"El club de las viudas" e In memoriam Guillermo Galván
—Es una obsesión de Franco […] La Ley contra la Masonería y el Comunismo se
publicó un año después de acabada la guerra, pero hasta entonces no había
necesitado una ley para masacrar a unos y otros. Los que escriben hoy esas
barbaridades lo hacen para justificar la sed de sangre del tirano.
—Ya lo escribían antes de la
guerra —puntualiza el policía recordando a su antiguo colega Mauricio Karl—.
Los masones son los culpables de todos los males de la patria en el último
siglo y pico. No sé si incluyen también sequías e inundaciones, pero el resto
es siempre culpa de los masones. Ellos y los judíos son el chivo expiatorio de
cada calamidad, según sus tesis.
Estamos en mayo de 1943 y muchas cosas van cambiando. En España cambia el sesgo político lo suficiente para que el poder siga donde está.
«Como quien se aparta de un tiñoso, el Régimen parece querer aflojar un poco su estrecha hermandad con el Eje, al menos en apariencia. La rendición del mariscal Paulus en Stalingrado y la casi simultánea purga interna del partido fascista italiano tienen la culpa de tan repentino desapego, amén del curso general de la guerra en casi todos los frentes. Ahora, la prensa es algo más permeable a las versiones de los aliados, y los discursos oficiales lanzan a menudo la idea de que el Movimiento Nacional nunca se ha definido como totalitario. Lo que los españoles han venido leyendo, escuchando y sufriendo en los últimos años es solo un espejismo, y Franco y sus acólitos jamás dijeron lo que dijeron ni hacen lo que hacen. Hipócrita postura que se desmiente con un simple repaso a los periódicos atrasados y un vistazo a la vida cotidiana».
También para Lombardi llegan los cambios. Ha conseguido el indulto y ha vuelto a ser readmitido en la policía. Como indultado de su pena de trabajos forzados por simpatizante de la República, se le asigna a lo que oficiosamente llaman El Pudridero que no es otra cosa que el lugar donde languidecen los asuntos pendientes y las tres personas, contándole a él, que los pueden desenterrar para entretenerse. Y a ese archivo acudirá para buscar información sobre un caso que le ha llegado a través de Torralba, su amigo y compañero de la Agencia de Detectives Hermes, en la que ha trabajado hasta hace muy poco. La viuda de un hombre que supuestamente murió en Belchite ha contratado a la Agencia Hermes para buscar a su marido.
«[...] en teoría, murió en la guerra con los nacionales, pero la que hasta hoy creía ser su viuda tiene razones para pensar que no fue así. Ha ofrecido veinticinco mil pesetas si la sacamos de dudas.
Lombardi suelta un silbido admirativo.
—Un dineral —subraya—. No me extraña que a Ortega se le caiga la baba. ¿Y por qué han tardado tanto en surgir esas dudas en la señora?
—Al parecer, un conocido le dijo recientemente que había visto vivo a su marido meses después de su presunta muerte».
Indagando en el archivo de casos pendientes, Lombardi descubre que hay otros tres casos en los que no está muy claro que los desaparecidos estén realmente muertos. Así será como Lombardi viajará por distintos lugares de España en busca de indicios que le permitan averiguar lo que ha sucedido con los cuatro soldados presuntamente fallecidos en Belchite. Lo que descubrirá será una trama en la que se mezclan masones, avaricia, el robo de un tesoro que nada tiene que ver con el dinero y sí con la información, un escritor en horas bajas... «La búsqueda de cuatro desaparecidos se ha transformado en una madeja embrollada de sospechas, una telaraña que ha perdido su centro original de Belchite para extenderse en varias direcciones, de forma que se corre el riesgo de perder la perspectiva».
Tal vez, de toda la serie esta ha sido la entrega que más me ha gustado, con todo y haberme gustado todas muchísimo. En toda la serie Guillermo Galván mezcla ficción y realidad, analiza la situación del país en aquellos momentos, hace una crítica rotunda de lo que fue la represión del bando rebelde durante la guerra y del franquismo a que dio lugar tras la misma. Y deja fragmentos como estos que cito a continuación que son la mejor muestra de lo que nos vamos a encontrar:
«Andueza es un ejemplo de lo que las guerras pueden hacer con las personas más allá del sufrimiento físico, de sus secuelas psíquicas y del consiguiente deterioro: el paradigma de un proyecto truncado, de alguien destinado quizá a convertirse en notable literato y que debe conformarse sin embargo con ser un simple superviviente que intenta ganarse el techo y el pan pariendo historias del viejo Oeste. A eso han quedado reducidos buena parte de los intelectuales del país que no le bailan el agua al Nuevo Estado».
«[...] el fanatismo es la esencia del alma hispana, ¿sabe usted? La libertad es una anomalía en la historia de nuestro país».
«Ante tal grado de represión es preciso fingir que uno es quien no es, renunciar a ser tú mismo, aceptar una segunda derrota que al menos te permita seguir vivo y mantener secretamente en pie parte de los ideales que sobrevivieron tras el primer descalabro. Engañar para seguir respirando, en definitiva».
«Mire, a mí, la masonería me ha parecido siempre un club de debate teórico donde caben todas las opiniones excepto las autoritarias. Es cierto que algunos son un poco anticlericales, pero para serlo no necesitas hacerte masón. Si se divierten con esos juegos, allá ellos. Que utilicen una liturgia enigmática no los convierte en sacamantecas; de ser así, ya me dirá usted la liturgia eclesiástica, con sus incomprensibles fórmulas en latín…».
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Guillermo Galván |
Descubrí a Guillermo Galván hace ahora un año. Mi primera lectura sobre Carlos Lombardi fue la primera entrega de la serie, Tiempos de siega, ambientada a finales de 1941. A continuación leí Vísperas de destrucción, una precuela que nos llevaba a los tiempos previos al inicio de la guerra civil. Se trata de un relato de apenas cincuenta páginas escrito durante la pandemia. Ambos libros están reseñados en la misma entrada.
Después fui leyendo los libros siguientes de la serie, La virgen de los huesos y Morir en noviembre. Me quedaba pendiente El club de las viudas cuando en una publicación de Instagram me pilló por sorpresa, triste y desafortunada sorpresa, la noticia de la muerte del autor. No tenía ni idea de que estuviera enfermo y con setenta y cinco años tampoco era tan mayor como para morir de viejo. Decidí que era el momento de terminar con la serie de Lombardi leyendo el último libro que me quedaba. Al final del libro, en las Notas que siempre añade el autor y en las que suele hablar de hechos y personajes históricos relacionados con la trama de la novela, anuncia que en 2021 le detectaron un cáncer y nos cuenta cómo las intervenciones y tratamientos posteriores retrasaron la entrega y publicación de esta su última novela.
Ha sido una lectura amarga. He ido admirando al autor cada vez más, no solo por la calidad de sus novelas sino por la calidad humana que deja entrever en sus análisis, sus críticas, su forma de ver la sociedad, su postura siempre al lado de los que ocupan las partes más bajas del juego del poder, los derrotados en todas las batallas; su forma de ver los acontecimientos de la guerra y la posguerra, tan afines a los míos. En fin, un autor que me había ido ganando con cada una de sus novelas y del que aún me quedan varias, fuera de la serie de Carlos Lombardi, por disfrutar. Lo echaré de menos.
Si tibi terra levis.
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