Paul Auster, In memoriam

Eran los primeros días de 1999 cuando se produjo en mí uno de esos fenómenos literarios tan personales como es el enamorarme de un autor. Estaba a punto de suceder en mi vida el advenimiento de Paul Auster. Su novela Leviatán fue la que hizo de cupido y disparó la flecha que me dejaría para siempre rendida a su pluma.

Después vinieron otros muchos libros, novelas y ensayos; memorias y hasta algún guion de cine que me compré en libro. Unos me gustaron más y otros menos, todos lo suficiente, ninguno me llegó a decepcionar. Curiosamente es un autor que ha venido solo una vez al blog y lo hizo en 2017 con una novela que me resultó fascinante, 4 3 2 1. Para entonces, llevaba varios años sin leerlo, desde su novela anterior, Sunset Park, leída en 2012, antes de tener el blog.

Pero no solo de la literatura conocía a este autor porque también fue autor de guiones de grandes películas e incluso dirigió alguna, en pareja o en solitario. Smoke, Lulu on the bridge o Blue in the face son las que mejor recuerdo. De la primera, dirigida por Wayne Wang, tan solo hizo el guion; la segunda la dirigió en solitario, además de escribir el guion; la tercera la dirigió junto a Wayne Wang. Me quedan un par de ellas que no recuerdo haber visto (lo que tampoco tiene por qué ser cierto porque mi memoria... es lo que es).

Su prosa fue siempre sencilla y directa, pero sus curiosos planteamientos, sus historias poco convencionales, sus estructuras, a veces complejas (4321 cuenta la misma historia de cuatro formas distintas), le valieron el rechazo de algunos lectores que conozco. A mí siempre me convenció. Su búsqueda de alternativas, el buceo que hace en esa pregunta que tantas veces nos planteamos: «¿Y si...?» y su conclusión, en 4 3 2 1, de que poco cambiaría por cambiar las circunstancias; su mezcla de realidad y ficción, la metaliteratura, los juegos con el tiempo y con el espacio, sus reflexiones sobre la pérdida (en Creía que mi padre era dios, analiza hasta sus detalles más profundos la figura de su padre y su pérdida), todo ello hace que Paul Auster sea uno de mis escritores favoritos. 

Nos ha dejado una última novela que está en mi lista desde que se publicó en castellano hace un par de meses como no podía ser de otra forma. Baumgartner será una lectura agridulce. El saber que es la última la hará muy especial para mí. Aunque antes de emprender su lectura, tal vez pague una deuda que tengo con el autor hace varios años y es la lectura de su primer libro, Jugada de presión, que escribió con el seudónimo de Paul Benjamin (sus dos nombre de pila), y que se describe como una novela negra en el más clásico estilo de la novela negra.  

Ayer (creo que ya era hoy en España) murió en su casa de Brooklyn, el barrio del que hizo su hogar y en el que tuvo que enfrentarse al dolor de perder un hijo y una nieta en las más terribles circunstancias hace ahora dos años. Tanto dolor es capaz de provocar un cáncer, tanto dolor no pasa de puntillas y sin hacerse notar.

Aún me quedan varios libros suyos por leer, incluso alguna novela. Tengo Paul Auster para una temporada y después siempre me quedará la relectura. Un gran autor y creo que un gran hombre.

Sit tibi terra levis.