"Whiplash" Damien Chazelle


Whiplash es una película eminentemente americana. Con todo lo bueno y todo lo malo que eso significa. 
Cosas buenas tiene muchas, casi todas: magníficas interpretaciones de sus dos actores principales, Miles Teller en el papel de Andrew Neiman y J. K. Simmons, en el de Terence Fletcher; un guión inteligente que te va llevando, no sabes muy bien a dónde, no sabes muy bien cómo, pero te lleva, y al final, has llegado, pero no sabes exactamente dónde estás, aunque te gusta; una ambientación sobria, limitada casi exclusivamente a las aulas y salas donde toca la orquesta, que no nos distrae ni un momento de lo que está pasando en el escenario; unas escenas intensas en las que sufres, sangras y sudas con Andrew y sientes el dolor de la baqueta, insoportable, en tus-sus magulladas manos; una música, que a los amantes del jazz les tiene que dar por buena la película, aunque se queme la pantalla, nos quedemos sin imagen y solo permanezca el sonido en la sala de proyección despojada de luz y movimiento; una historia dura, de superación, de humillación, de cualquiera puede si lo intenta de veras, de esas que tanto les gustan a los norteamericanos, de esas que resumen la filosofía de todo un pais, esa filosofía que se refleja en la idea de que cualquiera puede llegar a Presidente (en teoría, luego en la práctica es más complicado)

Y aquí, en esta última característica, está lo malo de la película americana (al menos, para mi): una historia muy vista, en la que un personaje quiere conseguir algo y otro personaje, que ha visto el enorme potencial del primero, lo humilla, lo exprime, lo lleva hasta el límite de su aguante para conseguir que dé todo de sí hasta conseguirlo... o morir en el intento. 
Fletcher es el sargento de marines ("¿Es usted una nenaza, recluta?") transmutado en profesor de una prestigiosa Escuela de Música neoyorquina. Fletcher selecciona a los mejores músicos de la Escuela y los incorpora a su propia orquesta. Fletcher es un hombre frustrado (quizás por ser tan solo un profesor) y refleja sus frustraciones en sus alumnos a los que presiona hasta las lágrimas, hasta la locura, hasta el suicidio. Podría tratarse de un personaje muy típico del cine americano: un profesor-entrenador-militar sádico, exigente, cruel, pero a la postre, buen tipo, humano, cariñoso si cabe (¿cuántas películas recordáis que coincidan?). 
J. K. Simmons
Podría tratarse de eso, pero es que no llegamos a saberlo. Al menos yo no lo sé. Y es que, otro valor que para mi tiene la película consiste en que durante toda ella te estás preguntando qué pretende Fletcher y cuando acaba, te lo sigues preguntando. No llega a quedar claro si Fletcher aprecia a su alumno o si desea destruirlo; no se sabe muy bien si comienza queriendo hacer de él un gran músico, pero la envidia y el resentimiento y, después, el afán de venganza hace que lo empuje a fracasar; es posible que quiera destruirlo, pero, maravillado por su interpretación final, decide salvarlo "in extremis" no queda claro, en todo caso, si al final lo consigue o no lo consigue.
Lo que sí queda claro es que toda su actuación no es más que un remedo del platillo que Jo Jones le tiró a los pies a Charlie Parker para convertirlo en "Bird"; toda su actuación va dirigida a convertir a Andrew en su Charlie Parker particular y no está dispuesto a conformarse con otro fracaso pues el último alumno con el que lo intentó acaba de quedar fuera de la circulación de manera definitiva.
Andrew Neiman es un joven estudiante de batería dispuesto a triunfar por encima de todo; por encima, incluso de su vida. Es capaz de sacrificar su tiempo, su descanso, su integridad física, y hasta su novia. La visión de sus manos llagadas y ensangrentadas, pero firmemente aferradas a las baquetas con las que sigue golpeando de manera inmisericorde mientras la sangre cae y gotea sobre los platillos y el cuero de los toms, constituye una de las escenas más fuertes que he visto en cine. Consigue que tus manos sangren y duelan y estás deseando que deje ya de tocar, que pare, pero nunca para, siempre va más allá y acabas retirando la vista de la pantalla.
Milles Teller
Evidentemente, ambas personalidades tenían que chocar, tenían que medirse y acabar empatando. Salvados o destrozados pero empatando. El duelo, como no podía ser de otra manera, tiene lugar en la última escena, mientras nos encaminamos hacia el final. Un final trepidante, en el que la música de una batería enloquecida, pero sublime, sirve de acompañamiento a la perplejidad del espectador, que asiste expectante al transcurrir de gestos y miradas, y sigue sin saber que es lo que Fletcher pretende hacer con Andrew: destruirle o elevarlo a la categoría de los dioses. 
Y lo genial de la película es que termina así, con la última nota, con el último golpe de las baquetas, con una sonrisa enigmática que se cruzan ambos personajes. No sabemos si, finalmente, Andrew será solicitado por el Lincoln Center; no sabemos que es lo que Fletcher ha pretendido exactamente, pero algo está claro: por fin Andrew ha dado con el "tempo" y Fletcher ha encontrado su Charlie Parker. 
Golpe de baqueta. Fundido en negro.

La película estuvo nominada a:
Mejor película
Mejor actor de reparto      J. K. Simmons
Mejor guión adaptado        Damien Chazelle
Mejor montaje                  Tom Cross
Mejor sonido
Obtuvo Mejor montaje y Mejor sonido y, el más merecido, el Óscar a mejor actor de reparto para J. K. Simmons, que también obtuvo el Globo de Oro.

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