"El tiempo es un canalla" Jennifer Egan

Normalmente, todas las novelas tienen un protagonista. Suele aparecer al principio y nosotros relacionamos siempre a ese personaje principal con uno de los primeros que aparecen. No siempre acertamos y, a veces, el protagonista aparece algo más avanzada la historia, pero enseguida nos damos cuenta de quién es. No sucede esto con "El tiempo es un canalla". Pensamos que la protagonista va a ser Sasha a quien conocemos en el primer párrafo. "Sasha estaba frente al espejo retocándose la sombra de ojos amarilla cuando vio que en el suelo, junto al lavamanos, había un bolso que debía de pertenecer a la mujer a la que se oía orinar tras la puerta abovedada de uno de los retretes. Por el bolso entreabierto asomaba una cartera de cuero verde claro. Al pensarlo luego, Sasha se dio cuenta de que la confianza ciega de la mujer del baño había sido una provocación". Así nos encontramos con Sasha, nuestra presunta protagonista. Sasha está en plena sesión con Coz, su psicoanalista, y recuerda el episodio de la cartera. Y es que Sasha roba cosas. No lo puede evitar y, aunque la palabra cleptomanía solo aparece una vez en la sinopsis y ninguna en la novela, no podemos dejar de ver el término brillando en letras luminosas en nuestra mente.

Pero a continuación Sasha casi desaparece y nos encontramos con Bennie Salazar, un productor discográfico del que enseguida entendemos que Sasha es la secretaria y una especie de ayudante para todo sin la que no podría arreglárselas. Bennie adereza (es un decir) su café con copos de oro porque en un libro de medicina azteca ha leído que el oro mezclado al café garantiza la potencia sexual. Bennie no sabe si carece de potencia sexual porque ni siquiera tiene apetito sexual. A sus cuarenta y cuatro años, divorciado y con peleas por la custodia de su hijo de nueve, Bennie ya no sabe cuál ha sido el motivo, pero hace tiempo que no tiene el más mínimo deseo por una mujer. Ni siquiera los pechos de Sasha, a la que ha deseado durante todos los años que ha trabajado para él, logran suscitarle el más mínimo cosquilleo en sus partes sensibles. "El mundo era sin duda un lugar mucho más tranquilo sin la semierección que había sido su compañera constante desde los trece años, pero ¿quería Bennie vivir en ese mundo?". 

Pero Bennie también quedará desdibujado cuando nos traslademos a su pandilla de la adolescencia y otros personajes vayan sucediéndose, robándose protagonismo unos a otros, en los sucesivos capítulos. Unos saldrán de otros como cerezas enganchadas que van apareciendo a medida que tiramos de la primera. Amigas del Bennie adolescente que tienen amantes que, a su vez, tienen familia; la mujer de Bennie, más adelante, su hermano Jules y su jefa, La Dol; Sasha y sus amigos y su novio y su tío y, finalmente, sus hijos. Todos ellos nos van llevando con sus distintas historias que se van entrelazando a través de tiempos pasados y futuros, porque la novela, escrita en 2010, nos lleva hasta más allá de 2020 y se remonta, según mis cálculos, a 1973. 

Lo que nunca sabremos bien es cuál es el presente más allá del que constituye cada capítulo y que nunca se corresponde con el de capítulos cercanos. Todo son presentes que juegan a hacerse guiños; todo son pasados y futuros según con qué se comparen. Sabremos de Stephanie, la mujer de Bennie y de su vida juntos y de su vida tras el divorcio. Sabremos de Stephanie sola y de su hermano Jules y de su jefa durante un tiempo, La Doll. Y sabremos de Jocelyn, la amiga de Rhea, ambas amigas de Bennie junto con Scotty y Alice, la pandilla del Bennie adolescente. "Bennie y su pandilla del instituto, Scotty y Alice, Jocelyn y Rhea, a quienes no había visto desde hacía décadas (a excepción de un incómodo encuentro con Scotty en su oficina, años atrás) pero que en cierto modo aún creía que lo estarían esperando junto a los Mabuhay Gardens (que habían desaparecido hacía ya tiempo), en San Francisco". Acompañaremos a Lou, años antes de que sea el amante de Jocelyn, y a dos de sus hijos a un safari en África, porque si la novela nos traslada en el tiempo, también lo hace en el espacio; de Estados Unidos a África o Nápoles; de Nueva York a San Francisco o Los Ángeles; del desierto de California a un lugar indeterminado que podría ser África, aunque también podría ser Sudamérica o Centroamérica, a donde nos trasladaremos en busca de un general al que hay que devolver un atisbo de reputación...

Respecto a los tiempos en los que se mueve la historia, hay que estar atento y hacer cuentas porque la autora va dejando pistas que cual miguitas de pan en el bosque se las puede comer el pajarito del despiste. "Dentro de treinta y cinco años, en 2008, este guerrero se verá involucrado en los enfrentamientos tribales entre los kiktyu y los luo y morirá en un incendio". Las edades de los niños que luego vemos convertidos en adolescentes y más tarde en adultos, ciertos acontecimientos históricos, las edades explícitas de algunos personajes; todo ello nos va guiando por una historia apasionante en la que hay de todo. Conoceremos a Bennie con cuarenta y cuatro años; lo veremos a continuación adolescente con unos diecisiete, lo volveremos a encontrar con treinta y tantos (y puede que la imprecisión se deba a un despiste mío) en aquella incómoda visita que Scotty le hizo en su oficina y finalmente lo veremos en 2023, de nuevo con Scotty, a los sesenta años, en un futuro con algo de distópico (muy poco) al que la autora hace adelantar las hojas de su calendario desde 2010. Y lo mismo sucede con el resto de personajes.

Respecto a las voces y los recursos, también son variados. Se utilizan en distintos capítulos la tercera persona, la primera e incluso, cosa más rara, la segunda. Hay un diario (uno de los capítulos en primera persona por lo tanto) en el que se cuenta un hecho un tanto escabroso y hasta hay un capítulo que consiste en una presentación en PowerPoint en la que se nos cuenta una etapa de la vida de Sasha.

Vemos a los distintos personajes a lo largo del tiempo. De ese tiempo que es un canalla y que les ha llevado a todos a épocas llenas de nostalgia por el pasado. A Bennie, por ejemplo, cuando oía canciones, le gustaba el  "sonido sucio, la sensación de estar oyendo músicos de verdad que tocaban instrumentos de verdad en una sala de verdad. Actualmente ese tipo de música (si es que existía) era por lo general fruto de un efecto que pretendía imitar el sonido analógico [...] El problema era la precisión, la perfección; el problema era la digitalización, que engullía la vida de todo lo que se filtraba a través de su microscópico tamiz. El cine, la fotografía, la música: todo muerto. «¡Un holocausto estético!». Eso sí, Bennie sabía perfectamente que no podía decirlo en voz alta". Eso piensa Bennie alrededor de 2007, cuando lo conocemos con cuarenta y cuatro años oyendo música en su coche mientras se dirige a buscar a su hijo Chris de cuya madre se ha divorciado recientemente. 

Pero el tiempo no solo ha terminado con la música, también irá haciendo añicos las ilusiones de los personajes a los que iremos viendo, a unos más que a otros, hundirse en la desdicha. Una desdicha que toma para cada uno diferentes formas; desprestigio, pobreza, adicciones, cárcel, desamor, suicidio, culpabilidad. Pero al final, cada uno a su manera, al menos los que siguen vivos, todos consiguen levantar la cabeza y renacer entre sus propias penalidades. Todos terminarán airosamente esta historia, unos por propia voluntad de seguir adelante y otros por causa del azar que los trata con benevolencia. Al fin y al cabo también lo análogico empieza a abrirse paso, aunque tímidamente, entre tanta digitalización.

Creo que no es cierto lo que comentan Bennie y Scotty en 2023. 

"El tiempo es un canalla, ¿no? ¿Vas a dejar que un canalla te vacile?

Scotty sacudió la cabeza.

—El canalla ha ganado".

Es cierto que el tiempo siempre gana, pero tal vez no sea tan canalla después de todo. 

Y pensándolo bien, tal vez sí sea Bennie el protagonista de esta historia.

Jennifer Egan

No conocía a Jennifer Egan, pero hace ya dos años me encontré con la reseña de esta novela en el blog de Gerardo, "Varado en la llanura". Me atrajo desde el primer momento por todo lo que contaba: novela estadounidense con saltos en el tiempo y en el espacio y, por si fuera poco, Premio Pulitzer. Y sin embargo, quedó sepultada en mi lista de pendientes bajo otras muchas que vinieron después. Fue hace tan solo unas semanas cuando volví a encontrarla en el blog de Juan Carlos Montag, "El fuego de Montag", y ya no dejé que se me escapara de nuevo. Casi antes de terminar de leer la entrada, ya la había comprado. 

Me ha fascinado la novela. No sólo lo que cuenta, sino la forma de contarlo. Hacía mucho que no me sentía tan atrapada en una lectura, tan atenta a sumar, restar, consultar hechos... en fin, a datar cada uno de los capítulos que conforman el libro y que son como piezas descolocadas  de un puzzle que hay que saber ubicar. Lo mejor es que no me ha resultado para nada complicado el hacerlo y sí muy satisfactorio. 

De nuevo, como en cada nuevo encuentro con ellos, los premios Pulitzer nunca decepcionan. La literatura estadounidense casi nunca decepciona.

Título del libro: El tiempo es un canalla

Autora: Jennifer Egan
Nacionalidad: Estados Unidos
Título original: A visit from the goon squad

Traducción: Carlos Andreu Saburit

Editorial: Minuscula

Año de publicación: 2011

Año de publicación original: 2010

Nº de páginas: 407