"Un mal secreto" Ann-Marie MacDonald

"Ahora mismo daría lo que fuera por ser capaz de sentir —sin el detonante de la rabia— el amor que sabe que siempre ha sentido hacia su hija. Es capaz de ver ese amor. Detrás de un cristal. Dormido. Con un pedazo de manzana envenenada en la boca"
Me encuentro fascinada ante otra novela de las que clavan hondo y sin vacilaciones el bisturí en los tejidos de las relaciones paterno filiales. Me encuentro con una madre que observa a su hija, que sabe que la quiere, que nunca le haría daño; una de esas madres que tienen muy claro que jamás deben levantar la voz, y mucho menos la mano, ante sus hijos; una de esas madres que saben que el amor por los hijos muchas veces se mantiene dormido con un trozo manzana envenenada atravesado en la garganta. Seamos valientes, olvidemos lo políticamente correcto: ¿quién, en un momento dado, no ha deseado ahogar a un niño gritón con la propia almohada de su cuna? ¿quién no se ha visto en la imperiosa necesidad de arrojar a un bebé por la ventana y dormir doce horas seguidas a continuación? Nadie. Ya sé.
Mary Rose tampoco. Ella no es así. Ella es paciente y consecuente. Jamás pegaría a sus hijos y, cuando le hacen perder la paciencia, a lo más que llega es al levantar un poco la voz y sujetarles las manos para no ser ella la agredida, pero incluso eso le causa remordimientos y la obliga a buscar en su pasado. Un pasado en el que no hay nada demasiado duro ni traumático. No más de lo esperable, al menos. Una infancia viajera, "Se crió en una familia que cambiaba de ciudad cada pocos años hasta su adolescencia, y cada vez que se mudaban era como si todo y todos se desvanecieran tras ellos". Pero una infancia que no habría cambiado aun de haber podido. Su madre no siempre estaba en su mejor momento, demasiados hijos perdidos: la primera Mary Rose, muerta antes de nacer; Alexander, muerto a los pocos días; los abortos espontáneos. El factor Rh solo permitió vivir a los hijos que lo heredaron negativo. Y a Maureen. El primer hijo no sufre nunca las consecuencias de un Rh poco propicio. Por lo demás, una familia normal de los años sesenta y setenta. 
Mary Rose MacKinnon salió del armario demasiado pronto. Esto ya fue a principio de los ochenta. Aun para un país moderno como Canadá, era demasiado pronto, y demasiado pronto en todo caso para sus padres, una mujer descendiente de cristianos libaneses y un militar descendiente de escoceses. 
"Salió del armario cuando la homosexualidad todavía era clasificada como enfermedad mental por la Organización Mundial de la Salud, [...] Mary Rose contribuyó a cambiar el mundo hasta el punto de que «mejoró» tanto que ahora puede estar allí, en su propia cocina, con su propia hija, legalmente casada con la mujer a la que ama, y sentirse igual de atrapada que un ama de casa de la década de 1950".
Ahora, tantos años después, todo se ha normalizado hasta tal punto que un lunes por la mañana, mientras su hija se entretiene con un cochecito dejándole libres los minutos justos para revisar su correo electrónico, Mary Rose se encuentra con un mensaje de su padre, con la frase "Algunas cosas pejoran de verdad…" como asunto y escrito en unos términos nada previsibles unos años antes:
"Hola, Míster:
Mamá y yo acabamos de ver vuestro vídeo de «Todo mejora» y se me ha ocurrido estrenar el correo electrónico para decirte lo orgullosos que estamos de que Hilary y tú seáis tan buenos referentes para los jóvenes que tienen que luchar contra los prejuicios.
Con cariño,
Papá".
¿Son estos los mismos padres que cuando les confesó su lesbianismo le soltaron lindezas como "preferiría que tuvieras cáncer" o "ojalá no hubieras nacido nunca"? ¿Son los mismos que estuvieron años sin visitarla en su casa e impidiendo que les visitara acompañada de sus parejas? 
Esta novela nos muestra siete días en la vida de Mary Rose. Siete días normales en los que Hilary está de viaje (¿en Winnipeg? ¿en Calgary?) preparando el estreno de "La importancia de llamarse Ernesto" porque Hilary es directora de teatro. 
Mary Rose se enfrenta a una realidad que no sabe si le gusta. Una realidad de ama de casa de la que siempre pensó que se mantendría alejada. Ella es escritora. Ha publicado dos libros con enorme éxito y la gente le pregunta por la calle cuándo saldrá la tercera entrega de la "Trilogía de Otra Parte". Pero carece de inspiración o de tiempo o de ganas entre tanta tarea doméstica. Y mientras espera el momento propicio, el tiempo suficiente y la inspiración necesaria para volver a escribir, cuida a sus hijos, hace de ama de casa y gestiona su rabia y su frustración como puede y sabe. "Son las cinco de la tarde: la hora de las pataletas para los niños y los cachorros, que suelen ponerse quisquillosos más o menos entonces, la hora de los reniegos para los que quedan atrapados en los atascos al salir del trabajo, la hora de la preocupación para los ancianos a los que inquieta el atardecer. Es el declive primitivo entre el día y la noche que introduce un terror subconsciente en el corazón del Homo sapiens, un resquicio de la época en la que éramos presas de otros animales. Por eso se inventó la hora del cóctel". La hora a la que mueren los toreros y Mary Rose juega con sus hijos para ganarse el privilegio de poder tomar un cóctel y pierde la paciencia y se calma y vuelve la vista atrás y recuerda y descubre o cree descubrir cosas de su pasado.
Y uno de sus primeros recuerdos es colgar en el vacío de un tercer piso, suspendida por fuera del balcón sujeta por las muñecas por su hermana Maureen. Un recuerdo que Maureen no tiene o ha borrado de su memoria. Y recuerda las dos operaciones a las que fue sometida por padecer quistes óseos unicamerales que le producían enorme dolor y roturas frecuentes del húmero. ¿Recuerda o imagina? ¿Puede realmente estar segura de cosas sucedidas hace tantos años, cuando ella era tan pequeña? Pero le vienen a la cabeza cosas que no cuadran demasiado. Descubre en internet detalles que explican algunos recuerdos (?) un tanto oscuros. Preguntar a sus padres no sirve de mucho. Parece que ellos van olvidando a la vez que ella recuerda. Son muy mayores. La memoria les falla. La desmemoria es a veces una gran aliada de la culpa. 
Y ¿merece la pena recordar? Nada demasiado grave, en todo caso, parece haber en su pasado. Quiere a sus padres y sus padres la quieren. Hacerles recordar, hacerse recordar, sirve solo para envenenar el presente con un pasado... pasado. Pero ¿se puede evitar?
Incluso el cambio producido en estas décadas en lo referente al trato a los niños tiene su cara oculta. Por supuesto que el cambio es bueno y no se debe gritar ni pegar ni "maltratar" a los niños, pero "realizar el cambio es experimentar, por contraste, la naturaleza espeluznante de todo lo que lo precedió. Es dejar de considerar que la violencia es normal; dejarla al descubierto como si fuera un regalo peligroso y ver cómo brilla, oír cómo atruena igual que una sirena, notar cómo late igual que un corazón. Para Mary Rose, implica traicionar a su propia madre al criar a sus hijos de un modo diferente".

Ann-Marie MacDonald

Ann-Marie MacDonald es una escritora canadiense que sabe bien de lo que habla en esta novela. Como Mary Rose, es hija de un militar canadiense y nació en una base militar en Alemania Occidental; como Mary Rose es lesbiana y vive con su mujer, Alisa Palmer, en Toronto. Alisa, como Hilary, es directora de teatro. No sé si la pareja tiene hijos, pero hay mucho de autobiográfico en esta novela independientemente de ello. Seguro que no fue fácil para ella salir del armario (nunca debe de serlo) y seguro que como hija tiene recuerdos que confunde con sueños y sueños que imagina reales y realidades que le gustaría que fueran sueños. ¿Quién que pasara su infancia en la década de los sesenta no los tiene?
Pero, como Mary Rose, como casi todos los niños que fuimos niños en aquellos años, el presente redime el pasado, nos hemos reencontrado con la felicidad y, como Mary Rose, todos podríamos responder al correo electrónico de nuestro padre.
"RE: Algunas cosas pejoran de verdad
Querido papá:
A veces las cosas tienen que empeorar para poder mejorar luego.
Con cariño, Mary Rose".

Título del libro: Un mal secreto
Título original: Adult Onset
Autora: Ann-Marie MacDonald
Traducción: Ana Mata Buil
Editorial: Lumen
Año de publicación: 2017
Año de publicación original: 2014
Nº de páginas: 536

Comentarios

  1. Nunca he leido a esta autora, pero el tema es interesante y lo cuentas muy bien y me entran ganas. Además es un tema importante y sobre el cual la reflexión colectiva y el punto de vista personal es imprescindible.
    Me la apunto. Gracias.
    Saludos.

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    1. Yo tampoco la conocía, pero vi una reseña en en blog y me cautivó. Las relaciones paterno filiales son uno de mis temas favoritos en cine y literatura.
      Un beso.

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  2. El miedo a lo que es distinto o consideramos dentro de la normativa establecida, es algo que domina al hombre desde tiempos ancestrales.
    Los prejuicios, la contaminación de la información de los entendidos en todas las materias, incluso en el campo de la educación de los niños.
    A veces es mejor dejarse guiar solo por las coordenadas del amor hacia nuestros hijos, aunque por el camino nos equivoquemos alguna vez.
    Un tema escabroso, que en muchos sectores y culturas todavía no se ha superado del todo.
    Un beso, querida Rosa

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    1. No hay reglas fijas, salvo las evidentes, en lo que a educación y trato de la infancia se refiere. Lo malo es que lo evidente no siempre, casi nunca, es suficiente. Entonces hay que tirar de instinto y sentido común. Lástima que algunas personas tengan el instinto un tanto alterado.
      Sí da mucho miedo lo desconocido. Por eso los "diferentes" no lo tienen nunca fácil.
      Un beso.

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  3. No conocía el libro, pero me parece, por lo que cuentas, muy interesante. Apuntado.
    Besos

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  4. hola! adoramos navegar en tus mundos que como esta vez nos son desconocidos, pero vamos con la confianza de eleccion, gracias! abrazosbuhos enormes.

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    1. Yo soy la primera sorprendida de los mundos en los que me meto. este era totalmente desconocido, pero enseguida me sentí como en casa.
      Un beso.

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  5. Es curioso, todas estas cuestiones paterno/materno-filiales que pones en liza a través de tus lecturas, me han llevado a pensar mucho últimamente en mi condición de padre, lo hago a menudo, pero digamos que se aviva más con determinados estímulos; por ejemplo las propuestas e impresiones que encuentro aquí, etc.

    Es un buen debate interno, me ayuda a ordenar un poco “ese rompecabezas” que son las relaciones familiares, hasta que todo se me vuelva a descolocar, jaja.

    Somos como las hormigas, siempre intentado reparar y mantener el hormiguero (la familia, las relaciones con otros, etc), amenazado de forma permanente por infinidad de contingencias, uff, parece más factible su desplome que sostenerlo en pie, pero milagrosamente y contra toda lógica suele aguantar firme, aunque conviene no descuidarse porque… záss!

    Parece que Ann-Marie MacDonald tiene, en su propia vida, el mejor material para escribir. Tomo nota.

    Un abrazo Rosa!

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    1. Es curioso, pero últimamente este tipo de temas caen en mis manos continuamente. Es cierto que muchas veces es buscado pues las relaciones paterno filiales me interesan mucho, pero otras veces parece que vienen a buscarme sin que yo sea consciente de ello. Ahora mismo estoy leyendo otra novela de conflictos familiares, aunque me temo que menos fascinante que las últimas (no se puede estar siempre en la cresta de la ola).
      Interesante la novela y muy interesante la autora.
      Un beso.

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  6. ¿Merece la pena recordar? ¿Saber realmente lo que sucedió en el pasado? ¿Desempolvar secretos familiares caiga quien caiga? He recordado con estas preguntas mi reciente lectura de Las posesiones. También he pensado en Javier Marías con ese tema tan recurrente en sus novelas acerca de la utilidad de conocer la verdad. Incluso me han llegado leyéndote ecos del pasado de la protagonista de Me llamo Lucy Barton.
    Bueno, dejando aparte esas conexiones peregrinas que suele hacer mi mente y barruntando además que esta novela es muy diferente a las que menciono y que tienen suficiente identidad propia para ser tenida en cuenta por sí sola, la verdad que me resulta una autora muy apetecible. Me interesan los temas que trata: el de la memoria por explorar y reconciliar, el cambio respecto a la educación de los hijos, la absorción de la propia vida que supone esta, la salida del armario en unos años en los que ni la sociedad ni la propia familia estaban aún preparados para asimilarlo, el rechazo que la propia protagonista sufriría por ello. Además, me gusta esa forma de narrar en la que desde el presente se rescata el pasado y con la amalgama de ambos tiempos se presentan reflexiones al lector. No conocía libro ni autora, pero lo apunto sin dudar. Gracias pro la recomendación.
    Un abrazo

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    1. Desde luego, a Mary Rose los recuerdos le pueden complicar mucho la vida y sus relaciones con sus padres ahora que se han normalizado. Ellos olvidaron con la edad lo que no les interesaba recordar y no es algo ficticio. Me sorprendo viendo cómo mi madre ha olvidado cantidad de cosas que le resultaría molesto y/o doloroso recordar. Y no es cinismo, realmente lo ha olvidado. Me imagino que es una defensa hasta biológica: olvidar para poder seguir adelante.
      Tampoco es que en la novela haya cosas terribles para recordar u olvidar, es que el trato a los niños ha cambiado tanto que lo que era normal en los años sesenta, hoy es constitutivo de delito.
      Yo tampoco conocía libro ni autora. Esta se la debo a Ana Blasfuemia en cuyo blog la encontré y me atrapó sin remedio.
      Un beso.

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  7. Una reseña con mucha sensibilidad, redactada con gran naturalidad e invitando a los lectores a sumergirse en una lectura de lo más especial. Sin duda cuando en una novela la autora se moja con recuerdos personales de su biografía todo se llena de mayor pureza. Tomo nota de una autora que desconocía. Gracias Rosa, un beso y buen día.

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    1. Creo que en esta novela hay mucho de sinceridad y de contar cosas personales. No puede ser de otra manera cuando tantas cosas coinciden en las vidas de personaje y autora.
      He disfrutado mucho con la novela. En los siete días que dura, se cuenta toda una vida y eso es algo que me encanta en literatura. En cine creo que resulta más difícil, pero cuando se consigue, también lo disfruto mucho.
      Un beso.

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  8. Los recuerdos muchas veces traicionan la realidad, la desvirtúan o, por el contrario la difuminan. Juzgar a nuestros padres después de muchos años, cuando nosostros ya somos adultos y ellos casi unos ancianos, puede llevarnos a no ser del todo justos con ellos. El cambio generacional puede dar lugar a una gran incommprensión paterno-filial. Si los padres fueron severos con nosostros y nosostros fuimos unos incomprendidos, esa situación puede volver a repetirse (aunque en clave distinta y sobre aspectos distintos) y ser ahora nosotros los injustos con nuestros hijos.
    En los años 50 y 60, la ignorancia, las reglas sociales y las creencias religiosas imperantes hicieron mucho daño, y es hasta cierto punto lógico que, al cabo de varias décadas, esos padres que fueron intolerantes ante un hijo homosexual ya lo vean como algo normal o normalizado. La educación en esa época era generalmente demasiado rígida y había padres que consideraban "normal" pegar a sus hijos como un sistema para corregir lo que consideraban un mal comportamiento.
    No sé hasta qué punto es este el problema central de esta novela, pero es lo que he creído entender y me ha parecido tremedamente interesante.
    Un beso.

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    1. Desde luego por ahí va el tema de la novela: el distinto trato que se daba a los hijos en los años sesenta y el que se da ahora. Además Mary Rose, en ese aspecto, es una madre muy extremada, de las que tienen la casa llena de protectores para cualquier peligro que pueda surgir; una alimentación muy biológica para asegurar la buena salud y, por supuesto, un trato muy equilibrado alejado de cualquier tipo de estridencia (hablamos de levantar la voz; pegar no pasa por su imaginación). Su infancia no tuvo nada que ver con eso.
      Yo creo que el problema no está en la severidad (un poco hoy día no vendría nada mal), sino en una mentalidad que había en aquella época según la cual los niños tenían que obedecer ciegamente y si no lo hacían cualquier correctivo era válido.
      Interesante novela que creo que merece la pena.
      Un beso.

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  9. ¡Hola!
    Pues la verdad es que apetece, al haber partes autobiográficas me han entrado ganas.
    Que en aquellos años unos padres dijeran que preferían que tuviera cáncer puedo llegar a entenderlo, pero a día de hoy, una madre que yo conozco le ha dicho a su hijo gay que prefería que hubiera sido drogadicto(ella djo yonki) y que muriese de SIDA. Tal cual.
    Siempre que leo tus reseñas me apetece ponerme con el libro.
    Muy feliz martes.

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    1. Yo no puedo entenderlo, ni en esta época ni en aquella. A ver, entiendo que en aquellos años pensaran que la homosexualidad era una enfermedad e intentaran curarla (lo entiendo de aquella manera), pero llegar a desear la muerte de un hijo antes que la vergüenza que para ellos suponía su condición, me parece inhumano. Un hijo es un hijo y se le quiere por encima de todo y se desea cualquier cosa menos su muerte.
      Afortunadamente, las cosas van cambiando (no tanto como deberían) y la situación tiende a normalizarse.
      Lo que cuentas es alucinante. Así como un hijo homosexual es una circunstancia como cualquier otra, ni buena ni mala, tener un hijo yonki (por usar el calificativo de la madre) sí que es de lo peor que le puede pasar, al hijo y a los padres.
      Un beso.

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  10. Los temas de las relaciones interpersonales y/o familiares siempre me han gustado, porque siempre hay sentimientos detrás. En el caso de la novela que, como siempre, has reseñado de forma completísima y con unas comparaciones muy originales (como que las cinco de la tarde es la hora en que mueren los toreros), el tema de la aceptación y de la culpa parece que está muy presente.
    El de la verdad, que a mí me fascina, ya comentas tú que efectivamente es tratado por la autora, a la que desconocía.
    Apunto la novela, Rosa.

    Un beso

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    1. Ja, es que al leer lo de las cinco de la tarde, no pude dejar de recordar a Lorca y su maravillosa poesía.
      Muchos temas se tratan, pero todos giran alrededor de los recuerdos, de los reales y de los tan solo imaginados. Y todo ello en las relaciones familiares. Hay más temas de los que menciono yo, pero es que en algún sitio tengo que meter la tijera o volvería a contar la novela entera.
      Muy recomendable.
      Un beso.

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  11. He escuchado mucho sobre esta autora :)

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  12. Qué duda cabe que la impronta que dejan los padres en nuestra infancia nos marca, para bien o para mal. Es curioso cómo por casualidad o por alineación de planetas, algunos temas se repiten. Acabo de dejar un comentario en la última publicación de nuestra común amiga Conxita sobre la huella de los padres en lo que hacemos de mayores. Y mañana, ¿otra casualidad?, publico la reseña de 'Ordesa' donde los progenitores tienen un papel primordial también.
    No conocía la autora pero veo que se documenta bien a través de su propia experiencia. Aunque creo que esta la dejo pasar de momento porque ahora estoy en una fase de volver a leer clásicos que me gustaron mucho y se me amontonan las lecturas.
    Un besote.

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    1. Sí que se deben alinear los planetas. Últimamente se me repiten temas y me veo haciendo reseñas acerca de cosas similares, cuando no iguales.
      las relaciones padres/hijos, no obstante, me interesan mucho y suelo leer todo lo que se me presenta.
      Ordesa la tengo entre las pendientes, pero en la tertulia del instituto (donde tuve el valor de presentarme sin haberla leído) no había gustado demasiado y la sensación que ya me daba, de lo leído en la red, no me anima tampoco. A ver qué nos cuentas tú. Por una parte me tienta, por ese asunto de los padres, pero por otro...
      Un beso.

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  13. como siempre me paso por aqui antes de escoger las lecturas!
    besitos1

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    1. Pues estoy encantada de servirte de ayuda. Espero que esta te guste si te la llevas.
      Un beso.

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  14. Sigo sin conectar mucho con el libro, por más que tus líneas despierten el interés. Debe ser que ya no enganché con la reseña de Ana B. -de donde tomé título y autora-. Las relaciones filiales tienen sus idas y vueltas, Rosa; nada es como todas las partes quisieran y nos conformamos con mantener el equilibrio siempre que se pueda.
    Nuevamente, gracias por tan bonita -y completa- reseña.
    Un beso.

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    1. Qué distintas percepciones o distintos intereses lectores. A mí me atrajo en el blog de Ana y supe que pasaría por delante de otras muchas lecturas.
      Esas idas y vueltas de las relaciones filiales, esa necesidad de mantener un equilibrio, muchas veces a base de renuncias, es lo que me atrae de estas historias.
      Un beso.

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  15. Da miedo pensar cuales son las vivencias que no recuerda.
    Si existe trauma, es cuando la mente humana muchas veces bloquea para no sufrir.
    A parte que trata un tema que en la actualidad aunque tengamos una mente más abierta, sigue manteniendo brechas que por desgracia no crean normalidad. Esperemos que esto un día cambie, y no tengamos que leer de ello para comprender.
    Como a ti, las relaciones con los padres y como a partir de allí nos formamos y somos, me interesa mucho.
    Me la guardo.
    Un beso.

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    1. Me imagino que todos tenemos culpas que cobrar a nuestros padres y culpas que pagar a nuestros hijos.
      Aquí no hay cosas excesivamente terribles, pero sí lo suficiente como para dar qué pensar.
      Es una novela muy interesante que te gustará.
      Un beso.

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  16. Excelente historia, http://www.historiasdegrandesexitos.com

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