"En Gran Central Station me senté y lloré" Elizabeth Smart
Difícil se me hace calificar esta novela. Me llevaron a ella un par de reseñas de gente de la que me fío, la preciosa portada años cuarenta en blanco y negro, más bien sepia, y, por supuesto, el título.
En Gran Central Station comenzó mi visita turística a Nueva York, hace ya ocho años. En Gran Central Station se rodó una de las escenas más impactantes del cine negro, la caída de un cochecito de bebé rodando por la escalera de la estación, mientras vuelan las balas a su alrededor y un intrépido y eficiente Andy García se lanza a frenarlo con su propio cuerpo antes de que se estrelle, mientras Kevin Kostner contempla alucinado al bebé ileso y sonriente en su interior. Fue en 1987, en "Los intocables de Elliot Ness" de Brian de Palma. Sí ya sé que la escena está copiada de otra muy similar y muy anterior de "El acorazado Potemkin" (Serguéi M. Eisenstein, 1936), pero igual me parece una de las escenas más alucinantemente bien hechas de todos los tiempos. Y sí, ya sé que nada tiene que ver con la novela que aquí traigo, pero todo eso es lo que la Gran Estación Central de Nueva York significaba para mí ya antes de toparme con este libro.
Y ahora sí, paso a hablar de esta novela de título tan sugerente. Estamos ante una novela de sentimientos, una novela en la que no hay trama aparente, en la que no pasa nada, salvo una mujer, la narradora, que muestra todo un torrente de sensaciones hacia personas, lugares, situaciones. Cuando empiezo la lectura, hace ya tiempo que leí las reseñas, he olvidado muchos detalles de su contenido, sé que me hicieron desear leer el libro y poco más. Comienza la historia y me va envolviendo en su lenguaje, en su raudal de sentimientos. La belleza de las palabras me subyuga, pero la historia que subyace, más que entenderla, la intuyo. Entonces recuerdo haber leído que hay que conocer la vida de la autora para saber mejor de qué nos habla en esta novela envolvente y seductora, y busco e indago, primero en Wikipedia, pero luego voy encontrando otras páginas que me hablan de Elizabeth Smart y voy conociendo su vida y voy entendiendo su tormento y su éxtasis, su amor y su desengaño, su entrega y su decepción.
Elizabeth Smart nació en Otawa, Canadá, en 1913. Cuando tenía veinticuatro años leyó unos poemas del poeta inglés George Barker y quedó profundamente enamorada de un hombre al que no conocía de nada más que de aquellos poemas leídos en una librería de Londres.
Tras su regreso a Canadá, Elizabeth trabaja en un periódico en Otawa, pero, decidida a ser escritora, abandona Canadá y viaja por Estados Unidos y Méjico para acabar estableciéndose en California. Para entonces, ha conseguido comenzar una relación epistolar con Barker, quien está casado, con su segunda mujer, Elspeth, tras haber enviudado de Jessica, la primera. Y es que George Barker es católico y aunque tuvo muchas amantes en su vida, no cuenta con ningún divorcio en su biografía.
Barker se trasladó a California acompañado de Elspeth en un viaje desde Japón, donde trabajaba como Profesor de Literatura Inglesa en la Universidad Tohoku. El viaje de ambos fue pagado por Elizabeth quien había decidido que aquel hombre era el hombre de su vida y sería su esposo. Consiguió que fuera el hombre de su vida, el hombre que le duró toda la vida, pero jamás llegaría a ser su esposo.
La novela comienza cuando Barker y su esposa llegan a Monterrey donde Elizabeth les espera.
"Estoy en una esquina en Monterrey, de pie, esperando que llegue el autocar, con todos los músculos de mi voluntad reteniendo el terror de afrontar lo que más deseo en el mundo. La aprensión y la tarde de verano me resecan los labios, que humedezco cada diez minutos, a lo largo de las cinco horas de espera". Con ese párrafo empieza la novela y, a partir de ese momento, los sentimientos estallan en todas direcciones y son plasmados por la autora en la novela de tal manera que parece que va escribiendo a medida que siente, a medida que goza o sufre o siente culpabilidad o deseo o celos o desesperación...
Vamos intuyendo como la visita, en principio inocente -debía de serlo puesto que el hombre aparece junto a su esposa-, va tomando otro aspecto. La narradora, en principio, siente admiración, respeto y un gran cariño por la esposa del hombre, siente cierta lástima por el hecho de tener que hacerla sufrir "La vi salir de entre los geranios moribundos, vi su cara, que las lágrimas habían vuelto angulosa, sin por ello difuminar su tortura interminable. Su cuerpo se encogía, esperando la herida que oscilaba en suspensión perpetua sobre ella [...] ¿Es que no hay otra vía para mi libertad que su martirio?"
Su amor no es entendido, tal vez, ni por ella misma que continuamente se debate entre la culpa y un amor que la arrebata y le hace perder gran parte de su cordura; la culpa frente a la mujer con la que está casado su amante y, a la vez, el deseo de que la abandone y por fin pueda casarse con ella. Nunca lo hará George Barker. Si Elizabeth tuvo cuatro hijos con él, él llegaría a tener quince de diferentes mujeres. No parece digno de la entrega y la adoración de la escritora para la que solo el amor existía, el amor por George Barker.
Por amor a Baker sufrió prisión en Arizona, se enfrentó a su acomodada familia en Otawa y al hecho de ser madre soltera de cuatro hijos en una época y en una sociedad pacata y moralista que nuca le perdonó tal atrevimiento y desafío moral.
Por Barker sentirá celos "¿Que yo soy su esperanza? Puede ser. Pero es ella quien constituye su presente. Y si su presente es ella, yo no soy su presente. En consecuencia, yo no soy, y me pregunto cómo es que nadie ha notado que estoy muerta y se ha tomado la molestia de enterrarme". Por Barker gozará y sufrirá y lo convertirá en la medida de referencia de todo lo que siente y vive.
Se nos muestra muerta de amor y abandono por un hombre que, posiblemente, no la merecía. Un hombre que le dio cuatro hijos de los que tuvo que ocuparse ella sola, amante de la botella, tal vez más que de cualquier mujer, terminó aficionándola a ella también a la bebida. Por él abandonó su país al que volvería solo en ocasiones esporádicas, por él se enfrentó a toda una sociedad, por él sufre, más que goza, y por él escribió esta novela en la que vierte todo su amor y todo su sufrimiento, en la que va dejando jirones de piel y rastros de sangre; un canto al amor como razón única de la vida, como causa mayor ante la que agachan la cabeza, convenciones, y tradiciones. El amor que no se sublima ni se preserva puro, sino que se cumple hasta el final hasta el sacrificio de todo lo demás; el amor que se manifiesta carnal y se derrama por cada poro y con cada lágrima. "Negar el amor, y engañarlo mezquinamente asegurando que lo no consumado será eterno, o que el amor sublimado se eleva hasta lo celestial, es repulsivo, como repulsivo es el rostro del hipócrita si se coloca al lado de la verdad".
Una historia que empieza con esperanza y generosidad y termina con amargura, celos, resentimiento... pero nunca desamor. " La página es tan blanca como mi cara después de llorar toda la noche. Es tan estéril como mi mente devastada. Todos los martirios son en vano. También él se está ahogando en la sangre de un sacrificio desproporcionado. Es hora, amor, de deponer las armas, pues todas las batallas están perdidas".
Esta novela fue escrita en 1945. Elizabeth vivía en Inglaterra desde 1943. Allí se había desplazado George tras su estancia con ella en América. George seguía con su esposa Elspeth de la que nunca se separaría hasta su muerte en 1991. Elspeth, por cierto, sigue viva y es escritora.
"En Gran Central Station me senté y lloré" se convirtió en una de esas novelas de culto que sirven para dar fama a un escritor de una vez y para siempre. La primera edición, con dos mil ejemplares, sufrió el ataque de la familia de Elizabeth que empeñó todos los esfuerzos y las influencias a su alcance para que el libro no se difundiera, no obstante, llegó a convertirse en obra de culto en los ambientes intelectuales de Nueva York. La segunda edición, mediada la década de los sesenta, permitiría a Elizabeth retirarse a vivir de la literatura, lo que haría en el condado de Sufolk. No obstante, no volvería a publicar nada hasta 1978 en que salió a la luz "Los pícaros y los canallas van al cielo", la segunda parte de su biografía, en la que narra su vida en Inglaterra justo después de la guerra y sus esfuerzos para sacar adelante a sus hijos. También escribiría un libro de poemas, "A Bonus", una antología de poesía y prosa, "In the Meantime" (1984), así como dos volúmenes de su diario "Necesary Secrets: The Journals of Elizabeth Smart" (1986)
Elizabeth Smart terminó sus días en Londres donde murió de un ataque al corazón en 1986. Como se dice más arriba, en 1943, en plena guerra mundial, se había trasladado a Inglaterra tras los pasos de su amante. Allí nacerían sus dos hijos pequeños y allí viviría casi sin interrupción (salvo una corta estancia entre 1982 y 1983 en Canadá) hasta el final. Y hasta el final vivió enamorada de Barker. A pesar de haberse librado parcialmente de su influjo a partir de finales de los años sesenta, y a pesar de haber sido capaz de vivir una vida más normalizada con distintos amantes, nunca logró sustraerse al embrujo adictivo del que llevaba colgada desde 1937 cuando un inocente libro de poemas cayó en sus manos en una pequeña librería londinense.
Esta novela entra además en el reto "Nos gustan los clásicos" por estar publicada antes de 1990, concretamente, "En Gran Central Station me senté y lloré" es de 1945.
En Gran Central Station comenzó mi visita turística a Nueva York, hace ya ocho años. En Gran Central Station se rodó una de las escenas más impactantes del cine negro, la caída de un cochecito de bebé rodando por la escalera de la estación, mientras vuelan las balas a su alrededor y un intrépido y eficiente Andy García se lanza a frenarlo con su propio cuerpo antes de que se estrelle, mientras Kevin Kostner contempla alucinado al bebé ileso y sonriente en su interior. Fue en 1987, en "Los intocables de Elliot Ness" de Brian de Palma. Sí ya sé que la escena está copiada de otra muy similar y muy anterior de "El acorazado Potemkin" (Serguéi M. Eisenstein, 1936), pero igual me parece una de las escenas más alucinantemente bien hechas de todos los tiempos. Y sí, ya sé que nada tiene que ver con la novela que aquí traigo, pero todo eso es lo que la Gran Estación Central de Nueva York significaba para mí ya antes de toparme con este libro.
Y ahora sí, paso a hablar de esta novela de título tan sugerente. Estamos ante una novela de sentimientos, una novela en la que no hay trama aparente, en la que no pasa nada, salvo una mujer, la narradora, que muestra todo un torrente de sensaciones hacia personas, lugares, situaciones. Cuando empiezo la lectura, hace ya tiempo que leí las reseñas, he olvidado muchos detalles de su contenido, sé que me hicieron desear leer el libro y poco más. Comienza la historia y me va envolviendo en su lenguaje, en su raudal de sentimientos. La belleza de las palabras me subyuga, pero la historia que subyace, más que entenderla, la intuyo. Entonces recuerdo haber leído que hay que conocer la vida de la autora para saber mejor de qué nos habla en esta novela envolvente y seductora, y busco e indago, primero en Wikipedia, pero luego voy encontrando otras páginas que me hablan de Elizabeth Smart y voy conociendo su vida y voy entendiendo su tormento y su éxtasis, su amor y su desengaño, su entrega y su decepción.
Elizabeth Smart |
Tras su regreso a Canadá, Elizabeth trabaja en un periódico en Otawa, pero, decidida a ser escritora, abandona Canadá y viaja por Estados Unidos y Méjico para acabar estableciéndose en California. Para entonces, ha conseguido comenzar una relación epistolar con Barker, quien está casado, con su segunda mujer, Elspeth, tras haber enviudado de Jessica, la primera. Y es que George Barker es católico y aunque tuvo muchas amantes en su vida, no cuenta con ningún divorcio en su biografía.
Barker se trasladó a California acompañado de Elspeth en un viaje desde Japón, donde trabajaba como Profesor de Literatura Inglesa en la Universidad Tohoku. El viaje de ambos fue pagado por Elizabeth quien había decidido que aquel hombre era el hombre de su vida y sería su esposo. Consiguió que fuera el hombre de su vida, el hombre que le duró toda la vida, pero jamás llegaría a ser su esposo.
La novela comienza cuando Barker y su esposa llegan a Monterrey donde Elizabeth les espera.
George Barker |
Se nos muestra muerta de amor y abandono por un hombre que, posiblemente, no la merecía. Un hombre que le dio cuatro hijos de los que tuvo que ocuparse ella sola, amante de la botella, tal vez más que de cualquier mujer, terminó aficionándola a ella también a la bebida. Por él abandonó su país al que volvería solo en ocasiones esporádicas, por él se enfrentó a toda una sociedad, por él sufre, más que goza, y por él escribió esta novela en la que vierte todo su amor y todo su sufrimiento, en la que va dejando jirones de piel y rastros de sangre; un canto al amor como razón única de la vida, como causa mayor ante la que agachan la cabeza, convenciones, y tradiciones. El amor que no se sublima ni se preserva puro, sino que se cumple hasta el final hasta el sacrificio de todo lo demás; el amor que se manifiesta carnal y se derrama por cada poro y con cada lágrima. "Negar el amor, y engañarlo mezquinamente asegurando que lo no consumado será eterno, o que el amor sublimado se eleva hasta lo celestial, es repulsivo, como repulsivo es el rostro del hipócrita si se coloca al lado de la verdad".
Elizabeth Smart con sus hijos en 1945 La tercera hija, Rose Emma, no nacería hasta 1947 |
Elizabeth Smart y George Barker |
Esta novela entra además en el reto "Nos gustan los clásicos" por estar publicada antes de 1990, concretamente, "En Gran Central Station me senté y lloré" es de 1945.
Hola, Rosa!
ResponderEliminarMe gusta eso que has dicho sobre que esta es una historia que se intuye, más que entenderla. Reconozco que fue una lectura que a mí me costó por la pasión desmedida de todas las emociones que transmite, sobre todo teniendo en cuenta que la autora no se basaba en ningún personaje, sino en sus propios sentimientos.
Debo volver a leer esta historia, ya que esta es una de esas novelas que puede necesitar más de una lectura.
Un abrazo,
Sofía
Es que todo lo que cuenta le sale tan de dentro que no hay un hilo conductor del que ir tirando y al que aferrarse. No hay trama más que la que el propio lector va construyendo. Por eso digo lo de intuir más que entender. Digamos que, con los datos que sabía, fui construyendo la historia a medida que leía.
EliminarSí, es para leerla más de una vez. Como es muy corta, se facilita la relectura.
Un beso.
Si no supiera que se trata de una historia real, habría dicho que se trataba de ficción. No termino de entender un amor como el que llegó a sentir Elizabeth Smart durante toda su vida, pero quizás es que ella era excepcional en todos los sentidos. Enamorarse del hombre que hay detrás de unos versos y para siempre, no se me ocurre nada más romántico ni menos práctico.
ResponderEliminarMuy interesante la novela y estupenda, como siempre, tu reseña. Quizás no esté entre mis favoritas para leer, pero creo que me gustaría.
¡Un beso de lunes, Rosa!
Lo que me maravilla es que enamorándose de él solo por sus poemas, fuera capaz de conocerle y hacerse su amante. Es de esas cosas que parecen magia y que en la ficción resultan inverosímiles. Claro que pudo cartearse con él gracias a Lawrence Durrell, amigo común, y tuvo el valor de invitarle a viajar a California y pagarle el viaje. Hubo ayuda externa y una gran voluntad por parte de ella.
EliminarResulta una novela curiosa y que merece la pena leer.
Un beso.
Hola Rosa,
ResponderEliminarTengo apuntada esta novela desde que la descubrí en el blog de Ana pero aún no la he leído, como a ti no recordaba mucho el argumento solo que las frases que en aquel momento se reseñaron me llamaron la atención y ese amor (por su parte) que se mantiene contra todo y todos por alguien que es evidente que no la merecía, después de leerte me han vuelto a entrar las ganas, así que ahora cuando acabe con La chica del tren (al final he decidido leerla, tanta crítica entusiasta no me convence y supongo que por eso he tardado, ya veremos) la buscaré.
Tu reseña fantástica como siempre.
Besos
El blog de Ana fue uno de los que me tentó con esta novela. El otro fue el de Lorena. Nunca me he equivocado con sus reseñas y sus consejos.
Eliminar"La chica del tren" para mí, es una novela menor y muy sobrevalorada. Yo leo muchas críticas muy buenas de algunas novelas que luego me defraudan. Pero claro, los gustos son variados.
Esta novela es dura de leer porque te exige mucho como lector. Tienes que llenar lagunas, inventar la historia y sentir mucho junto a la narradora, pero sales feliz de la lectura, aunque bastante manchada. Como es muy corta, se lee bien.
Un beso.
Que sea una historia de sentimientos ya le da muchos puntos.
ResponderEliminarY genial toda la información que has contado alrededor del libro.
Un abrazo
Es que sin toda esa información una se pone a leer y no sabe muy bien a qué atenerse, ni lo que está leyendo. Es fundamental conocer un poco de la vida de la autora para saber de qué habla en cada momento y, aun así, hay que rellenar muchos huecos, pero eso me encanta.
EliminarUn beso.
¡¡¡¡Hola!!!
ResponderEliminarYo conocía la historia de la autora porque me hablaron de ella hace años e investigué por curiosidad, pero no he leído la novela y creo que debería hacerlo, es como cerrar uncírculo así que apuntada.
Besos y feliz martes.
Pues si has indagado en la historia de la autora, es obligatorio que leas la novela. Es su historia convertida en poesía, en pasión, en sangre y en mucho dolor. La alegría se ve en pocos momentos, la verdad, pero es que la historia no es para mucha felicidad.
EliminarUn beso.
He visto varias reseñas de esta novela y siempre me ha llamado la atención, como mínimo por su portada, pero después de leer tu reseña creo que no habrá forma de evitar leerla. Presiento que para mí será un libro de verano, en invierno leo más "a salto de mata" y hay libros que no llegan a gustarme pero sé que se debe a no poder leerlos de forma más continua. Besos.
ResponderEliminarLa portada es preciosa y muy sugerente, y del título, no se puede añadir nada. Lo repito y lo paladeo y lo disfruto entre la lengua y los dientes y me complazco en repetirlo y repetirlo.
EliminarLa novela es pura poesía; sin rima, pero con mucho ritmo. Y se lee despacio porque exige reflexión y de vez en cuando hay que despejarse y salir del aturdimiento o de la angustia obsesiva que provoca.
Espero que lo disfrutes.
Un beso.
Me pasó como a ti. La leí por la reseña de Ana Blasfuemia y tras empezarla tuve que ir en busca de un poco de información sobre la vida de la autora para ubicarme. Por lo demás, la prosa de Elizabeth Smart es sensacional por todas las sensaciones que transmite. Es un torrente y un torbellino. Pura poesía a través de la cual nos transmite su amor (yo casi diría obsesión) por George Barker y todos sus contradictorios sentimientos.
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado.
Besos
Ana y tú sois una apuesta segura en mis lecturas, pero si tenía abultada la lista de pendientes, vosotras me la estáis haciendo inabarcable. 😉 Aunque me alegro porque me estáis descubriendo cosas que desconocía por completo.
EliminarSin saber algo sobre la vida de la autora, el libro se desdibuja y pierde entidad e inteligibilidad, pero cuando descubres en qué se basan las reflexiones y sentimientos que transmite es cuando, verdaderamente, se vuelve estremecedor. Como dice, pura poesía.
Un beso.
Conocía el libro a través de los blogs amigos que mencionas, aunque en tu reseña he encontrado nuevos detalles, sobre todo aspectos que rodean a la autora y su vida tan azarosa. En una edición hay que cuidarlo todo y esta es de las que atrae por el exterior, si ya le añadimos contenido y un aura de novela de culto, para qué seguir.
ResponderEliminarUn abrazo.
Todo te atrae en este libro y cuando empiezas a leer te ves envuelto en un torbellino de sensaciones que te arrastra hasta su centro.
EliminarLa vida de la autora es de novela, pero esta no es esa novela, esto solo es el relato, más bien la plasmación, de sus sentimientos. Poco sabrás de su vida solo leyendo este libro, pero sabrás mucho de lo que siente.
Muy recomendable.
Un beso.
hola1 todo un placer y un descubrimiento leer esta historia que parece una novela y es que la vida supera a la ficcion, muchas veces. gracias y un abrazobuho.
ResponderEliminarSí que es todo un placer y todo un dolor leer esta historia porque se sufre con las peripecias de la narradora y se goza de la calidad de lo leído.
EliminarUn beso.
Me gusta lo que cuentas, pero denoto que sería una lectura demasiado espesa para mi en estos momentos en los que necesito lecturas frescas y livianas. Gracias por tan preciosa reseña. Besos
ResponderEliminarPuede resultar espesa, sobre todo si no se sabe nada de la autora o no se empatiza con ella, pero conseguidos esos requisitos, a mí me pareció una novela con una belleza emotiva y trágica. Desde luego, no es fresca ni liviana y creo que no es para cualquier momento.
EliminarUn beso.
Leyendo tú siempre magnifica reseña, se habla de sentimientos en estado puro, ese amor imposible que una mujer quiere conseguir y que no lo consigue por él estar casado con otra mujer, como una mujer de aquella época tiene que sacar a los hijos sola, en fin se habla de tantos sentimientos que me llama la atención y seguramente acabaré leyéndola. Como siempre da gusto leerte Rosa, tú fomento de la lectura me gusta cada vez más. Besos. TERE.
ResponderEliminarGracias, Teresa. Es todo un honor para mí si, aun en una mínima parte soy capaz de contribuir a que alguien se acerque a un libro. Este en concreto, no es de los más fáciles, pero es de los más hermosos.
EliminarUn beso.
Una vez más (no sé qué pasa, pero últimamente me encuentro con historias similares) una mujer instruida, independiente e inteligente se anula enamorándose de un hombre que no la merece. No puedo entender cómo este tipo de mujeres quedan atrapadas por sinvergüenzas egoístas que las ningunean constantemente.
ResponderEliminarPuede que el amor sea ciego pero eso no disculpa la insensatez de seguir al lado de alguien que solo, o mayormente, te hace sufrir.
Genial reseña.
Un beso grande.
P.D. Mi operadora de internet, Movistar, ya me deja visitar correctamente los blogs; "solo" ha tardado tres días, ¡qué eficacia!
Bueno, él debía de ser un sinvergüenza egoísta muy atractivo e inteligente, y debía de escribir muy bien o así se lo pareció a ella que se enamoró de él por sus poemas. A mí eso ya me resulta sospechoso y me imagino que ella padecía algún tipo de problema mental que la condujo a la insensatez de que hablas.
EliminarUn beso.
Me atrae más la vida de la autora que la novela que reseñas. Creo que las novelas "de sentimientos", en principio, me tiran para detrás. Tampoco, y siempre en principio, no me gusta extralimitarme en la intuición de una narración y hacer el trabajo del narrador en mi mente, por mucha belleza que haya en la expresión del lenguaje. Me gusta que me cuenten historias bien armadas y, por lo que dices, esta novela no va de eso. Pues se quedará como novela de otros cultos.
ResponderEliminarUn beso, Rosa.