"La entrega" Michael R. Roskam & Dennis Lehane
James Gandolfini, in memoriam |
Dennis Lehane |
En "La entrega", Marv (el primo Marv, nuestro James Gandolfini) es un antihéroe que perdió sus días de gloria en la mafia irlandesa de Brooklyn (en la novela, la acción transcurre en Boston) cuando se achantó ante una banda mafiosa de chechenos, que ahora se han adueñado de su bar (Cousin Marv's), lo utilizan de tapadera para camuflar las ganancias de las apuestas y a él lo tienen de encargado.
Bob Saginowski (Tom Hardy) es el mejor personaje y el protagonista absoluto de la historia. Aparentemente es un pobre hombre solitario, con pocas luces, de esos de los que se dice que de tan buenos, son tontos. Bob atiende la barra, invita a rondas a todo el mundo y le fía las copas a Millie, una anciana que mata el tiempo bebiendo para no volver demasiado pronto al albergue en el que vive y a la que deja fumar después de medianoche (para cabreo y refunfuñe de Marv).
Noomi Rapace y Rocco |
Pero Bob, que va a misa de siete todas las mañanas y nunca comulga, tiene sus secretos. Poco a poco se va revelando que no es tan tonto, que no es tan bueno, que no es tan indeciso; que en momentos de crisis, actúa con gran eficiencia. Saja, envuelve, corta, limpia, esconde; y todo ello sin mover un músculo, mientras charla o juega con su perro. Sabe qué servir a cada checheno para salvar una situación tensa; sabe qué hacer, qué decir, qué destruir para evitar una tragedia que nada puede evitar porque está cantada; porque ciertos pobres diablos nunca pueden acabar bien en cierta clase de historias; porque se pueden perdonar algunos crímenes, pero no la traición, ni la chapuza, ni la ineptitud.
El papel de Bob está muy bien interpretado por Tom Hardy, un actor inglés, que para algunos críticos es el mayor acierto de la película (considerando buena la película). Su actuación es sencilla, pero intensa. Se mete en el papel con una total economía de gestos, con una impasibilidad que lo expresa todo: empatía, ternura, cariño, rabia...
Tom Hardy |
Al final, como siempre en las historias de Lehane, puede que a la ley se le escape algún delito, pero de lo que no cabe duda es de que se hace justicia; de que las cosas que quedan, quedan en su sitio porque algunas no se puede evitar que ni siquiera queden. Y hasta los policías lo entienden ("Nadie te ve venir, ¿verdad?" le dice al final a Bob el inspector Torres que se ha percatado de todo) y es que, a veces, la única manera de hacer justicia es cometiendo un delito.
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