"Los que merecen morir" Carlos Salem

«El sol de Bruselas es un sol de mentira, de pintor flamenco resignado a repetir de memoria una calidez que le queda demasiado lejos, una lámpara ecológica y correcta que no derrocha luz ni calor. Un sol tan tímido que ni siquiera brilla los domingos para no perturbar el descanso de los habitantes de la ciudad, tan madrugadores el resto de la semana». Y allí, en Bruselas, lleva cinco años en Comisión de servicios Severo Justo, un comisario general repetidamente condecorado, pero tan cumplidor del reglamento y de lo correcto que incluso a los de Asuntos Internos se les escapaba de la norma. Allí, en aquel sol desolado, pasa Severo Justo sus días y sus noches. Sin pensar ni sentir ni sonreír ni, mucho menos, amar. Allí recuerda su vida de sacerdote, su corto periodo de marido y padre, sus éxitos como policía, su paso por psiquiatras y demás terapeutas. Y es que hace veinte años su vida desapareció bajo las ruedas de un coche, el mismo que atropelló y mató a su mujer y a su hija, el mismo que conducido a ciento ochenta por las calles de Madrid se dio a la fuga.

Ahora es reclamado de nuevo por la policía española. Un asesino auto apodado Nadie ha matado ya a cuatro personas «con el mismo modus operandi : la cabeza envuelta en film de cocina hasta borrar los rasgos y, sobre el pecho, una nota con la firma: "Me llamo Nadie"». Las víctimas anteriores no tenían mayor importancia, pero ahora ha perecido a manos de Nadie uno de los banqueros más importantes de España. Los anteriores, un constructor estafador, un traficante de drogas y un empresario que abusaba de su hija, no fueron tan notables como para alertar al presidente del Gobierno. Ahora, Interior no solo lo ha avisado sino que ha creado una Brigada Especial de Crímenes Internacionales y para dirigirla ha pensado en Severo Justo. 

Para formar la Brigada Justo escogerá una serie de personajes a cada cual más particular. Cada uno con sus problemas, ninguno es de los más populares dentro de su ámbito. La psiquiatra, Dalia Fierro, tiene cuatro doctorados y otras tantas voces en su cabeza que toman el mando en los momentos más inesperados. Además tiene un método curioso para centrar una mente que tiende a descarrilar sin control «... rrezik, Gefahr, небяспека, opasnost — se sorprende a sí misma Dalia Fierro, murmurando al despertar, pero no deja de rezar la palabra «peligro» en tantos idiomas como conoce, y son demasiados. [...] incluso chapoteando en la somnolencia, recuerda que «peligro» se dice opasnost en croata, fare en danés, y nebezpečenstvo en eslovaco, pero no el nombre del joven que duerme a su lado». Sí, la psiquiatra, en un alarde de escasa cordura, traduce palabras como forma de concentrarse.

El comisario Bermúdez es «un policía clásico, casi tópico, a la antigua. Conoce como nadie los bajos fondos de Madrid, las prostitutas lo respetan y los chulos le temen, o puede que sea al revés [...]  Como lo definió una vez uno de sus hombres, "en una policía en la que sobran los tecnócratas, Paco es el último de los hostiócratas"» y como él mismo dice se salta «la ley para que no le haga zancadillas a la Justicia».

Caronte, es el forense. A Caronte los muertos le hablan, unos muertos a los que maquilla, corta el pelo y peina incluso después de realizarles la autopsia. Es quizás el personaje más curioso de la Brigada (o lo sería de no ser por el experto informático). Acusado falsamente de abusar de los cadáveres ahora ya no ejerce, pero Severo Justo sabe que es el único capaz de ver en un muerto lo que nadie más vería. Cuando le pregunta por qué tiene ese empeño en borrar los estragos de la muerte «El pequeño hombrecillo lo mira como si estuviera loco:

—¿La muerte? La muerte no tiene nada que ver, Justo. Lo que yo intento es borrarles las putadas que les hizo la vida».

Si a los mencionados unimos al inspector Jorge Frontela que coordinará al personal de apoyo, a Acuña, el Súper, que asumirá culpas y pronunciará ante la prensa las mentiras que Justo deplora, y al experto en informática y mejor hacker de España, tendremos la Brigada al completo. 

Una brigada de seres atormentados y fracasados, o atormentados por su fracaso. Al menos han fracasado desde el punto de vista de lo que es el éxito en una sociedad autocomplaciente y mediocre. Todos ellos persiguiendo a Nadie, un asesino que mata culpables, que hace desaparecer a seres sin los cuales el mundo es más luminoso y vivible, aunque a veces, en el camino, se le cruza algún inocente, alguien que no merece morir. Pero ¿hay personas que merecen morir? ¿Quién es el más indicado para hacer desaparecer a esas personas? ¿Es Nadie el justiciero sin tacha que presume ser? ¿Por qué ha decidido cargar sobre su espalda el peso de la Justicia?

Severo Justo con su Brigada luchará contra reloj para salvar vidas, adelantándose a Nadie para anticipar cuál será la próxima víctima, y pronto Nadie lo tendrá en su punto de mira y tratará de atraerlo poniéndole delante su propia posibilidad de venganza. Así, la historia acaecida hace veinte años en la vida de Severo volverá a cruzarse en su camino y en el de la Brigada, una Brigada que enseguida será famosa. «¿Sabéis cómo nos llaman en Jefatura? ¡La brigada de los Apóstoles! Solo unos días funcionando y ya tenemos un apodo. Yo llevo en el cuerpo tantos años como tú, Severo. Y siempre me he sentido ajeno, un extraño. [...]  en menos de una semana pasé de avergonzarme de la brigada a sentirme uno más. Sois una pandilla de tarados y estamos en la mierda, pero juntos. Yo también soy un Apostol, Justo. Y me alegro de sentirme policía por fin. Sigo pensando que vamos a perder, pero si ganamos... van a tener que escayolarme el codo de tantos cortes de manga que haré a los que esperan vernos caer». Y es que se sospecha que, ante la dificultad de detener a Nadie, la Brigada no es más que un señuelo al que poder culpar del fracaso de la misión. Para ello se forma un grupo especial con total independencia al que se le da mucha publicidad, al frente se pone a alguien con fama de persona intachable «Y cuando fracase, arrojarlo a los leones. Lo de siempre».

Carlos Salem

Esta es la primera novela que leo de Carlos Salem a pesar de que su bibliografía es abundante y con muchos premios (Silverio Cañada en la Semana Negra de Gijón [2007], Novelpol [2008], Valencia Negra [2014], dos veces finalista del Dashiell Hammett [2009 y 2011]). Aparte de las novelas, tiene relatos, poesías, teatro, cómic... Aunque tengo en mi estantería de pendientes las dos finalistas del Hammett, ha sido con Los que merecen morir, su novela más reciente, con la que me he decidido a conocerlo. 

No creo que tarde en caer alguna de las otras porque me he quedado encantada con el autor y con la historia que nos cuenta. Una historia compleja (pero de muy asequible lectura) en la que se mezcla la vida personal de los personajes, su pasado y su presente. También somos testigos de los pensamientos y motivaciones de Nadie, que no es tan justiciero como pretende ni sus víctimas siempre tan culpables como para merecer el trato que les da; de su sensación de triunfo al enterarse del oponente que tiene delante. «Cuando puso en marcha su Cruzada purificadora, no soñó siquiera que pudiera contar con un oponente como Severo Justo». Una novela que aúna la calidad y la capacidad para atrapar al lector y mantenerlo secuestrado hasta el final. 

Creo que Los que merecen morir es el inicio de una serie. De ser así, la seguiré de cerca para que no se me amontone.

Título del libro: Los que merecen morir

Autor: Carlos Salem
Nacionalidad: Argentina

Editorial: Alrevés

Año de publicación: 2021

Año de publicación original: 2021

Nº de páginas: 414