Javier Marías, In memoriam

Tras escribir su último libro, Tomas Nevinson, Javier Marías anunció que se retiraba de la novela, que esa sería la última. En la reseña que le hice hace ya más de un año escribía yo: «Con esta novela Javier Marías "amenaza" con entregarnos la última. Si es así, no hay que negar que se despide por la puerta grande y muy dignamente [...] si no hay más (aunque haya más), releeré toda su narrativa en orden de aparición». Por desgracia, no habrá más. Ni novelas ni ensayos ni artículos ni relatos. La muerte, no sé si enamorada o simplemente insensible e indolente, se lo ha llevado. De nuevo como del rayo, sin avisar. Parecía que se recuperaba. A decir verdad, yo ni sabía que estaba enfermo. 

Abres un WhatsApp, concretamente de la persona «culpable» de que lo leyeras por primera vez, y te encuentras con la foto de uno de tus escritores favoritos con un pie que dice que ha muerto. Y te descuelgas del mundo un poco más, porque el mundo que él te ha brindado en cada novela ha desaparecido y te ha dejado colgando con un asidero menos. Y van ya muchos en los últimos tiempos. 

Era finales de 1994 cuando cayó en mis manos una novela que cambió mi forma de ver la literatura. Mañana en la batalla piensa en mí me hizo ver una forma nueva de narrar, nuevos temas para tratar, un nuevo lenguaje de frases largas, envolventes, de reflexiones en bucle, de historias terribles dirigidas por el azar, el destino, las propias decisiones más o menos equivocadas... No había pasado un mes y ya estaba leyendo Corazón tan blanco. No pensaba que nada pudiera alcanzar la sensación dejada por Mañana en la batalla..., pero lo consiguió. Si no la superó le quedó muy cerca. La relectura de ambas fue igual de satisfactoria. O más.  

Luego fueron viniendo sus novelas anteriores y, por supuesto, todas las que se fueron publicando con posterioridad. También un libro de relatos y un ensayo. Nunca me defraudó. El fraude ha venido de la mano de la vida, o de la muerte que no deja de ser lo mismo. Cuando una dimite lo deja todo en manos de la otra y la otra, cruel y sin que le tiemble una ceja, lo borra todo. Todo menos la obra maravillosa de algunos privilegiados que alcanzan de esta forma algo parecido a la inmortalidad. 

Javier Marías ha muerto sin el Nobel que tanto me hubiera gustado ver en sus manos. Una de mis autoras favoritas se verá abandonada por la vida también antes de conseguirlo si la Academia Sueca no lo remedia, antes. Y puedo asegurar que ambos lo merecían mucho más que algunos de los que lo han conseguido.

Releeré a Javier Marías. El único consuelo que nos queda cuando estos grandes creadores se van es seguir disfrutando con sus obras.  Y sufriendo; los que me conocéis ya sabéis que, literariamente hablando, ambas cosas son lo mismo para mí en muchas ocasiones. Pero prefiero sufrir las obras de los autores antes que su pérdida.

El rey ha muerto y no sé si en el reino de Redonda, hay otro para sustituirle.

Sit tibi terra levis.