Tres eran tres 46


En esta entrega número cuarenta y seis de Tres eran tres vamos a encontrar una novela policíaca que cierra, y cierra muy bien, una bilogía con entrega anterior, Puentes y sombras, ya reseñada en el blog. Además hay una novela difícil de clasificar, muy metaliteraria, una de esas novelas que envuelve una historia con otra y con otra en una mezcla de realidad y ficción, pero sin abandonar nunca la propia ficción, y es que no es un libro de auto ficción, es ficción pura y dura (huy, cuánta ficción en una sola frase). Por último una novela que es todo un homenaje a Francis Scott Fitgerald y su obra. Para una amante del autor como yo soy ha sido una lectura muy satisfactoria, con una serie de giros, sobre todo al final, que la hacen sorprendente. Tenéis para elegir y para disfrutar. 



“Cenizas para un blues”. Fernando de Cea.
Con esta novela Fernando de Cea pone fin a la bilogía protagonizada por la subinspectora de policía Casandra Torres, apodada Sam. En la anterior, Puentes y sombras, Sam, además de los casos de asesinato que tenía entre manos, estaba tratando de averiguar lo sucedido con su padre muchos años antes. Acusado de participar en el robo de parte de un alijo de cocaína incautado, fue desinado al País Vasco donde murió en un atentado de ETA. 

En esta segunda parte, Casandra ha abandonado la policía y trabaja como detective en una agencia privada. De nada sirvieron las súplicas del inspector, ahora inspector jefe, Hidalgo, su mentor, amigo de su padre y casi un segundo padre para ella. Las sospechas de la participación de gente conocida y amiga en los hechos ocurridos años atrás no le permitían seguir en el cuerpo.

«[...] descubrió el dosier que acusaba de corrupción al inspector Torres, a su padre. También figuraban algunos nombres de los que ella consideraba compañeros. Policías que hoy seguían en sus puestos mientras que su padre estaba muerto: una calumnia le precipitó al exilio donde encontró la muerte. Asesinado por ETA lejos de su tierra [...] De la lectura del expediente confidencial se desprendía que sabía muchas más cosas de las que le había contado a Sam. El desengaño sufrido por la subinspectora fue como un torpedo en la línea de flotación. Sam se hundió anímicamente. Así no podía seguir y por eso decidió abandonar la policía».

En su labor de detective Casandra se encontrará con el secuestro de un niño, un caso que se mezclará con otro que tiene entre manos la policía nacional. Se trata de la huida de un preso para cuya investigación ha venido de Gran Bretaña el policía que lo detuvo, Al O'Malley. La relación de ambos casos pondrá a Sam a colaborar de nuevo con la Policía Nacional y a trabajar con Hidalgo. 

A la vez que trata de resolver el secuestro del niño, Casandra se irá centrando cada vez más en averiguar lo que sucedió con su padre. Nosotros lo iremos sabiendo poco a poco porque él mismo lo va contando en una cinta que grabó en su momento con todos los detalles del caso.  

Nos volveremos a encontrar con Merche, la periodista de La voz de Híspalis, que sigue en contacto con Cisco, el gitano al que conocimos en la entrega anterior, y con algún personaje más de la misma. Pero podremos seguir esta novela perfectamente aun sin haber leído Puentes y sombras porque todo está perfectamente explicado para ello.

El policía Rosique, protagonista de la otra bilogía policíaca de Fernando de Cea que también he leído, hace un cameo en Cenizas para un blues. Un autor que recomiendo porque las siete novelas que le he leído, ambientadas casi todas en Sevilla, resultan sumamente interesantes, sus tramas están bien diseñadas y bien resueltas, trata temas actuales que analiza de forma certera y precisa y, en definitiva, se disfruta mucho con sus libros.


“Nada más ilusorio”. Marta Pérez-Carbonell.
Nada más ilusorio trata de un viaje. Una noche de tren entre Londres y Edimburgo. 

«Con el nuevo puesto de WorldTrans trabajaba principalmente en la sede de Londres, pero tenía que pasar una semana en la oficina escocesa. El penúltimo domingo de cada mes cogía un tren por la noche, y el lunes amanecía en Edimburgo. Allí me alojaba en un pequeño hotel del que salía los viernes por la tarde de vuelta a Londres».

Y es en uno de esos viajes nocturnos entre Londres y Edimburgo donde Alicia, la protagonista y narradora de esta historia, se encuentra con dos personajes peculiares. Uno es un profesor universitario de Estados Unidos, Terence Milton, llamado Terry; el otro, un alumno y amigo del mismo, Mick Boulder. En la conversación que la narradora escucha entre ellos se habla de una novela que ha escrito el primero y de un artículo que sobre la novela ha escrito un periodista. El artículo ha levantado una gran expectación sobre el libro convirtiendo la historia en un reality show y aumentando las ventas por el morbo que suscita que los hechos narrados en la misma puedan ser ciertos y se refieran a un personaje que ha desaparecido recientemente, Hans Haig. «—El problema de Rocco —continuó Terry— es que se tomó por una novela que escondía verdades sobre un joven llamado Hans Haig».

A partir de ahí se nos van narrando historias que se entrelazan, que nos sorprenden y desorientan, hasta que nos hacemos con la dinámica y la estructura del libro que tenemos entre manos, una obra metaliteraria en la que una historia está dentro de otra, en la que las narraciones se suceden y alternan y dejan ver sus relaciones y sus semejanzas, narración alguna de ellas que incluso sorprende a algunos de los propios personajes de la novela. Se alternarán las vivencias de Terry con su amigo Hans Haig y la historia de Rocco, el protagonista que da título a su polémica novela. 

Por si fuera poco, la narradora contribuye a esas narraciones con su propia historia de cómo acompañó a su novio a Socotra, una isla Yemení en el Océano Índico, y las peripecias que en esa isla vivió y que supusieron la ruptura de la pareja. 

Historias reales e historias imaginarias. ¿Cuánto de ficción y cuanto de realidad hay en cada una de ellas? ¿Cuándo se miente deliberadamente y cuándo se confunde uno sin ser consciente de ello? ¿Hay en la ficción que se escribe más datos de la vida real de los que se han querido introducir?

Una novela notable que recomiendo porque además de contar mediante varias historias una historia apasionante, está muy bien escrita, y deja un poso de reflexiones muy literarias y muy interesantes. Otro de esos debuts de novela que sorprenden por su solvencia y buen hacer. La novela fue finalista al Premio Silverio Cañadas a la Primera Novela Negra. Tan solo debo añadir que no me ha parecido en absoluto una novela negra, aunque eso tampoco es algo muy fácil de determinar.



"Suave es la furia". Sash Bischoff.
Es esta una novela que gustará a los amantes de Francis Scott Fitzgerald. Ya el título nos evoca su fantástica novela Suave es la noche, para muchos, y también para mí, la mejor. Con todo he de decir que yo prefiero El gran Gatsby. No siempre se prefiere lo mejor.

Esta es la historia de un terapeuta y de una actriz. Ella, Lila Crayne, interpreta a Nicole en una adaptación cinematográfica que dirige su novio de Suave es la noche ; él, Jonah Gabriel,  está fascinado por Scott Fitzgerald. El encuentro de ambos desencadenará una historia en la que se irán desvelando detalles del pasado junto a inesperadas situaciones del presente. 

Con un prólogo que nos narra el final sin desvelar nada, comienza esta historia que retrocederá en el tiempo al dar paso al Primer Acto de los tres que componen el libro. 

«Cuando todo ha pasado, continúa allí de pie, atrapada tras un muro de cristal, sacudida por un horror mudo, sísmico [...] No quiere mirar el cuerpo desplomado que hay en el suelo, el charco que sigue extendiéndose. El malestar interior aumenta. No, tiene que ponerle fin de una vez por todas».

A lo largo de esos tres actos divididos en veintiún capítulos se nos irá descubriendo una historia de las que enganchan sin remedio. Mediante un narrador en tercera persona, mediante las notas de Jonah en sus sesiones con Lila y por el diario que Lila escribe por recomendación de Jonah, iremos sabiendo todo acerca del presente y del pasado, lo que ellos cuentan, lo que se ocultan, lo que esperamos, lo que no somos capaces de imaginar, porque es esta una historia con varios giros tan sorprendentes como inesperados y un final igual de sorprendente e inesperado.

Malos tratos, celos, amor del bueno y del no tan bueno, engaños, infidelidades, un pasado que no perdona. Ingredientes que, añadidos a los continuos guiños, explícitos o implícitos, a la obra de Scott Fitzgeralda, hacen que la historia se lea con total adicción. 

Comentarios

  1. Las tres novelas que aquí nos presentas me suscitan el suficiente interés como para leerlas, pero, si tuviera que decantarme por una de ellas, eligiría Nada más ilusorio, por su intrincada historia que, aunque parezca un pequeño galimatías hecho de piezas de puzle que se van acoplando poco a poco, seguro que acaba por dejar más que satisfecho al lector. Seguramente nos obliga a hacer un pequeño ejercicio mental para ir ensamblando todas las piezas hasta reconstruir toda la historia. Su lectura será como un reto para mí, je, je.
    Un beso.

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  2. Me alegro de que te haya gustado. Gracias por una reseña tan sentida. A lo mejor algún día retomo la historia de Sam, quien sabe...
    Abrazos!

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  3. La forma en que presentas estas tres novelas es tan cautivadora que dan ganas de salir corriendo a leerlas todas. Me encanta cómo logras transmitir el alma de cada obra, haciéndonos sentir esa chispa de curiosidad y entusiasmo por descubrirlas. Cenizas para un blues suena como el cierre perfecto para la bilogía de Fernando de Cea. La historia de Casandra Torres, con su lucha personal por desentrañar la verdad sobre su padre mientras enfrenta nuevos casos, me parece tan humana y emocionante. Ese toque de Sevilla como telón de fondo y la aparición de personajes como Merche y Cisco añaden un encanto especial. Tu recomendación de este autor y amigo, con sus tramas bien construidas y su mirada precisa sobre temas actuales, me ha convencido de que debo darle una oportunidad. Gracias por resaltar cómo esta novela se sostiene por sí misma, incluso sin haber leído Puentes y sombras.
    Un beso, Rosa.

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