita médica, entre prueba y análisis, entre escáner y ecografía, nos habla de la crisis económica y de la reforma laboral que nos ha hecho viejos antes de tiempo; de la superioridad moral instalada a golpe de publicidad y de lo políticamente correcto en los que hemos abandonado ciertas costumbres que hacen que otros sean culpables de morirse y nosotros ya no (no, al menos de enfisema o cáncer de pulmón); de un mundo que cada vez se vuelve más aséptico hasta el punto de no oler a nada, ni saber a nada. 

Y habla mucho de las mujeres, de la condición de las mujeres a las que nos afectan más ciertas enfermedades en la frontera entre lo mental y lo fisiológico, y nos afectan más por nuestra mayor sensibilidad al ruido o al desorden, por nuestra capacidad para rebelarnos contra tantas situaciones que nos son especialmente desfavorables, somatizándolas y transformando insatisfacciones, angustias e injusticias en dolor físico del que ningún especialista encuentra el origen. Y así surgen "los trastornos del sueño, la rigidez de los huesos y los músculos, la falta de apetito sexual, la inflamación de la vulva, la ansiedad, la depresión, la hipersensibilidad en ciertos puntos del cuerpo".

Todo ello, además, con la escritura maravillosa de Marta Sanz a la que en su anterior libro, "Farándula", he visto jugar con el lenguaje y hacer con él verdaderas piruetas malabares; la he visto extraer sinónimos y jugar con las distintas formas de nombrar lo mismo hasta más allá de lo que parece posible; la he visto relatar lo que se puede observar desde un punto situado en medio de una gran ciudad y me he quedado alucinada de su portentosa capacidad de observación, y todo ello con una belleza de estilo indiscutible (tan indiscutible como puede serlo la belleza).

He disfrutado y sufrido con "Clavícula". He tenido sentimientos muy variados: de identificación, de clarividencia, de epifanía, de miedo, de reconocimiento, de ridículo. Lo que es innegable es que me ha tocado, me ha dolido, me ha servido (en parte, solo en una parte pequeñita) para conjurar el miedo al futuro, para procurar no temer a la vida que nos queda.

Dos párrafos del libro para terminar:
"Recogemos una inquietud de época y escribimos estas cosas porque algo nos duele, porque somos mujeres, porque tenemos o no tenemos pareja, escribimos, tenemos y no tenemos trabajo, somos españolas y blancas, posiblemente feministas, posiblemente de izquierdas. Pero nuestros libros no están escritos con las mismas palabras y, en consecuencia, no, no son iguales" (hablando de Elvira Navarro en "La trabajadora").

"Tengo cuarenta y ocho años. No. En realidad, tengo cuarenta y siete. Hace dos años que no tengo la menstruación. Soy una mujer de éxito llena de tristeza. Temo que se mueran mis padres. Mi marido está en el paro. Trabajo sin cesar. No quiero quedarme sola. He tenido mucha suerte. Me han querido tanto. No sé ganar. Ni perder. Me da pánico no disponer de tiempo suficiente para disfrutar de tanta felicidad y tantos privilegios".

Título del libro: Clavícula
Autora: Marta Sanz
Editorial: Anagrama
Año de publicación: 2017
Año de publicación original: 2017 
Nº de páginas: 208

Comentarios

  1. Me ha encantado tu reseña,... especialmente por esa interiorización de la novela que has realizado.

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    1. Es que me he visto muy identificada con muchas de las cosas que cuenta y no he podido dejar de manifestarlo. Muchas gracias,.
      Un beso.

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  2. Esta es una novela que llena por completamente, que habla del dolor y el temor, y ahora mismo estoy yo eso atemorizada, y esto se me tiene que pasar lo se, pero ver lo que yo sabía que iba a pasar y que cuando llega, te asustas, aunqeu lo sepas, en fin así ando yo, intentando ser fuerte, porque se que todo va ir bien, pero tengo el recuerdo de mi padre, que fue tan mal, no uno, fueron tres, en fin, creo que me he de mentalizar, que esta en muy buenas manos, y que dejar que el tiempo pase y todo siga así, mejorando sin ningún sobresalto mas, o así lo espero.
    Besos Rosa y lo leere pero cuando pase muchísimo mas tiempo.

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    1. Gracias por pasarte, Tere. Después de leer la entrada de tu blog, he visto que la cosa se va solucionando. Espero que pronto haya pasado y solo recordéis el susto.
      Un beso enorme a toda la familia.

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  3. Marta Sanz es una de mis escritoras españolas contemporáneas favoritas. Clavícula fue el segundo libro suyo que leí. El primero fue La lección de anatomía, también muy autobiográfico y tampoco estrictamente una novela aunque tal vez más cercano a esta que este. Supongo que el calificar un libro como novela vende más. Lo cito porque me identifiqué mucho con la Marta Sanz de ese libro; una Marta rayando los cuarenta que hace un repaso vital para contarnos que aquí está ella, con sus virtudes y sus defectos, con sus incoherencias también y sabiéndose y por fin aceptándose imperfecta. Me identifiqué mucho con ella y pensé en su momento que era por estar en ese mismo estado vital, pues leí el libro con la misma edad que Marta tenía cuando lo escribió. Lo curioso es que cuando apenas casi dos años después leí Clavícula me volví a identificar muchísimo con la Marta cercana a los cincuenta. ¿Quién me ha robado esos años? ¿Qué espejismo es ese de Marta Sanz, ese pasar de pisar firme y aquí estoy yo a expresar sin tapujos las inseguridades y miedos de la edad adulta? ¿Qué nos está pasando, cómo es posible tanta inestabilidad por más que se trabaje en su contra? Y me preguntaba esto último porque los libros de Marta Sanz (al menos los que yo he leído hasta ahora) tienen mucho de íntimo pero también mucho de social, amén de de feminismo. Mucho de pensar y de reflexionar me da esta autora y también de disfrutar de su envidiable dominio de lenguaje. Coincido mucho con tus impresiones, Rosa.
    Besos

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    1. La verdad es que yo tengo unos cuantos años más que Marta Sanz, pero las cosas que ella vive a su edad, yo las viví hace un tiempo y algunas las sigo viviendo.
      No obstante, hay cosas universales que empiezas a temer en esa mitad de los cuarenta y sigues temiendo muchos años, hasta que poco a poco se van haciendo realidad.
      hay una pregunta en tu comentario que me recurda a un título de una canción de Sabina: "¿Quién me ha robado el mes de abril?", y es que eso es lo que hacen los años con nosotros, robarnos el mes de abril y no lo digo en sentido figurado, a mí me lo han robado y con él el olor a primavera. Juro que antes la primavera olía distinto y es que suponía unas promesas que vemos alejarse sin remedio.
      No me quiero poner estupenda. Lo que es claro es que a Marta Sanz hay que leerla de cabo a rabo.A ver si el próximo es "La lección de anatomía"
      Un beso.

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  4. Hola Rosa, sin duda este libro te ha llegado muy a fondo, y has conseguido transmitir con fuerza todos los sentimientos que te ha provocado la autora. Sin duda esa franja de edad comprendida entre los 40, y los 50 años determina un cambio de "modelo de negocio" como dirían los grandes empresarios o políticos. Pero es que es un punto muy complejo para las mujeres por los cambios físicos que conlleva, pero también para los hombres que se encuentran con alguna decadencia física o alguna pérdida de ilusión. Como contraparte, también hay personas tan positivas que afrontan todos estos cambios sin demasiadas repercusiones.
    Interesante novela a modo de ensayo, y excelente y sentida reseña.
    Besos, y buen fin de semana.

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    1. A mí esos cambios en las mujeres a los que te refieres, me han parecido más un engorro físico que otra cosa. Llevo peor lo que comento en la reseña: ese ver que vas avanzando hacia el final, hacia la pérdida de fuerzas, hacia la soledad, hacia la desgana, hacia la orfandad (ya decía Serrat que todo sería mucho mejor "si no se llegase huérfano a ese trago").
      Si hay algo que envidio es a esa gente de más de ochenta años que son capaces de seguir disfrutando de la vida a pesar de que se les acaba. No creo que yo lo consiga.
      Un beso.

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  5. Parece que Marta Sanz, a la que aún no he leído pero lo haré, va dejando una estela de buenas sensaciones. También ese nadar entre dos aguas, novela que parece ensayo y viceversa, ese efecto tan vilamatiano me parece muy atractivo cuando está bien resuelto.

    Tu reseña o sensaciones me han gustado mucho, la forma que tienes de transitar entre el libro y tu vida hace que sean estos comentarios los que más disfruto, el enriquecimiento mutuo entre lo leído y lo vivido me fascina.

    Nunca vivo instalado en situaciones venideras, ya sea en términos de enfermedad o salud, sentimentales, económicos, etc. En temas de dolencias y achaques no soy hipocondríaco, y eso que he tenido algún serio episodio largo con malestar físico (y mental), pero me niego a fustigarme por algo que no tiene existencia. Bastante tengo ya bregando con el presente.

    Me parece ver en este Clavícula de Marta Sanz algo del El enfermo imaginario, de Molière, su protagonista, Argan, un individuo aprensivo, como si estuviera empeñado en ser un enfermo, cuando en realidad su salud es buena.

    Marta Sanz y yo somos de la misma generación, el 67. Complicidad no nos va a faltar.

    Rosa, magnífico escrito, reseña, sentir, impresión… todo lo tiene.
    Besos.

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    1. Yo no puedo evitarlo. Cada vez que mi hijo hace un viaje en coche, lo paso fatal hasta que llega y me manda el consabido Watsapp. Entonces empiezo a temer la vuelta y... vuelta a empezar. Me digo a mí misma que estoy sufriendo por algo que probablemente nunca pase, pero es inútil. Mi madre es igual y me imagino que los genes, llevan todo eso impreso.
      Imagínate, pues, las cosas que sé que van a pasar. Tampoco es que me amargue la vida. me considero una persona bastante feliz, pero no puedo dejar de pensar en ciertas cosas y de temerlas.
      Te recomiendo a Marta Sanz. Es el segundo libro que leo de ella, pero creo que merece la pena. Escribe de maravilla.
      Un beso.

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  6. Valoro mucho todo lo que has puesto de personal en esta reseña, me ha emocionado. El miedo acompaña nuestra existencia, es algo con lo que hay que vivir, pero somos la generación con mayor esperanza de vida y bienestar de la historia. Recordarlo alivia.
    Las personas hipersensibles vivimos y tememos con intensidad, hombres y mujeres por igual. Idéntico mecanismo es el que nos lleva a emocionarnos con la literatura de Marta Sanz y dar mil vueltas a los peligros del futuro y a dolores reales o imaginarios.
    Esta tarde la fiebre campa a sus anchas por mi casa, así con mayores motivos te deseo un feliz y saludable fin de semana.
    Un abrazo.

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    1. Espero que la fiebre vaya remitiendo. Parece ser que hay un segundo brote de gripe.
      Es cierto que hombres y mujeres podemos sufrir igual y por las mismas cosas, sobre todo, cuando, como dices, se trata de personas muy sensibles. Pero lo que es innegable es que las depresiones, ansiedades, insomnios, etc, aunque no exclusivamente, atacan más a las mujeres. Sería interesante que algún especialista nos explicara el porqué y si es cierto, porque a lo mejor, es una percepción falsa.
      He dejado mucho personal en la novela porque, desde el principio, la identificación ha sido grande.
      Un beso.

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  7. Ainsss Rosa creo que no me voy a atrever a leer este libro, por más que me tiente. Me da miedo de que me pase como a tí, que salga herida, pero que no me sirva para nada positivo. Temo que añada miedos que no he imaginado aún a mis muchos miedos ya compañeros de viaje, que me adelante el dolor que sé llegará pero en el que aún no quiero pensar, si puedo evitarlo, para no malgastar la felicidad del presente. Hace no tanto te hablaba de algunas de estas cosas, ya sabes... En cualquier caso me reconforta mucho saber que hay otras personas, otras mujeres, que comparten inquietudes y dudas, dolores y esperanzas, necesidades y hallazgos.

    Al igual que sucede en la novela con su autora, creo que sucede con esta reseña y contigo. Es una parte de tí que has decidido compartir, lo cual te agradezco como si la hubiéramos comentado mientras charlamos en un lugar recogido y tomamos un aromático café. Un millón de gracias por tanta generosidad.

    Un beso enorme, guapa.

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    1. No podía quedar al margen de lo comentado porque, al sentirme identificada, ya estaba dentro.
      A mí me ha servido para reafirmar me en mi idea (la tengo aunque me cueste practicarla) de que no se debe sufrir por adelantado, de que hay que esperar a que las cosas lleguen porque no se puede alargar el tiempo del dolor por encima de lo que ya dura de manera natural.
      Ayuda ver a la autora luchar por lo mismo, pero me temo que ni ella ni yo conseguiremos vencer nuestras paranoias. Ojalá tú lo consigas.
      Un beso.

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  8. Hola Rosa me ha gustado mucho la manera de contar ese libro con las propias vivencias y reflexiones. Es muy frecuente que al ir cumpliendo años van apareciendo miedos por uno mismo y sobre todo por aquellos a los que queremos pero me niego a dejar que esos miedos me hipotequen el presente y aunque sea difícil, aprendo a degustar más lentamente los momentos, a disfrutarlos intensamente.
    Hace un tiempo una amiga me comento que se daba cuenta que no disfrutaba como antes, por ejemplo a ella le encantan los masajes pero no conseguía dejar de pensar en que aquello que tanto le gustaba se iba a acabar, total que ese momento de relajación dejaba de ser placentero porque anticipaba y se angustiaba. Centrarnos en el momento presente y disfrutar intensamente de aquello que estamos viviendo, lo otro pues cuando llegue ya se verá. Desconocemos que nos deparará el futuro pero el presente lo tenemos en nuestras manos, vivir obsesionado por lo que pasará nos impide disfrutar el presente.
    Así que a pesar de la recomendación y de tu intensa reseña de momento esta lectura la dejo pasar.
    Besos

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    1. Entiendo perfectamente a tu amiga. A mí me ha pasado a partir de una cierta edad.
      Tampoco quiero transmitir la sensación de que vivo torturada. Nada más lejos de la realidad. Como digo más arriba, me considero bastante feliz, pero sé que lo podría ser más si pudiera adoptar esa estrategia de dejar que las cosas lleguen para sufrirlas, sobre todo aquellas que lo más probable es que nunca lleguen.
      Una tarea para cada primero de enero.
      Un beso.

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  9. Me alegra que lo hayas disfrutado, no tanto que sufrieras ;-) A mí no me gusta anticipar lo que va a pasar y menos si es malo, soy de natural positiva, me gusta vivir el presente y disfrutarlo, cuando algo tenga que pasar, pasará y ya pondremos remedio... Una de las frases que siempre me ha gustado es de Confuncio: si algo tiene solución, para que preocuparse, y si no la tiene, para que preocuparse... Yo intento aplicarmela siempre.
    Besos

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    1. Me encanta esa frase de Confucio que y me la he repetido miles de veces, pero una cosa es decirla y otra poder seguirla. No obstante, tampoco es que esté todo el tiempo sufriendo. Sencillamente, es que me tomo las cosas con un poco menos de calma de lo que debería, sobre todo, el futuro con todo lo que conlleva. pero también soy capaz de disfrutar de las cosas, afortunadamente.
      Un beso.

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  10. ¡Hola!
    Muchas gracias por una reseña tan personal.
    Yo también he pasado etapas de miedo, precisamente hoy hace un año que estaba en un hospital esperando un desenlace inminente así que me niego a adelantar acontecimientos, sufriré cuando toque y no antes.
    Mil gracias por la reseña.

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    1. Es que tú, en ese aspecto eres digna de admiración. Por muchas cosas tristes que te pasen, siempre eres capaz de disfrutar de lo bueno y eres capaz de encontrar muchas cosas buenas entre lo malo. Ya sabes que te admiro por ello.
      Yo también me planteo disfrutar mientras pueda y dejar el sufrimiento para cuando llegue, pero me es inevitable anticipar y ser consciente de que las cosas buenas pueden terminarse (alguna se terminará inevitablemente) y eso hace que el disfrute sea menor.
      Un beso.

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  11. Un libro interesante, aunque me ha parecido más interesante tu reflexión sobre tus propios miedos.
    El dolor es un aviso fisiológico del organismo para decirnos que algo no marcha bien y así actuar en consecuencia. El problema es que, demasiadas veces, nuestra actuación ante ese dolor, no es nada consecuente.
    Te comprendo porque yo también soy algo hipocondríaca, aunque comparto más la postura de Woody Allen cuando dijo que "no soy hipocondríaco, soy alarmista". Al igual que él, yo no creo estar constantemente enferma, pero cuando tengo un síntoma, me pongo en lo peor. Lo mismo me pasa con mis seres queridos, como tú misma experimentas.
    De todas formas, hay que intentar ser racionales y no dejarnos llevar por las emociones. En estos casos yo me repito una frase atribuida a Séneca: Quien se aflige antes de tiempo, se aflige más de lo necesario.
    Besos.

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    1. estoy de acuerdo contigo y con Woody Allen. Yo tampoco pienso todo el rato que estoy enferma, ni me imagino que tengo todas las enfermedades que veo o de las que oigo hablar, pero cuando tengo algún desarreglo, del tipo que sea, no puedo dejar de pensar en lo peor, y si en lugar de ser yo, son las personas que quiero, aún me alarmo más.
      No conocía la frase de Séneca, pero algo así he dicho yo en la entrada, si empiezas a sufrir por lo que va a venir, antes de que llegue, alargas el sufrimiento. Y la teoría es fácil de entender y muy lógica, pero la práctica y las emociones se salen de toda lógica.
      Un beso.

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  12. Rosa, dices que te gustan las lecturas de las que sales herida. A mí también, y así salgo también de tu fantástica reseña en la que algunos "apuntes" personales veo reflejados.
    Me ha parecido sublime el párrafo en el que hablas de los "finales" (de los padres, de las fuerzas...) y los miedos.
    No he leído nada de esta autora, aunque había oído hablar de esa otra novela que comentas, pero voy a hacer por leer esta aunque, como tú, intuyo que se trata casi de un ensayo (me gusta el género también).

    Un beso muy fuerte.

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    1. No he leído más que estas dos novelas de la autora, la que reseño y la que menciono, pero cualquiera de ellas es fabulosa. Ahora leeré alguna más porque la verdad es que siempre salgo muy satisfecha, aunque herida (o tal vez, satisfecha por herida) de sus libros.
      Los finales y los miedos son algo que me preocupa mucho y a medida que va pasando el tiempo y los veo más cerca, pues más como es lógico.
      Es algo a lo que todos estamos condenados. La solución es morir joven y tampoco es plan.
      Un beso.

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  13. Después de leer con detenimiento tus líneas, me han surgido algunas cosas que deseo compartir.
    Primero, hay una peli genial, de Nanni Moretti, llamada 'Caro diario'. Es de 1993, está estructurada en tres partes y la última -'Doctores'- aborda el problema de la visita a los facultativos cuando existen síntomas de enfermedad, pero no se tiene un diagnóstico cierto. Imperdible y muy de la mano de lo que nos cuentas sobre este libro de Sanz.
    Luego, está el tema del caos. La Segunda Ley de Termodinámica expresa que el desorden aumenta continuamente en el Universo. Tal es así, que hasta Stephen Hawking, el eminente físico inglés, ha comprobado que hasta los agujeros negros cumplen este principio. Por más que Ilya Prigogine haya propuesto que hasta dentro del caos hay cierto orden.
    Por último, tengo éste y otros libros de Sanz esperando. A ver cuándo me decido...
    Gracias por tu detallada -y personal- reseña, Rosa.
    Un beso.

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    1. "Caro diario" es una película que vi hace años, pero la verdad es que no recuerdo nada más que me gustó bastante.
      La Segunda Ley de la Termodinámica es muy interesante en su vertiente filosófica (si es que eso existe), la vertiente física es algo más prosaica. Yo iba más bien por la filosófica.
      Cualquiera de las dos novelas de Marta Sanz que he leído te las recomiendo.
      Un beso.

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