"Don de lenguas" Rosa Ribas & Sabine Hofmann
Tenía pendiente hace mucho tiempo esta serie de la periodista Ana Martí escrita a dos manos por Rosa Ribas, la creadora de Cornelia Weber Tejedor, y Sabine Hofmann, una profesora de la Universidad de Frankfurt donde conoció a Rosa Ribas.
He leído dos novelas de la comisaria Weber-Tejedor que me han gustado, pero aún no había empezado con Ana Martí.
"Allí estaba Mariona. Blanca, rubia, carnosa y muerta". Estamos en Barcelona en 1952, en vísperas del XXXV Congreso Eucarístico que tuvo lugar en la ciudad entre el 27 de mayo y el 1 de junio. La ciudad se prepara para un evento que se realizará a mayor gloria del dictador y del Régimen cuando Mariona Sobreroca, una de las mujeres de la alta sociedad barcelonesa, viuda de un afamado médico, aparece muerta en su casa.
Se le encarga el caso al Inspector Isidro Castro y, para demostrar al mundo que en España, las "raras veces" en que se comete un crimen, "se persigue y castiga de forma eficaz", se le da en exclusiva a La Vanguardia la oportunidad de ir publicando los avances de la investigación a medida que se produzcan. El redactor jefe de La Vanguardia envía a Ana Martí para que sea los ojos y la voz del periódico en la comisaría de Vía Layetana. No, no es que la España de 1952 se haya vuelto feminista, no es que Ana sea la excepción que confirma la regla y se dedique a escribir las noticias de sucesos. En realidad, Ana se encarga en el periódico de cubrir todas las fiestas de Sociedad y se muere de aburrimiento explicando como son los trajes y complementos, los peinados y tocados, las joyas y los zapatos que llevan a esas fiestas las mujeres de la burguesía más rancia de la ciudad. Pero Sanvisens la aprecia de veras. Fue amigo de su padre, también periodista en La Vanguardia, "antes de que las diferencias políticas los hubieran distanciado de forma irreversible".
Y, aunque desde que el padre de Ana salió de la cárcel, Sanvisens no ha vuelto a mencionarlo ni a querer saber de él, ha dado trabajo a Ana y la aprecia de veras por lo que, ante la enfermedad de quien realmente debería cubrir el caso, la envía a ella, sabiendo que lo hará bien y que será un paso importante en la carrera de la joven.
La llegada de Ana a la comisaría de Vía Layetana la sume en una terrible sensación de miedo y angustia. Allí las fuerzas del orden al servicio del nuevo régimen establecido, obtienen confesiones de los detenidos, no siempre veraces y no siempre de manera digamos adecuada (legal es ya casi todo en manos de las autoridades). "El edificio estaba cubierto de una pátina de miedo que emanaba de las entrañas, de los sótanos que habían sido y eran escenarios de torturas y muertes. Como con tantas otras cosas, era algo que se sabía y se callaba. El miedo que impregnaba las paredes de la jefatura se nutría de historias contadas en voz baja, de ausencias sin explicación pero cuyas causas se conocían, de los ecos mezquinos de la delación. El miedo impregnaba las paredes del edificio y se expandía por los alrededores, contaminándolos". Y es que Ana procede de una familia que ha sufrido como pocas, como muchas, el resultado de la guerra. Su padre pasó por la cárcel y, depurado como tantos otros, no puede ejercer su profesión de periodista, la misma que había desempeñado con acierto y pericia hasta que cambiaron las tornas y los útiles dejaron de serlo y se convirtieron en inútiles indeseables de la noche a la mañana, de la Guerra a la Victoria. Su hermano Ángel "yacía en alguna fosa común en Aragón; no les habían querido entregar el cuerpo".
Ana, a quien Castro no toma demasiado en serio y deja entretenerse con cosas que él considera sin importancia, comienza a encontrar entre esas cosas algunas pruebas que la llevarán a pensar que la policía no está en el camino más adecuado para descubrir al asesino de Mariona.
No obstante, no es la trama policial lo más importante de la novela. Ni la forma elegida para su resolución que ha hecho que en algunos momentos haya tenido la sensación de estar leyendo un libro de "Los cinco" con todo lo que eso puede tener de bueno y de malo.
Yo recomendaría la lectura de "Don de lenguas" por el ambiente en el que nos sumerge la historia. Una sociedad de posguerra, pero de una posguerra un poco avanzada. Ya no hay esperanza para los vencidos. El Valle de Arán queda muy lejos, así como las esperanzas de una invasión por parte de los aliados tras vencer al fascismo en la Segunda Guerra Mundial. Franco tiene las posaderas asentadas en el suelo patrio y, aunque aún nadie lo sabe, las tendrá aún durante otros veintitrés años. Lo que sí saben es que ha venido para quedarse. Y esa sociedad está escindida y cada uno reacciona como puede, como quiere o como le dejan ante la realidad impuesta.
Algunos sobreviven tratando de no hacerse notar, de llegar como sea al día siguiente, a poder ser sin tropiezos con la autoridad, y de mantener la dignidad contra todo pronóstico porque hay "lugares a los que no se llega, sino en los que se cae. La única forma de evitarlos, a pesar de la precaria situación familiar, era conservar las formas con severa disciplina. Nunca en esa casa se comía en la cocina, sino en el comedor y, si bien el número de los cubiertos había menguado, no su estricta disposición".
Otros se saben favorecidos por la situación y, bien por ideología o por simple interés, le lamen el culo al régimen, a las posaderas de Franco y a quien sea menester. En este grupo el personal es variado. Están los que compran porque tienen dinero o poder para ello y al hacerlo adquieren más poder o más dinero; están los que se dejan comprar porque tienen algo que vender y pretenden así pasar a otro nivel, tal vez, por qué no, al de los compradores. Lo malo es que a veces alguno se equivoca y trata de vender una mercancía peligrosa que le estalla en las manos.
Y entre ambos grupos, están los que se mimetizan, los que desearían estar a cien mil millas del régimen y del triste y oscuro país que les ha caído o en el que han caído, pero ya que les ha tocado jugar con las cartas marcadas en contra se asimilan a lo que hay, se mimetizan con el medio y procuran hacerlo lo mejor posible aunque para ello tengan que dejarse cualquier cosa en el camino.
Esa ambientación y esos personajes son los que le dan interés a la novela. La trama no es más que el pretexto para pasearnos por la Barcelona de 1952, a unas escasas semanas de que se inicie el Congreso Eucarístico del que ya hemos leído en alguna otra novela; es solo un pretexto para poner a trabajar a unos personajes desiguales; algunos quedan algo desdibujados o resultan un tanto ambiguos, pero otros son verdaderamente fascinantes en sus respuestas a la situación y a las circunstancias que les ha tocado vivir; es un pretexto más para enseñarnos la corrupción endémica de aquellas autoridades ya que solo siendo corrupto o estando dispuesto a serlo se podía llegar a un nivel social aceptable, a unas cotas de poder redentoras de todo mal; es un pretexto para hacernos entender que la palabra "verdad" a veces resulta un concepto muy elástico y es "siempre una firme candidata a ser manipulada. Cada régimen la deformaba a su conveniencia; este la usaba como si la hubiera creado a su medida".
He leído dos novelas de la comisaria Weber-Tejedor que me han gustado, pero aún no había empezado con Ana Martí.
"Allí estaba Mariona. Blanca, rubia, carnosa y muerta". Estamos en Barcelona en 1952, en vísperas del XXXV Congreso Eucarístico que tuvo lugar en la ciudad entre el 27 de mayo y el 1 de junio. La ciudad se prepara para un evento que se realizará a mayor gloria del dictador y del Régimen cuando Mariona Sobreroca, una de las mujeres de la alta sociedad barcelonesa, viuda de un afamado médico, aparece muerta en su casa.
Se le encarga el caso al Inspector Isidro Castro y, para demostrar al mundo que en España, las "raras veces" en que se comete un crimen, "se persigue y castiga de forma eficaz", se le da en exclusiva a La Vanguardia la oportunidad de ir publicando los avances de la investigación a medida que se produzcan. El redactor jefe de La Vanguardia envía a Ana Martí para que sea los ojos y la voz del periódico en la comisaría de Vía Layetana. No, no es que la España de 1952 se haya vuelto feminista, no es que Ana sea la excepción que confirma la regla y se dedique a escribir las noticias de sucesos. En realidad, Ana se encarga en el periódico de cubrir todas las fiestas de Sociedad y se muere de aburrimiento explicando como son los trajes y complementos, los peinados y tocados, las joyas y los zapatos que llevan a esas fiestas las mujeres de la burguesía más rancia de la ciudad. Pero Sanvisens la aprecia de veras. Fue amigo de su padre, también periodista en La Vanguardia, "antes de que las diferencias políticas los hubieran distanciado de forma irreversible".
Rosa Ribas |
La llegada de Ana a la comisaría de Vía Layetana la sume en una terrible sensación de miedo y angustia. Allí las fuerzas del orden al servicio del nuevo régimen establecido, obtienen confesiones de los detenidos, no siempre veraces y no siempre de manera digamos adecuada (legal es ya casi todo en manos de las autoridades). "El edificio estaba cubierto de una pátina de miedo que emanaba de las entrañas, de los sótanos que habían sido y eran escenarios de torturas y muertes. Como con tantas otras cosas, era algo que se sabía y se callaba. El miedo que impregnaba las paredes de la jefatura se nutría de historias contadas en voz baja, de ausencias sin explicación pero cuyas causas se conocían, de los ecos mezquinos de la delación. El miedo impregnaba las paredes del edificio y se expandía por los alrededores, contaminándolos". Y es que Ana procede de una familia que ha sufrido como pocas, como muchas, el resultado de la guerra. Su padre pasó por la cárcel y, depurado como tantos otros, no puede ejercer su profesión de periodista, la misma que había desempeñado con acierto y pericia hasta que cambiaron las tornas y los útiles dejaron de serlo y se convirtieron en inútiles indeseables de la noche a la mañana, de la Guerra a la Victoria. Su hermano Ángel "yacía en alguna fosa común en Aragón; no les habían querido entregar el cuerpo".
Ana, a quien Castro no toma demasiado en serio y deja entretenerse con cosas que él considera sin importancia, comienza a encontrar entre esas cosas algunas pruebas que la llevarán a pensar que la policía no está en el camino más adecuado para descubrir al asesino de Mariona.
No obstante, no es la trama policial lo más importante de la novela. Ni la forma elegida para su resolución que ha hecho que en algunos momentos haya tenido la sensación de estar leyendo un libro de "Los cinco" con todo lo que eso puede tener de bueno y de malo.
Yo recomendaría la lectura de "Don de lenguas" por el ambiente en el que nos sumerge la historia. Una sociedad de posguerra, pero de una posguerra un poco avanzada. Ya no hay esperanza para los vencidos. El Valle de Arán queda muy lejos, así como las esperanzas de una invasión por parte de los aliados tras vencer al fascismo en la Segunda Guerra Mundial. Franco tiene las posaderas asentadas en el suelo patrio y, aunque aún nadie lo sabe, las tendrá aún durante otros veintitrés años. Lo que sí saben es que ha venido para quedarse. Y esa sociedad está escindida y cada uno reacciona como puede, como quiere o como le dejan ante la realidad impuesta.
Algunos sobreviven tratando de no hacerse notar, de llegar como sea al día siguiente, a poder ser sin tropiezos con la autoridad, y de mantener la dignidad contra todo pronóstico porque hay "lugares a los que no se llega, sino en los que se cae. La única forma de evitarlos, a pesar de la precaria situación familiar, era conservar las formas con severa disciplina. Nunca en esa casa se comía en la cocina, sino en el comedor y, si bien el número de los cubiertos había menguado, no su estricta disposición".
Otros se saben favorecidos por la situación y, bien por ideología o por simple interés, le lamen el culo al régimen, a las posaderas de Franco y a quien sea menester. En este grupo el personal es variado. Están los que compran porque tienen dinero o poder para ello y al hacerlo adquieren más poder o más dinero; están los que se dejan comprar porque tienen algo que vender y pretenden así pasar a otro nivel, tal vez, por qué no, al de los compradores. Lo malo es que a veces alguno se equivoca y trata de vender una mercancía peligrosa que le estalla en las manos.
Sabine Hoffman |
Esa ambientación y esos personajes son los que le dan interés a la novela. La trama no es más que el pretexto para pasearnos por la Barcelona de 1952, a unas escasas semanas de que se inicie el Congreso Eucarístico del que ya hemos leído en alguna otra novela; es solo un pretexto para poner a trabajar a unos personajes desiguales; algunos quedan algo desdibujados o resultan un tanto ambiguos, pero otros son verdaderamente fascinantes en sus respuestas a la situación y a las circunstancias que les ha tocado vivir; es un pretexto más para enseñarnos la corrupción endémica de aquellas autoridades ya que solo siendo corrupto o estando dispuesto a serlo se podía llegar a un nivel social aceptable, a unas cotas de poder redentoras de todo mal; es un pretexto para hacernos entender que la palabra "verdad" a veces resulta un concepto muy elástico y es "siempre una firme candidata a ser manipulada. Cada régimen la deformaba a su conveniencia; este la usaba como si la hubiera creado a su medida".
Hola, muy buena reseña, un libro que parece interesante por ser una época muy convulsa política y socialmente en España. Lo anoto, gracias. Besos.
ResponderEliminarGracias. me alegro de que te haya gustado. Es una época de nuestra historia reciente que da para mucho y de la que nunca me canso de leer.
EliminarUn beso.
¡Muy buena reseña Rosa! Parece una lectura interesante. Me lo apunto.
ResponderEliminarGracias
;)
Gracias, Javier!! Encantada de verte por aquí. Es una novela policíaca con muchas otras cosas detrás que la hacen bastante interesante aparte de la trama puramente policial.
EliminarUn beso.
Interesante reseña y libro, este me lo apunto y en poder me lo leo.un beso. TERE.
ResponderEliminarA ti, que también te gusta la novela policíaca, esta te tiene que resultar muy interesante y entretenida.
EliminarUn beso.
Excelente reseña.
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado. Muchas gracias.
EliminarUn beso.
Me encanta Ana, "El gran frio" me gustó si cabe más, el ambiente opresivo del mundo rural en esos años era asfixiante y un poco esquiofrenico. La última "Azul marino" la tengo pendiente yo. Un abrazo
ResponderEliminarLo que más valoro de ella es la época en que transcurre y la ambientación que es muy buena. Pero, sin haber leído más que esta, creo que, en lo que a tramas policiales y calidad general se refiere, prefiero a Cornelia Weber-Tejedor (de la que solo he leído dos). Cuando haya leído más de ambas a lo mejor cambio de opinión.
EliminarUn beso.
Tu reseña es muy buena, como es habitual, pero no sé por qué no me despierta interés está libro. Será porque el tema me suena muy conocido o será porque tengo poco tiempo y debo ser selectiva. De cualquier modo, muchas gracias, Rosa. Un beso
ResponderEliminarhay que seleccionar y mucho. Cadas día aparecen recomendaciones muy tentadoras, pero no hay tiempo de leerlo todo.
EliminarUn beso.
Una época oscura que no por su crudeza deja de fascinarme por la cantidad de secretos inconfesables que guarda entre las páginas que nunca se llegaron a escribir sobre lo ocurrido.
ResponderEliminarEn cuanto lo consiga lo leo. Me parece una buena opción e lectura según tu reseña.
Besos
Entretenido e interesante. Creo que sí es una buena opción.
EliminarUn beso.
Pinta bien pero no creo que la lea, eso de que pertenezca a una serie me echa para atrás. Como ya sé la diferencia entre una saga y una serie (más o menos) supongo que se pueden leer los libros sueltos o no todos, pero a mí me da la sensación de que si no leo la serie entera me quedo sin captar algo del libro en cuestión.
ResponderEliminarGenial reseña, Rosa.
Un beso.
Te entiendo. A mí también me pasa. Las series me gusta leerlas todas enteras y en orden. Esta la iré leyendo poco a poco.
EliminarUn beso.
Leí esta novela hace un par de años, no recuerdo mucho de ella pero sé que me gustó.
ResponderEliminarRecuerdo que se la recomendé a nuestra común amiga Irene, por la importancia que tenían en la resolución del caso, unas cartas y su forma de redacción ; pero no sé si ella llegaría a leerla.
Recuerdo haber leido, al menos otra, con la misma periodista, que se desarrollaba en un pueblo de montaña, y también por los años 50.
Besos
Esa otra debe de ser la segunda de la serie que me han dicho que es mejor que la primera. Espero leer toda la serie en breve y ya contaré.
EliminarUn beso.
Hola Rosa,
ResponderEliminarEstaba prácticamente convencida de que me gustaría porque encima pasa en mi ciudad pero después he recordado que forma parte de una serie y eso no me acaba de convencer porque me hace volverme un poco "obsesiva", tengo que leerlos todos y rápido y con el poco tiempo que tengo no me parece muy adecuado, así que sintiéndolo por mi voy a aparcarla.
Eres fantástica en tus reseñas, es casi imposible no dejarse seducir por tu manera de contar la historia que te atrapa y sin darte cuenta ya tienes otro libro en la interminable lista de pendientes de lectura.
Un beso guapa.
También puedes leer este y pasar del resto. Tiene fin en sí mismo y lo puedes disfrutar. Después ya verás si tienes tiempo y te apetece seguir o no.
EliminarGracias por tus palabras. No sé si debo alegrarme de que vuestras listas crezcan. Me imagino que sí. De momento, me alegro de que te gusten mis reseñas.
Un beso.
Este no acrecentará mi lista, Rosa, a pesar de tu recomendación y trabajada reseña. Aunque, como dices, la trama policial no sea lo importante, me da que Ana tiene perspicacia e inteligencia, y este tipo de pesonajes siempre me resulta de interés en las novelas.
ResponderEliminarUn beso, ¡y feliz tarde!
Parece que no tengo mucho éxito con los libros que reseño últimamente. Poca gente se los apunta. Bueno, al menos no me culpareis de hacer crecer vuestras listas de pendientes. Ja, ja, ja.
EliminarUn beso.