"Abril encantado" Elizabeth von Arnim
«Y resultaba tan asombroso sentir esta dicha total, ya que allí estaba, sin hacer ni tener la intención de hacer una sola cosa desinteresada, sin ir a hacer nada que no quisiera hacer. Según todas las personas que había conocido a lo largo de su vida, habría debido tener por lo menos remordimientos. No tenía ni un remordimiento. Algo fallaba en alguna parte. Era asombroso que en casa hubiera sido tan buena, tan terriblemente buena, y sólo hubiera conseguido sentirse atormentada. Allí los remordimientos de todo tipo habían sido el pan suyo de cada día; molestias, dolores, desalientos, mientras ella mantenía una generosidad constante. Ahora se había desembarazado de toda su bondad y la había abandonado como una pila de ropa empapada, y lo único que sentía era alegría. Se había despojado de la bondad, y disfrutaba de su desnudez. Estaba completamente desnuda y exultante. Y allí, alejado en la bruma borrosa de Hampstead, estaba Mellersh enfadado».
Todo empezó un par de meses antes, en febrero, cuando en el club al que Mrs. Wilkins había ido a almorzar tras sus compras, vio un anuncio en el Times:
«Para aquellos que aprecian las Glicinias y el Sol. Se Alquila Pequeño Castillo Medieval Italiano Amueblado durante el mes de Abril. Permanecen los sirvientes necesarios. Z, Apartado 100, The Times».
No me extraña que se fijara. Yo también lo habría hecho. Decidió que bien podía gastar parte de sus ahorros en ese capricho. Una parte muy pequeña de sus ahorros que ascendían a noventa libras arañadas de su presupuesto anual para ropa. Una parte muy pequeña porque si llegaban los malos tiempos no sería muy razonable haber gastado todos su ahorros.
Ya había desechado su idea como una locura más cuando allí mismo en el club descubrió a Mrs. Arbuthnot leyendo también la primera página del Times. La conoce de vista aunque nunca han cruzado palabra. Ahora, de repente lo ve todo claro ante sus ojos. Mrs. Wilkins suele ver las cosas por adelantado y ahora
«una imagen había cruzado su mente, y en ella había dos personas sentadas juntas bajo una gran glicinia trepadora que se extendía por las ramas de un árbol que no conocía, y eran ella misma y Mrs. Arbuthnot: las podía ver; las podía ver. Y por detrás, inundados por la luz del sol, había unos viejos muros grises, el castillo medieval, podía verlo, estaban allí…».
Mrs. Arbuthnot también tiene sus ahorros, pero ella los dedica a sus obras de caridad, a sus pobres, y gastarse los ahorros en ella misma le parece sencillamente absurdo. Pero... sería solo una pequeña parte de esos ahorros. Pero... cuando se interesaron por las condiciones del alquiler y hablaron con el dueño del castillo el precio era excesivamente alto, mucho más de lo que habían imaginado. Pero... ¿y si buscaban más mujeres con las que compartir gastos y castillo? Al fin y al cabo «había camas suficientes para ocho personas, excluyendo a los sirvientes, tres cuartos de estar, almenas, mazmorras y luz eléctrica».
Es así como terminarán compartiendo glicinas, sol, castillo y sirvientes con las únicas dos mujeres que atendieron a su anuncio: Lady Caroline y Mrs. Fisher. La primera es una dama de familia aristocrática que huye de todo lo conocido y de todos los que la puedan conocer. La segunda es una mujer ya mayor, con problemas de movilidad y de luto riguroso aunque su viudedad ha cumplido ya once años.
Y estas son las cuatro mujeres que se encontrarán en el castillo de San Salvatore para pasar juntas un mes. Todas ellas tienen pretensiones muy distintas que llegarán a chocar unas con otras.
Lady Caroline huye del acoso de los hombres a los que atrae con su belleza y su juventud, y trata de encontrar la paz en un lugar en el que nadie la conozca. Pretende que nadie la moleste. Se reserva un rincón de uno de los jardines, la mejor habitación y una soledad que teme que va a ser difícil. «La guerra acabó con Scrap. Mató al único hombre con el que se sentía segura, con el que se habría casado, y consiguió que el amor la repugnara».
Mrs. Fisher se ha apropiado de la siguiente mejor habitación y del salón color miel y de las almenas para sus paseos. Es una mujer desencantada y amargada que tan solo en el recuerdo del pasado encuentra su refugio, en aquella juventud en la que se codeó con los literatos más prestigiosos de la época victoriana.
«Era sorprendente, era simplemente asombrosa, la superioridad del pasado con respecto al presente. Esos amigos suyos de Londres, personas sólidas de su misma edad, conocían el mismo pasado que conocía ella, podían hablar de él con ella, podían compararlo como lo hacía ella con el superficial presente, y, al recordar a grandes hombres, podían olvidar por un momento a los jóvenes triviales y vacíos que, a pesar de la guerra, parecían poblar el mundo en semejante número».
Así es que no, ella no huye de sus amigos londinenses que piensan y recuerdan lo mismo que ella. Tan solo huye de las inclemencias climáticas de Londres en abril y lo último que piensa es compartir su tiempo con la charla trivial de aquellas mujeres.
Mrs. Arbuthnot siente que jamás ha sido tan feliz cuando se levanta el primer día en San Salvatore... hasta que descubre que Lady Caroline y Mrs. Fisher han llegado la noche anterior y se han adueñado de los espacios más apetecibles, pero lo que sobre todo la altera son los aires de anfitriona que se da la anciana y es que «aunque ella, Mrs. Fisher, podía no ser exactamente un huésped, desde luego no era en absoluto una anfitriona».
La única que desde el principio es feliz sin condiciones es Mrs. Wilkins. A ella le da igual tener una habitación pequeña y con dos camas; no le importa que Mrs. Fisher se sienta la anfitriona. A ella le basta con estar en el paraíso. No se puede enfadar una en el paraíso, no se puede una sentir decepcionada en el paraíso.
Y el paraíso las va cambiando a todas. Lady Caroline cada vez es más Scrap; Mrs. Wilkins y Mrs. Arbuthnot se van convirtiendo en Lotty y Rose; Mrs. Fisher sigue siendo Mrs. Fisher, pero más amable. Y el paraíso también irá cambiando a los visitantes que se van a ir uniendo a este cuarteto de mujeres. Algunos, invitados; otros, por iniciativa propia, los hombres empiezan a entrar en San Salvatore y ellos también sentirán la influencia benéfica de ese lugar idílico en el que semana tras semana cambia el entorno a medida que cambia la vegetación y unas flores vienen a sustituir a otras en unas descripciones tan hábiles como bellas.
«Esa primera semana la glicinia comenzó a marchitarse, y las flores del árbol de Judas y de los melocotoneros se desprendieron y alfombraron el suelo de rosa. Después desaparecieron todas las fresias, y los lirios comenzaron a escasear. Y entonces, mientras estos se marchaban, brotaron las rosas banksia dobles, y las grandes rosas de verano se exhibieron de repente espléndidas sobre las murallas y los enrejados. La Fortune amarilla era una de ellas; una rosa muy bella. Poco después, el tamarisco y las adelfas alcanzaban su apogeo, y las azucenas su punto más alto. Antes de que finalizara la semana, las higueras dieron sombra, los ciruelos florecieron entre los olivos, las modestas weigelias aparecieron con sus frescos trajes rosas, y sobre las rocas se extendieron masas de flores estrelladas de hojas gruesas, algunas de un púrpura intenso y otras de un pálido y claro amarillo limón».
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Elizabeth von Arnim |
En Abril encantado Elizabeth von Arnim huye de los temas duros e incluso escabrosos que había tratado en Vera y en Expiación, las otras dos novelas que he leído de la autora, para regalarnos una historia mucho más amable ambientada en un lugar idílico que va volviendo también idílicos los sentimientos y los caracteres de sus personajes. De lo que no se aleja es de su prosa sencilla, pero muy bella; de sus ambientaciones precisas y muy descriptivas; de ese sentido del humor con el que los personajes parecen reírse del mundo y de sí mismos; de sus personajes perfectamente dibujados; de esas mujeres que en un momento dado y por distintas razones toman las riendas de su vida, aunque a veces sea para ponerlas en manos más que dudosas. En esta novela, en concreto, Mrs. Wilkins y Mrs. Arbuthnot romperán todas las convenciones de esposas y amas de casa para alejarse de su rutina y tomar las riendas de su vida puede que por primera vez. Y allí, en San Salvatore, terminarán por encontrar lo que en su casa se les negaba. Y es que a veces la bondad, o lo que por tal se toma, no produce la recompensa esperada que habrá que buscar en otros lugares y en otras actividades.
«—No sé por qué insiste usted en que no soy feliz. Cuando me conozca mejor creo que descubrirá que sí lo soy. Y estoy segura de que no cree realmente que la bondad, si uno la pudiera alcanzar, hace infeliz.
—Sí que lo creo —dijo Mrs. Wilkins—. Nuestra clase de bondad hace infeliz. La hemos conseguido, y somos infelices. Hay bondades desgraciadas y otras felices; la clase que tendremos en el castillo medieval, por ejemplo, es de las felices».
Estas son las novelas leídas de Elizabeth von Arnim con fecha de lectura entre paréntesis:
"Vera" (2022)
"Expiación" (2025)
"Abril encantado" (2025)
Hola, Rosa.
ResponderEliminarLo leí hace muchos años y me gustó tanto que lo que recordaba de él es que yo me quería ir con esas señoras al castillo de vacaciones. Con las reseñas de los que lo leéis ahora voy recordando cosas de la historia. Quise releerlo y ya no lo tenían en la biblio, no sé qué hacen con los que retiran de las estanterías pero deberían volver a ponerlo.
También sorprende el cambio radical de la autora de este a su otras novelas más duras.
Lo peligroso de la banda es la gente que no se lo piensa y se aprovecha despiadadamente. Y sí, a veces se confunde bondad con servilismo. Y otrs piensas que estás haciendo bien y en realidad estás haciendo el tonto. Es un tema más complejo de lo que parece. Pero siempre es mejor pecar de ingenuo que ser un ...
Besos
Hola! Primero hay que decir que la portada de este libro es una hermosura. Nunca había escuchado sobre esta autora y menos sobre esta historia. Me parece muy interesante el concepto de "mujeres que están hartas y desean tomarse tiempo para ellas" (más o menos). Me lo apunto sin dudar.
ResponderEliminarGracias por compartir! Un saludo ♥