"Ordesa" Manuel Vilas
La primera noticia que tuve de esta novela fue a través de una reseña que me hizo sentir hacia ella una mezcla de atracción y rechazo. Atracción por lo que contaba y rechazo por algo que intuía más que otra cosa. La segunda noticia fue por otra reseña que me afianzó en mi rechazo e hizo que dejara "Ordesa" congelada, que no desechada, sine die.
Fue cuando la propusieron para la tertulia del instituto, cuando me di cuenta de que tenía que tomar una decisión (positiva) acerca del libro, pero el tiempo pasaba, la tertulia se acercaba y yo no terminaba de decidirme a leerlo. Por segunda vez en un montón de años fui a la tertulia sin los "deberes" hechos. He de decir que a casi nadie le había convencido la novela. A unos les había gustado más que a otros, unas partes habían gustado más que otras, pero nadie se manifestaba encantado al cien por cien con ella. No obstante, muchas de las cosas que se hablaron allí, me hicieron darme cuenta de que antes o después, terminaría por leerla y ese momento llegó.
En algún momento he llamado novela a este libro. No lo es en el sentido estricto. Puede que no lo sea en ningún sentido aunque así se lo califique por todas partes. Ni siquiera es una novela biográfica, como también lo he visto descrito. "Ordesa" es un libro de memorias. Me atrevería a decir que es un libro de memorias desordenadas, escritas tal como van llegando. A retazos nos habla de los hijos, del divorcio, de sus alumnos, de la docencia, de su alcoholismo... de sus padres, siempre de sus padres, omnipresentes, motor del libro, casi diría yo, motor de la vida del autor. Se echan de menos, por otra parte, algunas presencias: el hermano, la pareja actual.
"Ojalá pudiera medirse el dolor humano con números claros y no con palabras inciertas. Ojalá hubiera una forma de saber cuánto hemos sufrido, y que el dolor tuviera materia y medición. Todo hombre acaba un día u otro enfrentándose a la ingravidez de su paso por el mundo. Hay seres humanos que pueden soportarlo, yo nunca lo soportaré". El primer párrafo me atrapa porque es un tema este, el de la ingravidez de nuestro paso por el mundo, en el que pienso mucho últimamente. Pero, a diferencia del autor, yo eso lo soporto bien, que ese paso sea ingrávido y deje poca huella o ninguna; lo que no podré soportar nunca es el final de nuestro paso por el mundo.
Uno se plantea la muerte sobre todo cuando esta les sucede a sus padres. La muerte de los padres no siega bajo los pies los agarres al mundo, nos hace sentirnos sueltos, a punto de despegar de la vida y de la Tierra. Vulnerables.
Uno no se queda huérfano cuando mueren sus padres. Se queda huérfano cuando se convierte en padre de sus padres, cuando empieza a tener que cuidar de sus padres como ellos cuidaron de él, cuando sus padres ya no son el pilar que lo sostiene y le da seguridad en el mundo, sino que le obligan a su vez a convertirse en el pilar y sostén de sus padres. Se convierte uno así en su propio abuelo y ya sabemos que los abuelos casi nunca tienen padres. Tienen hijos y nietos, pero pocas veces padres. La mayor parte de las veces, cuando nuestros padres mueren ya hace mucho que somos huérfanos, tan solo pasamos a ser huérfanos desarraigados.
Manuel Vilas empezó a escribir este libro poco tiempo después de perder a su madre. Había perdido a su padre doce años antes. La muerte de los padres nos cierra las puertas a mucho conocimiento que se llevan con ellos. Tal vez porque no quisieron responder o tal vez porque no supimos o no quisimos preguntar. Manuel Vilas nos cuenta todas las cosas que quedaron ignoradas porque ya nunca podrá perguntarlas. "mi abuelo, que no sé quién fue, ni qué nombre tuvo, ni cuándo nació ni cuándo murió [...] Mi abuelo fue un nicho a la deriva. No sé ni dónde está enterrada mi abuela". Eso, los abuelos paternos. De su abuela materna no sabe ni el nombre. La llama Cecilia porque Santa Cecilia es la patrona de los músicos. A todos sus familiares les dará nombres de músicos: Vivaldi y Brahms, a sus hijos. "He decidido usar esos nombres para llamar a mis hijos. Nombres nobles de la historia de la música. Todos los seres queridos serán bautizados con nombres de grandes compositores". Juan Sebastián Bach y Wagner a su padre y a su madre, respectivamente. Casi todos los personajes terminarán teniendo nombres de músicos ilustres.
Su padre, sobre todo, es el eje alrededor del cual gira todo el libro. La nostalgia, el amor por su padre, y yo, que perdí al mío hace menos de un año, entiendo, hasta cierto punto, su angustia. Recuerda el entusiasmo de su padre por la Navidad y yo recuerdo que el mío pasaba muchas navidades lejos de la mesa familiar. Los trenes no se quedan parados en la estación aunque sea Nochebuena y mi padre era maquinista de RENFE. Anhela volver a ver a su padre "Ojalá mi padre volviera de entre los muertos y pudiera sentarse a mi lado" y no puedo dejar de pensar que yo he deseado que mi padre se me aparezca y poder darle un último abrazo, un último beso, refugiarme por última vez entre sus brazos. Desde que he empezado a perder seres queridos, he deseado la presencia de sus fantasmas, y la imposibilidad de ello me deja sumida en la desolación.
Eran tan distintos nuestros padres. El suyo coqueto y elegante, el mío tan descuidado en el vestir. Recuerdo tanto su "torpe aliño indumentario" a semejanza de Machado, y sin embargo, me lo ha hecho tan presente este libro.
Salta de un recuerdo a otro, de un acontecimiento a otro y, en muchos casos, me siento identificada con él o con su madre o con su padre. Nos habla de su divorcio, causado sin querer por su madre que nunca llegó a enterarse. "Me habría gustado que mi madre hubiera sabido que fue ella la que precipitó el divorcio con su llamada. Es un raro enigma que se muriera sin saberlo". Pero su madre no vivió para ver a su hijo viviendo solo, sin la presencia y el dominio de una mujer.
"Alguna vez pensé en que ojalá Dios o el azar hiciera posible que mi muerte sucediera antes que la de mi exmujer. En las separaciones, el tiempo que se ha convivido es definitivo". Y a esto puedo decirle que sí, que la muerte de una ex pareja nos deja inermes ante el pasado, nos roba la serenidad de los recuerdos, de ese tiempo definitivo en que convivimos con esa persona y éramos felices y hacíamos cosas que no hemos vuelto a hacer. A partir de la muerte de una ex pareja, nuestros recuerdos de la convivencia se vuelven fantasmales, presencias inmateriales, pero molestas por dolorosas. Las ex parejas cuando mueren nos dejan solos en el pasado, nos despojan de una parte de nuestra vida que es como si muriera con ellos. Se echa de menos un mundo en el que ellos estaban vivos.
Nos cuenta cómo de niño se encontró con el Mal y, sin saber muy bien en qué consistía, intuyó que debía callar, que ser tocado por el Mal, aunque sea sin querer, no es algo que atraiga simpatías. "El problema del Mal es que te convierte en culpable si te toca. Ese es el gran misterio del Mal: las víctimas siempre acaban en culpables de algo cuyo nombre es otra vez el Mal. Las víctimas son siempre excrementales. La gente simula compasión hacia las víctimas, pero en su interior solo hay desprecio. Las víctimas son siempre irredimibles. Es decir, despreciables. La gente ama a los héroes, no a las víctimas".
Nos cuenta tantas cosas y da vueltas y más vueltas a tantos detalles que, por momentos, se me hace pesado, repetitivo, obsesivo, pero no puedo dejar de leer. Tengo tentaciones, a poco de empezar el libro, de abandonar, pero los cortos capítulos me arrastran en pos de la historia y los recuerdos, algunos tan semejantes, otros tan distintos de los míos, pero todos tan humanos. Pienso que no me interesa, que para recuerdos están los propios y que tengo muchos libros que leer y poco tiempo que perder con paranoias ajenas. Pero sigo adelante. Algo me tiene pegada al libro y, cuando llevo leído como un tercio de sus casi cuatrocientas páginas, sé que no lo podré abandonar, que seguiré hasta el final recordando con Manuel Vilas y comparando sus recuerdos con los míos y a su padre con el mío; y seguiré comparando madres y abuelas y infancias hasta que el libro termine y el autor nos confiese que tal vez lo que le pasa es que está enamorado de su propia vida, ebrio de amor por su vida; se está reconciliando con su soledad porque sentirse mejor solo que en familia es derrotar a la propia soledad. Si aprendes a vivir en soledad y te bastas a ti mismo para todo "si organizas una fiesta, viene un invitado importantísimo, y ese invitado eres tú mismo; si contraes matrimonio, estás locamente enamorado de tu pareja porque tu pareja eres tú mismo; si mueres y resucitas y ves a Dios, tu perplejidad es grande porque estás viendo tu propio rostro".
Nada más lejos de lo que yo siento, pero...
Título del libro: Ordesa
Fue cuando la propusieron para la tertulia del instituto, cuando me di cuenta de que tenía que tomar una decisión (positiva) acerca del libro, pero el tiempo pasaba, la tertulia se acercaba y yo no terminaba de decidirme a leerlo. Por segunda vez en un montón de años fui a la tertulia sin los "deberes" hechos. He de decir que a casi nadie le había convencido la novela. A unos les había gustado más que a otros, unas partes habían gustado más que otras, pero nadie se manifestaba encantado al cien por cien con ella. No obstante, muchas de las cosas que se hablaron allí, me hicieron darme cuenta de que antes o después, terminaría por leerla y ese momento llegó.
En algún momento he llamado novela a este libro. No lo es en el sentido estricto. Puede que no lo sea en ningún sentido aunque así se lo califique por todas partes. Ni siquiera es una novela biográfica, como también lo he visto descrito. "Ordesa" es un libro de memorias. Me atrevería a decir que es un libro de memorias desordenadas, escritas tal como van llegando. A retazos nos habla de los hijos, del divorcio, de sus alumnos, de la docencia, de su alcoholismo... de sus padres, siempre de sus padres, omnipresentes, motor del libro, casi diría yo, motor de la vida del autor. Se echan de menos, por otra parte, algunas presencias: el hermano, la pareja actual.
"Ojalá pudiera medirse el dolor humano con números claros y no con palabras inciertas. Ojalá hubiera una forma de saber cuánto hemos sufrido, y que el dolor tuviera materia y medición. Todo hombre acaba un día u otro enfrentándose a la ingravidez de su paso por el mundo. Hay seres humanos que pueden soportarlo, yo nunca lo soportaré". El primer párrafo me atrapa porque es un tema este, el de la ingravidez de nuestro paso por el mundo, en el que pienso mucho últimamente. Pero, a diferencia del autor, yo eso lo soporto bien, que ese paso sea ingrávido y deje poca huella o ninguna; lo que no podré soportar nunca es el final de nuestro paso por el mundo.
Uno se plantea la muerte sobre todo cuando esta les sucede a sus padres. La muerte de los padres no siega bajo los pies los agarres al mundo, nos hace sentirnos sueltos, a punto de despegar de la vida y de la Tierra. Vulnerables.
Uno no se queda huérfano cuando mueren sus padres. Se queda huérfano cuando se convierte en padre de sus padres, cuando empieza a tener que cuidar de sus padres como ellos cuidaron de él, cuando sus padres ya no son el pilar que lo sostiene y le da seguridad en el mundo, sino que le obligan a su vez a convertirse en el pilar y sostén de sus padres. Se convierte uno así en su propio abuelo y ya sabemos que los abuelos casi nunca tienen padres. Tienen hijos y nietos, pero pocas veces padres. La mayor parte de las veces, cuando nuestros padres mueren ya hace mucho que somos huérfanos, tan solo pasamos a ser huérfanos desarraigados.
Manuel Vilas empezó a escribir este libro poco tiempo después de perder a su madre. Había perdido a su padre doce años antes. La muerte de los padres nos cierra las puertas a mucho conocimiento que se llevan con ellos. Tal vez porque no quisieron responder o tal vez porque no supimos o no quisimos preguntar. Manuel Vilas nos cuenta todas las cosas que quedaron ignoradas porque ya nunca podrá perguntarlas. "mi abuelo, que no sé quién fue, ni qué nombre tuvo, ni cuándo nació ni cuándo murió [...] Mi abuelo fue un nicho a la deriva. No sé ni dónde está enterrada mi abuela". Eso, los abuelos paternos. De su abuela materna no sabe ni el nombre. La llama Cecilia porque Santa Cecilia es la patrona de los músicos. A todos sus familiares les dará nombres de músicos: Vivaldi y Brahms, a sus hijos. "He decidido usar esos nombres para llamar a mis hijos. Nombres nobles de la historia de la música. Todos los seres queridos serán bautizados con nombres de grandes compositores". Juan Sebastián Bach y Wagner a su padre y a su madre, respectivamente. Casi todos los personajes terminarán teniendo nombres de músicos ilustres.
Manuel Vilas |
Eran tan distintos nuestros padres. El suyo coqueto y elegante, el mío tan descuidado en el vestir. Recuerdo tanto su "torpe aliño indumentario" a semejanza de Machado, y sin embargo, me lo ha hecho tan presente este libro.
Salta de un recuerdo a otro, de un acontecimiento a otro y, en muchos casos, me siento identificada con él o con su madre o con su padre. Nos habla de su divorcio, causado sin querer por su madre que nunca llegó a enterarse. "Me habría gustado que mi madre hubiera sabido que fue ella la que precipitó el divorcio con su llamada. Es un raro enigma que se muriera sin saberlo". Pero su madre no vivió para ver a su hijo viviendo solo, sin la presencia y el dominio de una mujer.
"Alguna vez pensé en que ojalá Dios o el azar hiciera posible que mi muerte sucediera antes que la de mi exmujer. En las separaciones, el tiempo que se ha convivido es definitivo". Y a esto puedo decirle que sí, que la muerte de una ex pareja nos deja inermes ante el pasado, nos roba la serenidad de los recuerdos, de ese tiempo definitivo en que convivimos con esa persona y éramos felices y hacíamos cosas que no hemos vuelto a hacer. A partir de la muerte de una ex pareja, nuestros recuerdos de la convivencia se vuelven fantasmales, presencias inmateriales, pero molestas por dolorosas. Las ex parejas cuando mueren nos dejan solos en el pasado, nos despojan de una parte de nuestra vida que es como si muriera con ellos. Se echa de menos un mundo en el que ellos estaban vivos.
Nos cuenta cómo de niño se encontró con el Mal y, sin saber muy bien en qué consistía, intuyó que debía callar, que ser tocado por el Mal, aunque sea sin querer, no es algo que atraiga simpatías. "El problema del Mal es que te convierte en culpable si te toca. Ese es el gran misterio del Mal: las víctimas siempre acaban en culpables de algo cuyo nombre es otra vez el Mal. Las víctimas son siempre excrementales. La gente simula compasión hacia las víctimas, pero en su interior solo hay desprecio. Las víctimas son siempre irredimibles. Es decir, despreciables. La gente ama a los héroes, no a las víctimas".
Nos cuenta tantas cosas y da vueltas y más vueltas a tantos detalles que, por momentos, se me hace pesado, repetitivo, obsesivo, pero no puedo dejar de leer. Tengo tentaciones, a poco de empezar el libro, de abandonar, pero los cortos capítulos me arrastran en pos de la historia y los recuerdos, algunos tan semejantes, otros tan distintos de los míos, pero todos tan humanos. Pienso que no me interesa, que para recuerdos están los propios y que tengo muchos libros que leer y poco tiempo que perder con paranoias ajenas. Pero sigo adelante. Algo me tiene pegada al libro y, cuando llevo leído como un tercio de sus casi cuatrocientas páginas, sé que no lo podré abandonar, que seguiré hasta el final recordando con Manuel Vilas y comparando sus recuerdos con los míos y a su padre con el mío; y seguiré comparando madres y abuelas y infancias hasta que el libro termine y el autor nos confiese que tal vez lo que le pasa es que está enamorado de su propia vida, ebrio de amor por su vida; se está reconciliando con su soledad porque sentirse mejor solo que en familia es derrotar a la propia soledad. Si aprendes a vivir en soledad y te bastas a ti mismo para todo "si organizas una fiesta, viene un invitado importantísimo, y ese invitado eres tú mismo; si contraes matrimonio, estás locamente enamorado de tu pareja porque tu pareja eres tú mismo; si mueres y resucitas y ves a Dios, tu perplejidad es grande porque estás viendo tu propio rostro".
Nada más lejos de lo que yo siento, pero...
Título del libro: Ordesa
Autor: Manuel Vilas
Editorial: Alfaguara
Año de publicación: 2018
Año de publicación original: 2018
Buenos días Rosa. Aquí con un cafecito leyendo tu magnífico comentario. Casualidades, estoy terminando de leer Ordesa, mejor dicho, simultaneándolo con otro libro, porque es de una profundidad tan grande, que en ciertos pasajes, se contagia la tristeza del protagonista.
ResponderEliminarLo has contado muy bien, lo veo desde el mismo punto de vista sentimental que lo has expuesto, desde la orfandad de padre.
Gracias por estos regalos espléndidos que nos haces, Rosa.
Besos.
Yo lo simultaneé con dos y pensaba leer uno o dos capítulos antes de pasar a otro libro más amable, pero me enganché y leía mucho más. De hecho, fue el primero que terminé de los tres.
EliminarCon una pérdida tan reciente del padre, este libro trae muchas sensaciones, muchos recuerdos, mucha nostalgia y, en ocasiones, mucha tristeza.
Gracias a ti por venir a leerme.
Un beso.
Creo que has tenido sensaciones muy parecidas a las mías cuando leí este libro (estoy contigo en que no es una novela).
ResponderEliminarHubo fragmentos que me cautivaron por su belleza y su profundidad, en cambio otros se me hicieron empalagosos y hasta retorcidos. El cambio de registro de un capítulo a otro me llegó a desconcertar hasta el punto de pensar que había dos autores que escribieron el texto.
También se me hizo repetitivo y cansino pero, como tú, lo terminé. Lo que más me gustó fue el punto de humor que añade a algunos temas, lo mejor sin dudarlo.
En fin, un libro controvertido y difícil de catalogar. Como puse en mi reseña para saber si me gustó o no, me hago la pregunta ¿lo volvería a leer? y la respuesta es "no".
Un besote.
Yo tampoco creo que lo pudiera volver a leer y, sin embargo, no puedo decir que no me gustará.
EliminarEs cierto que en algunos puntos es retorcido y obsesivo y por tanto, repetitivo, pero te hace sentir muchas cosas y te identificas con muchas vivencias y, como dices, tiene fragmentos muy hermosos y/o muy profundos.
No volvería a leerlo, pero me alegro de haberlo leído.
Un beso.
Como mi memoria ya empieza a fallar, no sé si leí una reseña de este libro de la mano, o pluma, de Paloma Celada, alias Kike Buscapina, y tampoco recuerdo con precisión mi comnetario, a parte de decir que a mí también me resultaban familiares muchas de esas experiencias personales que relata este autor.
ResponderEliminarOpino que, a menos de que se trate de una biografía de un personaje público, notorio, famoso, histórico, etc., una autobiografía (aunque puedan haber elementos ficticios intercalados) solo puede interesar a quienes se identifican con él y con su vida pasada.
Si me permites una incursión a mi anecdotario personal, te diré que justo después de jubilarme, decidí escribir una especia de memorias noveladas o novela autobiográfica (me gusta más esta definición), introduciendo personajes ficticios y reales. Mi madre había fallecido unos años atrás y mi padre falleció mientras la escribía, con lo cual, tras una pausa de unos meses, tuve ocasión de añadir material dedicado a su memoria. Cuando finalicé esta "obra", que me llevó algo más de un año, la autoedité y obsequié a algunos miembros de mi familia más cercana con un ejemplar, pues ellos también formaban parte de lo que había escrito. Aunque me sentí muy satisfecho del resultado, ni se me pasó por la cabeza ponerla a la venta, ni siquiera en Amazon. ¿Quién podía estar mínimamente interesado en conocer las aventuras y desventuras de un perfecto desconocido? Cuando dije esto en voz alta, mi hija mayor me respondió: pues a personas de tu época que han vivido experiencias iguales o muy parecidas y se pueden sentir identificadas. Seguro que, de haber sido un personaje famoso, o famosillo, se habría vendido como churros, jajaja. La escribí porqué necesitaba hacerlo pero, una vez satisfecha esta necesidad, esas memorias solo servirán para que mis nietos conozcan quien fue su abuelo, jeje.
En conclusión, aunque pudiera hallar en "Ordesa" puntos en común con mi vida actual y pasada, no me apetece leerla. Ya tengo suficiente con mis miserias.
Un beso y perdona el rollo.
Puede ser que la leyeras en el blog de Paloma o en el de Juan Carlos. Suyas son las dos redeñas a las que me refiero.
EliminarEs curioso como interesan las biografías, sobre todo si son noveladas Es cierto que si la persona es famosa el interés es mayor y sin embargo, una biografía de alguien famoso puede ser mucho más aburrida que la de un desconocido.
Es una buena idea escribir acerca de la propia vida porque con tu vida, hablas además de padres, abuelos, tíos, una época pasada, un lugar muy transformado... Y ello le puede servir a las generaciones más jóvenes para saber acerca de su pasado.
Ya lo de hacerlo más público es cosa de cada uno. Yo tampoco creo que lo hiciera. Claro que yo ni siquiera me veo escribiendo mi vida. Prefiero hablar de las vidas ajenas y de lo que escribís otros.
Un beso.
Hola, Rosa.
ResponderEliminarMe encanta cada vez que te leo sobre la tertulia literaria del instituto, que buen acicate para leer (aunque tú no lo necesites dado tu entusiasmo), y además compartir las impresiones en esa comunidad lectora, magnífico.
Una cosa me queda clara, ante la imposibilidad de conversar, confesar y mostrar afectos a los seres queridos que ya no están, de decirles todo aquello que nunca se digo, por las razones que fueran, un escritor no dejará escapar la oportunidad de “purgarse”, o de apaciguar algo más su conciencia escribiendo un libro… memorias, poesía, novela, todo junto, o lo que sea con tal que le procure el efecto balsámico que anhela.
Y seguramente el hecho de que el libro tenga buena o mala acogida, no será tan relevante para el autor como el efecto sanador de haberlo escrito.
Hay libros que se escriben mirando al lector, otros solo pueden escribirse mirándose al propio corazón, y al concluirlos… misión cumplida, al margen de que luego los ejemplares desaparezcan o no de los escaparates, pues la imperiosa necesidad de escribirlo ya se sofocó.
Lo que no comparto para nada con Manuel Vilas es esto:
“Ojalá hubiera una forma de saber cuánto hemos sufrido”
No tengo ningún deseo de saber cuánto sufrimiento he acumulado en mi vida, de convertirlo en una ecuación que me de la cantidad, ¿para qué?. La alegría o el padecimiento no se cuantifica, se experimenta y a seguir en el camino…
Te agradezco mucho todo lo que viertes de tu vida en estas líneas, de los recuerdos con tu padre, es enriquecedor leerte, amiga Rosa.
Beso y buen fin de semana.
La tertulia del instituto es genial. La empezamos hace un montón de años un grupo de profesores y padres. ha pasado mucha gente por ella, pero finalmente hemos quedado unos diez. Salvo dos que seguimos en activo (yo por poco tiempo) el resto ya no es ni padre ni profesor. Los hijos han ido saliendo del instituto con lo que los padres ya no tienen hijos en el centro, y los profesores se han ido jubilando, pero allí seguimos una vez al mes. La tertulia es muy informal y muy de andar por casa. Nada de encorsetamientos ni pretensiones intelectuales. Hablamos del libro, de cualquier cosa que surge a propósito del libro y nos reímos mucho.
EliminarYo tampoco necesito saber cuánto he sufrido, pero hay gente que acumula tantas dosis de dolor en su vida que parecería justo poder medirlo para ver la suerte que tienen algunas personas y lo mal que la vida ha tratado a otras. Y generalmente las que más motivos tienen no son las que más se quejan. Yo, en ese sentido, me considero afortunada. A mi edad ya acumulo algunas pérdidas, pero se puede decir que mi vida ha sido bastante grata.
Respecto a la aparición de mi vida en algunas reseñas, es que si no lo hiciera, saldría un texto frío y poco sincero. Hay novelas que revuelven muchas cosas.
Un beso.
Parece que en ciertos aspectos es un libro árduo de leer, mucho más si el lector se encuentra en una situación emocional parecida, si es capaz de establecer nexos con el autor. A mí no deja de llamarme la atención, pero ni loca se me ocurrirá leerlo por una simple razón: me va a doler y no está el horno para bollos (una forma muy bruta de decirlo pero que define muy bien mi estado actual). Me padre se marchó hace algo más de dos años, pero no es algo que haya superado aún y, por otra parte, me he convertido junto a mis hermanas en "abuela" de mi propia madre (me remito, con tu permiso, a la forma de explicarlo que tú has usado). Todo marcha bien, pero sé que la estibilidad es tan efímera y tengo tantas incertidumbres y tanto miedo... Trabajo en ello, pero estoy segura de que este libro, lejos de ayudarme, será nocivo para mí en estos momentos.
ResponderEliminarCuantas cosas tenemos en común, Rosa, y cuánto me gusta que así sea. Me siento menos sola, menos "bicho raro" :)) Gracias por una reseña tan buena y por esa parte de tí que nos has regalado con ella.
¡Un beso!
Desde luego, no es un libro liviano y fácil de leer y en muchas ocasiones, según las vivencias de cada uno, duele, pero aun así, no podía dejar de leer. Ya sabes, esa sensación de "un capítulo más y lo dejo", pero tras un capítulo iba otro y otro. También es cierto que son muy cortos, alguno de media página. El caso es que empecé un poco por el compromiso de la tertulia aunque ya hubiera pasado y seguí porque ya no podía dejarlo.
EliminarEntiendo lo que dices de estabilidad efímera. A pesar de que la muerte de mi padre era algo esperado y se produjo de la mejor manera dada su patología, le echo muchísimo de menos y cada vez que entro en su casa, noto su falta hasta el dolor físico. Enseguida se me pasa, pero sé que hay recuerdos en los que no puedo detenerme porque duelen demasiado. Ahora que él no está, mi madre se ha hecho muy dependiente de nosotras siento que la hemos perdido porque ya no es la persona que fue. De ahí lo de decir que una se queda huérfana antes de la muerte de los padres. Es la orfandad de los padres que siempre conociste y que ya no están. Ahora dependen más de nosotros que nosotros de ellos y por eso siento que nos convertimos en padres de nuestros padre, o sea, en nuestros propios abuelos.
Ante este libro y todo lo que me ha supuesto, o dejaba traslucir partes de mi propia vida o era mejor no escribir nada.
Yo también estoy encantada de compartir cosas contigo, aunque sean cosas duras (las tuyas mucho más, por cierto).
Un beso.
Pues ahora dudo si leerla...y pensaba no hacerlo.
ResponderEliminarAy, Sara pues no sé qué decirte. Yo casi la empecé como un deber. En la tertulia se dijeron cosas que me gustaron, pero nadie había quedado convencido con el libro. Lo empecé pensando que me iba a costar mucho y que lo compaginaría con otros. pero ya ves, me fue arrastrando y, aunque hay cosas que no me han convencido a mí tampoco, el balance es positivo.
EliminarSi te lo presta alguien o lo len la biblioteca, lo puedes empezar y ver qué tal.
Un beso.
Hola Rosa, este libro y esta reseña son la palpable demostración de que cualquier vehículo cultural ya sea este literatura, cine, o teatro por poner algunos ejemplos, nos tienen que tocar la fibra o al menos ver algo en ellos que nos identifique, para crear luego un texto tan especial y tan bello como el que has escrito. De hecho, me gustan mucho más tus reflexiones que los versos transcritos del escritor. Y es que convertirse en padres de nuestros padres cambia completamente la perspectiva de la vida pero también se disfruta o se aprende de esa experiencia.
ResponderEliminarUn gran abrazo.
Verte de pronto convertido en padre de tus padres es cierto que es una experiencia de la que se aprende, pero a la vez, es muy dolorosa porque supone haber perdido a los padres y verlos sustituidos por unos hijos tercos a los que no puedes castigar.
EliminarTienes razón. En cine y literatura (son las artes que más practico) las obras que más me gustan son las que me emocionan y eso siempre supone que te han tocado la fibra.
Un beso.
Pero... y me dejas así, sin saber si leerlo o no.
ResponderEliminarRecuerdo la reseña de Juan Carlos de este libro y luego he visto comentarios positivos por las redes sobre él. Me gustan los libros en los que el autor reflexiona sobre uno a varios temas a partir de experiencias vitales propias. Y el libro lo tengo apuntado y pienso que podría gustarme pero por otra parte tengo como un pálpito de que tal vez no sea para tanto.
Vamos, que me voy igual que he venido, sin saber si leerlo o no. Bueno, igual no, porque me ha encantado la reseña que has hecho, tus reflexiones propias a partir de la lectura y las reflexiones que compartes con el autor. Me ha gustado mucho lo que comentas sobre la orfandad y el desarraigo cuando se pierde a los padres. Yo aún tengo a ambos y aunque estén bien de salud y se mantengan jóvenes para su edad, van cumpliendo años y cuando a gente cercana y de mi edad les empiezan a faltar o sufren enfermedades graves, pues te da por pensar en estas cosas. Supongo que aunque todos seamos distintos y nuestras familias distintas hay sentimientos universales y será por ello por lo que aunque tu padre y el de Manuel Vilas poco tuvieran que ver, has sentido al tuyo en el suyo. Y supongo que será también por ello por lo que esta lectura ha sido para ti un sí pero no, pero también un no pero sí.
Bueno, que no sé si este libro será para mí un sí o un no pero que me ha encantado leerte.
Besos
Pues te digo como a Sara, que no sé muy bien qué decirte. No es un libro que yo recomendaría a cualquiera porque si una no se siente identificado con parte de lo que el autor cuenta, puede dejarle muy frío y suponerle un rollazo. Incluso yo, en algún momento, he pensado que no me interesaban las paranoias y obsesiones del autor, pero es que las escribe muy bien y un par de veces que estuve a punto de abandonar, me volvió a pillar.
EliminarClaro, yo me he sentido muy identificada pues perdí a mi padre recientemente y el libro gira sobre todo en torno a la figura del padre (de la madre también, pero mucho menos) aunque también habla de los hijos y su eterna desafección hacia los padres, de los tíos, abuelos, de su época... Todo el mundo se sentirá, creo yo, identificado por una u otra cosa, pero a mí me ha tocado identificarme con el núcleo central del libro.
Te digo como a Sara, de nuevo. Píllalo sin tener que comprarlo (biblioteca, préstamo) y lo empiezas. De abandonarlo siempre hay tiempo, pero me encantaría leer tu reseña de "Ordesa".
Un beso.
Un libro controvertido y desconcertante, como su autor. Vilas es un caso aparte y eso que lo conozco a trozos, por entrevistas, poemas sueltos o cuando escribe en El País (y sube el pan). Lo compré, pero me pareció tan deprimente y como tengo una relación complicada con mi padre y yo también soy padre, en fin, empecé a agobiarme. Con las lecturas debo elegir muy bien el cuando, no tanto el que. Cosas de sensibleros como yo.
ResponderEliminarMe atrevo a decir a partir de tu reseña, que la novela de Vilas te ha tocado, Rosa. Esas novelas que nos confrontan con uno mismo, dejan huella. En un libro así, una anti-novela, nunca todo es aprovechable. Pero lo importante queda después, como una huella y es un poso.
Me ha mucho gustado leerte.
Un abrazo.
Pues a mí no me sonaba de nada. He sabido por primera vez de Manuel Vilas gracias a este libro. Ahora he sabido que tiene más novelas y sobre todo libros de poesía.
EliminarYo no diría que es un libro deprimente porque está escrito de una forma que hasta introduce el humor y relaja, pero sí que puede llegar a ser duro según lo que te sugiera en un momento dado, aunque, por otra parte, si no sugiriera nada (cosa que creo imposible), resultaría aburrido.
El libro me ha tocado por mis circunstancias personales (te toca como hijo y te toca como padre) y, desde luego es de los que dejan poso. Al menos a mí me lo ha dejado.
Un beso.
Hola Rosa.
ResponderEliminarEn cuanto has dicho lo del torpe aliño indumentario de mi poeta preferido me ha entrado una angustia...yo también quiero que vuelva mi padre, que se fue joven y de repente, y mi tío, que no estaba ni jubilado porque no llegó a los 60 años...
Has hecho una gran reseña aunque yo me iba más a mis pensamientos, te lo confieso, por todas esas cosas que mencionas del padre.
Muy feliz finde.
Yo no me puedo quejar porque el mío murió con 83 años y hubiera muerto catorce años antes de no haberse operado. Vivió esos años de más y llegó a una edad muy razonable para la enfermedad cardio respiratoria que tenía.
EliminarCuando la muerte sobreviene antes de la edad a la que toca, es mucho más doloroso. Parece que la vida nos va preparando para asumir las cosas que se producen en el momento adecuado. Lo traumático es que nos pille por sorpresa y antes de tiempo. Aun así, es muy doloroso y esa necesidad de volver a tenerlos aunque sea unos segundo, lo suficiente para decirles algo que se nos olvidó o que no nos dio tiempo. El mío murió mientras yo viajaba hacia León con idea de pasar unos días con él que presentía que eran los últimos. No sabía que los últimos ya los había pasado. Pero bueno, qué te voy a contar a ti.
Es normal que al leerme te fueras a tus propios pensamientos es lo que me pasó a mí al leer el libro.
Un beso.
Esta tarde ¡Por fin! puedo pasarme por algún blog y dejar mi comentario.
ResponderEliminarEs curioso como las "causalidades" se dan a menudo. En este caso con tu reseña recién leída, después de escuchar un debate donde se recomendaba este libro precisamente. No se yo si me gustará después de todo lo dicho, lo que sí queda claro es, que el escritor volcó parte de su problemática personal al escribirlo, lo cuál nos lleva a destacar esos párrafos de intensa emoción que alguno ya ha comentado.
Lo tengo pendiente, no obstante y a pesar de todos los contras que pueda haber.
Besos, que hace mucho no te los envío.
Bienvenido, Francisco. ¡Qué alegría tenerte por aquí.
EliminarEl libro tiene sus contras, por supuesto, y ya los he marcado un poco. Y no es un libro para cualquiera pues puede que haya gente a la que todo lo que cuenta le resulte ajeno y la deje fría, pero para mí, a pesar de todo lo dicho, ha sido positivo leerlo. Lo he sufrido y lo he gozado y eso es lo que un libro tiene que hacernos, sufrir y disfrutar. En una palabra: emocionarnos. Conmigo lo ha conseguido. Creo que contigo lo conseguirá igualmente.
Un beso.
Vale, entiendo lo que quieres decir cuando explicas que se te hace repetitivo pero hay algo que te hace seguir leyendo, porque a mí me ha pasado con la autora Laura Ferrero. Algún día hablaré de ella en el blog.
ResponderEliminarNo sé cómo estará escrito el libro, pero las reflexiones son interesantes y muy acertadas.
Un besito!!
Alguna objeción más tengo hacia este libro aparte de lo repetitivo y obsesivo que puede resultar con algunos episodios de su vida. No obstante, me arrastró y no pude dejar de leer. Ni siquiera pude leer un poquito cada día y refrescarme con lecturas más entretenidas, fáciles y amables. Lo hacía, pero siempre leía de "Ordesa" mucho más de lo que había planeado.
EliminarEl libro está escrito de maravilla. El autor es poeta y se nota. Y sí, tiene reflexiones muy profundas y acertadas.
Un beso.
Hace unos meses, fui a una charla en la que Lola López Mondéjar preguntaba a Manuel Vilas sobre “Ordesa” y el proceso de su escritura. Fue muy interesante, pero decidí que no era el momento de leerlo, así que lo tengo en el congelador de la estantería. No sé por qué, pero los libros del año (como este) los suelo dejar un tiempo para que se aireen. Ya me pasó con “Patria” de Aramburu. Lo peor de todo es que después me cuesta recuperarlos, así que creo que has hecho bien en leerlo. Me sorprendió para bien el sentido del humor de Manuel Vilas, que, evidentemente, contrasta con el contenido de estas memorias. Estuvo todo el tiempo ironizando sobre el libro. Me pareció un buen tipo. Creo que está escribiendo otro que continúa el camino de “Ordesa”.
ResponderEliminarUna reseña estupenda.
Un abrazo.
Ese sentido del humor se plasma en el libro y es importante porque refresca en momentos en los que la tensión ha crecido bastante.
EliminarYo tampoco suelo ser mucho de leer libros muy mediáticos. Este y "Patria" que mencionas, tardé varios meses en leerlos desde que empecé a verlos por todas partes (otros he tardado años y otros se han quedado para siempre en el olvido). Ni de este ni del mencionado "Patria" me arrepiento lo más mínimo. Y creo que si surge una especie de continuación de "Ordesa" también lo leeré.
Cuando lo descongeles, me gustará saber tu opinión.
Un beso.
Creo que sabes que la leí hace ya algunos meses (sí, lo sabes, porque además se lo dices a Josep Mª en urespuesta a su comentario) y que me gustó mucho. Pienso que el motivo es porque Manuel Vilas es en mi opinión ante todo un poeta y eso es lo que hay en este ensayo-novela-poema-etc. muchísima poesía.
ResponderEliminarEntiendo tu ir y venir en ese me gusta-no me gusta-pero sigo leyendo-si-no... También la leímos en la tertulia de antiguos compis del Instituto y la recepción de la misma fue semejante. En verdad no nos cuenta nada emocionante o apabullante, es la vida cotidiana -vulgar- de una familia española en un momento concreto y en lugar también concreto. Pienso que lo más bonito es su lenguaje, más que lo que nos cuenta muy vivido más o menos por muchos de nosotros.
Manuel Vilas como sabes vive en USA y es pareja de la hija de José María Merino en Iowa. Se ha tranquilizado bastante (la edad no perdona). Yo he leído también un libro suyo de poemas que también reseñé y los temas son los mismos de los de Ordesa. Hoy que se manifiesta la España vaciada creo que su memoria cobra aún más sentido. Quizás deberíamos (lo acabo de colocar en el listado) leer el ensayo de Sergio del Molino sobre la España vacía. Creo que encontraremos muchas coincidencias entre los dos autores. La diferencia es que Molino declara el género de lo que está escribiendo, y Vilas, el gran Vilas, no.
Tu reseña me ha gustado porque es una reflexión por escrito muy cuerda. Difiero en cosas, claro, pero eso es lo bueno de las tertulias sean en directo o en diferido (ja, ja...)
Un beso
Tu blog fue en el primero que leí y supe algo de este libro. Me gustó lo que contabas, pero al mismo tiempo me pareció peligroso. Mi padre estaba en aquellos momentos viviendo lo que sabíamos que eran sus últimos meses (murió el 1 de junio) y además algo me decía que el libro no era de los que más me pueden gustar. No obstante, lo dejé apuntado.
EliminarAhora que por fin me he decidido a leerlo, me alegro muchísimo de haberlo hecho. Es cierto que algunas de las cosas que intuía se han hecho realidad, pero la parte buena me ha gustado y emocionado mucho más de lo que pensaba.
Tengo el libro de Sergio del Molino sobre "La España vacía". Lo compré después de leer "La mirada de los peces" y le llegará su turno, por supuesto.
Un beso.
Hola Rosa, leyéndote ha habido momentos en que se me hacía un nudo en el estómago con esa comparativa que has hecho de la falta de tu propio padre. No, no creo que lo lea porque es un tema que no llevo demasiado bien. Pasan los años y tus padres, esos seres a los que adoras empiezan a tener sus más y sus menos, sabes que todo cambia y peor que todo cambiará aún más.
ResponderEliminarRecuerdo que hace unos años cuando murió la madre de una amiga (su padre lo había hecho muchos años antes) me dijo ahora sé que lo que es sentirse huérfana. Me duele solo imaginarlo.
Besos
Parece mentira, pero la vida te va preparando. Lo malo es cuando las cosas suceden prematuramente y no da tiempo a esa preparación.
EliminarHace años pensaba que el día que muriera alguno de mis padres, no lo podría superar jamás, y no es que no sea duro, pero se supera.
Este libro, de todas formas, muestra a una persona que no parece haberse recuperado de la muerte de su padre. Tal vez fue demasiado temprana.
Quizás haces bien en no leerlo. Puede ser doloroso.
Un beso.
Al leerte me resulta que tiene una mezcla de emoción, porque emociona y al mismo tiempo es dura, de modo que no se, me lo pensaré.
ResponderEliminarBesos
Ambas cosas son ciertas. Dureza y emoción. La vida, sin más.
EliminarNo es un libro para cualquier momento porque puede doler. Tú sabes mejor que nadie, si puedes o no puedes.
Un beso.
Me queda claro que es un libro para ser leído en determinada época de tu vida. He perdido a mi madre el pasado año y aún mantengo la sensación de desprotección. Y por más que mi cabeza sabía que el final se acercaba, y me suponía preparado para afrontar su partida, lo cierto es que el dolor sobreviene igual; el haberlo sabido no te lo alivia.
ResponderEliminarHabía apuntado este libro hace tiempo, quizás preparándome para aquel momento o poco después del hecho. Tus líneas refuerzan lo que de él sabía y será tenido en cuenta.
Gracias por tan sentida reseña, Rosa. Has puesto mucho de ti en ella.
Un beso grande.
Es que me tocó muchas fibras. Mi padre murió en junio y había muchas situaciones que me venían sugeridas por lo que cuenta el libro. Unas por su semejanza y otras por su diferencia. En normal que fuera dejando jirones de mí misma en la reseña.
EliminarAún con sus cosas objetables, que las tiene, creo que merece la pena si estás dispuesto a dejarte desgarrar un poco.
Un beso.
He tenido sensaciones encontradas después de leer Ordesa, y buscando comentarios encuentro el tuyo, en el que me siento reflejado.
ResponderEliminarLo leo de un tirón, lo que no suelo hacer, y encuentro buena literatura, en cada capítulo alguna frase memorable o digna de un libro de autoayuda.
Pero me falta ese personaje ausente, el hermano menor del que no sabemos ni el nombre, y que parece haber sido ajeno a la vida del autor: sólo aparece referido 3 veces en el texto, y en 1 poema.
Entiendo que no quiera hablar de su exmujer, con la que tuvo dos hijos que son ahora el centro de su vida. Quizá ella sea motivo de otra historia. Pero un hermano con el que se comparten 20 años de vida, de conocer el mundo desde la cuna, y quizá también todas las carencias de una vida humilde, hace que todo el texto parezca un ejercicio literario falso, académico, fallido.
Brillante y emotivo, si, que refleja las carencias de millones de españoles ahora adultos, y es un docudrama importante, también. Pero si nos oculta al hermano, ocultan una parte de su vida, y su historia puede no ser más que una jeremiada ficticia.
Veo que el libro nos ha dejado sensaciones similares. No me había planteado que la historia pudiera ser ficticia, en cuyo caso quedaría en pura novela. Tampoco creo que sea así pues mucha gente lo conocerá y alguien hubiera soltado la liebre.
EliminarHabiendo pasado un año desde que leí el libro, es de los que han perdido en el recuerdo y al final lo que me ha quedado es la sensación de alguien que se desnuda ante el público y desnuda a su familia, con buena literatura desde luego.
Llama la atención la casi ausencia del hermano en un relato autobiográfico en el que ha tenido que toparse con él a cada paso. Es como si lo hubiera estado esquivando. Puede que tenga sus razones.
Un saludo.
Sí
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