"Bartleby, el escribiente" Herman Melville
Hay una preciosa frase en una canción de Pablo Milanés que dice: "Uno no siempre hace lo que quiere, pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere". Tal parece que esa frase se la hubiera aplicado nuestro amigo el escribiente si no fuera porque Bartleby fue creado por Herman Melville noventa años antes de que el cantante cubano naciera, exactamente en 1853. Tal vez fue Pablo Milanés el que tomó la idea del personaje decimonónico o ninguno influyó en el otro, al fin y al cabo, la idea de no hacer lo que uno no quiere debe de estar impresa en nuestros genes desde hace milenios porque es una de las cosas que con más ahínco ponen en práctica los bebés (y no tan bebés) para desesperación de sus padres. Luego la vida nos va domesticando y nos encontramos adultos haciendo de continuo infinidad de cosas que preferiríamos no hacer; por cobardía, por pereza, por vergüenza, por considerarlas oportunas, por creerlas nuestro deber, por no incomodar a alguien...
La novela está contada en primera persona por "uno de esos abogados en absoluto ambiciosos, de esos que nunca se dirigen a un jurado o que, en modo alguno, provocan un elogio público, sino que en la serena tranquilidad de una cómoda guarida, saco adelante un cómodo negocio entre préstamos, hipotecas y títulos de propiedad de gente rica". Una manera un tanto irónica del autor para criticar a un determinado tipo de abogado. Una crítica que el autor remata al relatarnos el personaje el enfado que sufrió cuando la nueva Constitución del estado de Nueva York suspendió por decreto la Oficina del Secretario del Tribunal de la Equidad que se le había otorgado, "decreto prematuro, en tanto en cuanto yo había contado con el usufructo de las ganancias para toda la vida y tan sólo me pude beneficiar durante unos pocos años —muy pocos—".
Este es el personaje que, ante el incremento de trabajo que supuso aceptar la oficina del Secretario del Tribunal de la Equidad, decide contratar un nuevo escribiente para completar la plantilla de personas que trabajan para él en su oficina de Wall Street: Turkey, Nippers y Ginger Nut.
Ante su puerta y en respuesta a su anuncio, una mañana aparece un joven apacible de "figura, pálidamente pulcra, lastimosamente respetable, incorregiblemente desolada. ¡Ese era Bartleby!".
Ante su puerta y en respuesta a su anuncio, una mañana aparece un joven apacible de "figura, pálidamente pulcra, lastimosamente respetable, incorregiblemente desolada. ¡Ese era Bartleby!".
Ah, Bartleby, ¿cómo he podido dejar pasar tantos años hasta encontrarme contigo? Eres un clásico, había oído hablar de ti y de tu autor toda la vida, pero jamás se me había ocurrido leerte. Tuvo que ser una amiga la que me hablara de ti, la que me pusiera tras tu pista al ver en algún sitio que se te comparaba con "La vegetariana".
Y te leí, y tu imagen me recordó, no sé por qué, al entrañable insecto en que se convirtió Gregorio Samsa una noche mientras dormía. E indagué y supe que eras una de las influencias que se le atribuyen a Kafka. Y supe que tenía que leer un libro de Enrique Vila-Matas que duerme el sueño de los justos en mi estante de pendientes hace tiempo, "Bartleby y compañía". Te leí y quedé marcada.
Bartleby era un hombre tranquilo que contrastaba con los desequilibrios vespertinos de Turkey y los mañaneros de Nippers (Ginger Nut, con apenas trece años, es solo el chico de los recados) por lo que el narrador lo sitúa cerca de él y confía en tenerlo a mano cuando lo necesite. Por eso la sorpresa de nuestro abogado es mayúscula cuando, al cabo de un tiempo desde la llegada del eficiente y pacífico Bartleby, al proponerle que revisaran juntos un documento que el escribiente había redactado, práctica habitual en la oficina, este "con una voz particularmente suave pero firme, contestó: «Preferiría no hacerlo»" .
Esa es la frase que probablemente más se ha repetido en una novela en toda la historia de la liteatura: "I would prefer not to do it". Representa la voluntad inquebrantable de Bartleby de no hacer absolutamente nada que no quiera hacer, porque tras ese amable y tímido "preferiría no hacerlo", se esconde el más inquebrantable "no lo haré así me maten".
En el Nueva York de mediados del siglo XIX, en pleno Wall Street, Bartleby se refugia tras "una pequeña ventana lateral que había en esa parte de la sala, ventana que en sus orígenes ofreció una vista de soslayo a unos patios traseros y a unos ladrillos mugrientos, pero que, debido a posteriores construcciones, actualmente no disponía de vista alguna". Allí parecerá transcurrir toda su existencia alimentándose de tortas de jengibre, y escudándose cada vez más en su "Preferiría no hacerlo", hasta que la situación se hace insostenible.
No quiero destripar el final de la novela para quien no la conozca, pero en sus 120 páginas (en la edición de Nórdica con sus maravillosas ilustraciones de Javier Zabala; en otras no llega a setenta) tiene mucha historia, avanza deprisa, y avanza mucho. Bartleby va haciendo cada vez más dejación de sus actividades, va ganando en su vida el "Preferiría no hacerlo" hasta llegar a hacer tan poco que ni siquiera hace lo suficiente para poder sobrevivir.
Mucho se ha hablado de lo que puede significar este personaje, o de lo que pudo significar más bien, a mediados del siglo XIX. Se ha hablado de que el personaje podía padecer algún tipo de enfermedad como autismo o esquizofrenia; que fuera un lunático de los que frecuentaban las calles de Nueva York y que Melville vería por la ciudad; se ha pensado que podría estar inspirado en algún amigo o conocido del autor; se ha especulado con que represente al trabajador prisionero de un escritorio con un trabajo monótono, nada creativo y alienante; hasta se ha apuntado (tal vez lo más acorde con este mundo en que vivimos; no sé si tanto con el de mediados del siglo XIX) la idea de que pueda representar la libertad, el deseo de mantener su voluntad alejada de imposiciones más allá de las exigencias del trabajo y de todo lo humanamente razonable.
Herman Melville es especialista en personajes tenaces, de voluntad inquebrantable. Ahab perdió su vida y la de sus marineros en su insensata obsesión por vengarse de la ballena blanca. Tal vez Bartleby, como Ahab se enfrentó a la ballena, se enfrenta a una sociedad que le proporciona un trabajo alienante con la misma tenaz ofuscación. En cualquier caso, la ternura que produce Bartleby en su vulnerable y aparente indefensión está muy lejos de la mala leche, el genio iracundo y la amargura que destila Ahab (conste que no he leído "Moby-Dick"; tan solo he visto una adaptación cinematográfica hace ya muchos años por lo que hablo desde la memoria y la cultura general).
Bartleby es fuerte en su propia fragilidad, indestructible por cuanto ofrece una resistencia pasiva que arrolla todas las decisiones que se le enfrentan sin apenas parecerlo. Antes de darte cuenta te ha aplastado con la fuerza de su implacable pero discreta obstinación. Aunque "preferiría no hacerlo".
Todas las imágenes que acompañan a esta entrada (salvo la foto del autor que es de la red) están sacadas de la propia novela en su edición de Nørdica y pertenecen a Javier Zabala. Lo menciono porque es una edición preciosa como se puede juzgar a la vista de las ilustraciones.
En el Nueva York de mediados del siglo XIX, en pleno Wall Street, Bartleby se refugia tras "una pequeña ventana lateral que había en esa parte de la sala, ventana que en sus orígenes ofreció una vista de soslayo a unos patios traseros y a unos ladrillos mugrientos, pero que, debido a posteriores construcciones, actualmente no disponía de vista alguna". Allí parecerá transcurrir toda su existencia alimentándose de tortas de jengibre, y escudándose cada vez más en su "Preferiría no hacerlo", hasta que la situación se hace insostenible.
No quiero destripar el final de la novela para quien no la conozca, pero en sus 120 páginas (en la edición de Nórdica con sus maravillosas ilustraciones de Javier Zabala; en otras no llega a setenta) tiene mucha historia, avanza deprisa, y avanza mucho. Bartleby va haciendo cada vez más dejación de sus actividades, va ganando en su vida el "Preferiría no hacerlo" hasta llegar a hacer tan poco que ni siquiera hace lo suficiente para poder sobrevivir.
Mucho se ha hablado de lo que puede significar este personaje, o de lo que pudo significar más bien, a mediados del siglo XIX. Se ha hablado de que el personaje podía padecer algún tipo de enfermedad como autismo o esquizofrenia; que fuera un lunático de los que frecuentaban las calles de Nueva York y que Melville vería por la ciudad; se ha pensado que podría estar inspirado en algún amigo o conocido del autor; se ha especulado con que represente al trabajador prisionero de un escritorio con un trabajo monótono, nada creativo y alienante; hasta se ha apuntado (tal vez lo más acorde con este mundo en que vivimos; no sé si tanto con el de mediados del siglo XIX) la idea de que pueda representar la libertad, el deseo de mantener su voluntad alejada de imposiciones más allá de las exigencias del trabajo y de todo lo humanamente razonable.
Herman Melville |
Bartleby es fuerte en su propia fragilidad, indestructible por cuanto ofrece una resistencia pasiva que arrolla todas las decisiones que se le enfrentan sin apenas parecerlo. Antes de darte cuenta te ha aplastado con la fuerza de su implacable pero discreta obstinación. Aunque "preferiría no hacerlo".
Todas las imágenes que acompañan a esta entrada (salvo la foto del autor que es de la red) están sacadas de la propia novela en su edición de Nørdica y pertenecen a Javier Zabala. Lo menciono porque es una edición preciosa como se puede juzgar a la vista de las ilustraciones.
Esta novela entra además en el II reto "Nos gustan los clásicos" por estar publicada antes de 1990, concretamente, "Bartleby, el escribiente" es de 1853.
Hola Rosa, buen relato, y digo relato por su extensión pero, al igual que a tí, me pareció una magnífica historia acompañada de esos preciosos dibujos.
ResponderEliminarTenemos que agradecer a Irene este descubrimiento y a Melville que lo escribiera y ayudase al posterior relato de Kafka.
Es curioso como, partiendo de un libro actual (la vegetariana) hemos derivado en estas dos obras anteriores. Sorpresas que nos sigue deparando la literatura.
Esto anima a seguir leyendo. Un abrazo
Por ahí abajo he visto un comentario de Irene y le daré las gracias como merece. Todo un descubrimiento, la novela y el personaje. Viéndolo en la genial imagen de la portada, no pude evitar que me recordara al insecto de "La metamorfosis". Además, me ha llevado al libro de Vila-Matas "Bartleby y compañía" que leeré en breve.
EliminarCuriosa manera de enlazar autores de distintas épocas, distintas procedencias y distintas (?) temáticas.
Un beso y Feliz Día del Libro.
Con esta reseña cualquiera no lee este libro, nada pues tendré que darle una oportunidad a Bartleby...
ResponderEliminarBesos
Con esa carita que tiene, como no darle una oportunidad. Seguro que te gusta. Yo me he vuelto a enamorar.
EliminarUn beso y Feliz Día del Libro.
Mi primera lectura el Día del Libro!! Me ha encantado!! La verdad es que tu reseña, casi relato, como dice Piluca, completa con creces la lectura del relato de Melville. Muchas gracias, amiga y feliz Día del Libro📚📖🌹
ResponderEliminarAy, Irene, cuánto te agradezco el que me hayas puesto en contacto con este libro, que partiendo de "La vegetariana" y pasando por "La metamorfosis", me lleva a "Bartleby y compañía" de Vila-Matas, un libro que tengo en el estante de pendientes hace un tiempo.
EliminarMaravilloso libro y maravilloso personaje.
Un beso y Feliz Día del Libro.
Desde luego que yo también quiero conocer a Bartleby. Me he quedado fascinada por él y por tu reseña. Espectacular.
ResponderEliminarEs que con personajes así, si no se hace una buena reseña es de denuncia y cárcel. Gracias por tus palabras. No lo dejes pasar.
EliminarUn beso y Feliz Día del Libro.
Una novela muy cortita que sin embargo, a juzgar por tu reseña, da mucho de sí. Creo que me apunto de conocer a Bartleby. Quién sabe si no adopto yo también la frasecita y compruebo hasta dónde puedo llegar... :))
ResponderEliminarGracias por traernos un libro tan interesante, Rosa, y por una reseña tan tuya. Como es breve lo leeré en cuanto acabe el que empecé justo anoche (El ladrón de vírgenes). Es hacer un poco de trampa, pero bueno.
¡Besos de lunes, guapa!
La leí en un par de tardes. Es una delicia, aunque tiene su parte dura, como ya se insinúa.
EliminarNo es trampa. A mí también me gusta meter de cuando en cuando uno cortito aunque me acabe de llegar. De hecho este me llegó como una semana antes de leerlo. Relaja leer cosas que se resuelven en una o dos tardes. Sobre todo si te deja tan buen sabor de boca.
Un beso y Feliz Día del Libro.
Con "Moby-Dick" respondería con un rotundo "Preferiría no hacerlo" ante la pregunta de si leería ese novelón de no sé cuántas páginas. No obstante, con "El escribiente", la respuesta sería justo la contraria jeje.
ResponderEliminarMuy interesante la reflexión con la que comienzas la reseña. Cuántas cosas hacemos día a día por obligación, por los demás, porque creemos que no tenemos más opción. Con el gusto que da decir NO.
Conocía el libro y ya tengo otra razón para leerlo.
Un beso.
Yo también he preferido no leer "Moby Dick" y, en este caso, me he salido con la mía. No me gustan los libros ambientados en barcos. Me resultan inhóspitos y me mareo. (Exceptuando "20000 leguas de viaje submarino"; pero al ser un submarino es más acogedor).
EliminarBartleby es otra cosa. Él sí consigue escapar de convencionalismos con todas sus consecuencias.
Un beso y Feliz Día del Libro.
Una estupenda reseña, Rosa, me encantará leer este libro. Me gustó mucho Melville, aunque hace siglos que leí las dos obras suyas que cayeron en mi poder. Ésta estoy convencida de que también me gustará. Ahora sólo me falta encontrar tiempo para leer.
ResponderEliminarUn beso enorme
A este le encuentras tiempo con facilidad. Es muy corto y se lee muy bien. Seguro que te gusta. me cuesta pensar en alguien a quien no le guste Bartleby.
EliminarUn beso y Feliz Día del Libro.
Oye pues has hecho que me apetezca mucho, es que quiero reconciliarme con Neville que a mí Moby-Dick me produce demasiados sentimientos encontrados.
ResponderEliminarBesos.
Yo no leí "Moby Dick" y no he tenido que reconciliarme, he caído rendida ante él y su Bartleby, pero "Moby Dick" no pienso leerlo. Antes releeré Bartleby.
EliminarUn beso y Feliz Día del Libro.
Yo también me la leí tarde. Mi hijo me la recomendó y el año pasado la devoré. Se lee muy bien y no sé cómo ha sido posible que se me haya escapado tanto tiempo. Me encantó.
ResponderEliminarUn beso, Rosa.
Mi hijo, cuando aún leía, me recomendó libros maravillosos. Por él leí "El guardián entre el centeno" y otro aún mejor: "Reencuentro". Ahora, por desgracia, ya no lee. Tienen temporadas.
EliminarTe pasa como a mí. ¿Cómo hemos estado tanto tiempo sin conocer a Bartleby? nos preguntamos.
Un beso y Feliz Día del Libro.
Muy buena historia. Triste.Un abrazo.
ResponderEliminarSí que es triste. Aunque el autor tenga unos toques de humor y fina ironía, no deja de resultar triste la historia.
EliminarUn beso y Feliz Día del Libro.
¿Cómo no he leído este libro todavía? ¡Madre mía! Con lo que me cuesta decir no a algo y las pocas veces que lo logro decaigo en un sí a poco que me insistan. Una reseña brillante, Rosa. Esa pregunta que te haces ¿Cómo he podido pasar tantos años sin encontrarte? Creo que nos ha enamorado perdidamente con este personaje. Un abrazo!!
ResponderEliminarEso me pregunto yo: ¿cómo he podido vivir sin Bartleby tantos años? No lo dejes pasar. Es una delicia. Yo me he enamorado totalmente; ¿cómo no con esa carita de escarabajito que tiene? Es como Gregor Samsa, pero en escribiente. Maravilloso.
EliminarEncantada de que te haya gustado la reseña.
Un beso y Feliz Día del Libro.
Estupenda reseña, Rosa. He disfrutado leyéndola como disfruté en su día leyendo esta novela tan ingeniosa y casi diría que genial. Solo con imaginarme la cara del jefe ante las repetidas negativas del lacónico y flemático Bartleby, se me formaba una sonrisa de lado a lado, supongo que imaginándome a mí mismo en tal tesitura, un servidor que nunca ha tenido el coraje de decir no, jajaja.
ResponderEliminarNo sé qué me ocurre últimamente pero disfruto mucho más con las novelas breves, como esta. En la mayoría, una tercera parte de la obra se me antoja "paja" de relleno. ¿Será que me cansa leer?, jeje.
Un abrazo.
Es crioso porque yo también empiezo a disfrutar de novelas breves. Hubo una época en que dejé de comprar algún libro cuando vi lo finito que era. Ahora me siguen gustando los libros extensos, pero disfruto de cuando en cuando de estas obras que se leen en un rato. Suelen esconder mucho contenido en pocas palabras.
EliminarA mí también me cuesta mucho decir que no por eso, hasta cierto punto, Bartleby es mi héroe.
Un beso.
Recuerdo leer Bartleby en una edición ajada que tenían bajo llave en el depósito de mi biblioteca, casi se caía a pedazos. Al bibliotecario no le hizo mucha gracia tener que bajar sabe dios donde para buscarla. Dudo que enmienden la injusticia y se hagan con esta de Nórdica, ante tanto best-seller tamaño tabique. Pero yo si lo voy a hacer, porque es una historia a la altura de "La metamorfosis", quizá no tan conocida. Respecto a lo que Melville quisiera decir, poco importa. Ya es patrimonio de los lectores de todo el mundo.
ResponderEliminarUn diez de reseña, Rosa, que casi se me olvida decírtelo.
Abrazos.
Es una edición preciosa. Me hubiera gustado poner más ilustraciones, pero tampoco era cuestión de pasarse.
EliminarEs cierto que no importa lo que el autor quisiera decir. Cada lector verá algo distinto en el personaje y eso es lo que aporta cada uno a la obra.
Gracias por tus palabras. Es todo un honor que te haya gustado la reseña.
Un beso.
Muy bonita reseña Rosa y con mucho significado del amor que sientes por la literatura y que sin duda tienes la capacidad de transmitir. Me gustan los libros cortos, así como las películas cortas, será quizás por ese regusto de quedarte con ganas de más. Como enseñanza, creo que deberíamos aplicarnos ese preferiría no hacerlo y llevarlo a cabo en muchas más ocasiones. Un beso y muy feliz día del libro, de tu día.
ResponderEliminarParticularmente yo debería saber decir más veces "preferiría no hacerlo". Me cuesta muchísimo, mayormente por timidez y por no disgustar a la gente (principalmente, la familia), pero lo cierto es que habría que saber rebelarse más a menudo.
EliminarYo prefiero libros largos (en películas me da más igual la duración), pero no está mal pillar de vez en cuando algo más corto, que no más ligero.
Un beso.
Hola Rosa, me encanta cuando te diriges a “Bartleby, el escribiente”. Todavía no lo he leído pero ya tengo claro que lo voy a leer a no tardar. Sí que he leído “Bartleby y compañía”, un libro que habla de escritores que dejan escribir porque prefieren no seguir escribiendo, “prefieren no hacerlo”. Es muy bueno. Vila-Matas en estado puro.
ResponderEliminarFelicidades por el artículo. Es genial.
Un abrazo.
Creo que es la primera vez que me dirijo a un personaje, pero es que me ha cautivado totalmente.
EliminarLeeré el libro de Vila-Matas en breve. Me pasa algo curioso con ese escritor; cuando lo leo, lo disfruto muchísimo, pero luego, me planteo leer algo suyo y me da cierta pereza. No es un escritor fácil y nos vamos dejando arrastrar cada vez por lo sencillo.
Gracias por tus palabras. Viniendo de ti me enorgullecen mucho.
Un beso.
hola Rosa! excelente entrada, como acostumbras con la diferencia que le has imprimido a la de hoy nos dejaste mas maravilladas, que lo normal! sabes? estamos en dudas de haberlo leido, si en otras reseñas pero tengo vagos recuerdos, que son como una estela de perfume, viene y va, lo leere y si lo hice antes algo distinto disfrutare esta vez ! gracias y saludosbuhos.
ResponderEliminarMe alegro de que os guste la reseña. Aunque se haya leído, es una novela que se disfruta mucho. Estoy segura y como no es muy largo, es un lujo que se puede una permitir.
EliminarUn beso.
Tengo un magnífico recuerdo de Bartleby, el escribiente. Y eso que lo leí por mandato de un profesor en la facultad, como complemento a un tema que estaba trabajando, “los movimientos sociales juveniles” y me tocaba exponer en clase, fue clarividente.
ResponderEliminarA mí si me gusto el “Moby Dick” de Melville, me lo trajo un día mi padre, junto con “Las aventuras de Dick Turpin” de Charles C. Harrison, dos ejemplares de la Colección Juvenil Bruguera, tendría doce o trece años y los devoré en una tarde.
Por cierto, Rosa, te respondí a la pregunta que me hiciste en el blog de Lorena.
Tu reseña me ha parecido impresionante ;)
Un abrazo... y muchas gracias.
" sí me gustó", perdón :)
EliminarMira, "Moby Dick" no, pero Dick Turpin lo devoré un verano. Estuve el verano entero, parece que me estoy viendo. Eran tres tomos que había encuadernado un tío abuelo mío a partir de una colección de entregas semanales cuando mi padre era un crío. Tres tomos gordos, con letra minúscula, a dos columnas y, de cuando en cuando, una página con ilustraciones como a plumilla: Batanero, Moscarda... Como disfruté.
EliminarHe visto tu respuesta en el blog de Lorena. No conozco a la autora de nada, pero buscaré algo suyo y espero encontrarlo. En el blog de Lorena te he respondido también.
Muchísimas gracias. Ah, las erratas en los comentarios. Yo alguna vez los he hecho con el móvil, y sale cada cosa...
Un beso.
No sé por qué, pero creo que, al contrario que a ti Bartleby no me va a caer bien, o no lo voy a comprender en su justa medida. Pero como el libro es tan cortito puede que me anime a conocerlo y comprobar por mí misma si mi pálpito tiene fundamento.
ResponderEliminarPuestos a divagar, yo creo que el que uno no haga lo que quiere casi siempre va acompañado con hacer lo que no quiere. Hala, ahí lo dejo.
Un besote.
Es posible que tú no disfrutes con Bartleby, pero a mí me ha dejado cautivada desde que lo vi en la portada. Podría haber sido una novela que no me gustara y, rápidamente, me hubiera desencantado, pero es que la novela llenó todas mis expectativas y me ha encantado.
EliminarA ver, "uno no siempre hace lo que quiere" (yo querría hacer muchas cosas que no puedo por falta de dinero, de tiempo, etc) "pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere" (salvo cosas relacionadas con el trabajo o compromisos con otras personas, nadie debe obligarnos a hacer cosas que no queremos hacer como casarnos por la iglesia, o casarnos sin más; vestirnos de determinada forma, etc; creo que no es exactamente lo mismo) Lo dejaste ahí y lo he cogido, ja,ja.
Un beso, guapa.
Creo que me animaría a leerla. Es imposible después de leer tu reseña (-ya echaba en falta venir a tu casa-) no hacerlo. Se me ha quedado grabado lo de que "la idea de no hacer lo que uno no quiere debe de estar impresa en nuestros genes desde hace milenios".
ResponderEliminarBartleby me resulta, además, atractivo.
Un beso, Rosa.
En mi casa siempre serás bien recibida, pero ten en cuenta que nadie está obligado a venir. Soy feliz de recibiros, pero cuando os apetezca.
EliminarYo creo que la rebelión contra el hecho de que nada nos violente y nos obligue a actuar en contra de nuestra voluntad es algo genético. Hay cosas que no queda otro remedio que hacerlas aunque a uno no le gusten: Ir a trabajar cada día, pagar lo que se compra y los impuestos... y un montón de cosas más, pero hay muchas que hacemos y, con un poco de valor, podríamos librarnos de ellas para siempre.
Bartleby es un caso extremo, como verás si lees el libro. Bartleby termina por resultar encantador y muy tierno.
Un beso.
Un personaje la mar de curioso este Bartleby. Tozudo y aparentemente indefenso en su fragilidad. Capaz de aguantar el tedio y la rutina de un trabajo poco creativo que adormece los sentidos y nos erosiona los sentidos. con esa frase tan repentina, parece declararse en rebeldía ante los dictados irremisibles de la obligación. Podríamos pensar que también es un poco zángano y vaguete.
ResponderEliminarUna buena reseña como todas las tuyas, hay que ver como te cunden lecturas y sinopsis.
Besos.
quise decir "Repetida" que no "Repentina"
ResponderEliminarSu indefensión es más aparente que real. Te resulta tierno y vulnerable, pero su fuerza es su propia tozudez.
EliminarMerece la pena leerlo porque además se lee en poco tiempo (o en mucho, como se prefiera) y no lastra mucho la lista de pendientes. Aunque ante tal novela, la lista pasa a segundo término.
Un beso, guapo y perdón por el retraso.
Re-apuntada. Ya me cae bien este Bartleby antes de conocerle, aunque me da que también puede ser que me produzca impresiones ambiguas.
ResponderEliminarNi idea de que se comparase 'La vegetariana' con este libro. Dices además que te recuerda también a 'La metamorfosis' de Kafka. Me encanta cuando una lectura lleva a otra. Lo dicho, re-apuntada.
Besos
En realidad me recuerda a Gregor Samsa porque en la imagen de la portada, el personaje parece el insecto en que me imagino convertido al protagonista de "La metamorfosis". Con "La vegetariana" lo comparan en el sentido de la negación a transigir con algo que no quieres, esa libertad ejercida con total obcecación (tal vez no haya otra forma de poder ejercerla) y con dejación de todo, hasta de la propia salud.
EliminarSe lee rápido y muy bien, y hay otros personajes muy pintorescos.
Un beso.
hola Rosa! no te puedo explicar la inquietus que tuve hasta que la lei nada mas acabar de leer tu reseña!!!!! la curiosidad y esa frase pudieron con todo, coincido contigo ue personaje extraño, muy raro y tan lleno de facetas a la vez, como que en su simplicidad tiene mucho mas que lo que muestra ya que decir no dice casi nada, fue todo un hallazgo y un desafio encontrarlo y leerlo! gracias una vez mas, sin ti los blog no serian lo ismo, saludosbuhos!
ResponderEliminarMe alegro mucho de haber sido la "culpable" de que hayáis conocido a Bartleby y hayáis disfrutado con él.
EliminarTodo un personaje el bueno de Bartleby.
Un beso.