"Resina" Ane Riel

"El cuarto blanco estaba a oscuras cuando papá mató a la abuela. Yo estaba allí. Carl también estaba allí, pero no se dieron cuenta. Era la mañana del día de Nochebuena y aunque caía una pizca de nieve, no llegó a ser una Navidad blanca exactamente.

Por aquel entonces era todo distinto. Fue antes de que las cosas de papá empezaran a invadirlo todo y no hubiese sitio en el cuarto de estar. Y antes de que mamá se volviera tan inmensa que no pudo salir más del dormitorio. Pero después de que me declarasen muerta para que no tuviera que ir al colegio". No hay más misterio en esta novela porque ese es su comienzo y desde el principio sabemos todo lo que podría ser el resumen de la historia. Aunque obtuvo en Dinamarca el Premio Glass Key a la mejor novela nórdica de suspense de 2016, no hay ningún misterio en esta novela. Todo está revelado desde el principio.  

Liv nos cuenta su vida con sus padres en La Cabeza, una isla pequeña unida a otra más grande por una lengua de tierra que llamaban El Cuello. En La Cabeza solo vive su familia, los Haarder. Los Haarder viven en La Cabeza desde siempre. Ya vivían allí los abuelos de Liv con sus dos hijos, Morgen y Jens, el padre de Liv. "Todo comenzó muy bien. Era un niño muy querido, tanto como su hermano Mogens, y junto con sus padres ambos chiquillos gozaban de una vida en muchos aspectos privilegiada en La Cabeza. Eran los mejores amigos, La Cabeza era su patio de recreo y, a medida que su padre les fue enseñando el oficio, acabó por convertirse en su lugar de trabajo". Como diría Sabina el cuento de momento empieza bien. Y nosotros vamos leyendo. Por una parte, la historia actual contada por Liv; por otra, la historia antigua, la de Jens y Morgen y Silas, su padre,  y Else, su madre. Esta nos será contada por un narrador omnisciente en tercera persona. 

De una a otra, de la historia del pasado a la del presente, vamos viendo el deterioro, la caída en el abismo, el aislamiento... La historia del padre y los abuelos es la historia de una familia feliz en un entorno feliz. Jens seguía a su padre a todas partes y aprendió de él el oficio. "Silas, sabía hacer muchas cosas, pero era sobre todo un diestro carpintero. Ponía todo su empeño en dar lo mejor de sí mismo y veía la madera como algo muy valioso, un prodigio natural al que trataba con el mayor de los respetos desde el instante mismo en que brotaba de la tierra, tanto si estaba destinada a terminar sus días en forma de leña como de tablas, de mueble o de árbol de Navidad jubilado". O ataúdes. 

También le contagió a Jens su amor por la resina. La resina cura, protege, conserva, embalsama. La resina y el ámbar, su fósil, que son capaces de preservar en su interior hormigas de hace millones de años. Ese era uno de los tesoros más preciado de Silas, un trozo de ámbar con una hormiga atrapada en su perfección. Y será un tesoro para Jens y también para Liv. Liv se llevará, además del trozo de ámbar, el aroma de la resina cuando por fin salga de la isla y comience una vida normal, la vida que su abuela quería para ella y que no llegó a ver. 

El primer golpe lo recibió Jens con la muerte de Silas, pero aún le reservaba la vida momentos de felicidad. Maria Svendesen apareció en su vida como enviada por el cielo. Jens y Maria se enamoraron y tuvieron gemelos, Carl y Liv. "Jens sentía tal gratitud por el amor de su mujer y por los niños que juntos habían traído al mundo que no había nada en el mundo capaz de abatirlo. [...] sólo tenía ojos para los gemelos, para Maria y para la inconcebible sensación de dicha que lo embargaba a diario". Hasta que ocurrió el accidente de Carl y ese fue el segundo golpe que Jens recibió. Fue entonces cuando Else abandonó la casa y se fue a vivir al continente con una prima. Eso al menos es lo que sabe Liv. 

Cuando Liv contaba seis años, en vísperas de Navidad, Else volvió y todo empezó a salir mal. Sobre todo cuando la abuela habló de llevarse a Liv a vivir con ella y de mandarla a la escuela. Liv cree que a Jens se le fundió algún cable y a partir de entonces todo empezó a derrumbarse. Nos lo contará Liv, pero también el narrador omnisciente y las cartas de Maria. Esas que primero empiezan con un Querida Liv y que poco a poco van perdiendo coherencia, extensión, fuerza y entusiasmo a medida que todo ello abandona el cuerpo de María. 

Ane Riel

A partir de aquellas navidades la angustia se va apoderando del lector. La situación se hace irrespirable, a veces en sentido literal: los malos olores, la acumulación de objetos que cortan los caminos y ofuscan los espacios, Maria que aumenta y aumenta y ya no se puede levantar de la cama, Jens cada vez más perdido entre sus barbas y sus montones de objetos de todo tipo y tamaño. "Hubo un tiempo en que decían que Jens Haarder era el hombre más apuesto de la isla, pero con los años empezó a costar entender el motivo. En parte porque el cabello y la barba le crecían indómitos y sin control y en parte porque llegó a un punto en que se hizo difícil reconocerlo; no sólo por la barba, sino también por todas las cosas que se habían amontonado en torno a él. Quién iba a decir que Jens acabaría envuelto en semejante barullo". 

Pero aún tiene el lector un respiro. Los hechos, contados dese el punto de vista de Liv, que no conoce otra cosa, vistos desde la inocencia que proporciona la ignorancia, son duros, pero asumibles. Lo terrible empieza cuando otro personaje entra en escena. Cuando Roald visita a los Haarder en busca del niño que le roba en la fonda, la situación empieza a ser vista por alguien ajeno a la casa, alguien que lo ve todo con la misma extrañeza con que lo veríamos nosotros, alguien que queda tan espantado ante lo que contemplan sus ojos como espantados vamos quedando nosotros cuando nos lo cuenta, o más bien nos lo cuenta el narrador en tercera persona, pero desde el punto de vista de Roald. Además, la visita de Roald desencadena una serie de acontecimientos que llevan la historia al límite, casi al límite de la capacidad del lector para asumirla.

"Resina" es una historia dura. Una de las más duras que he leído en los últimos años, pero es una historia magnífica. Con una ambientación que nos sumerge en el mundo brillante y luminoso del bosque, en la vida feliz de una época antes de que empezaran las pérdidas; pero también, en la atmósfera opresiva de la casa y sus aledaños cuando, después de que las pérdidas se fueran sumando, algún cable se rompió en la cabeza de Jens y la luz se apagó y lo dejó todo en tinieblas. No hay suspense, no hay intriga. Yo al menos, no los he encontrado. Lo que hay es negrura, mucha negrura. Género negro de lo más oscuro. Un negro entreverado con el rojo de la sangre, el gris del polvo y la basura y la piel de los conejos, y el dorado de la resina. 

"Uno de los primeros recuerdos que tengo de mi vida en La Cabeza es el aroma a resina fresca: el peculiar cosquilleo en la nariz, la sensación pegajosa en la palma de la mano y la voz bondadosa de papá al hablarme del jugo que corría por dentro del tronco". La resina que Liv se lleva a su nueva vida en forma de ámbar con una hormiga en su interior, pero también impregnando con su aroma la cabeza de su osito. "Pero eso no se lo vamos a decir a nadie".

Este libro participa en el Reto Escritores de la A a la Z que organiza el blog Lecturápolis. Con él relleno la letra R.

Título del libro: Resina

Autora: Ane Riel
Nacionalidad: Dinamarca
Título original: Harpiks

Traducción: Blanca Ortiz Ostalé

Editorial: Destino

Año de publicación: 2020

Año de publicación original: 2015

Nº de páginas: 336