Dos historias de mujeres
Se trata de dos novelas no muy largas y ambientadas ambas en el complejo mundo interior de dos mujeres. Se trata de "Apegos feroces" de Vivian Gornick y "Aprender a terminar" de Laurent Mauvignier. 224 páginas tiene la primera (160 en mi ebook) y 125, la segunda (la tengo en papel).
Si una narra las vivencias de una mujer desde su infancia en un barrio de Nueva York, y su conflictivo vínculo con su madre, la otra nos cuenta la ansiosa y dependiente relación de una mujer con su marido. La primera está escrita por una mujer, la segunda, por un hombre, pero en ambas nos encontramos con mujeres dominadas por su necesidad de encontrar afecto y reconocimiento por parte de la persona que las desprecia; ambas deberán recorrer el difícil camino que lleva de la dependencia del otro a la libertad que supone poder vivir fuera de su influjo. O intentarlo.
Las dos están contadas en primera persona, pero una es una narración en la que alternan, de manera ordenada y clara, episodios que van desde la niñez, hasta el momento presente (presente en la novela), y la otra es un monólogo obsesivo que salta en el tiempo sin que apenas nos demos cuenta y que hace que tengamos que volver atrás para situarnos de nuevo.
Las dos están contadas en primera persona, pero una es una narración en la que alternan, de manera ordenada y clara, episodios que van desde la niñez, hasta el momento presente (presente en la novela), y la otra es un monólogo obsesivo que salta en el tiempo sin que apenas nos demos cuenta y que hace que tengamos que volver atrás para situarnos de nuevo.
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"Apegos feroces". Vivian Gornick.
"La relación con mi madre no es buena y, a medida que nuestras vidas se van acumulando, a menudo tengo la sensación de que empeora. Estamos atrapadas en un estrecho canal de familiaridad, intenso y vinculante: durante años surge por temporadas un agotamiento, una especie de debilitamiento, entre nosotras. Después, la ira brota de nuevo, ardiente y clara, erótica en su habilidad para llamar la atención". La narradora tiene ocho años cuando comienzan estas memorias y vive en el Bronx, un barrio en que coincidían, mezclados que no revueltos, judíos, irlandeses e italianos. Ella pertenece a una familia judía y su madre procede de Ucrania de donde llegó con su familia a principios del siglo veinte.
El pasado nos muestra a una niña que adora y admira a su madre a quien está ansiosa por agradar, pero en la que nunca llega a encontrar el asidero que precisa. Podría haberlo encontrado en Nettie, la vecina viuda y madre de un bebé que supo entenderla y comprender sus necesidades, pero también perdió ese influjo cuando tuvo que tomar partido y se decidió por su madre. Ambas, mujeres, con su influencia contradictoria, irán conformando su mundo y sentando las bases de una educación sentimental que no le ha dado demasiadas satisfacciones.
La muerte prematura del padre de forma inesperada sume a la madre en una profunda depresión de la que le costará años salir. La soledad a la que se ve obligada desde entonces, la hará volverse hacia su hija y buscar refugio en ella, mientras la somete a sus caprichos hasta producirle un tremendo rechazo. "Me hizo dormir con ella durante un año y durante los veinte años siguientes no pude soportar que una mujer me rozara".
Alternando con el relato del pasado se nos van mostrando escenas del "presente" cuando la narradora pasea con su madre anciana por las calles de Manhattan. A pesar de tener cuarenta y cinco años, estar divorciada, tener un buen trabajo y ser totalmente independiente, sigue buscando la aceptación de su madre, pero esta parece estar siempre ajena a las esperanzas y anhelos de su hija.
No llegará a superar la frustración perpetua que la indiferencia, cuando no hostilidad, de su madre le causa, pero aprenderá a convivir con ella y a hacerla parte de su vivir cotidiano. "La situación entre nosotras es volátil. El cambio constante es nuestra realidad cotidiana. La inestabilidad es un asombro impregnado de misterio y promesa. Ya no andamos a la gresca. Hemos alcanzado un grado de distancia permanente".
Esta novela entra además en el II Reto "Nos gustan los clásicos" por estar publicada antes de 1990, concretamente, "Apegos feroces" es de 1987.
El pasado nos muestra a una niña que adora y admira a su madre a quien está ansiosa por agradar, pero en la que nunca llega a encontrar el asidero que precisa. Podría haberlo encontrado en Nettie, la vecina viuda y madre de un bebé que supo entenderla y comprender sus necesidades, pero también perdió ese influjo cuando tuvo que tomar partido y se decidió por su madre. Ambas, mujeres, con su influencia contradictoria, irán conformando su mundo y sentando las bases de una educación sentimental que no le ha dado demasiadas satisfacciones.
Vivian Gornick |
La muerte prematura del padre de forma inesperada sume a la madre en una profunda depresión de la que le costará años salir. La soledad a la que se ve obligada desde entonces, la hará volverse hacia su hija y buscar refugio en ella, mientras la somete a sus caprichos hasta producirle un tremendo rechazo. "Me hizo dormir con ella durante un año y durante los veinte años siguientes no pude soportar que una mujer me rozara".
Alternando con el relato del pasado se nos van mostrando escenas del "presente" cuando la narradora pasea con su madre anciana por las calles de Manhattan. A pesar de tener cuarenta y cinco años, estar divorciada, tener un buen trabajo y ser totalmente independiente, sigue buscando la aceptación de su madre, pero esta parece estar siempre ajena a las esperanzas y anhelos de su hija.
No llegará a superar la frustración perpetua que la indiferencia, cuando no hostilidad, de su madre le causa, pero aprenderá a convivir con ella y a hacerla parte de su vivir cotidiano. "La situación entre nosotras es volátil. El cambio constante es nuestra realidad cotidiana. La inestabilidad es un asombro impregnado de misterio y promesa. Ya no andamos a la gresca. Hemos alcanzado un grado de distancia permanente".
Esta novela entra además en el II Reto "Nos gustan los clásicos" por estar publicada antes de 1990, concretamente, "Apegos feroces" es de 1987.
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"Aprender a terminar". Laurent Mauvignier.
"La negrura de su mirada era contra mí, me la dedicaba solo a mí, nada más verme la cara. Y, sin embargo, yo siempre llegaba con flores y me decía a mí misma: aunque ya no me quiera, aunque ya no me pueda ni ver". Ella va a visitar a su marido, le lleva flores. Él ha estado a punto de morir tras un grave accidente de coche, pero por fin va a salir del hospital. Por fin ella sabe que va a estar en casa ocupándose de las tareas cotidianas: podar los aligustres, tapar las grietas cuando el yeso se requebraje, poner las trampas para las ratas en el sótano...
Lo espera con impaciencia. Prepara la casa; los hijos pasan a compartir habitación para dejarle al padre un dormitorio en el que nadie le importune, ella se prepara para asistir a la convalecencia, larga, del marido. Y se va recuperando, cada día un poco más. Lentamente, cada vez se va haciendo más independiente, se mueve más y llega un poco más lejos...
Y enredados con las esperanzas de la mujer de recuperar a su marido para siempre, vienen los recuerdos de cómo antes del accidente temía perderle, que la abandonara; de cómo notaba su desprecio, su alejamiento "para él yo estaba muy, muy abajo.Y su voz, que a menudo me decía al oído, que se reía al decirme: apáñatelas con ese nosotros que te preocupa tanto, porque muy pronto ya no estaré aquí, porque ya no puedo más con esto, ya no puedo más, contigo es que no puedo más". Y ella vivía inmersa en la ansiedad porque le quiere, siempre le ha querido, hasta que llegó el accidente y supo que ya nunca podría abandonarla.
Ahora se la ve loca de alegría, sin nada que temer. Entregada a él noche y día, siendo su soporte, su sustento, mientras él asiste ilusionado a cada progreso de su salud, a cada avance en el camino hacia la normalidad que se ve tan lejana. Ahora él no tiene a donde ir ni tiempo para pensar en escapar porque cada día está ocupado en esperar el mañana y las nuevas mejoras que traerá. Hasta que esas mejoras son suficientes para que recupere la independencia y el tiempo de volver a pensar en otra cosa que no sea su propia curación.
Lo espera con impaciencia. Prepara la casa; los hijos pasan a compartir habitación para dejarle al padre un dormitorio en el que nadie le importune, ella se prepara para asistir a la convalecencia, larga, del marido. Y se va recuperando, cada día un poco más. Lentamente, cada vez se va haciendo más independiente, se mueve más y llega un poco más lejos...
Y enredados con las esperanzas de la mujer de recuperar a su marido para siempre, vienen los recuerdos de cómo antes del accidente temía perderle, que la abandonara; de cómo notaba su desprecio, su alejamiento "para él yo estaba muy, muy abajo.Y su voz, que a menudo me decía al oído, que se reía al decirme: apáñatelas con ese nosotros que te preocupa tanto, porque muy pronto ya no estaré aquí, porque ya no puedo más con esto, ya no puedo más, contigo es que no puedo más". Y ella vivía inmersa en la ansiedad porque le quiere, siempre le ha querido, hasta que llegó el accidente y supo que ya nunca podría abandonarla.
Ahora se la ve loca de alegría, sin nada que temer. Entregada a él noche y día, siendo su soporte, su sustento, mientras él asiste ilusionado a cada progreso de su salud, a cada avance en el camino hacia la normalidad que se ve tan lejana. Ahora él no tiene a donde ir ni tiempo para pensar en escapar porque cada día está ocupado en esperar el mañana y las nuevas mejoras que traerá. Hasta que esas mejoras son suficientes para que recupere la independencia y el tiempo de volver a pensar en otra cosa que no sea su propia curación.
me gustan las historias de mujeres! besitos!
ResponderEliminarPues estas te gustarán.
EliminarUn beso.
El primero suena atractivo, pero el segundo me parece una historia muy potente, angustiosa y se sale de lo trillado. Esas emociones ambivalentes hacia la persona amada son tan oscuras y desconcertantes... Excelente recomendación, Rosa. Lo anoto sin dudarlo.
ResponderEliminarUn abrazo.
El primero es más amable y se lee mejor. La ambientación en el Bronx durante la infancia de la narradora es muy buena y los paseos por Manhattan ya mayor y con su madre anciana, son el contrapunto ideal. El segundo es obsesivo y mucho más duro. Se leen bien y son cortos, pero desde luego, te remueven por dentro y eso lo hace mejor el segundo.
EliminarUn beso.
Por lo que cuentas, las dos novelas parecen muy interesantes y no me importaría leerlas.
ResponderEliminarBesos
Ambas merecen la pena. Te las recomiendo.
EliminarUn beso.
Ambos me los apunto, Rosa, porque todas las historias que tienen que ver con los sentimientos y el mundo interior que tenemos las mujeres me atraen. En el primero, qué fuerte suena eso de "frustración perpetua".
ResponderEliminarEn el segundo, paradojas de la vida, ella desearía que no se recuperara por poderle tener bajo su cuidado (y control). Pero tarde o temprano en estos casos de tanta obsesión hay que liberarse y hacer las paces con un@ mism@, como bien dices.
Excelente, para variar, tu doble reseña.
Un besazo
Son dos novelas duras acerca de dos mujeres que no logran atraer hacia sí a las personas que más desean tener cerca. Una tremenda frustración en ambos casos, pero mientras en la primera se trata de la madre, la segunda me parece más enfermiza por parte de la mujer que se resiste a la realidad de todas las formas posibles. No podemos obligar a los demás a amarnos.
EliminarUn beso.
Hola Rosa.
ResponderEliminarEl primero me lo apunto a la de ya que me recuerda mucho a Un árbol crece en Brookling, la pobreza, la muerte prematura del padre, la búsqueda de aceptación de la madre...apuntado, y el segundo también aunque no me recuerda a ninguno, jejeje.
Besos.
Cómo me gustó "Un árbol crece en...". Sí, es posible que lo recuerde, aunque este es mucho más corto y en el Bronx. ¿Sabes que de "Un árbol..." hay una película bastante buena?
EliminarUn beso.
No solo escribes reseñas muy a menudo, también lo haces de dos en dos, me alucinas y me agobias a partes iguales, jajaja (lo del agobio es broma, lo del alucine, no).
ResponderEliminarEl primer relato (es demasiado corto para considerarlo novela, ¿no?) me parece atractivo, esa relación difícil entre madre e hija. Además, me resulta creíble en cuanto que nadie elige a sus padres y no siempre estos caen bien a sus retoños (y viceversa).
La que no entiendo es la relación enfermiza de la protagonista del segundo libro, esa dependencia casi servil hacia un marido que la ningunea y que solo la aprecia, más o menos, cuando necesita sus cuidados, me resulta incomprensible, aunque al final parece que abre los ojos.
Un besote, Rosa.
La segunda es aún más corta, aunque ambas lo son. No elegimos a nuestros padres ni elegimos a nuestros hijos, aunque en estos últimos tenemos más parte en cómo terminen resultando. Lo terrible es que la protagonista de la primera novela, desde pequeña adora a su madre y esta se debate entre resentimiento, celos, amor y sentimientos muy complejos.
EliminarRespecto a la segunda, pues sí, quiere mantener a su marido cerca contra todo pronóstico y no se da cuenta de que no se puede mandar en los sentimientos y menos en los ajenos.
Un beso.
Dos historias muy intensas, la segunda narrada en forma de monólogo me parece más atrayente. Como se dice cada persona es un mundo y cada casa un universo. Creo que en narrativa caben todas las personalidades y relaciones por extrañas que nos puedan resultar, siempre que estén bien desarrolladas. Seguro que en la vida real existen casos más sorprendentes. Un abrazo!
ResponderEliminarEn la vida real existen casos tan sorprendentes que nadie se atrevería a llevarlos a la ficción por miedo a ser acusado de falta de verosimilitud. Lo que me fascina de la literatura es que me permite vivir toda clase de situaciones que en la vida real es imposible vivir, no porque no existan, sino porque solo se puede vivir una vida real, la propia. Para las ajenas están las novelas. En el fondo, soy una cotilla irredenta, ja, ja.
EliminarUn beso.
Interesantes reseñas que hacen pensar en lo complicadas y también sencillas que, a veces, somos las personas porque al final casi todo se resume en una búsqueda del amor, de la madre, del padre, de la pareja, de los hijos...
ResponderEliminarEs muy doloroso ese apego a alguien a quien no interesas ni te ama, y llegar a la conclusión de que mejor lejos de esas personas puede costar mucho tiempo y dolor.
Besos y feliz finde
Por eso hablo de frustración, la frustración de amar a alguien y ver que no te corresponde, pero cuando ese alguien es tu madre, te tiene que dejar con una terrible sensación de vulnerabilidad.
EliminarEs cierto que, al final, casi todas las historias se resumen en la necesidad de afecto de los seres humanos.
Un beso.
Dos reseñas estupendas, Rosa. Me atrae más esa relación entre madre e hija en la que domina la carencia de afectividad, así que me apunto el titulo porque no me sonaba de nada. Besos
ResponderEliminarEs que el hecho de que tu madre no te quiera te tiene que dejar con la sensación de que no mereces que nadie lo haga. Es el primer ser con el que te topas ya antes de nacer y de quien primero esperas cariño. Y sin embargo, aún habiendo ese cariño, qué de sentimientos se mezclan en las relaciones de las madres con los hijos y, más especialmente, con las hijas.
EliminarUn beso.
Hola Rosa, cuando te estaba leyendo, he encontrando semejanzas y nexos de unión entre las dos mujeres de las novelas y una persona que conozco en la vida real. Es decir, alguien con dependencia emocional y que de alguna manera espera la aceptación de su madre siendo ya adulta, y a la vez con una relación de pareja en cierta manera tóxica que entronca perfectamente con tu buena reflexión final de soledades acompañadas y soledades elegidas.
ResponderEliminarBesos y feliz fin de semana.
Terrible tiene que ser la situación de esa persona que resume en sí misma las dos protagonistas de estas novelas. Si cada una por separado ya producen angustia, no te digo juntando ambas situaciones. Esperemos que termine por superar las dos relaciones. Sobre todo la de pareja porque su madre nunca dejará de ser su madre y eso es más difícil de llevar cuando no satisface.
EliminarUn beso.
Sin duda ambas novelas, o debería decir historias, tienen un nexo común: el de una dependencia insana o indeseada. Las relaciones humanas conflictivas dan mucho de sí, ya que el protagonista (en este caso la protagonista) expone sus miedos, temores, frustraciones, justificaciones de un modo angustioso que capta especialmente la atención del lector. Al no haberlas leído, todo esto es solo una conjetura. Basándome, no obstante, en lo que has contado y en cómo lo has contado, me siento mucho más atraído por la primera historia, pues, por otra parte, los monólogos interminables y los saltos constantes en el tiempo me resultan bastante cargantes.
ResponderEliminarUn abrazo, Rosa.
A mí también me gustó más la primera novela. Es también una novela más convencional. La segunda es un monólogo más obsesivo y la relación que muestra es más insana, tóxica, como dice Miguel.
EliminarNo me molestan los monólogos ni los saltos en el tiempo. La primera novela también está contada en primera persona, aunque no es lo mismo que un monólogo, y también tiene saltos en el tiempo, pero se producen con más naturalidad.
Aunque ambas me gustaron, he de admitir que la segunda hubo momentos en que llegó a producirme cierto agobio, lo cual tampoco es malo.
Un beso.
Creo que son dos historias muy duras, oscuras por cuanto a las protagonistas las relaciones que narran les suponen una especia de maltrato existencial. Tras leer el planteamiento y para ser sincera, no pensé que me fuera a apetecer leerlas, las encontraba algo claustrofóbicas, angustiosas. Pero tras la reseña más extensa y como suele sucederme siempre contigo, encuentro que son dos los obras muy interesantes.
ResponderEliminarMe las apunto, aunque para leerlas más adelante. De momento ya tengo bastante con la realidad y hay que dosificar :P
Un beso grande, Rosa, y gracias por el descubrimiento de nuevos autores (autoras en este caso).
Son en realidad autora y autor. Un poco claustrofóbicas sí que son, sobre todo la segunda de la que no se puede decir que sea una lectura fácil. La primera es más amable y mucho más amena.
EliminarUn beso.
Acabo de leer "Apegos feroces". Me ha gustado. La veo en esa línea de libros que nos cuentan relaciones entre madres e hijas que ahora parece que están de moda pues las editoriales están yendo a por ellos aunque algunos como éste o el de Angelika Schrobsdorff sean originales de los años 80.
ResponderEliminarYo la considero más una biografía de la propia autora que una novela en sí misma. Creo que la escritora intenta explicarse a sí misma, encontrarse, y el espejo que tiene es el de su madre, una mujer con la que riñe, se enfada, dice que no soporta..., pero a la que una y otra vez acude pues es el puerto seguro. Y las relaciones de la narradora con otras personas están cortadas casi casi por el mismo patrón: un artista egoísta (como ella, por otra parte), un rabino algo majara y un hombre casado. Con cada uno de ellos mantiene relaciones largas y no plenamente satisfactorias, pero que no las anula sino que las mantiene. Para explicarse el porqué mira a su madre, la cual le habla de la importancia del Amor para estar con un hombre; pero ella al ver a su madre, que estuvo enamoradísima de su padre, rehúye imitarla pues no tuvo independencia al no trabajar fuera de casa. La narradora pone el trabajo por encima del amor; pero al final piensa que las renuncias que ha hecho por su culpa tampoco le han supuesto una enorme felicidad. Entonces, ¿qué hacer?
Yo creo que este es el problema que nos plantea este libro: las mujeres que se incorporaron a la actividad laboral plena porque no querían ser unas mantenidas por los hombres a cambio de sexo (en el matrimonio como su madre, o esporádico y buscado como Nettie) están en una tesitura difícil y complicada.
También la novela me parece un canto a Nueva York. Creo que, además de las tres mujeres y los compañeros de la narradora que aparecen con cierto papel en el relato, es Nueva York protagonista importante de esta historia. La madre y la hija pasean por sus calles citadas con precisión geográfica extrema, por sus parques, entran en cafeterías, cruzan puentes, cambian de barrios, hablan de sus habitantes: los gentiles vs los judíos, los italianos, los irlandeses... Nueva York luce con luz propia en esta novelita.
En el prólogo que precede al relato en sí escrito por Jonathan Lethem este escritor no considera al libro como novela sino como unas Memorias de la propia escritora, si bien unas memorias centradas especialmente o que giran en el gozne de la relación con su madre. Pero al lado de la anciana con la que pasea y junto a la que recuerda su vida pasada hay otras mujeres (las vecinas del edificio del Bronx) y los tres hombres importantes en la vida de Vivian (Stefan, Levinson y Joe). Coincido con el prologuista cuando dice que el gran mérito que tiene la autora es que logra que nos identifiquemos o al menos reconozcamos la individualidad propia de estos seis o siete personajes. Y es que un ser humano no es unidimensional sino más bien poliédrico. En este sentido me ha gustado esta obra que más que una novela es un ensayo o como mucho una novela de no-ficción (fáctica), y que da mucho tema para hablar a pesar de su brevedad.
Fíjate, Rosa, si dará para hablar (yo me he puesto a largar y casi casi me he hecho una reseña) que el lunes próximo haremos tertulia sobre ella y salvo otro hombre el resto de comparecientes en la reunión...¡¡¡son mujeres!!! Madre mía la que me espera. Ya te contarçe.
Un beso
En mi tertulia del instituto también son casi todo mujeres. hay dos hombres y uno no va casi nunca (creo que le conoces en persona) porque a esa hora tiene ensayo de teatro.
EliminarLa novela da para mucho. Leré tu reseña. No me voy a extender más, ja, ja.
Un beso.