"Lila" Marilynne Robinson
"La niña estaba fuera, en las escaleras del porche, a oscuras, abrazándose para protegerse del frío, casi dormida tras haberse quedado sin lágrimas. Ya no podía desgañitarse más y ellos tampoco la oían, o a lo mejor sí, pero eso sólo empeoraría las cosas". La niña es Lila, y Lila no le cuenta a nadie nada de aquellos tiempos. Parecerían muy tristes, aunque no lo habían sido porque Doll vino y se la llevó, y en brazos de Doll, protegida por ella, tapada con su chal gastado y fino como una telaraña, Lila saldrá adelante. Con la protección de la anciana que las cobijó en su cabaña, las alimentó, las cubrió con su manta y le puso nombre a la niña. "He estado pensando en «Lila». Yo tenía una hermana que se llamaba Lila. Si le pones un nombre bonito, a lo mejor podría volverse bonita".
Después de abandonar la cabaña de la anciana, Doll y Lila, con su bonito nombre recién estrenado, siguen su camino, y su vida se verá envuelta en situaciones complicadas en compañía de gente complicada o las dos solas; vagando por los caminos o asentadas en una ciudad mientras Lila va a la escuela y aprende a leer y a hacer cuentas.
No pueden quedarse mucho tiempo en ningún sitio. No olvidemos que Doll ha secuestrado a una niña (aunque lo haya hecho para salvarle la vida), aparte de otras cuestiones que pueda tener pendientes con la Justicia en las que puede estar involucrada una navaja que siempre lleva consigo.
Pasarán las penurias de la Gran Depresión, "Lila oyó hablar del crac años después de que sucediese, y ni siquiera cuando supo cómo se llamaba entendió lo que era", y las superarán como han superado todas sus depresiones, todos sus cracs; como superaron dos años antes la muerte de la mula que tiraba del carro en el que el grupo de Doanne, al que se habían unido la mujer y la niña, llevaba sus escasas pertenencias; como superarán a lo largo de los años, todas las penurias con las que se irán encontrando.
No pueden quedarse mucho tiempo en ningún sitio. No olvidemos que Doll ha secuestrado a una niña (aunque lo haya hecho para salvarle la vida), aparte de otras cuestiones que pueda tener pendientes con la Justicia en las que puede estar involucrada una navaja que siempre lleva consigo.
Pasarán las penurias de la Gran Depresión, "Lila oyó hablar del crac años después de que sucediese, y ni siquiera cuando supo cómo se llamaba entendió lo que era", y las superarán como han superado todas sus depresiones, todos sus cracs; como superaron dos años antes la muerte de la mula que tiraba del carro en el que el grupo de Doanne, al que se habían unido la mujer y la niña, llevaba sus escasas pertenencias; como superarán a lo largo de los años, todas las penurias con las que se irán encontrando.
Todo esto lo recuerda Lila años después, asentada en Gilead, Iowa, donde ha encontrado refugio en su vagar solitario por el mundo. Allí ha llegado tras perder a Doll, aunque aún no sabemos cómo la perdió; tras vivir en una casa por segunda vez en su vida (graneros y árboles han cobijado sus noches y sus días mayoritariamente) en San Luis; tras huir de la soledad que parece que nunca se decide a abandonarla aunque no la desee, aunque anhele la compañía, una compañía a la que, no obstante, no acaba de acostumbrarse.
Marilynne Robinson |
Porque en Gilead, Lila encuentra lo que nunca pensó que pudiera llegar a tener después de perder a Doll: compañía, ternura, comprensión, amor. Algo a lo que le cuesta entregarse. Tanto vagar, tanto huir, tanto temer, la ha hecho desconfiada. Tan solo Doll ha sido un asidero estable, y aun ese ha desaparecido dejando su vida inerme ante la desolación. Doll se encontró con el pasado de Lila y así conformó su propio futuro o su falta de futuro.
Más sola si cabe desde que Doll se fue, Lila se arrastra por la vida con ansias que no llega a entender y sentimientos contradictorios. Sufre la soledad, pero no sabe sustraerse a ella. Siempre pensando en marchar, en abandonar, como huyó de la casa de San Luis, aunque allí nada acogedor la retenía; como siempre planea huir de Gilead, aunque todo cuanto pueda desear se encuentre allí.
Huye de todo, desea huir de todo porque lo único que desea es que el tiempo se la lleve, que la transporte a aquella vida perdida en la que podía abandonarse y descansar en Doll y en la propia irresponsabilidad de la infancia, "a veces tenía un sueño en el que corría por una carretera y allí estaba Doll, por delante, aguardándola, y ella se arrojaba a sus brazos, y pensaba: Ya está, se ha acabado, ya no estoy perdida, y el sueño tenía toda la dulzura de un tibio día de verano. Si se pudiera oler en sueños, desprendería el olor del heno bajo la más suave de las brisas mientras la luz del sol calentaba los campos Había creído de verdad que eso era lo que le esperaba, esa vida, y ni siquiera se había extrañado de su ingenuidad".
De nuevo, los personajes de Marilynne Robinson nos conmueven en su indefensa inadaptación a un mundo que no entienden y del que no se llegan a sentir parte. Lila trata de buscar explicaciones en la Biblia. No es creyente, tampoco deja de serlo; la religión no ha formado parte de su vida, pero la Biblia le sirve para, copiando sus párrafos, practicar la escritura.
De nuevo la Biblia ejerce un papel importante en la novela de Robinson. Ella es protestante activa y militante congregacionista, pero no se trata de hacer dogmatismo o de lanzar sentencias (yo no lo he sentido así y en ningún momento me ha molestado esta vertiente religiosa); se trata más bien de que la obra, la época en la que sucede y el ambiente en que nos sumerge, hacen que la religión forme parte de la historia como también forman parte las penurias de la Depresión o la acuciante soledad. "Lila es un cántico espiritual del Midwest en el que crecen los geranios y las violetas, en el que mil ataduras emocionales constriñen la trama, y en el que no tiene cabida la laicidad" (Javier Aparicio Maydeu 14 de mayo de 2015. Babelia, El País)
Más sola si cabe desde que Doll se fue, Lila se arrastra por la vida con ansias que no llega a entender y sentimientos contradictorios. Sufre la soledad, pero no sabe sustraerse a ella. Siempre pensando en marchar, en abandonar, como huyó de la casa de San Luis, aunque allí nada acogedor la retenía; como siempre planea huir de Gilead, aunque todo cuanto pueda desear se encuentre allí.
Huye de todo, desea huir de todo porque lo único que desea es que el tiempo se la lleve, que la transporte a aquella vida perdida en la que podía abandonarse y descansar en Doll y en la propia irresponsabilidad de la infancia, "a veces tenía un sueño en el que corría por una carretera y allí estaba Doll, por delante, aguardándola, y ella se arrojaba a sus brazos, y pensaba: Ya está, se ha acabado, ya no estoy perdida, y el sueño tenía toda la dulzura de un tibio día de verano. Si se pudiera oler en sueños, desprendería el olor del heno bajo la más suave de las brisas mientras la luz del sol calentaba los campos Había creído de verdad que eso era lo que le esperaba, esa vida, y ni siquiera se había extrañado de su ingenuidad".
De nuevo, los personajes de Marilynne Robinson nos conmueven en su indefensa inadaptación a un mundo que no entienden y del que no se llegan a sentir parte. Lila trata de buscar explicaciones en la Biblia. No es creyente, tampoco deja de serlo; la religión no ha formado parte de su vida, pero la Biblia le sirve para, copiando sus párrafos, practicar la escritura.
De nuevo la Biblia ejerce un papel importante en la novela de Robinson. Ella es protestante activa y militante congregacionista, pero no se trata de hacer dogmatismo o de lanzar sentencias (yo no lo he sentido así y en ningún momento me ha molestado esta vertiente religiosa); se trata más bien de que la obra, la época en la que sucede y el ambiente en que nos sumerge, hacen que la religión forme parte de la historia como también forman parte las penurias de la Depresión o la acuciante soledad. "Lila es un cántico espiritual del Midwest en el que crecen los geranios y las violetas, en el que mil ataduras emocionales constriñen la trama, y en el que no tiene cabida la laicidad" (Javier Aparicio Maydeu 14 de mayo de 2015. Babelia, El País)
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Cuando hice la entrada sobre "Vida hogareña", os hablé de las preciosas portadas que Galaxia Gutemberg utiliza para las ediciones españolas de los libros de Marilynne Robinson. En aquella entrada os decía que la portada de "Lila" era mi favorita y prometía contar su historia y cómo me había llegado a mí dicha historia. Mucha gente mostró su curiosidad y, por fin, vengo a satisfacerla. De hecho, para satisfacer dicha curiosidad, me he saltado dos novelas anteriores de la autora, "Gilead" y "En casa", que anticipan tiempos anteriores y peripecias ocurridas a personajes de "Lila". No se harán esperar mucho.
Como contaba en aquella entrada, hace años que tengo, sobre mi sofá en el salón, una lámina del cuadro que aparece en la portada del libro.
Hace algo más de un año, una amiga con la que había perdido contacto vino a visitarme acompañada de su marido, Scott, un estadounidense de Maine. Cuando Scott vio la lámina se quedó muy sorprendido y nos contó que se trataba de su pintor favorito y que había vivido, muy cerca del mismo en Maine. También nos dijo que la modelo del cuadro era una mujer paralítica, y poco más por lo que recuerdo.
Pocos meses después, mi amiga y su familia se trasladaron a Maine donde han pasado el último curso escolar. Desde allí, por watsapp, me llegaron un día unas fotos de las que os pongo aquí una pequeña muestra.
Hace algo más de un año, una amiga con la que había perdido contacto vino a visitarme acompañada de su marido, Scott, un estadounidense de Maine. Cuando Scott vio la lámina se quedó muy sorprendido y nos contó que se trataba de su pintor favorito y que había vivido, muy cerca del mismo en Maine. También nos dijo que la modelo del cuadro era una mujer paralítica, y poco más por lo que recuerdo.
Pocos meses después, mi amiga y su familia se trasladaron a Maine donde han pasado el último curso escolar. Desde allí, por watsapp, me llegaron un día unas fotos de las que os pongo aquí una pequeña muestra.
Hasta aquí el relato de como me llegó a mí la historia, una historia en la que, lógicamente, indagué. El cuadro se titula "El mundo de Christina" y fue pintado por Andrew Wyeth en 1948. Christina Olson era una mujer de 55 años cuando se pintó la obra. Se había quedado paralítica en la treintena a consecuencia, posiblemente, de la polio.
Christina vivía con su hermano en la casa que se ve al fondo del cuadro (la casa de las fotos que aún sigue en pie) y prefería desplazarse arrastrándose en lugar de utilizar una silla de ruedas. Me imagino que quería sentir en la piel el tacto de la hierba y la tierra húmeda, el olor a moho de los hongos y detritos, en lugar del frío acero y la viscosa goma de las ruedas.
Tanto ella como su hermano posaron varias veces para el autor, del que eran vecinos en South Cushing, Maine. Andrew Wyeth quiso con esta foto hacer un homenaje a la fuerza de voluntad y ganas de vivir de la mujer, para, en palabras del pintor, «hacer justicia a la extraordinaria conquista de una vida que para muchos sería desoladora».
Mi propia lámina de "El mundo de Christina" (Andrew Wyeth, 1948) |
Lo cierto es que estoy sorprendida y aprendiendo mucho con vuestros blogs. No conozco a la autora Maryline Robinson, pero leyendo tu dedicada reseña dan ganas de leerla y saber de ella.
ResponderEliminarMuchas gracias Rosa.
Es la segunda novela que leo de la autora y ha sido uno de mis mejores descubrimientos de este año que está siendo pródigo en descubrimientos y buenas lecturas.
EliminarMuy interesante su literatura y altamente recomendable.
Un beso.
hola! que increible historia la del cuadro y lo que son las casualidades que lleguen a tu casa amigos que hacen mucho no ves, y supieran de el!digno de mencion, la autora parece muy sensible por las lineas que has puesto la tendremos en cuenta,nos encanta conocer mas de todo ese mundo que encierran los libros, gracias! saludosbuhos.
ResponderEliminarLa historia del cuadro es muy hermosa y una gran casualidad el que mi amigo conociera al pintor, lo admirara y hubieras sido vecinos, aunque no llegué a enterarme bien de si coincidieron en el tiempo.
EliminarLa autora es sumamente sensible y es de las que crean mundos con su literatura.
Un beso.
Hola Rosa no conozco a la autora ni tampoco el libro,mientras leía tu entrada me producía tristeza ante ese desamparo de esas personas en muchos casos inocentes e inadaptadas a las que cuesta tanto encontrar ternura y cariño en el mundo. Lila encontró a Doll y Doll la encontró a ella pero seguían solas.
ResponderEliminarSobre ese cuadro y su historia, me ha encantado, qué casualidad y cuanta ternura por esa mujer que prefería arrastrarse y superarse día a día. Realmente esa portada es ideal para la novela.
Besos
Las novelas de Marilyne Robinson están llenas de soledad e inadaptación, al menos las dos que he leído. Sus personajes son seres que no acaban de encajar y nos llenan de ternura y de ganas de protegerlos, aunque me figuro que no lo necesiten, o quizás sí, quién sabe.
EliminarLila y Doll estaban solas, pero juntas. La verdadera soledad de Lila, vino cuando se quedó sin Doll.
La historia del cuadro es tan hermosa como el propio cuadro. Y sí, Christina, en su parálisis se arrastra sola hacia una meta lejana, como Lila, que nunca encuentra su meta aunque haya llegado a ella.
Un beso.
Me ha parecido un poco lioso el argumento (y eso que me lo he leído dos veces) y hasta dudé, por la redacción, si era una continuación de otra reseña que habías hecho anteriormente. Quizá esté espesa hoy. Me gusta la literatura de mujeres porque tengo la intención de potenciarla, pero no me acaba de convencer esta novela.
ResponderEliminarQué curioso que Christina Olson prefiriese arrastrarse a usar la silla de ruedas. Causaría impacto en los demás. Un beso, Rosa.
El argumento no lo he contado. No he querido destripar la trama. Es una novela escrita por una mujer y que trata sobre mujeres. Creo que te gustaría.
EliminarMenciono el libro anterior que leí porque en aquella reseña hablaba de la portada de esta novela. Y tal vez te has liado porque primero hablo del libro y luego cuento la historia de la portada que había prometido contar en la otra entrada, la de "Vida hogareña".
Una preciosa portada para una gran novela.
Un beso.
Vaya con la historia del cuadro. Gracias por compartirla con nosotros. Casi parece el argumento de una novela.
ResponderEliminarEn cuanto a «Lila», precisamente pensaba según te leía que había cierta similitud con personajes, ambientación y temas con «Vida hogareña». No le digo que no. Sería un placer reencontrarme con Marilynne Robinson.
Besos
¿Verdad que es una historia muy buena la de la portada? Tenía que compartirla una vez que hablo del libro.
EliminarYo que tú, empezaría por "Gilead" pues parece ser que en él se cuentan cosas anteriores de personajes que salen en "Lila". Además, "Gilead" es la que tiene el Pulitzer. Será lo próximo que yo lea.
Para mí ha sido muy bueno volver sobre la autora. Te vas haciendo una idea de su mundo literario.
Un beso.
Recuerdo tu reseña de "Vidas hogareñas", y ahora tengo mis dudas por qué obra empezar. Lo que veo es que, a parte de una esencia en común por estar escritas por la misma autora, también comparten una anécdota sobre el arte que fue utilizado en sus portadas. Me fascina la lámina de "El mundo de Cristina", creo que más que las de los otros títulos.
ResponderEliminarAbrazos, Rosa.
La lámina de la portada es preciosa y le va genial a la historia. Para mí es también la más bonita de las empeladas en las portadas de Robinson.
EliminarComo le digo a Lorena más arriba, yo empezaría por "Vida hogareña" que no tiene nada que ver con las otras y es la primera que escribió, o por "Gilead" que trata tiempos y hechos pasados de algún personaje de "Lila" como el reverendo Ames. Yo me la he saltado porque había prometido contar la historia del cuadro y no quería dilatarlo más.
Un beso.
Después de leer tú reseña, me da que este libro va de sentimientos y de la vida de dos mujeres que no lo han tenido absolutamente nada fácil, si consigo arreglar mi ebook, me haré con ella y la leeré. un beso Rosa. buena semana. TERE.
ResponderEliminarTienes el ebook estropeado? Menos mal que aún hay libros en papel, de no ser así, lo consideraría una de las mayores desgracias que pueden ocurrir.
EliminarEs una gran novela, en efecto, de mujeres que no lo tienen fácil, en una época nada fácil.
Un beso a ti también.
He conseguido arreglarlo, menos mal, de modo que puedo seguir leyendo, uf.
EliminarMe ha gustado mucho la reseña pero me ha gustado mucho más la historia de cómo llegó esa lectura a tus manos y la lámina y su protagonista.
ResponderEliminarNo creo que lea este libro, sabes que la vida norteamericana no me apasiona, pero te leo a ti cuando escribes sobre estas novelas y disfruto mucho.
Besos de fin de domingo, decepcionante en cuanto a obras de teatro pero pleno en cuanto a reseñas bien escritas. Gracias, guapa.
Gracias por tus palabras hacia mis reseñas. Aunque el no haberte contagiado un poco de gusto por la vida estadounidense me hace sentir un tanto fracasada 😜.
EliminarSiento tu decepción teatral. Yo me he llevado tantas que el ir al teatro me produce mucha ansiedad y una pereza enorme. Me alegro de haber compensado, en parte, tu frustración.
Un beso.
leo poco o casi nada más me da placer ver como comentas lo que te gusta
ResponderEliminarPues al menos disfrutas conmigo y mis opiniones, de lo que no te imaginas como me alegro.
EliminarUn beso.
Esta vez no te conformas con enamorarnos de la obra, querida Rosa, sino que además nos enamoras de la portada de la novela :) Ambas tienen detrás una historia de superación, de vida por sobrellevar, de la mejor manera posible, con las circunstancias que tocan en cada momento. Me ha encantado que nos cuentes esa anécdota sobre el cuadro; hay casualidades muy curiosas a veces.
ResponderEliminarUn placer leerte, como siempre. ¡Gracias!
Un beso grande de lunes.
Cuando leímos "Vida hogareña" para la tertulia del grupo "Los libros de Carmen y amig@s", al hacer la reseña no pude evitar hablar de las portadas porque me parecen muy hermosas.
EliminarLa lámina de esta portada la tengo desde 2009, mucho antes de que se publicara el libro (2015 en España). Fue mucho después, en mayo de 2016, cuando se produjo la visita de mis amigos y la revelación que me subió el cuadro a la categoría de mito. No podía dejar de compartir tan maravillosa historia.
La historia de Lila no se queda atrás por cierto. Recomendable del todo.
Un beso.
Mira que tengo ganas Rosa, de volver a acercarme a la prosa elegante de esta autora de la que quedé prendada con Vidas hogareñas. Bonita historia también la que nos cuentas sobre la lámina, qué casualidades tiene la vida, verdad?.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
No dejes de volver sobre la autora. La primera vez sorprende y cautiva, la segunda, empiezas a entender su mundo y entonces te atrapa como si de arenas movedizas se tratara, solo que no quieres escapar, braceas para sumergirte cada vez más y quedar sepultada con sus personajes en sus historias y en su universo particular. Se puede leer en orden la trilogía sobre Gilead: "Gilead", "En casa" y "Lila". Aunque yo he empezado por la última y he disfrutado muchísimo.
EliminarUn beso.
Anoté "Vidas hogareñas" cuando hiciste la reseña al principio del verano y creo que me sigo decantando por ese título de estrenarme con M. Robinson. Tardaré, porque en estos meses suelo bajar el ritmo de lectura (por razones ajenas a mi voluntad, claro, jeje). La historia del cuadro es increíble, me encantan las casualidades. Nunca había pensando que la joven de la portada se arrastrara hacia la casa debido a su invalidez. Por otro lado esa casa parece, simbólicamente, mucho más lejos e inaccesible de lo que muestran las fotografías. Me maravillan ambas cosas, el azar y la voluntad del ser humano para superar cuantos obstáculos y limitaciones le impone la vida.
ResponderEliminarUn abrazo.
"Vida hogareña" es independiente, pero las otras tres novelas de la autora, "Gilead", "En casa" y "Lila", forman parte de una trilogía. Las tres se ambientan en la población de Gilead y, por lo que sé, aparecen personajes que pasan de una a otra. "Lila" es la última de la trilogía y aunque se pueden leer de forma independiente, creo que de leer una sola novela debería ser "Vida hogareña" o "Gilead". esta última, además tiene el Pulitzer.
EliminarLa historia del cuadro es muy alucinante. Yo tampoco me imaginé, hasta que Scott me lo contó, que la mujer fuera paralítica. Tener las fotos de la casa me hace una ilusión tremenda y sí, es cierto, en el cuadro parece más un sueño inalcanzable, que una casa real.
Un beso.
Este tipo de novelas me suelen gustar bastante. La verdad es que en tu blog siempre hay algo que aprender, porque siempre nos traes temas y reseñas interesantes y bien estudiadas. No conocía a la autora, pero una historia tan bonita me ha llamado mucho la atención, por no hablar de la portada. Apuntado queda, un besito guapa!
ResponderEliminarCuanto mejor es un libro, más fácil es que la reseña quede bien. Lo que transmiten las buenas historias es más fácil de trasladar al papel que la frialdad que pueden dejar las novelas con poco interés. Te aseguro que esta novela deja sensaciones y sentimientos que nada tienen de fríos ni triviales.
EliminarUn beso.
Qué entrada más delicada Rosa, es como si la cogieras de la mano para que no se sintiera sola e indefensa. Enternece, y lo de la lámina es un punto.
ResponderEliminarMe la apunto.
Un beso.
La verdad es que la novela produce ternura. Por supuesto, la produce el personaje de Lila, pero toda la novela en sí parece que pidiera cariño, protección. Sí, lo has expresado muy bien es como si necesitara que alguien le diera la mano y la sacara de sí misma, y le hiciera la compañía que tanta falta le hace. has expresado de maravilla una sensación que yo tenía y a la que no he sabido dar nombre. Cosas así solo las consiguen escritores excepcionales. Marilynne Robinson lo es.
EliminarUn beso.