"Buenos días, me voy a dormir" Estefanía Farias Martínez
¡Buenos días!
Hoy empiezo a trabajar en la biblioteca.
Salgo de casa en media hora.
No me da tiempo a comer, así que me llevaré el sandwich.
También me llevo el teléfono.
Ya te iré contando cómo me va".
Esta es una novela curiosa. Está escrita como si se tratara de un diario, aunque va más bien por horas que por días. La narradora le cuenta sus vivencias diarias a alguien muy cercano y querido que vive en España. Se lo cuenta por el móvil, posiblemente en mensajes de texto SMS pues en el año en que transcurre la acción, 2009, WhatsApp empezaba a dar sus tímidos pasos en Estados Unidos.
La protagonista, posiblemente la propia autora o, en todo caso, muy inspirada en sus vivencias personales, nos hace partícipes de sus impresiones acerca de Holanda, un país al que llegó un año antes. Con idea de practicar el idioma para un examen, solicita entrar a trabajar en una biblioteca. Entre que la solicitud fue hecha hace dos meses, y que el examen no se esperaba hasta agosto, nuestra narradora pensaba tener un largo periodo de prácticas, pero la entrada en la biblioteca se retrasó, el examen se adelantó y, a mediados de junio, tan solo le queda una semana de prácticas en la biblioteca antes de tener que presentarse a su examen. No obstante "Llevo un mes haciendo prácticas por mi cuenta para el examen del lunes, veo mucha tele en holandés, programas de noticias y debates para hacer oído".
Es esa semana, su encuentro con el trabajo en la biblioteca a la vez que la fecha del examen se va acercando, lo que nos cuenta Estefanía en el libro. Trabajar en una Biblioteca era algo que, en principio, le hacía mucha ilusión como buena lectora que es y doctorada en Lengua, pero pronto ve que allí es solo un peón: descarga y coloca carros de libros, sirve y limpia en la cafetería, saca la basura... y realiza toda clase de trabajos para los que no se precisa ninguna preparación. Ni en labores tan sencillas puede poner en práctica la más mínima iniciativa. Es un país donde todo se hace en un orden concreto, no hay lugar para la improvisación o la innovación.
Se trata de una biblioteca curiosa, más parecida a lo que aquí entendemos por librería-cafetería. En ella se sirve café y bollería, se prestan libros, claro, pero también se sacan fondos que se dedican a la venta. "Cuando los libros ya no se mueven los quitan de las estanterías y los sustituyen por nuevos. [...] La semana que viene tenemos mercado de descuento de libros".
Estefanía Farias Martínez |
Muchas son las cosas que le chocan de este país en el que lleva viviendo un año: un sistema educativo en el que la Formación Profesional es la opción más normal, mientras que la Universidad, cara y con un nivel elevado de exigencia, es minoritaria y no mucha gente debe de ir a ella pues hay muchos médicos extranjeros; una cultura que es otro bien de consumo más, con museos de todo en cualquier lugar y unas librerías que "son papelerías con una sección de libros de oferta, sobre todo bestsellers, guías y literatura infantil. A veces encuentras algunos de arte. La literatura de verdad es un bien escaso. Los libros no se leen, se consumen".
Holanda se convierte en este libro en el país moderno y evolucionado que nos han contado y que, poco a poco, va mostrando una cara menos amable, más ajustada a la realidad porque si la puntualidad es un objetivo insoslayable y "siete minutos son siete minutos" cuando de un viaje en autobús se trata, esa misma máxima, aplicada a otras facetas de la vida, hace que todo sea demasiado exacto, demasiado rígido, demasiado alejado de la espontaneidad y con pocas concesiones a la imaginación.
La obsesión del personaje es la comunicación que se ve dificultada, no solo por el diferente idioma, sino también, y sobre todo, por la diferente visión del mundo. Como buena española, ella posee todo lo bueno y lo malo del carácter latino: tendencia a la ensoñación, a la improvisación, a salir de cualquier atolladero con las armas que en cada momento nos salgan al paso o seamos capaces de desarrollar. Sus compañeras están muy alejadas de todo esto. En el país en que "siete minutos son siete minutos", no hay lugar para ocurrencias de última hora por muy eficaces que se manifiesten. Todo está ordenado y debe hacerse de formas establecidas y precisas porque "alterar el orden natural de las cosas podría provocar el caos".
Esa dificultad en la comunicación, agotadora de por sí, hace que la narradora llegue cada día a su casa extenuada y con pocas ganas de seguir, en este caso, con su vida familiar y personal: estudiar holandés, hacer de canguro de su sobrino o su último empeño que la cansa solo con pensarlo: enseñar holandés a sus padres. Porque obsesionada con la necesidad de comunicarse, quiere facilitar también a sus padres la tarea.
Menos mal que siempre la puede estar esperando un baño de espuma en forma de cine clásico "poco antes de venir me compré una lata de Bette Davis con cinco películas y sólo pude ver “Amarga victoria”. Sin embargo, esta tarde encontré “Eva al desnudo”, una de mis favoritas" (también es una de mis favoritas); o una siesta reparadora en forma de cine... menos clasico "pondré una de esas películas que me dan sueño y será siesta segura. “Forrest Gump”, por ejemplo" (también yo siento un profundo sopor de pensar en Forrest Gump).
La ciudad en la que vive es Almere, a treinta minutos de Ámsterdam en tren, en una zona que, como muchas otras en Holanda, antes no existía "¿Te he contado que donde vivo no existía antes de los setenta? Era un lago de agua dulce, en la desembocadura del Rhin. Dentro del lago hicieron varios diques y drenaron el agua.[...]Vivimos a tres metros debajo del nivel del mar. El drenaje tiene que ser continuo si no el agua llegaría hasta el primer piso". Y es que como dicen en el país: "Dios hizo el mundo y los holandeses hicieron Holanda"´.
Estefanía Farias Martínez nos entrega con "Buenos días, me voy a dormir" una novela fresca, de fácil lectura, irónica y con un sentido crítico muy afilado. Una novela en la que todo se analiza con incisiones profundas, pero con un humor que amortigua el dolor del corte y hace que sangre menos. Una novela que se lee con gran facilidad porque el estilo directo mediante mensajes de texto huye justo de esa incomunicación que a la autora tanto le preocupa y hace que el intercambio de información sea fluido y sencillo y se establezca entre escritora y lector con asombrosa facilidad.
En palabras de la autora para periódico irreverentes.org. "necesitaba hablar de cómo fue mi llegada a Holanda. Lo tenía pendiente. Pero no encontraba la forma de hacerlo. Hasta que un día me di cuenta de que la clave era la naturalidad. Desnudarme ante alguien muy cercano. De ahí nació la idea de contar en primera persona una historia de ayer como si hubiera ocurrido hoy".
Tiene muy buena pinta, me gustan este tipo de novelas así que me lo apunto.
ResponderEliminarBesos
Es fácil de leer, muy entretenida y con sentido del humor.
EliminarEspero que te guste.
Un beso.
Me llaman mucho la atención las novelas que derriban mitos como la de la idílica Holanda. Todos los sistemas tienen bueno y malo y en ningún sitio atan los perros con longanizas. Los mediterráneos tenemos muchas cosas buenas, creo que en el fondo somos más vitales. Un abrazo.
ResponderEliminarvan cayendo muchos mitos. Uno de los que más me han dolido que caiga es el de la tolerante Holanda. Mucha tolerancia, pero cuando las cosas se ponen difíciles, la extrema derecha sube como la espuma. Como dices todos tenemos lo nuestro, bueno y malo. El libro lo cuenta desde la experiencia de alguien que lo vive y lo cuenta de forma coloquial y con un punto de ingenuidad.
EliminarUn beso.
Una vez más, me presentas una novela de la que no tenía ni idea.
ResponderEliminarMe la presentas muy atractiva así que la apunto.
Respecto a lo comentas de la puntualidad y la rigidez tan típica de los países del norte (y para nosotros, los latinos, símbolo de evolución y progreso) supongo que no es oro todo lo que reluce. Ni llegar a la hora que a uno se le antoja ni ser tan estricto con los siete minutos. En el equilibrio está la virtud.
Por otro lado esa biblioteca con cafetería incluida me parece una idea estupenda, aunque yo creo que si aquí hubiera muchas así yo me mudaría de casa y me iría a vivir a una de ellas.
Un besote, guapa.
La biblioteca se hace muy atractiva, pero la forma de relacionarse con los libros del público queda un poco desvirtuado con esas palabras del personaje en que dice que consumen los libros más que leerlos. Aunque me imagino que su nivel de lectura estará por encima del nuestro porque debemos de tener uno de los más bajos del mundo civilizado.
EliminarLa novela es corta y muy coloquial con lo que se lee muy bien y rápido. Te gustará.
Un beso.
Ese plural cuando hablas de nuestro nivel de lectura nacional no va contigo, Rosa. Con unas pocas personas más con tu mismo ritmo lector el nivel patrio se pondría a la cabeza del ranking mundial. Te lo digo yo.
EliminarUn beso.
No me importaría leerlo en un momento más tranquilo de mi vida. Anotado queda por si llega.
ResponderEliminarUn beso ;)
Pues espero que tu momento tranquilo llegue y, entonces, si te apetece, esta novela te hará pasar un buen rato.
EliminarUn beso.
No creo que Holanda ni Suiza, Finlandia o Noruega tan siquiera, sean países donde vivir en un sueño, cuando precisamente las ensoñaciones casi que están prohibidas al igual que la impuntualidad o lo que es lo mismo los retrasos con sus consabidas escusas. Hay que tener un poquito de sangre en las venas y demostrar la alegría por la vida. Los países nórdicos me parecieron siempre tan fríos como sus gentes, aunque me figuro que bajo el corsé habrá de todo como en botica...pero menos.
ResponderEliminarUna estupenda reseña de un libro que he visto en librerías, pero que no me había tentado como para darle la vuelta para leer su sinopsis. Ahora ya me tienta algo más.
No te prometo nada, que los reyes, como siempre, me regalaron libros.
Un beso, amiga.
Desde luego, en Noruega no viviría ni loca. Como dice mi querido Sabina "Solo en Antón Martín hay más bares que en toda Noruega". Puedo certificar que es cierto. Un país precioso, pero, ¡¡¡por dios, qué aburrido!!!
EliminarLa gente es amable en esos países y tienen muchas cosas buenas, pero, como dices, hay que tener sangre en la venas y, como dice Josevi, nosotros somos más vitales y tenemos muchas cosas buenas también.
Un beso.
A pesar de tener amigos holandeses y haber estado en Amsterdam varias veces, los naturales de allí no son gente muy amable que digamos (siempre hay excepciones, naturalmente; y toda generalización como la que acabo de hacer es simplista).
ResponderEliminarEn estos años de fuerte emigración de jóvenes españoles al exterior, Holanda ha sido un destino importante de muchos de ellos. Algunos jóvenes autores han puesto por escrito sus experiencias en el país de acogida. Veo que esta novela va por esos derroteros. La foto de la autora me hace pensar que quizás yerro en mi suposición. Sea lo que sea veo que es una novela amable y que se lee bien. En fin, dado el volumen de lecturas acumuladas por ahora la dejo pero anoto el nombre de la escritora por si me topo con ella por este mundo de la blogoesfera o en entrevistas periodísticas.
Un beso
La autora narra una experiencia personal, pero creo que de hace ya varios años. Vamos que no es de los jóvenes que se han visto obligados a emigrar recientemente por la crisis. Al menos esa impresión me ha dado por lo que he leído de ella.
EliminarSolo he estado una vez en Ámsterdam y no tengo queja de sus gentes, aunque viajando como turista tampoco es que interacciones mucho, pero, bueno, para llevarte una idea, sí (aunque a veces sea una idea equivocada). Además de esa experiencia, tengo un amigo holandés que, aunque lleva más de treinta años en España, siempre ha sido encantador.
Yo creo que no es la amabilidad lo que la autora critica, sino una visión del mundo muy rígida y ordenada, y muy distinta a la nuestra, más de improvisar y más espontánea.
Un beso.
Me lo llevo! No lo conocía =)
ResponderEliminarBesotes
Me alegro de haberte convencido.
EliminarUn beso.
No lo conocía y aunque conozco como son mas o menos los Holandeses pues no esta mal conocer de primera mano realmente como viven y como son, de modo que es eso lo que me atrae , de modo que la anoto en la lista de libros pendientes. Besos.
ResponderEliminarPues espero que te guste. Desde luego, la autora nos da su visión de primerísima mano y eso es importante.
EliminarUn beso.
He utilizado dos veces de modo cuando podía haber utilizado cualquier otra expresión lo siento ,
ResponderEliminarMujer, que estamos en confianza. No te preocupes. Yo cuando escribo con el móvil, pongo toda clase de aberraciones. Y con el ordenador, a veces, ja, ja.
EliminarUn beso.
Me gusta lo que cuentas, así como las novelas frescas pero ahora tengo un cúmulo tal de libros por leer que me sería imposible darle prioridad. De momento anoto el título y el tiempo ya dirá... Besos
ResponderEliminarQué terrible, Marina. Me pasa lo mismo. No hago más que decir que compro tiempo, pero nadie tiene de sobra para venderme un poco...
EliminarUn beso, guapa.
Hola Rosa, en lo formal me gusta que introduzcas parte textuales del libro reseñado para visualizar la manera directa de como se expresa la autora en este caso. Y en lo personal me ha parecido un buen análisis de una novela o de un diario original en forma de sms, que promete precisamente eso, originalidad y frescura. Y además una buena forma de conocer el carácter de los holandeses.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por acercarnos a Estefanía Farias.
P.D. Me encanta Eva al desnudo.
Es que "Eva al desnudo" en una obra maestra.
EliminarMe gusta introducir citas de los libros para mostrar, como dices, el estilo del autor y porque, a veces, hay frases tan maravillosas que no me resigno a dejar de citarlas.
Fresca, amena y divertida.
Un beso.
Una novela que reúne dos características que me atraen: el humor y esa manera de narrar desenfadada y fresca, casi una conversación con el lector. Desconocía por completo la novela. En Amsterdam estuve de viaje de fin de curso en bachillerato. La verdad es que no me parecieron tan estrictos. Recuerdo muchos canales, muchas bicicletas que solo la divinidad evitó que se nos llevaran por delante en más de una ocasión, muchas referencias sexuales en los bares y gente muy pasada de rosca por la noche. Aunque, claro, tenía 17 años y apenas había salido del cascarón. Un abrazo!!!
ResponderEliminarYo conocí Ámsterdam ya mayor. Aunque ya lo sabía, aluciné con las prostituta en escaparates y con que en el hotel vendieran maría.
EliminarUna ciudad preciosa y con unos cafés de lo más acogedor. Tal vez un poco fría (y no me refiero al clima) para nosotros.
Las impresiones de Estefanía muy interesantes y divertidas y fáciles de leer.
Un beso.
Es posible que, de hacerlo, su lectura me resultara agradable por su estilo natural y fresco, como lo has calificado. Pero debo decir que, en principio, no me atrae el tema. Si fuera el diario de Ana Frank, aún, jeje
ResponderEliminarEsto me ha hecho pensar en mi estancia de dos fríos meses (enero y febrero) en Bruselas, enviado, sin posibilidad de oposición por mi parte, por la empresa farmacéutica belga en la que trabajaba en 1976. Podría escribir mi experiencia que, por cierto, fue muy buena. Los belgas son buena gente (por lo menos lo eran en aquel entonces) y me trataron de maravilla.
Un abrazo, super-lectora (ahora no sé si es correcto ponerle un guión a ese término).
Conozco Bruselas muy poquito, de un par de días. La verdad es que cuando viajas de turista, sólo sacas una leve impresión, a veces falsa, de cómo son los habitantes del país visitado. De Bélgica poco puedo decir por lo poco que estuve y el mucho tiempo que hace.
EliminarYo tampoco sé si ese guión es adecuado o no.
Un beso.
gracias por compartir! ya te contare! besitos!
ResponderEliminarEspero tu opinión. Un beso.
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