"Las lealtades" Delphine de Vigan
"Las lealtades. Son lazos invisibles que nos vinculan a los demás –lo mismo a los muertos que a los vivos–, son promesas que hemos murmurado y cuya repercusión ignoramos, fidelidades silenciosas, son contratos pactados las más de las veces con nosotros mismos, consignas aceptadas sin haberlas oído, deudas que albergamos en los entresijos de nuestras memorias.
Son las leyes de la infancia que dormitan en el interior de nuestros cuerpos, los valores en cuyo nombre actuamos con rectitud, los fundamentos que nos permiten resistir, los principios ilegibles que nos corroen y nos aprisionan. Nuestras alas y nuestros yugos.
Son los trampolines sobre los que se despliegan nuestras fuerzas y las zanjas en las que enterramos nuestros sueños.
No he podido resistirme a citar entero esta especie de preámbulo con el que Delphine de Vigan empieza su última novela, "Las lealtades". Voy leyendo y voy sonriendo de puro placer. No solo el placer que causan las bellas palabras que construyen bellas frases, sino el placer, cómplice de la vanidad, de ver cómo lo que una siempre ha pensado lo comparte una escritora a la que se admira. Porque yo he pensado mucho en este tema. No le he dado el nombre de lealtad; en mi pensamiento no tiene un nombre concreto, es más bien un concepto que puede resumirse en el deber hacia los demás, lo que tenemos que hacer por los otros. Esas cosas que no nos apetecen en exceso, que interfieren con nuestros propios intereses, planes o deseos, pero que indefectiblemente nos vemos llevando a cabo de mejor o peor talante.
Muchas veces me he sorprendido liada por planes que rompen los míos, sin saber cómo resolver un asunto personal que asuntos ajenos desbaratan en un momento. Muchas veces me he escuchado decir: me voy a dedicar a mis cosas y los demás que se las apañen como puedan. Y no, no es un favor que te pide un amigo (al menos casi nunca lo es), suelen ser esas servidumbres que, forjadas durante la infancia, durante demasiados años, se nos van quedando pegadas en los pliegues de la conciencia y de la culpa y nos obligan a romper el egoísmo, incluso aquel al que tenemos derecho, para responder a egoísmos ajenos, del padre, de la madre; de los abuelos antes, de los tíos... de nadie más tarde, cuando hasta esas servidumbres serán echadas de menos y formarán parte de la nostalgia.
Pero no es exactamente este tipo de lealtad el que Delphine de Vigan disecciona en esta corta novela, o no del todo, porque desde luego tiene mucho que ver con él. Este libro trata de lealtades llevadas hasta el extremo, hasta el extremo de enmudecer de puro instinto. Un silencio que oculta lo que nadie ha pedido que se calle, aquello que se intuye que puede desencadenar la catástrofe de revelarse. Y el silencio atrae sobre las espaldas toda la pesadumbre del mundo, atrae una carga enorme que, cual Sísifo redivivo, se lleva encima más allá de lo humanamente posible, día tras día, hasta la quiebra final, hasta que la carga pero también el sujeto se vean derrumbados y se precipiten colina abajo y ya no haya más carga ni piedra que sustentar.
Son las leyes de la infancia que dormitan en el interior de nuestros cuerpos, los valores en cuyo nombre actuamos con rectitud, los fundamentos que nos permiten resistir, los principios ilegibles que nos corroen y nos aprisionan. Nuestras alas y nuestros yugos.
Son los trampolines sobre los que se despliegan nuestras fuerzas y las zanjas en las que enterramos nuestros sueños.
No he podido resistirme a citar entero esta especie de preámbulo con el que Delphine de Vigan empieza su última novela, "Las lealtades". Voy leyendo y voy sonriendo de puro placer. No solo el placer que causan las bellas palabras que construyen bellas frases, sino el placer, cómplice de la vanidad, de ver cómo lo que una siempre ha pensado lo comparte una escritora a la que se admira. Porque yo he pensado mucho en este tema. No le he dado el nombre de lealtad; en mi pensamiento no tiene un nombre concreto, es más bien un concepto que puede resumirse en el deber hacia los demás, lo que tenemos que hacer por los otros. Esas cosas que no nos apetecen en exceso, que interfieren con nuestros propios intereses, planes o deseos, pero que indefectiblemente nos vemos llevando a cabo de mejor o peor talante.
Muchas veces me he sorprendido liada por planes que rompen los míos, sin saber cómo resolver un asunto personal que asuntos ajenos desbaratan en un momento. Muchas veces me he escuchado decir: me voy a dedicar a mis cosas y los demás que se las apañen como puedan. Y no, no es un favor que te pide un amigo (al menos casi nunca lo es), suelen ser esas servidumbres que, forjadas durante la infancia, durante demasiados años, se nos van quedando pegadas en los pliegues de la conciencia y de la culpa y nos obligan a romper el egoísmo, incluso aquel al que tenemos derecho, para responder a egoísmos ajenos, del padre, de la madre; de los abuelos antes, de los tíos... de nadie más tarde, cuando hasta esas servidumbres serán echadas de menos y formarán parte de la nostalgia.
Pero no es exactamente este tipo de lealtad el que Delphine de Vigan disecciona en esta corta novela, o no del todo, porque desde luego tiene mucho que ver con él. Este libro trata de lealtades llevadas hasta el extremo, hasta el extremo de enmudecer de puro instinto. Un silencio que oculta lo que nadie ha pedido que se calle, aquello que se intuye que puede desencadenar la catástrofe de revelarse. Y el silencio atrae sobre las espaldas toda la pesadumbre del mundo, atrae una carga enorme que, cual Sísifo redivivo, se lleva encima más allá de lo humanamente posible, día tras día, hasta la quiebra final, hasta que la carga pero también el sujeto se vean derrumbados y se precipiten colina abajo y ya no haya más carga ni piedra que sustentar.
"Pensé que el chiquillo sufría maltratos, lo pensé enseguida, quizá no los primeros días pero no mucho después de la vuelta a clase, era algo en su modo de comportarse, de sustraerse a la mirada, sé lo que me digo, sé perfectamente lo que me digo, una manera de fundirse con el entorno, de dejarse traspasar por la luz. Solo que conmigo eso no funciona. Los golpes los recibí cuando era cría y las señales las oculté hasta el final, o sea que a mí no me la dan". ¿O sí se la dan a pesar de todo? ¿O hay malos tratos que se salen de lo convencional y dejan sus huellas invisibles alejadas de la piel, en el interior del alma? Quien así habla es Hélène, la profesora. Y mientras nos cuenta sus preocupaciones por su alumno, nos va relatando sus propias peripecias y vemos cómo su empatía con el muchacho la lleva a extralimitarse en lo que es la función de una simple profesora, a obsesionarse incluso. Y nosotros veremos, impotentes desde este lado del papel, que la obsesión puede estar justificada... por más que no deja de ser obsesión "Me despierto todas las noches sofocada por la angustia, y con frecuencia tardo dos o tres horas en volverme a dormir. Se me han pasado las ganas de salir con mis amigos, de ir al cine, me niego a distraerme".
Pero no es Hélène la única que habla en esta novela. Afortunadamente, las percepciones de la profesora y sus obsesiones no son la única información de que disponemos y que nos podría llevar a equívocos de ser así.
El siguiente en hablar es Théo que tiene doce años y medio, pero le han robado la infancia y con la infancia, las esperanzas. No es que su vida carezca de ellas, es que no tiene tiempo de contemplarlas. Las ha tenido que dejar aparcadas porque cosas más perentorias e importantes ocupan su mente y su tiempo. Los padres de Théo están separados y, por la custodia compartida que ha decretado el juez, cada viernes Théo carga con sus pertenencias en una mochila y pasa de casa del padre a casa de la madre y en cada casa encuentra una realidad hilvanada de rencores, frustraciones y soledad.
No podría responder a esas preguntas que con tanta frecuencia se les hacen a niños y adolescentes: "«¿ qué profesión te gustaría ejercer?», «¿ cuáles son tus pasiones?», «¿ a qué te gustaría dedicarte?»", no sabría qué responder porque él solo tiene claro lo que le gusta ahora, en este presente que es lo único que tiene, y lo diría, lo confesaría "si no temiera que los últimos puntos de apoyo que parecen perdurar a su alrededor se desmoronasen en el acto" porque lo que más le gusta no es algo que deba ser del gusto de un niño de doce años y medio por muy comprometido que tenga el presente e indeciso el futuro.
Otro de los personajes que nos cuentan la historia es Cécile, la madre de Mathis, el mejor amigo (el único amigo en realidad) de Théo. Cécile habla sola. No es que esté loca, solo lo hace en casa cuando está sola o en la calle cuando nadie la ve. Más que hablar sola, habla consigo misma. Pero no solo consigo misma, también habla con el doctor Felsenberg, con el que tuvo que someterse a varias sesiones "para cobrar conciencia (y admitir) de que la voz apareció al poco de descubrir lo que descubrí en el ordenador de mi marido. Y unas cuantas sesiones más para evocar de manera explícita ese descubrimiento en la consulta del doctor Felsenberg". Siempre he pensado que no se debe tratar de indagar acerca de lo que se nos oculta. Primero porque todo el mundo tiene derecho a sus propios secretos y segundo y más importante, porque a veces nos encontramos con lo que no buscamos y pienso también que no hay mayor muestra de fidelidad que ser capaz de ocultar ciertas cosas. Puede que no sea ese el caso del marido de Cécile, pero de todas formas más le habría valido no indagar tanto.
Y otra vez el silencio y la lealtad mal entendida (?). Ocultar las faltas del marido, seguir siendo su coartada, su obra, porque ella es obra de su marido, ella fue capaz de escapar de las lealtades de su familia gracias a él, pero ahora ha caído en la propia red que la salvó. Ahora ha transmutado lealtades de sangre por lealtades de agradecimiento. "Vengo de una familia en la que se dice delante tuyo o detrás nuestro. O se dice «tita Nadine» y «tito Jacques». Estoy seguro que vendrá. Andé hasta su casa. Comemos todas las noches a una hora fija ante el noticiario". William la sacó de ese mundo y la trasladó a otro en el que se está "delante de ti", "estoy seguro de que" "anduve hasta su casa"; nunca se habla de la familia con apodos como yaya o tito y jamás se come, sino que se almuerza o se cena, dependiendo de la hora.
Entre la ocultación de los secretos de su marido y su repulsa por el nuevo amigo de su hijo, Cécile pasa los días hablando consigo misma. No le gusta Théo. Piensa que arrastra a Mathis por el mal camino, pero, de nuevo, calla a los demás lo que se dice a sí misma. Y cuando finalmente lo intenta, se le piden pruebas, hechos concretos que no puede aportar porque todo es una sensación, un mal presentimiento de esos que las madres tenemos a veces y a los que temo más que a un nublado de mayo
El último narrador de esta historia que se precipita hacia un final imprevisible, pero poco prometedor para sus personajes, es Mathis, el amigo de Théo. Tan tímido que se sentó solo en medio del aula el primer día de clase cuando empezó sexto. Tan solo que cuando llegó Théo, con diez minutos de retraso, el sitio lógico para que el profesor lo colocara fue en el asiento vacío a su lado. Y desde entonces se sientan juntos y cada uno es el único amigo del otro. Pero si Mathis aparenta los doce años que tiene, Théo parece mucho mayor por sus gustos y manera de comportarse, aunque a Mathis "a veces le da la sensación de que Théo interpreta un papel, de que finge. Está allí, junto a él, pasa de una a otra aula, hace cola en el comedor, ordena sus cosas, su taquilla, su bandeja, pero en realidad se halla al margen de todo".
Y el gran secreto que comparten los amigos (se puede decir, en el libro se descubre muy pronto) es que, a instancias de Théo, se esconden para beber. Vodka, wisky, ron, ginebra. Lo que sea siempre que sea lo suficientemente fuerte. Sí, si a Théo le preguntaran cuál es su mayor afición, si se atreviera, si no supiera la mueca de espanto que se iba a dibujar en el rostro de su interlocutor, respondería: "me gusta notar el alcohol dentro de mi cuerpo. Primero en la boca, ese instante en que la garganta recibe el líquido, y luego esas décimas de segundo en que el calor desciende por su vientre, podría seguir el recorrido con el dedo. Le gusta esa ola húmeda que le acaricia la nuca y se difunde por sus miembros como una anestesia".
Bebe para sentir la anestesia que es como no sentir nada, bebe para olvidar lo que calla, lo que vive durante una semana y oculta durante la siguiente, y Mathis, que no sabe nada de la vida de Théo, va notando que el amigo se escapa de entre sus manos, y a él ya no le gusta beber, pero lo hace para acompañarle, por lealtad y por lealtad calla aunque se da cuenta de que la actitud de Théo es peligrosa. Y es que Mathis ha observado que "«Théo bebe alcohol como si quisiera morirse.»".
Y así, cuatro personajes componen el fresco de esta historia que se nos cuenta. Théo en medio, sufriendo y tratando de olvidar a base de alcohol una carga excesiva para sus doce años y medio; Mathis que, sin saber la causa, sabe de la adicción de Théo y teme por él, pero no sabe cómo gestionar sus temores; Hélène viendo en Théo su propia infancia de maltratada y tratando de darle la tabla de salvación que ella no tuvo; Cécile, agobiada entre el marido que se ha revelado muy distinto a cómo ella lo suponía, y el hijo al que ve peligrar en malas compañías. Los relatos de Hélène y Cécile están escritos en primera persona, los de Théo y Mathis en tercera, aunque es una tercera persona que sale de dentro de sí mismos. Las mujeres adultas son capaces de un discurso razonado y reflexivo; los adolescente, incapaces de tramitar todo el cúmulo de vivencias y sentimientos que los aturden, son hablados por una voz que, sin ser la suya, pone en palabras todo lo que llevan a cuestas, la carga que los aplasta casi sin saberlo.
De las cuatro novelas de Delphine de Vigan que he leído hasta ahora, "Las lealtades" es la primera que no trata hechos reales de la propia vida de la autora. Si en "Días sin hambre" nos habla de su juventud y su relación con la anorexia, si en "Nada se opone a la noche" indaga sobre la vida de su madre tras su suicidio y nos habla acerca de su familia materna, si en "Basada en hechos reales" nos cuenta su experiencia tras el éxito de la anterior y las reacciones de algunos de sus familiares ante la novela en la que se los cita, en "Las lealtades" todo es ficción, aunque bien podría no serlo, porque cuando se habla de adolescentes, colegio, divorcio, abandono, alcoholismo, malos tratos, soledad... etc, cualquier ficción puede estar sucediendo en la realidad en cualquier lugar de este moderno y civilizado mundo.
Una novela breve además, porque como declara la autora en una entrevista a elcultural.com "La forma breve me permitía un texto más potente, casi un puñetazo al lector".
Indago, tras leer la novela, y me entero de que ya se ha publicado en Francia, a principios de este año, "Las gratitudes", la segunda parte de un ciclo en el que Delphine de Vigan pretende, mediante textos cortos, mediante puñetazos a los lectores, narrar algunas de las relaciones que se establecen entre los seres humanos. Lealtad, gratitud, sentimientos que liberan, pero que también aprisionan. Será interesante seguir la serie. Yo, es de esas que jamás podría perderme. Nada de esta autora, sería capaz de perderme.
Otras novelas de Delphine de Vigan reseñadas en Cuéntame una historia:
"Días sin hambre" (2001)
"Nada se opone a la noche" (2011)
"Basada en hechos reales" (2015)
Título del libro: Las lealtades
Pero no es Hélène la única que habla en esta novela. Afortunadamente, las percepciones de la profesora y sus obsesiones no son la única información de que disponemos y que nos podría llevar a equívocos de ser así.
El siguiente en hablar es Théo que tiene doce años y medio, pero le han robado la infancia y con la infancia, las esperanzas. No es que su vida carezca de ellas, es que no tiene tiempo de contemplarlas. Las ha tenido que dejar aparcadas porque cosas más perentorias e importantes ocupan su mente y su tiempo. Los padres de Théo están separados y, por la custodia compartida que ha decretado el juez, cada viernes Théo carga con sus pertenencias en una mochila y pasa de casa del padre a casa de la madre y en cada casa encuentra una realidad hilvanada de rencores, frustraciones y soledad.
No podría responder a esas preguntas que con tanta frecuencia se les hacen a niños y adolescentes: "«¿ qué profesión te gustaría ejercer?», «¿ cuáles son tus pasiones?», «¿ a qué te gustaría dedicarte?»", no sabría qué responder porque él solo tiene claro lo que le gusta ahora, en este presente que es lo único que tiene, y lo diría, lo confesaría "si no temiera que los últimos puntos de apoyo que parecen perdurar a su alrededor se desmoronasen en el acto" porque lo que más le gusta no es algo que deba ser del gusto de un niño de doce años y medio por muy comprometido que tenga el presente e indeciso el futuro.
Otro de los personajes que nos cuentan la historia es Cécile, la madre de Mathis, el mejor amigo (el único amigo en realidad) de Théo. Cécile habla sola. No es que esté loca, solo lo hace en casa cuando está sola o en la calle cuando nadie la ve. Más que hablar sola, habla consigo misma. Pero no solo consigo misma, también habla con el doctor Felsenberg, con el que tuvo que someterse a varias sesiones "para cobrar conciencia (y admitir) de que la voz apareció al poco de descubrir lo que descubrí en el ordenador de mi marido. Y unas cuantas sesiones más para evocar de manera explícita ese descubrimiento en la consulta del doctor Felsenberg". Siempre he pensado que no se debe tratar de indagar acerca de lo que se nos oculta. Primero porque todo el mundo tiene derecho a sus propios secretos y segundo y más importante, porque a veces nos encontramos con lo que no buscamos y pienso también que no hay mayor muestra de fidelidad que ser capaz de ocultar ciertas cosas. Puede que no sea ese el caso del marido de Cécile, pero de todas formas más le habría valido no indagar tanto.
Y otra vez el silencio y la lealtad mal entendida (?). Ocultar las faltas del marido, seguir siendo su coartada, su obra, porque ella es obra de su marido, ella fue capaz de escapar de las lealtades de su familia gracias a él, pero ahora ha caído en la propia red que la salvó. Ahora ha transmutado lealtades de sangre por lealtades de agradecimiento. "Vengo de una familia en la que se dice delante tuyo o detrás nuestro. O se dice «tita Nadine» y «tito Jacques». Estoy seguro que vendrá. Andé hasta su casa. Comemos todas las noches a una hora fija ante el noticiario". William la sacó de ese mundo y la trasladó a otro en el que se está "delante de ti", "estoy seguro de que" "anduve hasta su casa"; nunca se habla de la familia con apodos como yaya o tito y jamás se come, sino que se almuerza o se cena, dependiendo de la hora.
Entre la ocultación de los secretos de su marido y su repulsa por el nuevo amigo de su hijo, Cécile pasa los días hablando consigo misma. No le gusta Théo. Piensa que arrastra a Mathis por el mal camino, pero, de nuevo, calla a los demás lo que se dice a sí misma. Y cuando finalmente lo intenta, se le piden pruebas, hechos concretos que no puede aportar porque todo es una sensación, un mal presentimiento de esos que las madres tenemos a veces y a los que temo más que a un nublado de mayo
El último narrador de esta historia que se precipita hacia un final imprevisible, pero poco prometedor para sus personajes, es Mathis, el amigo de Théo. Tan tímido que se sentó solo en medio del aula el primer día de clase cuando empezó sexto. Tan solo que cuando llegó Théo, con diez minutos de retraso, el sitio lógico para que el profesor lo colocara fue en el asiento vacío a su lado. Y desde entonces se sientan juntos y cada uno es el único amigo del otro. Pero si Mathis aparenta los doce años que tiene, Théo parece mucho mayor por sus gustos y manera de comportarse, aunque a Mathis "a veces le da la sensación de que Théo interpreta un papel, de que finge. Está allí, junto a él, pasa de una a otra aula, hace cola en el comedor, ordena sus cosas, su taquilla, su bandeja, pero en realidad se halla al margen de todo".
Y el gran secreto que comparten los amigos (se puede decir, en el libro se descubre muy pronto) es que, a instancias de Théo, se esconden para beber. Vodka, wisky, ron, ginebra. Lo que sea siempre que sea lo suficientemente fuerte. Sí, si a Théo le preguntaran cuál es su mayor afición, si se atreviera, si no supiera la mueca de espanto que se iba a dibujar en el rostro de su interlocutor, respondería: "me gusta notar el alcohol dentro de mi cuerpo. Primero en la boca, ese instante en que la garganta recibe el líquido, y luego esas décimas de segundo en que el calor desciende por su vientre, podría seguir el recorrido con el dedo. Le gusta esa ola húmeda que le acaricia la nuca y se difunde por sus miembros como una anestesia".
Bebe para sentir la anestesia que es como no sentir nada, bebe para olvidar lo que calla, lo que vive durante una semana y oculta durante la siguiente, y Mathis, que no sabe nada de la vida de Théo, va notando que el amigo se escapa de entre sus manos, y a él ya no le gusta beber, pero lo hace para acompañarle, por lealtad y por lealtad calla aunque se da cuenta de que la actitud de Théo es peligrosa. Y es que Mathis ha observado que "«Théo bebe alcohol como si quisiera morirse.»".
Delphine de Vigan |
De las cuatro novelas de Delphine de Vigan que he leído hasta ahora, "Las lealtades" es la primera que no trata hechos reales de la propia vida de la autora. Si en "Días sin hambre" nos habla de su juventud y su relación con la anorexia, si en "Nada se opone a la noche" indaga sobre la vida de su madre tras su suicidio y nos habla acerca de su familia materna, si en "Basada en hechos reales" nos cuenta su experiencia tras el éxito de la anterior y las reacciones de algunos de sus familiares ante la novela en la que se los cita, en "Las lealtades" todo es ficción, aunque bien podría no serlo, porque cuando se habla de adolescentes, colegio, divorcio, abandono, alcoholismo, malos tratos, soledad... etc, cualquier ficción puede estar sucediendo en la realidad en cualquier lugar de este moderno y civilizado mundo.
Una novela breve además, porque como declara la autora en una entrevista a elcultural.com "La forma breve me permitía un texto más potente, casi un puñetazo al lector".
Indago, tras leer la novela, y me entero de que ya se ha publicado en Francia, a principios de este año, "Las gratitudes", la segunda parte de un ciclo en el que Delphine de Vigan pretende, mediante textos cortos, mediante puñetazos a los lectores, narrar algunas de las relaciones que se establecen entre los seres humanos. Lealtad, gratitud, sentimientos que liberan, pero que también aprisionan. Será interesante seguir la serie. Yo, es de esas que jamás podría perderme. Nada de esta autora, sería capaz de perderme.
Otras novelas de Delphine de Vigan reseñadas en Cuéntame una historia:
"Días sin hambre" (2001)
"Nada se opone a la noche" (2011)
"Basada en hechos reales" (2015)
Título del libro: Las lealtades
Autora: Delphine de Vigan
Nacionalidad: Francia
Título original: Les loyautés
Nacionalidad: Francia
Título original: Les loyautés
Traducción: Javier Albiñana Serraín
Editorial: Anagrama
Año de publicación: 2019
Año de publicación original: 2018
Nº de páginas: 208
He leído las dos primeras novelas de la autora y me han gustado mucho. Nada se opone a la noche me impactó, la leí super rápido de lo mucho que me gustó. Me faltan por leer las dos últimas novelas, a ver si lo hago pronto!
ResponderEliminarUn besito guapa!!
Todas ellas son muy buenas. Tiene una forma de escribir que me encanta y lo que cuenta es de lo más interesante. "Nada se opone a la noche" fue lo primero que leí y me dejó noqueada.
EliminarNo podía perderme nada de lo que ha escrito después. De lo anterior he leído "Días sin hambre" y me pareció muy impresionante también.
Un beso.
Ah la autora también tiene otro libro que se llama No y yo. Lo leí hace tiempo, está bien, aunque no es como Nada se opone a la noche o Días sin hambre
ResponderEliminarEse lo tengo también entre los pendientes, pero aún no le he dado su oportunidad. A ver si le llega el momento.
Eliminar¡Hola, Rosa! Apenas terminé de leer la cita que compartes al comienzo de tu reseña, supe que disfrutaría mucho de este libro. Espero poder leerlo pronto, pues se ve muy interesante. Gracias por tan buena reseña. ¡Un besito!
ResponderEliminarEs un gran libro como todos los que he leído de la autora. Hasta ahora todos eran más o menos basados en su vida, pero sea como sea, es una autora que reflexiona de una forma muy personal y que me gusta mucho en los sentimientos y las relaciones.
EliminarUn beso.
Hace tiempo que me atrae esta autora y sin embargo todavía no he leído nada suyo, tendré que ponerle remedio y me atrae mucho la novela que hoy traes a tu rincón
ResponderEliminarPues puede ser una buena novela para empezar con la autora porque es corta, fácil de leer y muy intensa en todo lo que cuenta y reflexiona. Muy recomendable.
EliminarUn beso.
Pienso que la lealtad se fusiona de manera directa con una especie de determinismo débil lo que la hace inexistente como concepto total (solo parcial), por ende, esta novela sea ficticia o basada en cosas que pueden suceder parte en mi opinión de un idealismo equivocado. No me interesa. Sin embargo, la que apuntas de Las gratitudes me llama más la atención. El agradecimiento si es un concepto evaluable ya sea este puntual o total en un determinado ciclo. De hecho, si en algún momento continua la serie con un hipotético "Los egoísmos" entrará en profundas contradicciones con el voluble concepto de lealtad.
ResponderEliminarUn beso.
No sé si entendemos lo mismo por lealtad. Yo me refiero, y creo que la autora también, a una especie de sentido del deber que se nos va creando con las personas a las que queremos y con las que sentimos esas obligaciones que es lo que yo llamo lealtad. Estoy de acuerdo contigo, en cambio, en que es un sentimiento equivocado, de ahí el interés que tiene para mí.
EliminarMuchas veces esa lealtad no es más que una lucha entre el egoísmo ajeno y el propio y creo que antes que al ajeno nos debemos al propio. Sobre todo si no se basa en aplastar a los demás. Bueno, si pudiera contar la trama del libro tal vez nos entenderíamos mejor.
Estoy deseando que se traduzca "Las gratitudes".
Un beso.
Como sabes no soy para nada seguidor de esta autora que sé que a ti te encanta. Leí "Nada se opone a la noche" y no me agradó demasiado. Pero siempre que leo tus reseñas me digo que tengo que darle una oportunidad. Quizás esta novela basada más en la ficción que en la realidad de la escritora sirva para reconciliarme con ella. No sé, tomo nota.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus reseñas, Rosa, que ahora no me aparecen en la columna blogs que sigo sino que tengo que buscarte en blogger en Lista de Lectura. Pero te busco porque sabes que tus opiniones me interesan muchísimo.
Buen Acueducto de la Constitución. Un beso
Si embargo a mí "Nada se opone a la noche" me fascinó. Me pareció una labor dolorosa, pero necesaria a veces cuando muere una persona y sientes que necesitas indagar sobre ella para saber lo que no supiste mientras vivía y tal vez deberías haber sabido. Me gusta mucho cómo escribe y lo que cuenta y me ha gustado en las cuatro novelas que he leído. Curiosamente, con todo lo que me gustó "Nada se opone..." que fue la primera, ninguna me ha decepcionado. Todas me han parecido muy buenas.
EliminarVeo que no tienes reseña de "Nada se opone...". me hubiera gustado leerla y saber qué es lo que no te gustó.
Muchas gracias por tomarte la molestia de buscarme. Te diré que suelo publicar en días fijos. Salvo que no tenga nada para hacerlo, cosa rara pues lo normal es que se me acumulen los borradores. Esos días son 1, 4, 7, 10, 13, 16, 19, 22, 25, 28 y vuela a empezar. Vienen marcados porque el día 1 publico la entrada correspondiente al mes literario y luego dejo dos días de descanso. En fin, maniática que es una.
Feliz puente para ti también, aunque jubilados, da un poco igual que sea fiesta o no.
Un beso.
Me parece muy interesante que la autora, una vez hecho el tremendo ejercicio de introspección que son sus anteriores novelas (y no solo eso), se lance a la pura ficción. En realidad, a otro tipo de indagaciones donde creo utiliza con buen criterio toda su experiencia previa. Creo que Delphine de Vigan es una autora con mayúsculas y me apatece mucho seguirle la pista. Ya tuve una buena experiencia con "Basada en hechos reales".
ResponderEliminarQuizá la adicción alcohólica de un niño, estando tan cerca todo el día de niños de esa edad y tantos años, me parece algo forzada. Ella explica que tal contundencia fue alentada por la brevedad del texto, pero no sé. Con todo, lo anoto como autorregalo navideño.
Un abrazo.
Es asombrosa la capacidad de análisis que tiene tanto cuando se mete en su propia realidad o la de su familia, como cuando se plantea la pura ficción. Tampoco sé hasta qué punto puede haber algo de realidad en estos hechos, porque como digo en la reseña, son casos que si no los conocemos seguro que están sucediendo similares, unos en un lugar otros, en otro.
EliminarRespecto al alcoholismo del niño, si bien no es algo habitual, tampoco debe de ser algo totalmente desconocido en algunos lugares. La historia, lógicamente, no es una historia habitual que encontremos en cualquier instituto. O que seamos conscientes de ella, porque tal y como está planteada podría estar pasando cerca de nosotros sin que fuéramos conscientes de toda su amplitud, como le sucede a la profesora de la historia.
En cualquier caso, una novela muy recomendable y digna de autorregalo.
Un beso.
Yo también he leído sobre el ciclo de novelas que la autora ha iniciado con Las lealtades y que continúa con Las gratitudes. Pensé entonces que la gratitud puede ser origen de una lealtad y por tanto una nueva cadena. En fin, veremos si Delphine va por esos derroteros o por otros.
ResponderEliminarBueno, ya sabes que me encanta de Vigan y que pienso que de esta novela se puede sacar mucha miguita. Me alegra que la hayas disfrutado tanto.
Besos
Hay mucha relación entre la lealtad y la gratitud. De hecho cuando vi por primera vez lo de "Les gratitudes" creí que era el título en francés de "Las lealtades". La diferencia que yo veo es que mientras la gratitud es obligada siempre que alguien haya hecho algo por ti. La lealtad a veces es una gratitud indebida. Algo que nos creamos nosotros mismos y que hasta puede entenderse mal, como sucede en la novela, y hacer que seamos esclavos de esa lealtad. O como bien dices esa lealtad nos la podemos crear por una gratitud llevada más allá de lo debido
EliminarEsas diferencias, que ya tratamos en el comentario de Miguel Pina, hacen que tenga muchas ganas de leer esa otra novela en cuanto se traduzca.
Un beso.
hola! Bastante profunda la novela, la autora parece que va a el hueso con este tema, yo no la conozco nada mas que leer tus recomendaciones y tu la citas varias veces, todo es cuestion de empezar, gracias! saludosbuhos.
ResponderEliminarEs una autora que profundiza mucho en los temas y aunque esta es una novela corta, es muy profunda. Se ve que Delphine de Vigan ha aprovechado muy bien las pocas páginas. es esa misma escasa extensión lo que la hace tan contundente. Como dice ella misma, es como un puñetazo al lector.
EliminarUn beso.
Si que es un cambio en el estilo, hasta ahora con libros tan personales. Pero lo que has contado deja la sensación de que aunque sea ficción, tiene mucho de realidad.
ResponderEliminarApunto este y el que comentas que ya ha salido en Francia
Un abrazo
Como ya he dicho en la entrada y en algún comentario, puede que la autora no se haya encontrado con esta historia y que sea pura ficción, pero muchos de sus elementos están sucediendo en la realidad a muchos niños y los más extraños, seguro que si no a muchos, a alguno le habrá sucedido. Es una ficción muy pegada a la realidad y que no deja de ser un excelente análisis de la misma.
EliminarUn beso.
Hola Rosa, tengo a la autora pendiente desde no se cuándo y aun no me he atrevido a ponerme con ella. Es uno de mis propósitos para el nuevo año. Veremos si lo cumplo. Besinos.
ResponderEliminarQué voy a decirte. A mí me gusta tanto que la recomiendo sin dudar, pero claro, luego está el gusto de cada uno. para mí, además, es muy entretenida. Me pongo a leerla y me atrapa y me cuesta mucho cerrar sus libros hasta que no los termino. Me envuelve su forma de escribir y lo que cuenta. Me pasa con muchos autores franceses o más bien autoras porque todas las que ahora me vienen a la cabeza son mujeres.
EliminarUn beso.
Llevaba unas semanas sin pasar por aquí, el trabajo y los viajes me lo han impedido. Este fin de semana largo me pondré al día.
ResponderEliminarY me apunto a esta autora, nunca he leído nada de ella, y aunque tengo una lista importante de pendientes la trataré de colar, que tus recomendaciones siempre suelen funcionar para mi.
Besos.
Es una autora que tiene sus partidarios y sus detractores, como cualquier escritor por otra parte, pero yo soy sin duda de los primeros. Toda su obra leída me ha parecido fabulosa.
EliminarCreo que te gustará.
Un beso.
¡Hola, Rosa! De la lealtad a la complicidad suele haber un paso. Pero es que las relaciones personales son mucho más complejas que lo que solemos resumir desde fuera. La novela parece que intenta dar una vuelta de tuerca en este sentido a través de cuatro historias y parece que la autora, ya en plena ficción, emprende un viaje a través de las normas no escritas con las que nos relacionamos con la familia y la sociedad. Para mí es un aliciente que se embarque en la ficción, no soy muy de biografías y más cuando son del propio autor. Un fuerte abrazo!!
ResponderEliminarBueno, las "biografías" de esta autora son un poco sui generis. Mezcla mucha ficción y no sé sabe bien donde empieza una y termina la otra.
EliminarLas historias que cuenta aquí, que se resumen en la historia de Théo, son muy interesantes y ponen en cuarentena esa lealtad que se considera una característica positiva de las relaciones humanas y se puede convertir en una losa que nos aprisiona.
Un beso.
Espectacular ese fragmento del libro que abre tu reseña, es muy lúcido y revelador por el qué dice y, por supuesto, por como lo dice, me fascina esa manera de abordar pensamientos complejos expresándolos de un modo tan poético o evocador, se ve donde hay oficio, aunque admito no haber leído a D. de Vigan, muy familiar por lo demás, la he visto varias veces en blogs amigos.
ResponderEliminarPero tu reseña, Rosa, es igualmente magnífica, delimitas a la perfección la realidad de cada personaje, a pesar de que sus "realidades" están muy entrelazadas, y reflejas muy bien ese proceso por el cual uno comienza a ser cada vez menos uno mismo, para ser más en función de otros, de sacrificar una parte de ti para que otro pueda solventar su situación, algo que tenemos asumido los padres o madres respecto a los hijos, pero, como bien señalas, también se extiende más allá de los hijos... y ahí, a veces, te dan ganas de revelarte y decir: al carajo, ¿y yo qué?
Ese narrar tan particular de la escritora sobre las lealtades que nos coartan es una combinación muy atractiva.
Un beso.
Esa capacidad para analizar sentimientos y situaciones con un lenguaje claro y a la vez poético es lo que me fascinó de Delphine de Vigan desde la primera novela suya que leí. Eso y la profundidad de sus reflexiones.
EliminarEs terrible cuando esas lealtades atenazan a un adolescente, casi niño aún. La novela es original en tanto huye de temas muy utilizados o, si los utiliza, lo hace de una forma muy suya y que no se parece a cosas ya conocidas.
Ese "carajo, ¿y yo qué?" es algo que he sentido muchas veces mientras me desacabezaba por atender necesidades ajenas o caprichos ajenos.
Me alegro de que te haya gustado la reseña. Con un libro así era fácil que saliera bien.
Un beso.
Bueno pues me has convencido, hace tiempo que le estoy dando vueltas a este título y no sabía si lanzarme... He leído todo de esta autora y contrariamente a otras opiniones a mí el que menos me gustó fue Nada se opone a la noche, también fue el último que leí y el que tenía las expectativas más altas...
ResponderEliminarUn beso
"Nada se opone a la noche" fue la primera novela de la autora que leí y me resultó fascinante. Es cierto que con tantas alabanzas leídas en las redes y tanto salir en los medios, andaba un poco mosqueada y el resultado fue mucho mejor de lo esperado.
EliminarDespués fui leyendo más y jamás me ha defraudado. Esta se sale de lo habitual en ella que es esa mezcla de ficción y autobiografía o biografía familiar, pero mantiene el interés y la belleza en la forma.
Un beso.
Hola Rosa.
ResponderEliminarPues una vez más me creas una necesidad. Me intrigan esos secretos del marido de Cécile, me gustaría saber como deriva la amistad entre los niños...me has atrapado.
Feliz día.
No he querido destripar la trama, pero tampoco es una novela de misterio. Las cosas se saben pronto, unas más que otras. Pero atrapa como el mejor thriller. Atrapa por la forma y por el contenido.
EliminarUn beso y feliz semana.
Hola, Rosa.
ResponderEliminarNo me extraña que no hayas podido resistirte a citar entero el preámbulo, me he adentrado en él y me ha parecido precioso.
Aprovechando las fiestas y que pronto es mi cumpleaños, ya tengo un regalo que pedir.
Estupenda reseña.
Un beso, y feliz día.
Creo que será un gran regalo con el que pasarás buenos ratos. Tampoco muchos porque es un libro corto, pero lo que le falta en extensión le sobra (es un decir: no le sobra ni una letra) en profundidad.
EliminarLa prosa de la autora es ideal para acompañar los temas que trata.
Ya me contarás.
Un beso.
Me he anticipado y ya lo tengo pedido, ;)
EliminarSi me animo y el tiempo me acompaña, una vez leído intentaré hacer una reseña compartida como la vez anterior.
La verdad es que tengo muchas ganas de leerlo.
Un beso.
Yo leí la reseña en el blog de Lorena y lo compré en Amazon a continuación. Lo leí nada más terminar lo que estaba leyendo porque también me apetecía mucho. Es una autora a la que no me puedo resistir.
EliminarUn beso.
Perdona que llegue tan tarde; es que me confundí con el comentario que le dejé a Lorena sobre este título.
ResponderEliminarSi ya quedaba apuntada desde entonces, ahora, con tu análisis y tu síntesis, me queda aún más claro que no solo es silencio, sino también la abundancia de otros temas no menos interesantes. comenzando por 'mandatos familiares'.
Además, me gusta que las voces alternen entre primera y tercera persona; creo que el texto alcanza más profundidad.
Gracias por tu extensa reseña, Rosa.
Un beso grande para ti.
En el blog de Lorena encontré yo esta novela y nada más terminar de leer la reseña, me compré el libro en Amazon. Pasó por delante de muchos de la lista de pendientes y me ha gustado muchísimo.
EliminarTrata temas interesantes y que no suelen abundar como esa lealtad familiar que nos hace callar, por el otro, pero también por nosotros mismos.
Los cuatro narradores alternan las voces en primera persona las mujeres y en tercera los niños y eso le da bastante dinamismo e intensifica la inmadurez y la vulnerabilidad que se les supone a los dos adolescentes.
Creo que hay que leerla.
Un beso y feliz Navidad.