"Brújula" Mathias Enard
"Brújula" es una de las novelas más extrañas que he leído en los últimos tiempos. Transcurre durante una noche de insomnio. Transcurre durante una vida, la vida del narrador. Transcurre durante toda una Historia, durante varios siglos, durante más de un milenio.
Está guiada por una brújula, una brújula que, inopinadamente, señala al este, a levante, al sol que despierta. Sí, es una brújula que señala al este y que tiene nombre de mujer: Sarah.
Franz Ritter lucha contra el insomnio una noche de otoño en su piso de Viena. Ha recibido una carta de Sarah con un artículo, "una separata de otra época, un papel grapado en lugar de un PDF acompañado por un mensaje deseando «que te llegue bien»".
Tal vez es la carta de Sarah, o la noche de insomnio, o la enfermedad que le acecha y que presiente grave, lo que le hace recordar, rememorar para nosotros toda su vida entre Oriente y Occidente, toda su vida detrás de Sarah desde que la conoció "en Estiria con motivo de un coloquio, una de esas misas mayores del orientalismo organizadas a intervalos regulares por los tenores de nuestro ramo y en la que, como es debido, habían aceptado a algunos «jóvenes investigadores»". Franz es musicólogo y Sarah estudia las literaturas orientales.
Pero comenzará su recuerdo y comenzará la novela unos años después de haberse conocido, cuando asistió en la Sorbona a la lectura de la tesis de Sarah sobre el escritor iraní Sadeq Hedayat. Y quiero detenerme en el supuesto prólogo de esta tesis, que se nos reproduce entero, porque aparte de ser de gran belleza, se puede decir que resume todo el tono de la novela. Así empieza el prólogo de la tesis de Sarah "«En la vida hay heridas que roen como una lepra el alma en la soledad» escribe el iraní Sadeq Hedayat al principio de su novela La lechuza ciega: ese hombre pequeño de gafas redondas lo sabía mejor que nadie. Fue una de esas heridas la que lo hizo abrir el gas en su apartamento de la calle Championnet de París, precisamente una noche de gran soledad, una noche de abril, muy lejos de Irán, muy lejos, con la única compañía de algunos poemas de Jayam". Y es una herida la que roe el alma de Franz Ritter en esa noche de principios de diciembre en Viena: la herida del amor frustrado y la herida de un Oriente que conoció y que cada vez se desangra más por todas sus grietas, a la vez que se desangra Occidente, porque el mundo es uno y cada parte refleja la otra y sangra por las heridas de la otra y se pierde en la pérdida de la otra: Oriente y Occidente, Norte y Sur: tratando siempre de vivir unos a costa de otros y resolviéndose siempre en fracaso y dolor; en una grieta por la que todos terminamos precipitándonos.
Termina el prólogo de la tesis de Sarah: "nos proponemos explorar esa fisura, asomarnos a la grieta, introducirnos en la embriaguez de aquellas y aquellos que vacilaron demasiado en la alteridad; vamos a tomar de la mano a este hombre para bajar a observar las heridas que carcomen, las drogas, los más allá, y a explorar ese lapso, ese barzakh, el mundo entre los mundos en que caen los artistas y los viajeros".
Y esa es la grieta en la que quiere meterse Mathias Enard, en la que nos mete a los que nos acercamos a leer "Brújula". Es de artistas y de viajeros de lo que nos habla esta novela. Artistas y viajeros enamorados de Oriente.
Franz era muy joven aún cuando conoció a Sarah. Por datos y fechas que consigo ir extrayendo de la historia, tendría poco más de veinte años, pero su destino no volvió a separarse de la sombra de Sarah y de Oriente. A lo largo de esta noche lluviosa, nos contará sus encuentros con Sarah en Estambul, Damasco, Palmira, Alepo, Teherán... París, Viena. Pero no solo de Sarah nos hablará. En su relato, en su recuerdo, aparecen tantos enamorados de Oriente que una se pierde: músicos conocidos (Lisz, Debussy, Schubert, Mendelssohn, Beethoven, Chopin) y desconocidos; escritores conocidos, leídos, adorados (Balzac, Victor Hugo, Proust, Carson McCullers, Sthendal, Agatha Christie, Thomas Mann) y desconocidos; viajeros, casi todos desconocidos, varias mujeres, pero que terminan por hacerse amigos a medida que las páginas nos introducen en su vida y los vamos conociendo. Jane Digby, Hammer-Purgstall, Marga d’Andurain, Annemarie Schwarzenbach, Alois Musil y muchos más que no menciono porque aparte de no recordar tantos nombres, tampoco es plan de hacer una lista interminable.
Pero también hay personajes de ficción como el "especialista en el coito árabe", Marc Faugier, adicto al opio y que terminó por aficionarse a la heroína; o el loco Michael Bilger, arqueólogo prusiano que "era un leve chalado y ahora es un loco de atar". Ellos, junto a Sarah y Franz y alguno que puedo haber olvidado constituyen el tributo a la ficción de esta novela que de ficción tiene muy poco.
Todos ellos, artistas y viajeros, reales y ficticios, enamorados de la sensualidad y el erotismo de Oriente, obsesionados por pasar mil y una noches en Oriente, porque "muchos orientalistas y diplomáticos que no lo reconocen tan fácilmente", en realidad se habían sentido atraídos hacia el este "por deseo erótico del cuerpo oriental, una imagen de lascivia, de permisividad" que les fascina desde que entraron en contacto con ese mundo. Tal vez no fue eso lo que encontraron, pero la fascinación continuó y todos permanecieron enamorados de un mundo que vieron desmoronarse ante sus ojos.
Y ese desmoronamiento también se nos cuenta. La revolución en Irán, el devenir de Siria. "Imposible imaginar, en París en 1999, ante una copa de champán, que Siria iba a ser devastada por la peor violencia, que el zoco de Alepo ardería, el alminar de la mezquita de los Omeyas derribado, tantos amigos muertos o condenados al exilio; imposible incluso hoy en día imaginar el alcance de los estragos, el alcance de ese dolor desde un confortable y silencioso apartamento vienés".
El desmantelamiento de un mundo que él había conocido siguiendo a Sarah. Porque a él no le atrajo el erotismo ni la sensualidad de Oriente, sino la atracción por Sarah, el erotismo y la sensualidad que emanaban de Sarah y que le llevaron a buscar su campo de estudio tras los pasos de la mujer.
En "Brújula" encontramos el reflejo de un mundo que es nuestro mundo. En Oriente está nuestro origen. Es la primera tierra que pisaron nuestros ancestros recién salidos de África. Cuando llegaron aquí, era de allí de donde venían. De Oriente llegó una buena parte de la cultura que nos hace más sabios, más sensibles, mejores, porque su cultura brilló por estos pagos bastante más tiempo del que lleva sin estar presente (¿no lo está realmente?). ¿Cómo renunciar a esa parte de nosotros que viene de Oriente cuando "Don Quijote es la primera novela árabe, ¿sabes? La primera novela europea y la primera novela árabe, fíjate, Cervantes lo atribuye a Sayyid Hamid Ibn Al-Ayyil, que él transcribe Cide Hamete Benengeli. El primer gran loco de la literatura aparece bajo la pluma de un historiador morisco de La Mancha"?
Cada vez con más empeño queremos ver en ellos a "los otros", los distintos, y ellos se empeñan también en vernos como "los otros", pero en ese cultivo de la alteridad nos perdemos a nosotros mismos y se pierden ellos, porque no hay nosotros sin ellos, ni ellos sin nosotros. Porque existe, por encima de todo, "esa aporía —entre el yo y el otro— que es la identidad".
Mathias Enard es un escritor francés y un orientalista también enamorado de Oriente. Ha estudiado persa y árabe y ha viajado por todo el Próximo Oriente. "Brújula" obtuvo el Premio Goncourt en 2015. En la novela reivindica lo que de Oriental hay en Europa. En su discurso al recibir el Premio de la Feria de Leipzig recordó qué era Europa, quién era Europa en la mitología, "una princesa libanesa secuestrada en una playa cerca de la actual Argelia por un dios del norte que la deseaba, Zeus; que ella pasó sus días en el Mediterráneo, entre Fenicia y Creta: “Europa es una inmigrante ilegal, una extranjera, el botín de la guerra”, declaró el autor". (Latercera/noticias)
Pero no voy a negar que la fascinación que el libro me ha producido se ha mezclado a veces con el rechazo, un rechazo hacia la erudición del autor, hacia el listado interminable de nombres, hechos, lugares, momentos; un rechazo que me hizo sentir la fugaz (muy fugaz) tentación de abandonar, de dejar de leer y pasar a otra cosa, porque a veces me perdía entre tanto personaje desconocido o conocido. Pero esa tentación enseguida se veía enmascarada por un nuevo acceso de auténtico deslumbramiento, porque me tenía pillada en un tema que me preocupa, colgada de una problemática que me es muy penosa como persona sumamente atraída por la cultura musulmana que soy; me tenía enganchada porque me hablaba "de un siglo XXI en el que, frente a la violencia, necesitábamos más que nunca librarnos de esa absurda idea de la alteridad absoluta del islam y admitir no solo la aterradora violencia del colonialismo, sino todo cuanto Europa le debía a Oriente; de la imposibilidad de separar al uno del otro, de la necesidad de cambiar de perspectiva. Según decía, más allá del estúpido arrepentimiento de unos o de la nostalgia colonial de los otros, había que hallar una nueva visión que incluyese al otro en el yo. Por ambas partes".
Título del libro: Brújula
Está guiada por una brújula, una brújula que, inopinadamente, señala al este, a levante, al sol que despierta. Sí, es una brújula que señala al este y que tiene nombre de mujer: Sarah.
Franz Ritter lucha contra el insomnio una noche de otoño en su piso de Viena. Ha recibido una carta de Sarah con un artículo, "una separata de otra época, un papel grapado en lugar de un PDF acompañado por un mensaje deseando «que te llegue bien»".
Tal vez es la carta de Sarah, o la noche de insomnio, o la enfermedad que le acecha y que presiente grave, lo que le hace recordar, rememorar para nosotros toda su vida entre Oriente y Occidente, toda su vida detrás de Sarah desde que la conoció "en Estiria con motivo de un coloquio, una de esas misas mayores del orientalismo organizadas a intervalos regulares por los tenores de nuestro ramo y en la que, como es debido, habían aceptado a algunos «jóvenes investigadores»". Franz es musicólogo y Sarah estudia las literaturas orientales.
Pero comenzará su recuerdo y comenzará la novela unos años después de haberse conocido, cuando asistió en la Sorbona a la lectura de la tesis de Sarah sobre el escritor iraní Sadeq Hedayat. Y quiero detenerme en el supuesto prólogo de esta tesis, que se nos reproduce entero, porque aparte de ser de gran belleza, se puede decir que resume todo el tono de la novela. Así empieza el prólogo de la tesis de Sarah "«En la vida hay heridas que roen como una lepra el alma en la soledad» escribe el iraní Sadeq Hedayat al principio de su novela La lechuza ciega: ese hombre pequeño de gafas redondas lo sabía mejor que nadie. Fue una de esas heridas la que lo hizo abrir el gas en su apartamento de la calle Championnet de París, precisamente una noche de gran soledad, una noche de abril, muy lejos de Irán, muy lejos, con la única compañía de algunos poemas de Jayam". Y es una herida la que roe el alma de Franz Ritter en esa noche de principios de diciembre en Viena: la herida del amor frustrado y la herida de un Oriente que conoció y que cada vez se desangra más por todas sus grietas, a la vez que se desangra Occidente, porque el mundo es uno y cada parte refleja la otra y sangra por las heridas de la otra y se pierde en la pérdida de la otra: Oriente y Occidente, Norte y Sur: tratando siempre de vivir unos a costa de otros y resolviéndose siempre en fracaso y dolor; en una grieta por la que todos terminamos precipitándonos.
Termina el prólogo de la tesis de Sarah: "nos proponemos explorar esa fisura, asomarnos a la grieta, introducirnos en la embriaguez de aquellas y aquellos que vacilaron demasiado en la alteridad; vamos a tomar de la mano a este hombre para bajar a observar las heridas que carcomen, las drogas, los más allá, y a explorar ese lapso, ese barzakh, el mundo entre los mundos en que caen los artistas y los viajeros".
Y esa es la grieta en la que quiere meterse Mathias Enard, en la que nos mete a los que nos acercamos a leer "Brújula". Es de artistas y de viajeros de lo que nos habla esta novela. Artistas y viajeros enamorados de Oriente.
Franz era muy joven aún cuando conoció a Sarah. Por datos y fechas que consigo ir extrayendo de la historia, tendría poco más de veinte años, pero su destino no volvió a separarse de la sombra de Sarah y de Oriente. A lo largo de esta noche lluviosa, nos contará sus encuentros con Sarah en Estambul, Damasco, Palmira, Alepo, Teherán... París, Viena. Pero no solo de Sarah nos hablará. En su relato, en su recuerdo, aparecen tantos enamorados de Oriente que una se pierde: músicos conocidos (Lisz, Debussy, Schubert, Mendelssohn, Beethoven, Chopin) y desconocidos; escritores conocidos, leídos, adorados (Balzac, Victor Hugo, Proust, Carson McCullers, Sthendal, Agatha Christie, Thomas Mann) y desconocidos; viajeros, casi todos desconocidos, varias mujeres, pero que terminan por hacerse amigos a medida que las páginas nos introducen en su vida y los vamos conociendo. Jane Digby, Hammer-Purgstall, Marga d’Andurain, Annemarie Schwarzenbach, Alois Musil y muchos más que no menciono porque aparte de no recordar tantos nombres, tampoco es plan de hacer una lista interminable.
Pero también hay personajes de ficción como el "especialista en el coito árabe", Marc Faugier, adicto al opio y que terminó por aficionarse a la heroína; o el loco Michael Bilger, arqueólogo prusiano que "era un leve chalado y ahora es un loco de atar". Ellos, junto a Sarah y Franz y alguno que puedo haber olvidado constituyen el tributo a la ficción de esta novela que de ficción tiene muy poco.
Todos ellos, artistas y viajeros, reales y ficticios, enamorados de la sensualidad y el erotismo de Oriente, obsesionados por pasar mil y una noches en Oriente, porque "muchos orientalistas y diplomáticos que no lo reconocen tan fácilmente", en realidad se habían sentido atraídos hacia el este "por deseo erótico del cuerpo oriental, una imagen de lascivia, de permisividad" que les fascina desde que entraron en contacto con ese mundo. Tal vez no fue eso lo que encontraron, pero la fascinación continuó y todos permanecieron enamorados de un mundo que vieron desmoronarse ante sus ojos.
Y ese desmoronamiento también se nos cuenta. La revolución en Irán, el devenir de Siria. "Imposible imaginar, en París en 1999, ante una copa de champán, que Siria iba a ser devastada por la peor violencia, que el zoco de Alepo ardería, el alminar de la mezquita de los Omeyas derribado, tantos amigos muertos o condenados al exilio; imposible incluso hoy en día imaginar el alcance de los estragos, el alcance de ese dolor desde un confortable y silencioso apartamento vienés".
El desmantelamiento de un mundo que él había conocido siguiendo a Sarah. Porque a él no le atrajo el erotismo ni la sensualidad de Oriente, sino la atracción por Sarah, el erotismo y la sensualidad que emanaban de Sarah y que le llevaron a buscar su campo de estudio tras los pasos de la mujer.
En "Brújula" encontramos el reflejo de un mundo que es nuestro mundo. En Oriente está nuestro origen. Es la primera tierra que pisaron nuestros ancestros recién salidos de África. Cuando llegaron aquí, era de allí de donde venían. De Oriente llegó una buena parte de la cultura que nos hace más sabios, más sensibles, mejores, porque su cultura brilló por estos pagos bastante más tiempo del que lleva sin estar presente (¿no lo está realmente?). ¿Cómo renunciar a esa parte de nosotros que viene de Oriente cuando "Don Quijote es la primera novela árabe, ¿sabes? La primera novela europea y la primera novela árabe, fíjate, Cervantes lo atribuye a Sayyid Hamid Ibn Al-Ayyil, que él transcribe Cide Hamete Benengeli. El primer gran loco de la literatura aparece bajo la pluma de un historiador morisco de La Mancha"?
Cada vez con más empeño queremos ver en ellos a "los otros", los distintos, y ellos se empeñan también en vernos como "los otros", pero en ese cultivo de la alteridad nos perdemos a nosotros mismos y se pierden ellos, porque no hay nosotros sin ellos, ni ellos sin nosotros. Porque existe, por encima de todo, "esa aporía —entre el yo y el otro— que es la identidad".
Mathias Enard |
Mathias Enard es un escritor francés y un orientalista también enamorado de Oriente. Ha estudiado persa y árabe y ha viajado por todo el Próximo Oriente. "Brújula" obtuvo el Premio Goncourt en 2015. En la novela reivindica lo que de Oriental hay en Europa. En su discurso al recibir el Premio de la Feria de Leipzig recordó qué era Europa, quién era Europa en la mitología, "una princesa libanesa secuestrada en una playa cerca de la actual Argelia por un dios del norte que la deseaba, Zeus; que ella pasó sus días en el Mediterráneo, entre Fenicia y Creta: “Europa es una inmigrante ilegal, una extranjera, el botín de la guerra”, declaró el autor". (Latercera/noticias)
Pero no voy a negar que la fascinación que el libro me ha producido se ha mezclado a veces con el rechazo, un rechazo hacia la erudición del autor, hacia el listado interminable de nombres, hechos, lugares, momentos; un rechazo que me hizo sentir la fugaz (muy fugaz) tentación de abandonar, de dejar de leer y pasar a otra cosa, porque a veces me perdía entre tanto personaje desconocido o conocido. Pero esa tentación enseguida se veía enmascarada por un nuevo acceso de auténtico deslumbramiento, porque me tenía pillada en un tema que me preocupa, colgada de una problemática que me es muy penosa como persona sumamente atraída por la cultura musulmana que soy; me tenía enganchada porque me hablaba "de un siglo XXI en el que, frente a la violencia, necesitábamos más que nunca librarnos de esa absurda idea de la alteridad absoluta del islam y admitir no solo la aterradora violencia del colonialismo, sino todo cuanto Europa le debía a Oriente; de la imposibilidad de separar al uno del otro, de la necesidad de cambiar de perspectiva. Según decía, más allá del estúpido arrepentimiento de unos o de la nostalgia colonial de los otros, había que hallar una nueva visión que incluyese al otro en el yo. Por ambas partes".
Título del libro: Brújula
Título original: Boussole
Autor: Mathias Enard
Traducción: Robert Juan-Cantavella
Editorial: Random House
Año de publicación: 2016
Año de publicación original: 2015
Nº de páginas: 448
Creo sinceramente que este libro no está escrito para un servidor, que aunque le guste la reflexión no se ve en estos momentos con la presencia anímica suficiente para afrontar el reto de su atenta lectura. Y si a ti, que eres una lectora todo terreno te entraron ganas de abandonarlo, a mi no me entran ni de tomarlo entre mis manos.
ResponderEliminarCon tu reseña me basto, como tantas veces.
Besos.
Te entiendo perfectamente. Es un libro que no es fácil y tiene tal cantidad de nombres y datos que llega a abrumar, pero si te interesa lo que cuenta no deja de atraparte.
EliminarUn beso.
Bonita y profunda reseña Rosa. Creo que a todos en cierta manera nos ha atraído en algún momento de nuestra vida el orientalismo y su exotismo cultural, que en cierta manera vive dentro de nosotros. Me quedo también con la reflexión final que nos deja el autor sobre la inclusividad o la tolerancia. Quizás la novela sea ya para un momento en el que se esté muy predispuesto hacia su lectura. Besos y feliz semana lectora.
ResponderEliminarEl libro (casi no me atrevo a llamarlo novela) es un canto a la tolerancia y al entendimiento sin los cuales la vida se hace tan difícil para todos.
EliminarEs un tema sobre el que he dado muchas vueltas desde que, a raíz del 11 S y todo lo que vino después, el miedo y la suspicacia se han instalado entre nosotros haciendo que muchos sean incapaces de distinguir.
Un beso.
Parece un artefacto un poco pretencioso. Oriente ha alimentado la cultura europea desde ni se sabe, pero con el orientalismo tengo mis reservas. Me gusta esa variedad de lecturas que nos traes siempre, Rosa. Hace unos meses leí "El cielo protector", más volcado en trasladar el estado interior de los personajes y su lucha interna al paisaje inhóspito del desierto, creo que prefiero este enfoque al despliegue de erudición que se entrevé en este libro.
ResponderEliminarUn abrazo.
La verdad es que había momentos en que me ponía nerviosa y me enfadaba con el autor y su erudición. Era cuando me entraban ganas de abandonar. Sí que es algo pretencioso el libro. Parece que quisiera contar lo muchísimo que sabe de todo. Lo que pasa es que conmigo acertó en el sentido de que es un tema que me atrae mucho.
EliminarEste es uno de esos casos en que te interesa más lo que te cuenta que la forma de hacerlo.
Hace mucho que leí "El cielo protector". No tiene nada que ver. Creo que debería volver a él.
Un beso.
Por lo que cuentas no es un libro fácil de leer y casi estuviste a punto de abandonarlo, creo que no lo disfrutaría, lo dejo pasar.
ResponderEliminarBesos
No es muy fácil, desde luego. Yo lo disfruté, pero a ratos también lo sufrí. Creo que es un libro que te atrapa o te repele.
EliminarUn beso.
A veces tengo la impresión de que la erudición de un autor, más que trabajar para abrir el camino al lector (ojo, que no me refiero a que te lo den todo “masticadito”) parece que te lo deja tupido de vegetación, costándote avanzar por la senda (lectura).
ResponderEliminarBueno, no sé si Enard tiene la intención sibilina de apabullar al lector con su conocimiento… eso se huele, pero debe haberla escrito en estado de gracia, jaja, sin esas consideraciones hacia el lector.
Supongo que un trabajo ambicioso como ese libro, habida cuenta de lo que nos expones tan bien, da pie a todo lo ilustra el escritor en su novela… aunque entiendo tu sensación de sentirte apabullada con tantos nombres por aquí y por allá, y episodios varios, a mí también me ha pasado con otras lecturas.
Por cierto, a Annemarie Schwarzenbach la tengo hace mucho por mi escritorio, rondándome con “Todos los caminos está abiertos” (Editorial Minúscula).
Un libro ambicioso al que habrá que buscar su momento.
Gracias Rosa, un abrazo!
Creo que un poco de intención de apabullar con todo lo que sabe sí que hay y es cierto que con tanta erudición se puede conseguir lo contrario de lo que se pretende pues si espantas al lector, difícilmente captará el mensaje. Pero, con todo y con eso, a mí me atrapó en su forma de contar y hasta en su erudición. A veces quería escapar, pero me tenía enganchada en sus redes y es que no se puede negar que escribe bien, muy bien, como se desprende de las citas que pongo.
EliminarHa sido una relación de amor/odio malsana y con una cierta parte de masoquismo, pero me ha terminado por cautivar totalmente.
A Annemarie Schwarzenbach la he vuelto a encontrar también en la reseña de Juan Carlos Galán sobre Carson McCullers, a quien también se menciona en este libro. Tengo su libro "Todos los caminos..." apuntado para más adelante.
Un beso.
Oriente, Occidente, musicología, erotismo oriental, la revolución iraní, la situación siria... No sé, demasiadas cosas en una misma novela, puede que yo necesitara una brújula "lectora" para orientarme entre tanto tema.
ResponderEliminarNo sé, no creo que esté yo para leer cosas así. Además, si tú, con lo cumplidora que eres, estuviste a punto de abandonar(aunque fuera fugazmente)... apaga y vámonos, que yo no siento tanta fascinación por la cultura musulmana ni me preocupa tanto la alteridad del Islam ;)
Gracias por el aviso.
Un besote y buen lunes, guapa.
Parece mentira porque lo he leído totalmente atrapada en una red de la que quería huir, a la vez que me sentía incapaz de abandonarla... lo he disfrutado y creo que se nota, pero he conseguido disuadiros a casi todos de intentarlo.
EliminarEste es otro caso (antes le hablaba a Eme en su blog de esto) en los que más que cómo te cuentan algo, interesa lo que te cuentan. La forma ha sido erudita y puede que pretenciosa, pero lo que me contaba me estaba entusiasmando.
En fin, gustos para todo.
Un beso.
Vaya sensaciones encontradas Rosa, por un lado ese sentirse atrapada y por otro las ganas de dejarlo y al final tu entusiasmo.
ResponderEliminarEs cierto que el tema o los temas dan mucho de sí pero a mi cuando hay muchos nombres, datos y acabo necesitando un mapa de la novela me canso y también cuando tengo la sensación que el autor está abusando de su erudición y si encima es un tanto pretenciosa pues esta novela no es para mí aunque te entiendo porque cuando un tema nos entusiasma, nos atrapa a pesar del autor y estás ahí, atrapada queriendo saber más.
Besos
Aparte de los sentimientos que el propio contenidode la nnovela te produce, me vi pasando del entusiasmo al enfado y de la fascinación a la rabia. Pero creo que finalmente han triunfado los positivos y el libro me ha dejado buenas sensaciones.
EliminarUn beso.
la verdad es que estoy deseando leerlo me ha dejado la sensacion de que lo necesito! besitos!
ResponderEliminarPues cuando algo se necesita hay que ir a por ello.
EliminarEspero que te guste.
Un beso.
Hola, Rosa. La parte inicial de esta reseña, en la que desribes los recuerdos del protagonista, haciendo volar su memoria y probablemente su nostalgia, hacia momentos de grato recuerdo junto a Sarah, me ha atraído mucho. Me gustan los flash-back, esos repasos a la vida y vivencias pasadas. Pero el resto me ha dado la impresión de ser como un tratado de historia y cultura orientales que a uno le acaba indigestando. Me gustan mucho las novelas con un trasfondo histórico, mezcla de ficción y realidad, pero no algo que pueda parecer un libro de texto. Ahora me gusta mucho más la historia que cuando hacía bachillerato, pero sigue pesándome como una losa la profusion de nombres, dinastías y fechas, jeje.
ResponderEliminarUn beso.
Lo que sobre todo muestra es la influencia que Oriente ha tenido en Occidente a través de un montón de personas, sobre todo artistas y simples viajeros, que se vieron atrapados por ese embrujo oriental de "Las mil y una noche". La historia del autor con Sarah se va entremezclando con las otras vivencias.
EliminarNo recuerda a un libro de texto, pero sí resulta en algunos momentos un tanto indigesto, pero entonces se pone a hablar de sus vivencias en Estambul o Teheran o Alepo y te vuelve a enganchar. Claro que ese enganche es muy personal.
Un beso.
No estoy segura de que una novela tan variopinta vaya a convencerme. Si bien creo que existe un aspecto muy interesante en lo tocante al binomio Oriente-Occidente, me da la impresión de que aquí son tantos los temas que se quieren tocar, que al final el conglomerado se hace algo difícil de digerir, como bien has dicho.
ResponderEliminarLo que sí me llama la atención es esa brújula con nombre propio. A veces creo que todos llamamos a las brújulas de alguna manera, con la intención de que sea alguien o algo el que nos guíe por un camino a veces difícil de entrever. Lo malo es que no siempre nos llevan a donde realmente queremos estar.
Un beso.
Lo de la brújula es muy bonito porque Franz Ritter, de hecho, tiene una brújula que señala al Este. Se la regaló Sarah y no es más que una brújula normal, trucada. me pareció un detalle precioso. No sé si está basado en alguna vivencia del autor o es un detalle meramente ficticio, pero es uno de los recursos más literarios de toda la novela.
EliminarA quien le atraigan las culturas del Próximo Oriente y/o le preocupe especialmente la tensa situación creada a raíz del 11 S entre Oriente y Occidente, le puede interesar el libro. Si no, puede resultar indigerible.
Un beso.
Comprendo lo que dices al final porque no sería la primera vez que mi culturilla media no me llega para asimilar todo lo que un autor con más erudición (y a veces más pretensión de mostrar esa erudición) que yo plasma en uno de sus libros. Parece que este en concreto es una mezcla de muchas cosas, pero si el salto de una cosa a otra está bien hilado y con coherencia no tiene por qué ser un problema. Al contrario, suelo disfrutar de las historias que te llevan del presente al pasado y que entremedias van hilando reflexiones. Por otra parte, tu reseña es magnífica y me presenta la lectura de este libro como prácticamente irresistible.
ResponderEliminarUn abrazo
La novela está bien hilada, bien narrada y bien escrita. En eso hay que reconocer la enorme calidad del autor. También hay que reconocer su enorme cultura y conocimiento de los hechos y personajes que menciona.
EliminarMi rechazo venía por esa sensación de que quería impresionarme, mostrarme lo mucho que sabe. Por supuesto, falla mi cultura que queda a años luz de la suya. Pero pienso que con menos nombres y apabullando un poco menos, hubiera conseguido lo mismo, mejor y llegando a más lectores.
No obstante, el balance es muy positivo y me atrevo a recomendártelo.
Un beso.
Adquirí un ejemplar merced a los buenos comentarios de un par de amigos lectores, aunque creo que me he de tardar un poco más en leerlo para que los habidos fragores dejen paso a rescoldos presentes, como tu reseña. Por otra parte, tengo otros títulos del autor para ir orillando este trabajo.
ResponderEliminarIgualmente, gracias por tu reseña. Admiro tu capacidad de leer tanto en tan poco tiempo.
Un beso grande.
Leo a horas muy concretas: después de comer y en la cama antes de dormir, pero esas horas son sagradas. En total pueden ser tres o cuatro horas al día que dan de sí lo que ves.
EliminarEsta novela (aunque no sé si es exactamente una novela) me ha producido sentimientos encontrados como explico en la reseña. El balance es positivo y creo que merece mucho la pena, pero la erudición del autor llegó a ponerme nerviosa. Claro que enseguida daba un giro y volvía a engancharme.
Tengo también algún título más del autor que quiero leer, "El alcohol y la nostalgia" y "Calle de los ladrones", pero lo dejaré para un poco más adelante.
Un beso.