"Las calles de nuestros padres" Francisco González Ledesma
Casi cinco años han tenido que pasar desde que leí "Expediente Barcelona" para volver a encontrarme con Méndez y su creador Francisco González Ledesma. "Las calles de nuestros padres" está publicada en 1984, el mismo año que "Crónica sentimental en rojo", su novela más famosa gracias a la obtención del Premio Planeta ese mismo año. No sé cuál de las dos está escrita antes, pero he decidido tomar "Las calles de nuestros padres" como la segunda entrega de la serie sobre el policía Méndez. Así lo he visto también en alguna bibliografía del autor. Además del Planeta, González Ledesma obtuvo otros premios como el Dashiell Hammet (2002) por "El pecado o algo parecido", el Premio a la mejor novela extranjera en Francia por "La Dama de Cachemira", o el I Premio Internacional de Novela Negra RBA por "Una novela de barrio" (2007).
Durante el franquismo, la censura le obligó a escribir con seudónimo. Publicó novelas baratas del oeste y policíacas como Silver Kane o románticas como Rosa Alcázar. También utilizó el nombre de Enrique Moriel. Y eso después de haber ganado en 1948 un Premio Internacional de Novela en cuyo jurado estaba el escritor William Somerset Maugham. La censura franquista no entendía de premios ni de prestigio.
Si en "Expediente Barcelona" apenas aparece Méndez, salvo en escenas sueltas y sin ningún protagonismo, en esta novela va ganando presencia aunque habrá que esperar hasta la página sesenta para encontrarnos con él. "Había pasado ya de los sesenta años, no tenía, seguro que no, ninguna esperanza de ascender —de lo contrario no estaría condenado a vigilancia de urinarios y servicios de calle— y de sus labios colgaba un cigarrillo que debió apagársele a la hora del desayuno del día anterior, o sea que habría dormido y sobre todo se habría lavado con él. Pero —cosa rara— llevaba los bolsillos llenos de libros y en su mirada ya algo cansina flotaban solamente dos sentimientos que para él parecían resumir todo el interés de la vida: la compasión y la burla". Y del aspecto cutre y trasnochado que puede tener da cuenta el comentario de que parecía sacado de una tienda de gomas de la calle del Cid.
Méndez aparece en un dispensario del Barrio Chino al que han llevado a Carlos Bey tras recibir una tremenda paliza. Y Carlos Bey es un periodista de La Vanguardia que investiga y acaba de tocarle la moral a un turbio personaje que tiene poder y al que por lo tanto es aconsejable dejar en paz. Y lo que investiga es la muerte de María Teresa Pau cuyo cadáver apareció bajo la cama de una habitación a la que una prostituta que resultó ser un travesti había llevado a otro periodista de nombre Amores y de suerte adversa. Adversa es la suerte cuando la prostituta a la que ha conocido en un vagón de metro convierte las tres mil pesetas que le iba a cobrar en cinco mil y ya es tarde para echarse atrás; adversa cuando la mujer resulta ser un travesti y sigue siendo tarde para echarse atrás; definitivamente adversa cuando ya decidido a que la soledad se cura igual en brazos de hombre o mujer, "vio la mano que descansaba eternamente en el suelo, debajo de la cama, la mano de la mujer muerta que alguien había ocultado allí, la mano en el charco de sangre". Y ahora sí, su mala suerte no le dejó más remedio que echarse atrás.
Y esa es la muerte que investiga Carlos Bey y que terminará investigando Méndez tras encontrar al periodista maltrecho y apaleado en el dispensario de Barrio Chino casi sesenta páginas después. Y esa muerte se complicará con otra cuyo cadáver también le saldrá al paso a Amores bastante más adelante. Aunque leyendo la novela diera más la sensación de que todas las muertes y la corrupción y toda la trama estuviera en realidad al servicio de la nostalgia. La nostalgia de una Barcelona que ya no existe, que ya no existía en 1984 y así la nostalgia es doble, porque está la que en 1984 sienten los personajes de la novela hacia la Barcelona que fue y está la que el lector siente por esa Barcelona que es la del libro, la de 1984, pero que ya no es casi cuarenta años después. El viejo Méndez echa de menos la Barcelona de antes con sus garitos en los que había hecho todos sus aprendizajes de relaciones internacionales sin tener que salir de la ciudad. "Él solía explicarlo de la siguiente manera: «Conocí cierta vez en el Bar Poker a una filipina que decía que era china, quería residenciarse española y hacía el francés»"; con sus putas "tan enamoradas como la Paquita, que cuando le caías bien te lo dejaba hacer todo y encima te daba las gracias".
Y en brazos de la nostalgia de Méndez y de Carlos Bey, de Sergi Llor y de Libertad y de todos los demás personajes iremos recorriendo el Pueblo Seco y el Barrio Chino cuando aún no se llamaba el Raval; pasaremos por los ambientes más casposos, pero también por selectos despachos de abogados y de banqueros de la zona alta de la ciudad porque los crímenes más cutres se suelen pergeñar en los ambientes más exclusivos, aunque no siempre. Y así, pasearemos "por el paseo de la Exposición, donde nacían los primeros árboles de Montjuïc; por la plaza de las Navas, donde los viejos sentados en los bancos le pedían la última limosna al sol, y por la calle de La Fransa, donde existe un meublé que merecería al menos una estrella en una guía Michelín de la entrepierna, [...] por la calle del Olivo" donde saldrán a recibirnos las casas de la anteguerra.
Nostalgia de niños que se criaron en el Pueblo Seco en tiempos de la guerra y compartían en pandilla un perro abandonado al que alimentaban y con el que jugaban en una época en la que no había juguetes; nostalgia de locales en los que se compendiaba la historia más reciente de España porque habían pasado de pertenecer a la iglesia a ser patrimonio de la FAI, después de Falange y en 1984, de los jubilados; nostalgia de unas calles que cambiaban tanto y perdían tanto de su carácter y tantos de sus locales que ya no había amistades de café sino tan solo de parking o de esquina. Nostalgia del pasado porque "el pasado es el único refugio que nunca te decepciona".
Francisco González Ledesma |
Y Méndez resuelve los casos de los cadáveres que Amores va encontrando y le cuenta al comisario lo que le quiere contar y se reserva el resto porque hay culpables que merecen no serlo, pero da lo mismo porque en época de elecciones hay culpables que no pueden serlo aunque se lo merezcan. Y González Ledesma que fue periodista y sabe manejarse de maravilla en la piel de sus periodistas de ficción, pero también en la piel de Méndez, nos lo cuenta a nosotros sin ocultarnos nada, sin piedad y sin contemplaciones como ya hiciera en "Expediente Barcelona" y como imagino que hará en todas sus novelas. No es un autor para estómagos débiles o actitudes timoratas. Cuando uno se lanza a las novelas del escritor tiene que estar dispuesto a todo, a todo menos a la complacencia, a las medias tintas o a las escenas dulcificadas. Las frases con las que nos regala González Ledesma son duras sin concesiones, obscenas, escatológicas, vomitivas como los Montecristos a los que Méndez no haría ascos "ni aunque fueran sacados del higo de una vieja", pero tan maravillosas como esos mismos Montecristos que "siguen valiendo la pena, siguen siendo fieles a la podrida decadencia del fumador pensativo y caro, delicado onanista del humo, con un reloj parado y una frontera de silencio".
Sus diálogos son ingeniosos, incisivos, hermosos en su dureza.
"—Es usted un perfecto indeseable.
—Sí.
—Un perfecto maricón.
—Sin el «perfecto» —quiso concretar Méndez, porque en esas cosas no se puede transigir ni con el error de detalle".
Y tras descubrir los crímenes y rescatar del pasado una sombra que todos creían perdida para siempre, y tras ocultar lo que cree que debe ocultarse y revelar lo que debe ser descubierto, aunque de nada sirva, Méndez vuelve "otra vez la comisaría con sus ficheros y con sus mesas gastadas, con sus detenidos habituales, con sus putas de plantilla, todos miembros de esa gran familia de la calle que en el fondo se comprende y se ama. El jefe en el despacho casi tétrico, el retrato del Rey que mira al vacío y el balcón que al menos mira hacia la calle. Y de pronto el silencio".
Título del libro: Las calles de nuestros padres
Autor: Francisco González Ledesma
Nacionalidad: España
Nacionalidad: España
Editorial: La factoría de ideas
Año de publicación: 2005
Año de publicación original: 1984
Nº de páginas: 320
Me llama la atención aquello de que la nostalgia no decepciona a nadie. Muchas veces miramos atrás pero para recordar tiempos mejores. Y ahí se salvaría la cita pero cuando acudimos a pensar en lo dañino... pues ya se sabe. Estoy segura de que es una novela impactante y que deja huella. No lo he leído pero es interesante verte comentarlo. Un saludo y un abrazo!!
ResponderEliminarYo creo que los malos tiempos del pasado, no es nostalgia lo que nos provocan, sino alegría porque ya se hayan ido. A veces prefiero recordar tiempos malos que tiempos felices, porque la felicidad que se ha ido y la nostalgia que produce, me da mucha tristeza.
EliminarEs una gran novela en la que las reflexiones y el pasado que recrea es tan importante como las trama en sí.
Un beso.
El pasado como único refugio. Tremenda esa frase. Más allá de la historia policíaca me parece interesante ese reflejo de la sociedad y de una época que ya no existe (como en toda buena novela negra). Muy buena reseña, Rosa. La tengo en cuenta.
ResponderEliminarEn este libro no es la trama lo más importante, sino esa Barcelona de 1984 que son nuestro pasado, aunque sean el presente de Méndez, y las calles que él mismo recuerda de su propio pasado. Y no solo las calles. También los garitos, los ambientes, los meublés, la vida en general tan distinta de lo que él y nosotros vivimos en nuestra respectiva actualidad.
EliminarUn beso.
Cualquier tiempo pasado fue mejor, solemos pensar. Una novela muy nostálgica y muy negra, por lo que veo. Me gusta tu párrafo de la suerte adversa y me gusta eso de los culpables que no merecen serlo.
ResponderEliminarBesos
Yo creo que cualquier tiempo pasado fue... pasado. Con sus cosas mejores y peores. Lo que pasa es que el tiempo pasado es el de nuestra juventud y eso sí que muchas veces es mejor que la madurez y, no digamos ya, la vejez.
EliminarEl pobre Amores es un gafe de manual y su suerte es muy adversa y respecto a los culpables, los hay que merecen permanecer inocentes porque sus culpas redimen al mundo de parte de su maldad.
Un beso.
Leí y reseñé hace un tiempo "Novela de barrio", que me gustó mucho. Al leer tu reseña y recordar la aventura de Méndez en la que yl keí no puedo por Jens que constatar la identidad de vivencias y de escenarios creados en sus novelas por autores catalanes en castellano coetáneos a González Ledesma como Marsé y Vázquez Montalban, por ejemplo. Ahora estoy leyendo "Caligrafía de lis sueñis" de Marsé y su s personajes pateando y viven el Carmelo, el Guinardó, el Poble Sec, el Barrio Chino, etc., etc. Me encantan estos escritores. Tengo que leer más de Gonzakez Kedesma. Esta que hoy traes es una magnífica opción.
ResponderEliminarBesos
Ya sabes que me gustan las series en orden riguroso, así es que aún me queda bastante para "Una novela de barrio" que es la novena de Méndez y tan solo voy por esta su segunda entrega. Cataluña ha dado maravillosos escritores de novela negra. Si no has leído a Andreu Martín, te lo recomiendo. Aunque solo he leído su "Prótesis" es magnífica. Y de los actuales, por supuesto, Carlos Zanón que es magnífico.
EliminarQuería releer algunas cosas de Marsé y meterme con Carvalho en orden, pero no sé de dónde sacar tiempo.
Esta novela de González Ledesma estoy segura de que te encantará.
Un beso.
¡Hola! La frase "el pasado es el único refugio que nunca te decepciona", me ha dejado pensando y mucho. La novela policiaca siempre es interesante e ingeniosa y por lo visto, esta lectura cumple con estos requisitos, por lo que me encantaría leerla. Gracias por la reseña. ¡Un beso!
ResponderEliminarEs una frase magnífica y muy cierta porque en el pasado siempre sabemos con lo que nos vamos a encontrar. Hay tantas frases buenas en el libro que me apetecía ponerlas todas y entonces hubiera copiado el libro en lugar de hacer una reseña que no sé si está a la altura de una novela tan buena. En todo caso, muy recomendable.
EliminarUn beso.
Ay Rosa, que me has dejado noqueada. A medida que iba leyendo tu reseña, me iba diciendo que este libro lo podría disfrutar. No sé, he sentido una buena vibración. Además, del autor no he leído nada, con lo que el descubrimiento es doble. Echaré un ojo por ahí. Besos
ResponderEliminarPara los amantes de la novela negra y policíaca es uno de los grandes junto a Vázquez Montalbán, Andreu Martín... La verdad es que yo lo he leído poco, pero es muy bueno. Escribe de maravilla como creo que se ve en las citas que resalto y las reflexiones son de las que conmueven y remueven. Muy bueno.
EliminarUn beso.
Madre mía Rosa, haces que mi lista de pendientes crezca. Ahora ne verano tiro más de lecturas ligeras, pero estoy tomando buena nota para cunado tenga más tiempo.
ResponderEliminarMuy feliz semana.
Este es un autor de culto y no me extraña. Hay autores españoles de lo más negro que nada tienen que envidiar a los más genuinos autores del género como Hammett o Chandler. Es que son muy buenos y González Ledesma es uno de los mejores. Sus lecturas no son de las más fáciles, pero sí de las mejores.
EliminarUn beso.
Hola Rosa!! Desconocía por completo esta novela y a su autor y me has picado muchísimo la curiosidad por esta novela. Me la llevo bien anotada. ¡Genial reseña y gracias por el descubrimiento! Besos!!
ResponderEliminarespero que te guste. Es todo un clásico de la novela negra y policial en España. Porque hay novela negra más allá de los nórdicos, y en España tenemos poco que envidiarles, ja ja.
EliminarUn beso.
Siempre me ha parecido que este autor está un tanto marginado con respecto a otros que practicaban o practican este género. De hecho no conocía hasta ahora nada de su biografía y sólo he leído "Crónica sentimental en rojo", pero me gustó mucho y llevo un montón de años diciéndome que tengo que probar con otra, creo que lo haré con esta.
ResponderEliminarGracias.
Un beso.
Es realmente grande, aunque para estómagos templados. Escribe muy bien y sus tramas tienen de todo excepto compasión por el lector o los personajes.
EliminarTe recomiendo que leas esta novela, aunque creo que cualquier otra será igual de efectiva.
Un beso.